Recientemente, he recibido muchos mensajes de personas preocupadas por la declaración Pro-Vida de nuestro Fundamentos del Budismo del Loto. Aunque muchas personas no lo saben, el Budismo honra la santidad de la vida, por lo que su postura ética religiosa está en contra del aborto. La vida, en la cosmovisión budista, no es un mero accidente de procesos biológicos, sino una manifestación sagrada del Dharma. El Buda enseñó que todos los seres sintientes poseen el potencial para el Despertar, lo que se conoce como Naturaleza Búdica. Cada vida, desde su misma concepción, contiene en su interior el Espíritu del Buda, la Semilla de la Iluminación. Además, la forma humana se considera la más preciosa y difícil de alcanzar, ya que ofrece la oportunidad más rara de liberación. Por estas razones, la destrucción deliberada de la vida, ya sea de un feto, un animal o cualquier otro ser sintiente, va en contra de las verdades fundamentales del budismo y de la voluntad compasiva del Buda Eterno. A continuación, exploraremos brevemente (en notas) estas verdades a través de la Palabra del Buda tal como se registra en el Canon Budista.
Parte I - La Santidad de la Vida
1. Todos los Seres Poseen el Espíritu del Buda: La Naturaleza Búdica
Una de las enseñanzas budistas más fundamentales sobre la santidad de la vida proviene del Mahāparinirvāṇa Sūtra (Sutra del Nirvana), en el que el Buda declara que todos los seres sintientes, incluidos los más pequeños y débiles, poseen inherentemente la Naturaleza Búdica:
"Todos los seres sin excepción tienen la Naturaleza Búdica. Esta Naturaleza Búdica es permanente, inmutable y pura, como una gran joya escondida en el barro. Incluso los que sufren, los que aún no han nacido y los que tienen mentes engañadas la poseen".
Este pasaje deja en claro que incluso los no nacidos poseen la Naturaleza Búdica, el cual es el Espíritu del Buda en todos los seres, uno con el Dharmakaya, lo que afirma la santidad intrínseca de la vida. La idea de que un feto "aún no es humano" es incompatible con esta doctrina, ya que su Naturaleza Búdica ya está completamente presente desde el momento de la concepción.
Otra importante Escritura Budista, el Śrīmālādevī Siṃhanāda Sūtra (Sutra del Rugido de León de la Reina Srimala), amplía esta doctrina, refiriéndose a la Naturaleza Búdica como el útero del Tathagata (Tathāgatagarbha), la esencia divina presente en todos los seres:
"El Tathāgatagarbha está presente dentro de todos los seres, velado por las impurezas de la ignorancia. Es eterno, inmutable y la fuente de la Iluminación. Es como un niño no nacido escondido dentro del útero de la madre, esperando ser revelado".
Esta comparación vincula directamente la Naturaleza Búdica con la imagen de un niño no nacido. Destruir a un ser así sería destruir una manifestación del potencial del Buda, una profunda ofensa kármica.
Además de la doctrina de la Naturaleza Búdica, muchos sutras enseñan que el Espíritu del Buda reside en todos los seres, lo que refuerza la idea de que toda vida es sagrada.
El Avataṃsaka Sūtra (Sutra de la Guirnalda de Flores) declara que el Buda impregna a todos los seres, manifestándose dentro de ellos:
"El Tathagata está presente en todos los seres vivos, ya sea que se den cuenta de ello o no. Cada ser, incluso el más pequeño, está lleno de la luz de la sabiduría, pero oscurecido por la ignorancia. Dañar a otro es dañar la presencia del Buda dentro de él".
Este pasaje afirma que matar a cualquier ser sintiente, incluido un feto, es actuar contra la Presencia Sagrada del Buda que habita dentro de todos.
El Saddharmapuṇḍarīka Sūtra (Sutra del Loto), la escritura más venerada de la Tradición del Loto, enseña que todos los seres, sin excepción, alcanzarán algún día la Budeidad:
"No existe un solo ser que carezca del potencial para convertirse en un Buda. Desde los dioses más elevados hasta las criaturas más bajas, todos están destinados a la Iluminación. Esta es la gran verdad del Dharma".
Por lo tanto, terminar con la vida de un niño no nacido es impedir que un ser recorra el Camino hacia la Budeidad.
2. La Rareza y el Valor del Renacimiento Humano
Más allá de las doctrinas de la Naturaleza Búdica y del Espíritu del Buda dentro de todos los seres, las Escrituras Budistas enfatizan que el renacimiento humano es una oportunidad excepcionalmente rara, difícil de obtener e increíblemente valiosa.
El Balapandita Sutta (MN 129) contiene una de las metáforas más famosas del Budismo. El Buda explica:
"Imaginemos una tortuga marina ciega que emerge una vez cada cien años. Flotando en el vasto océano hay un yugo de madera con un solo agujero. La posibilidad de que la tortuga, cuando salga a la superficie, meta la cabeza por el agujero es extremadamente rara. Así de raro es alcanzar el nacimiento humano".
La vida humana no es algo que se pueda tomar a la ligera: es el más raro de todos los renacimientos, una oportunidad única para la Iluminación. Destruir una vida humana antes de que comience es desperdiciar una oportunidad kármica inimaginablemente preciosa.
El Dhammapada refuerza esta enseñanza:
"Difícil es nacer como ser humano. Difícil es la vida de los mortales. Raro es escuchar el Dharma. Afortunado es encontrar la enseñanza del Buda".
Dado que el niño no nacido ya posee las condiciones para la vida humana, el aborto no solo destruye la vida de un ser sino que también le niega la oportunidad de progreso espiritual.
Basado en la evidencia escritural presentada, el Budismo defiende la santidad de la vida por tres razones profundas:
- Todos los seres poseen la Naturaleza Búdica, lo que hace que sus vidas sean sagradas.
- El Espíritu del Buda habita en todos los seres, convirtiéndolos en manifestaciones del Dharma.
- El renacimiento humano es una oportunidad extremadamente rara y valiosa para la Iluminación.
Desde el momento de la concepción, la vida es sagrada porque conlleva el potencial para la Budeidad, la Presencia Divina del Dharma y la rara oportunidad de liberación. Destruir una vida así es actuar en contra de la voluntad compasiva del Buda Eterno y cortar el camino de un ser hacia la Iluminación. Por lo tanto, el Budismo es firmemente Pro-Vida, enseñando que cada ser, desde la concepción hasta la muerte, es precioso y digno de protección. Defendamos esta verdad, honrando la sacralidad de la vida y guiando a todos los seres hacia el Despertar.
3. El Momento en que Comienza la Vida: La Conciencia Entra en el Útero
La cuestión de cuándo comienza la vida no es una mera cuestión biológica, sino un profundo asunto de metafísica, karma y responsabilidad moral. En el marco de las enseñanzas del Buda, el ciclo de renacimiento (Samsara) dicta que la continuidad de la vida no es arbitraria ni fragmentada, sino que fluye sin fisuras de una existencia a otra a través de la fuerza del karma. La entrada de la conciencia (vijñāna) en el útero marca el comienzo de una nueva existencia, y este momento constituye el fundamento de la sensibilidad en el no nacido. Así, desde la perspectiva budista, la vida comienza en la concepción con el descenso de la conciencia al embrión, y cualquier terminación deliberada de esa vida constituye una grave violación del Primer Precepto: No Matar (pāṇātipātā veramaṇī sikkhāpadaṃ samādiyāmi).
Para comprender plenamente esta perspectiva, debemos recurrir a la Palabra del Buda, examinando cómo las Escrituras Budistas describen el proceso del renacimiento, el desarrollo de la vida en el útero y las implicaciones kármicas del aborto.
Las enseñanzas budistas describen el nacimiento no como un evento biológico aleatorio sino como un proceso dictado por causas y condiciones, de acuerdo con la doctrina del Origen Dependiente. La presencia de un padre y una madre por sí sola es insuficiente para que surja la vida; es necesaria la entrada de la conciencia. Esto se explica claramente en el Mahātaṇhāsaṅkhaya Sutta (MN 38), en el que el Buda explica cómo surge un nuevo ser:
"Si la conciencia (vijñāna) no descendiera al vientre de la madre, no se establecerían el nombre y la forma (nāma-rūpa). Si no se establecieran el nombre y la forma, no surgirían las seis facultades sensoriales".
Este pasaje afirma inequívocamente que la vida comienza cuando la conciencia entra en el cuerpo recién formado en el útero. Sin esta entrada de la conciencia (vijñāna), no habría ningún ser sintiente, solo materia biológica inerte. Esta doctrina armoniza con la teoría budista del renacimiento, según la cual la conciencia, impulsada por el karma pasado, busca un nuevo cuerpo de acuerdo con sus acciones anteriores.
Este proceso se desarrolla con más detalle en la "Teoría del Gandharva", que aparece en varios Sutras, como el Aggañña Sutta (DN 27):
"La unión de la madre y el padre, la madre estando en la estación apropiada y la presencia de un gandharva: ésta es la causa y condición para el surgimiento de un nuevo ser."
El "gandharva" es el ser de estado intermedio (en términos Mahayana, "antarābhava"), una conciencia ligada kármicamente que renace. Cuando se dan las condiciones adecuadas, desciende al útero, dando lugar a una nueva existencia sintiente. Esto es explicado también en el Āryanandagarbhāvakrāntinirdeśa (Sutra a Nanda sobre la Entrada en el Vientre):
"El Buda dijo: 'Nanda, incluso si hay un vientre materno, puede darse el caso de que alguien entre en el vientre, y también puede darse el caso de que alguien no entre. ¿Cómo se producirá la entrada en el vientre de una madre y luego el nacimiento? Si el padre y la madre, ambos con pensamientos de deseo, tienen relaciones sexuales, si el vientre de la madre está completamente puro, si ella está en su período fértil, y si el antarābhava (un ser en el intervalo entre la muerte en una vida y el nacimiento en la siguiente) aparece, se debe entender que entonces se producirá la entrada en el vientre...Nanda, ¿cómo obtiene el antarābhava la entrada en el útero de la madre? Si el vientre de la madre está limpio, el antarābhava percibe directamente la ejecución del acto de deseo, no hay ninguno de los muchos defectos mencionados anteriormente, y los padres y el niño tienen el karma de encontrarse entre sí, se producirá la entrada inicial en el vientre...De la misma manera, debe entenderse que el nacimiento en el útero no se logra solo a través del padre y la madre, ni solo por el karma, ni por otra condición en particular. Más bien, el embrión se produce debido a la unión del fluido sexual del padre, la sangre de la madre y otras causas y condiciones'."
Estas escrituras establecen que la vida comienza en la concepción, ya que es en este momento que la conciencia se fusiona con el cuerpo físico. Este es el equivalente budista de la creencia de que la vida comienza en la fertilización, excepto que en el Budismo, el énfasis está en la entrada de la conciencia en lugar de la mera formación biológica. De acuerdo con su karma, los seres nacen hombre o mujer:
"Los seres se apegan a cuerpos masculinos o femeninos a través de tendencias habituales. Algunos se sienten atraídos por la forma masculina, otros por la femenina, y a través de este apego, pasan por ciclos de nacimiento y renacimiento".
Los Sutras del Canon Budista se refieren constantemente al hombre y a la mujer como las dos formas humanas primarias. El renacimiento ocurre como hombre o mujer según el karma pasado. Esto por supuesto, no es lo mismo que la orientación sexual de la persona. Igualmente, este mismo Āryanandagarbhāvakrāntinirdeśa (Sutra a Nanda sobre la Entrada en el Vientre) dice que solo existen dos sexos o géneros: masculino y femenino:
"Si el antarābhava no tiene existencia ni como hombre ni como mujer con respecto a lo que ve ante sí, el renacimiento no se producirá."
4. El Desarrollo Fetal y la Presencia de la Conciencia
Varios textos budistas describen el desarrollo fetal como un proceso en el que la conciencia corpórea (nāma-rūpa) experimenta sufrimiento y fruición kármica. Una de las descripciones más detalladas de esto se encuentra en el Garbhāvakrānti Sūtra ("El Descenso al Útero"), un texto Mahayana que explica cómo la conciencia entra en el útero y sufre:
"Desde el momento de la concepción, el ser experimenta sufrimiento dentro del útero de la madre, constreñido y limitado por el karma pasado. El ser sintiente dentro del útero es consciente de sus condiciones y, debido al karma pasado, sufre a través de las etapas del desarrollo fetal."
Este Sutra afirma que el niño no nacido no es un conjunto inerte de células sino un ser sintiente que ya está sufriendo la retribución kármica. Destruir a un ser así sería un acto de matar, que el Budismo condena universalmente.
Esta idea se refuerza en el Śūraṅgama Sūtra, una escritura Mahayana que explica:
"La conciencia sigue las causas kármicas, entrando en el útero cuando las condiciones están maduras. Desde el momento de la concepción, el nuevo ser posee las semillas de la percepción y el sufrimiento".
Por lo tanto, incluso en las primeras etapas del embarazo, el feto ya es un ser sintiente portador de karma, lo que respalda aún más la visión budista de que el aborto es un acto de quitar la vida.
5. Las Consecuencias Morales y Kármicas del Aborto
El precepto ético fundamental en el Budismo es "Ahimsa" (No Violencia), que está consagrado en el Primer Precepto: No Matar. El Buda explica en el Upāli Sutta (AN 3.70):
"Quien mata deliberadamente a un ser sintiente, desde el insecto más pequeño hasta un humano, acumula karma insalubre que conduce a futuros sufrimientos".
El feto, como ser sintiente que experimenta sufrimiento en el útero, cae bajo esta protección. El Sāleyyaka Sutta (MN 41) afirma además:
"Abandonando la toma de vidas, se abstiene de matar seres vivos. Dejando a un lado la vara y el arma, es gentil y bondadoso, compasivo con todo lo que vive".
El Primer Precepto, que prohíbe matar a cualquier ser sintiente, es fundamental para la ética budista, y el aborto, como terminación intencional de una vida en desarrollo en el útero, se considera una grave violación de este Precepto. El Canon Budista describe las consecuencias kármicas de quitar la vida, incluido el aborto. Estas consecuencias se manifiestan en esta vida, en los renacimientos futuros y en el ciclo de Samsara (el ciclo interminable de nacimiento, muerte y renacimiento). Matar es una de las cinco ofensas kármicas más graves que conducen a graves consecuencias en el renacimiento. El Abhidharma-kośa explica que para que un acto de matar genere su consecuencia kármica completa, deben estar presentes cinco factores:
- Debe estar presente un ser vivo.
- Se debe reconocer al ser como vivo.
- Debe haber intención de matar.
- Debe haber una acción que conduzca a la muerte.
- El ser debe morir como resultado.
El aborto cumple todas estas condiciones, lo que lo convierte en una ofensa kármica directa. El karma generado depende de la intención, la conciencia del acto y el nivel de remordimiento o justificación.
El Buda afirma en el Cūḷakammavibhaṅga Sutta (MN 135, El Sutra Breve Sobre el Karma):
"Quien mata a seres vivos, que es cruel y no tiene compasión por los seres vivos, al disolverse el cuerpo, después de la muerte, renace en un reino de miseria".
Quienes matan intencionalmente pueden renacer en el Infierno (Naraka), como un animal, o en una condición humana inferior donde experimentan una vida más corta, enfermedad o violencia.
En el Abhaya Sutta (AN 3.99, El Sutra sobre los Tres Tipos de Asesinato), el Buda diferencia entre:
- Matar con un odio intenso (mayor carga kármica).
- Matar por engaño o negligencia (carga kármica media).
- Matar con arrepentimiento (menor carga kármica, pero aun así insalubre).
El aborto puede caer en la segunda o tercera categoría, dependiendo de la intención y la conciencia de la madre y de los involucrados.
En el Sāleyyaka Sutta (MN 41, El Sutra sobre los Efectos de Matar), el Buda explica que quienes matan, ya sean seres pequeños o grandes, crean karma que conduce a renacimientos desfavorables:
"Si una persona se dedica a la destrucción de la vida, al disolverse el cuerpo, renacerá en un estado inferior, en una condición desfavorable, en un reino de sufrimiento".
Esto se aplica a todas las formas de vida, incluidos los seres no nacidos, ya que poseen conciencia (viññāna), que es el criterio clave para el renacimiento. Dado que el renacimiento humano es raro y precioso, terminarlo prematuramente es una ofensa mayor que matar a un animal inferior.
Las enseñanzas budistas dejan claro que matar cualquier forma de vida sintiente, incluido un ser no nacido, es una grave transgresión moral. Quienes participan en el aborto o lo apoyan generan un gran karma negativo que conduce al sufrimiento en futuros renacimientos.
El Upāsakaśīla Sūtra (Sutra sobre Preceptos para Discípulos Laicos), un texto Mahayana sobre ética laica, prohíbe explícitamente matar, incluido el aborto:
"Quien se refugia en las Tres Joyas no debe quitar la vida, ya sea en el útero o después del nacimiento. Quitar la vida conduce a un gran sufrimiento en futuros renacimientos".
También afirma que un seguidor laico que causa directa o indirectamente la muerte de un feto experimentará enfermedad, desgracia y una vida más corta en vidas futuras.
El Kṣitigarbha Sūtra explica cómo quienes cometen un aborto corren el riesgo de renacer en reinos inferiores, mientras que los seres abortados experimentan sufrimiento como espíritus errantes.
"Si una madre, por ignorancia o miedo, pone fin a la vida del niño en su vientre, el espíritu del niño puede vagar, sufriendo en la oscuridad, buscando refugio. A menos que se transfiera el mérito, ese ser puede renacer en un reino inferior, sufriendo durante muchos kalpas".
Sin embargo, el Sutra también proporciona un camino para la purificación kármica, al afirmar:
"Si los padres, con remordimiento, hacen ofrendas al Buda y dedican mérito, el sufrimiento del espíritu no nacido se aliviará y los padres podrán evitar toda la fuerza de la retribución kármica".
Además, en el Lakkhaṇa Sutta (DN 30), se enseña que el Bodhisattva, en su último nacimiento, entra en el útero con plena conciencia:
"El Bodhisattva es consciente y está atento en el útero de su madre, percibiendo las condiciones de su futuro nacimiento".
Esta enseñanza destaca que incluso antes del nacimiento, un ser avanzado como un Bodhisattva es plenamente sintiente y está comprometido con su camino kármico, lo que refuerza la sacralidad de la vida en el útero.
El Garbhāvakrānti Sūtra describe cómo la conciencia entra en el útero y experimenta sufrimiento. Si se aborta un feto, su conciencia puede experimentar una gran angustia kármica y vagar como un Espíritu Hambriento (Preta) o renacer en un reino inferior.
Conclusión: El Budismo es Pro-Vida y Anti-Aborto
Basándose en estas enseñanzas escriturales - que no es exhaustiva - la posición budista sobre el aborto es clara:
- La vida comienza en la concepción, cuando la conciencia (vijñāna) entra en el útero en ese momento.
- Los no nacidos sufren y su destrucción equivale a quitarles la vida.
- Matar es una grave ofensa en el Budismo y el aborto intencional viola el Primer Precepto.
- Las consecuencias kármicas del aborto son severas y conducen a un sufrimiento futuro para todos los involucrados.
- El renacimiento en reinos inferiores, la reducción de la esperanza de vida y el sufrimiento son posibles efectos kármicos.
- La conciencia no nacida continúa su viaje kármico, a menudo experimentando sufrimiento.
Si bien la compasión siempre es un factor en la ética budista, la verdadera compasión no justifica matar, sino que busca soluciones que respeten toda la vida sintiente. Por lo tanto, el aborto, excepto en las circunstancias más extremas (por ejemplo, salvar la vida de la madre, malformaciones genéticas, etc.), no es compatible con los principios éticos budistas.
Para quienes buscan seguir el Dharma, el camino es claro: la vida es sagrada, desde la concepción hasta la muerte. Destruir la vida es actuar contra el Orden Natural del Dharma. La Escuela del Loto Reformada, siendo fiel a la Palabra del Buda contenida en su Canon, coloca la Palabra del Buda por encima de toda interpretación moderna contemporánea, que solo refleja la oscuridad de la Era Final del Dharma en la cual vivimos.
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El Budismo, como el Dharma de la sabiduría infinita y la compasión sin límites, enseña que todas las acciones tienen consecuencias kármicas, pero ningún ser está más allá de la redención. El Buda no vino a este mundo para juzgar, condenar o castigar, sino para guiar a los seres a salir del sufrimiento con compasión y medios hábiles. Si bien el Budismo reconoce que el aborto es quitar la vida y, por lo tanto, genera repercusiones kármicas, también entiende que la vida es compleja, el sufrimiento es inmenso y las decisiones humanas a menudo se toman bajo una gran angustia.
Por lo tanto, en lugar de condenar a quienes han abortado, el Budismo amplía la comprensión y ofrece caminos para la curación, la expiación y la reconciliación espiritual. Las enseñanzas del Buda enfatizan el arrepentimiento, la acumulación de méritos y el poder transformador de la compasión, asegurando que quienes han quitado la vida, intencionalmente o no, puedan encontrar la paz y la liberación.
El Buda nunca abordó las faltas morales con una dura condena, sino con una profunda comprensión del sufrimiento humano. Esto se refleja en el siguiente pasaje del Majjhima Nikāya (MN 86, El Sutta Angulimāla), en el que el Buda se encuentra con el asesino en masa Angulimāla:
"Incluso aquel que ha cometido un gran daño, si se vuelve hacia el camino del Dharma, puede encontrar la paz. El Tathāgata no abandona a ningún ser, pues todos tienen el potencial para el despertar".
Angulimāla había asesinado a cientos de personas, pero el Buda no lo rechazó ni lo condenó como malvado. En cambio, le ofreció un camino de redención. Si incluso un asesino en masa podía transformar su karma y alcanzar la Iluminación, entonces, sin duda, quienes se han sometido a un aborto, a menudo en momentos de gran sufrimiento, miedo o necesidad, no están más allá de la compasión del Buda.
Otra historia profundamente conmovedora es la de Kisāgotamī, que se encuentra en el Therīgāthā. Ella era una madre que perdió a su hijo y estaba devastada por el dolor. Se acercó al Buda y le rogó que le devolviera la vida a su hijo. En lugar de regañarla por su apego, el Buda la guió suavemente hacia la sabiduría: "Ve y encuentra una semilla de mostaza en una casa donde nadie haya perdido a un ser querido". Pronto se dio cuenta de que el sufrimiento es universal y de que no estaba sola. Al comprender la impermanencia y la naturaleza de la vida, superó su dolor y alcanzó la comprensión.
Así como Kisāgotamī fue conducida de la desesperación a la sabiduría, también quienes han tenido un aborto pueden ser guiados hacia la paz, la curación y la renovación espiritual.
Aunque el Budismo enseña que todas las acciones intencionales producen karma, también reconoce que el karma no es fijo ni ineludible. El Buda enseñó la doctrina del Origen Dependiente, según la cual nada es absoluto y todas las cosas pueden cambiar mediante el esfuerzo correcto.
En el Cūḷakammavibhaṅga Sutta (MN 135, El Discurso Breve sobre el Karma), el Buda explica:
"El karma se forma con la intención, pero no es inmutable. Mediante la sabiduría, las acciones virtuosas y la acumulación de méritos, uno puede purificar las acciones malsanas del pasado y caminar hacia la liberación".
Por lo tanto, si bien el aborto es un acto que afecta al karma, no condena a la persona al sufrimiento. Más bien, mediante el arrepentimiento sincero y la acción correcta, uno puede purificar el karma negativo y cultivar un corazón compasivo. En el Brahmajāla Sūtra, el Buda nos enseña:
"Si alguien ha quitado la vida pero se arrepiente sinceramente, se refugia en el Buda y hace el voto de proteger la vida de ahí en adelante, su karma negativo se aliviará".
Los padres que han sufrido un aborto pueden dedicar méritos a los seres abortados por medio de un Sacerdote Budista en una ceremonia especial, recitando Sutras, ofreciendo comida a los monjes o realizando actos compasivos para ayudar a que la conciencia del niño abortado encuentre un mejor renacimiento.
El Camino Budista siempre permite el autoexamen y la expiación. La práctica del arrepentimiento en el Budismo ayuda a las personas a reconocer las acciones pasadas sin autocondenarse. Como enseña el Brahmājāla Sūtra:
"Si alguien ha quitado la vida, pero con sincero arrepentimiento busca purificar su corazón, se arrepiente con devoción y se compromete a proteger la vida de ahí en adelante, su karma se aliviará y el camino hacia la liberación permanecerá abierto".
El camino hacia la liberación siempre está abierto. Ningún error, ninguna acción pasada y ningún sufrimiento están más allá del poder transformador del Dharma y la Gracia Redentora del Buda. A quienes han abortado, el Budismo les ofrece compasión, no condena; sabiduría, no juicio; sanación, no desesperación.