Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Tendai-shu 天台宗) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


jueves, 27 de junio de 2019

La Hermandad (Sangha): Edificando el Reino del Buda III - El Renacimiento en el Reino del Buda

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Edificando el Reino del Buda 
El Renacimiento en el Reino del Buda

1. La reina Syamavati, consorte del rey Udayana, era devota del Buda. Ella vivía en las habitaciones más internas del palacio y nunca salía. Su sirvienta, la jorobada Uttara que tenía muy buena memoria, simpre estaba presente en las predicaciones del Buda y le transmitía las Enseñanzas al pie de la letra a la reina. Así la fe de la reina crecía y se profundizaba cada vez más.

La segunda esposa del rey tuvo celos de Syamavati, planeó matarla y para ello la calumnió ante el rey. El rey creyó en las calumnias y decidió matarla.

La reina Syamavati se paró en frente del rey dispuesta a recibir la muerte, pero éste al ver su figura tan llena de misericordia no pudo lanzar la flecha y dándose cuenta de su error, pidió perdón por su conducta bestial.

La ira de la segunda esposa Magandya creció aún más y, en ausencia del rey, mandó prender fuego a los aposentos de la reina. La reina, llena de calma, apaciguó a las sirvientas que armaban alboroto y con paz en el espíritu como lo había aprendido de las Enseñanzas del Buda, esperó tranquilamente el cumplimiento de su destino. La jorobada Uttara también murió en el fuego.

Entre las discípulas del Buda, la reina Syamavati es honrada como la más misericordiosa, y su sirvienta Uttara como la más sabia.

2. El príncipe Mahanama, del clan Sakya y primo del Buda, era también un devoto que tenía gran fe en las Enseñanzas del Buda.

En aquel tiempo, un rey violento llamado Virudaka, de Kosala, derrotó a la familia Sakya. El príncipe Mahanama salió a su encuentro y le pidió misericordia por la vida de los habitantes de la ciudad. Sin embargo, viendo que este rey colérico no iba a ceder con facilidad, le rogó que por lo menos dejara escapar a los ciudadanos abriendo las puertas de la ciudad fortificada durante el tiempo que él estuviera sumergido en un estanque cercano.

El rey pensó que el tiempo que un hombre puede estar dentro del agua es muy poco y accedió.

El príncipe Mahanama se sumergió en el agua y los hombres empezaron a escapar llenos de alegría. Sin embargo, pasaba el tiempo y Mahanama no salía del agua. El príncipe al entrar en el estanque desató su cabello y lo amarró a las raices de un sauce debajo del agua. Salvó así a los hombres a cambio de su propia vida.

3. Utpalavarna era una religiosa famosa por su sabiduría comparable a la de Maudgalyayana, el gran discípulo del Buda. Dirigía un grupo de religiosas y era una de las dirigentes más sobresalientes.

Devadatta era un hombre cruel que inculcó la idea de rebelión contra Buda en la cabeza del rey Ajatasatru. Sin embargo, el rey llegó luego a creer en Buda y menospreció a Devadatta.

Una vez en que Devadatta se encontraba a las puertas del castillo sin poder entrar, vió salir a Utpalavarna. Le vino tal cólera que levantó el puño y lo hizo caer con toda fuerza sobre la cabeza de la religiosa.

Ella volvió a su convento soportando el gran dolor. Supo que la muerte se acercaba y dijo a sus discípulas que lloraban, consolándolas: “Hermanas mías, la vida humana está llena de imprevistos, todo es transitorio, todo es vacío. Tan sólo el mundo de la Iluminación es quietud y es allí adonde debemos acercarnos. Practicad y cumplid las penitencias para alcanzar el Camino.” Y murió en completa calma.

4. Angulimalya, un bandido que mató a muchos hombres, fue salvado por el Buda y llegó a ser su discípulo, pero al salir a mendigar, los hombres le perseguían cruelmente por sus crímenes pasados.

Un día salió a la ciudad a mendigar y fue golpeado por los que le odiaban. Regresó al convento lleno de sangre por todo el cuerpo y se inclinó a los pies del Buda para pronunciar estas palabras de alegría.

“Gran Buda, mi nombre original era 'el que no hace daño', pero debido a mi ignorancia he matado a muchos hombres y de cada uno de ellos he cortado y acumulado los sangrientos dedos, por eso he recibido el nombre de Angulimalya que significa 'coleccionista de dedos'.

“Por su Gran Compasión he logrado la Sabiduría de la Iluminación. Para manejar el caballo o la vaca, el hombre usa látigos y redes, pero el Gran Buda, purificó mi alma sin usar ni látigo, ni red, ni gancho.

"Hoy he recibido el castigo que merecía. No deseo la vida, ni espero la muerte. Sólo espero en silencio la hora de la llegada del tiempo futuro.”

5. Maudgalyayana, juntamente con el venerable Sariputra, eran los dos grandes discípulos del Buda. Los herejes que veían que las Enseñanzas del Buda penetraban en el alma de los hombres como el agua, sintieron envidia y trataron de poner obstáculos en la predicación.

Sin embargo, con ningún obstáculo podían impedir la propagación de la verdadera Enseñanza, por lo que los herejes pensaron en matarlo y atacaron a Maudgalyayana. Dos veces escapó de estos ataques pero a la tercera vez le rodearon entre muchos y fue vilmente golpeado.

Maudgalyayana, sostenido por la Iluminación, soportó con admirable quietud todos los golpes. Le desmenuzaron los huesos y le machacaron la carne, pero entró en la muerte con tranquilidad de alma.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

La Hermandad (Sangha): Edificando el Reino del Buda II - El Reino del Buda

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Edificando el Reino del Buda 
El Reino del Buda

1. Así como se ha dicho antes, cuando una comunidad vive en armonía y no olvida su deber de propagación de la Enseñanza del Dharma, irá extendiendo su esfera de acción y la Enseñanza se difundirá.

Esto significa que aumentarán los seres en búsqueda de la Iluminación. Significa que desaparecerá el ejército de la codicia, de la ignorancia y del resentimiento, guiado por el diablo de las tinieblas y de los deseos. Y aparecerán en su lugar, la sabiduría, la clarividencia, la fe y la alegría.

Los dominios del malvado (Mara) son el deseo, la oscuridad, la lucha, la espada, la sangre y la guerra. También se incluyen la envidia, el prejuicio, el odio, el engaño, la adulación, el secreto y el abuso.

Supongamos que en este reino brilla la Luz de la Sabiduría, la lluvia de la misericordia cae sobre la tierra, las raíces de la fe se extienden y florece la flor de la alegría. Este dominio del diablo se convertirá, en un instante, en la tierra del Buda.

Así como una dulce brisa y algunas flores sobre una rama anuncian la primavera, cuando un hombre logra la Iluminación, la hierba, los árboles, las montañas, los ríos y todas las otras cosas reciben una nueva vida.

Si el alma del ser es pura, la tierra en que se halla también se inunda de pureza.

2. En la tierra donde prevalece la Enseñanza los seres son sinceros. Esto es porque las almas se purifican en contacto con la Gran alma de Buda que todo lo ilumina y cuida con su inagotable compasión.

El alma sincera a su vez se tranforma en un alma profunda que sigue por el Noble Camino. Es caritativa, obediente, paciente, entusiasta, tranquila, sabia, misericordiosa y conduce a los seres al Camino. Así se edifica aquí la Tierra Pura del Buda.

Una casa en que vive un hombre humilde con su mujer e hijos puede ser la morada en que habita el Buda. Un país en que es imposible eliminar la diferencia de clases también puede ser el reino de lBuda.

El palacio hecho de oro y de joyas bañado de sangre no es el palacio del Buda. Una pequeña cabaña en donde la luna filtra su argentina luz, puede ser un gran palacio donde el Buda se hace presente si en ella vive un hombre de alma sincera.

Cuando la tierra del Buda es edificada sobre el alma pura de un ser, éste atrae a sus semejantes y va aumentando el número. Se va extendiendo de la familia a la aldea, de la aldea a la ciudad, al reino y al mundo.

Propagar la Enseñanza del Buda es lo mismo que extender los dominios del reino del Buda.

3. En verdad, este mundo visto desde un aspecto, es el dominio del diablo; es un mundo de deseos; es un campo de batalla cubierto de sangre. Los que creen en la Iluminación del Buda tratan de recuperarlo de las manos del diablo cambiando la sangre por la leche, el odio por la compasión y la caridad, y tratan de edificar el Reino Puro del Buda.

Es casi imposible pretender vaciar el océano con una cuchara, pero los que creen en el Buda, quieren llevar a cabo esta obra aunque sea a través de muchas vidas. 

El Buda nos espera de pie en la otra orilla, en el mundo de la Iluminación en donde no existen la codicia, la ira, la ignorancia ni los sufrimientos.

Allí brilla la luz de la Sabiduría, y la lluvia de la Misericordia humedece la tierra.

Es una tierra de paz en donde se refugian los que sufren, los que padecen, los que penan y los que buscan un momento de descanso en la propagación de la Enseñanza.

En esta Tierra Pura la luz es inagotable y la vida es eterna; el que entra en ella no volverá a perder más su quietud.

Es una tierra tranquila, llena de la alegría de la Iluminación, donde el perfume de las flores loa la Sabiduría y los pájaros cantan las Sagradas Enseñanzas. Es el lugar a donde debemos ir todos al final.

4. Sin embargo, ésta no es una tierra de descanso, ni de placer. La cama de flores no es para dormir holgadamente; es para ganar y acumular energías para obrar.

La misión del Buda no conoce fin. Mientras existan los seres, mientras existan las criaturas vivas, mientras las almas de estas criaturas sean manchadas por el egoísmo no cesará.

Los hijos del Buda que pasaron una vez a la Tierra Pura de la otra orilla, deben tener celo y retornar a sus respectivos mundos para ayudar en la obra del Buda.

Cuando se prende una luz, de esta luz se van prendiendo otras. De la misma manera, la luz del alma del Buda, va prendiendo el alma de los seres una tras otra eternamente.

Los hijos del Buda cooperan en la obra del Buda, conducen a los seres al perfeccionamiento, y no cesan de trabajar eternamente para hermosear la tierra del Buda.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

La Hermandad (Sangha): Edificando el Reino del Buda I - La Armonía de la Hermandad

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Edificando el Reino del Buda
La Armonía de la Hermandad

1. Imaginemos un gran campo desierto en absoluta oscuridad, sin ninguna luz. Muchas criaturas vivas viven en este lugar.

Debido a la oscuridad ninguno puede conocer la existencia del otro. Cada uno deambula y se retuerce aterrado por la soledad. Es realmente un estado lamentable.

Imaginemos que de repente se haga la luz. Aparece un hombre con una antorcha en la mano y el campo oscuro se inunda de luz súbitamente.

Las criaturas que hasta entonces se retorcían en el suelo envueltos en la oscuridad, se ponen de pie y al mirar a su alrededor descubren a sus semejantes. Con voces de júbilo corren a encontrarse y se abrazan compartiendo su felicidad. 

Este campo desierto es la vida, la oscuridad es la carencia de la Luz de la Sabiduría. El que no tiene la Luz de la Sabiduría dentro de su alma, no sabe estar en armonía con sus semejantes. Es un ser solitario que nace y muere solo, por ello es natural que se mueva sin rumbo fijo y tema a la soledad.

La aparición de un ser superior con una antorcha, significa la llegada del Buda a este mundo con la Luz de la Sabiduría.

Al ser alumbrados con esta Luz, por primera vez los seres llegan a conocerse, a conocer a sus semejantes y a establecer relaciones amistosas y pacíficas.

Por más que miles de personas vivan juntas, mientras no se conozcan unas a otras, no pueden constituir una sociedad.

La verdadera comunidad es aquella en que los seres, guiados por la Luz de la Sabiduría, se conocen y tienen fe en sus semejantes.

La armonía es el verdadero fundamento y la vida de las comunidades.

2. Existen tres clases de comunidades. La primera es la que está organizada por la fuerza del dinero o de la autoridad de grandes jefes.

La segunda nace de la conveniencia de sus miembros y continuará existiendo mientras ellos no hayan satisfecho sus aspiraciones y no luchen entre sí.

La tercera es la que se forma en torno a la Enseñanza y tiene la armonía como esencia.

Por supuesto la tercera de estas comunidades es la única verdadera. En esta comunidad todos viven con una misma alma y de allí nacen muchas virtudes. Existe allí la paz, la alegría, la satisfacción y la felicidad.

Como el agua de la lluvia que cae en las montañas, se convierte en arroyos y, poco a poco, aumenta su caudal hasta llegar finalmente al mar.

Así todas las personas de diferentes situaciones reciben la misma lluvia de la Enseñanza y, poco a poco, se van uniendo primero en pequeños grupos, después en organismos más grandes y en comunidades hasta desembocar en el océano de la Iluminación. Todas las almas de estas personas se mezclan como la leche y el agua, y de allí nace una hermosa comunidad.

La verdadera Enseñanza es la fuerza fundamental que organiza sobre esta tierra la verdadera comunidad.

La luz es la que hace que los seres se conozcan, que pacifica el alma de todos, como una aplanadora quita los relieves de la superficie de la tierra, y es la fuerza que los armoniza.

La verdadera comunidad se basa en la Enseñanza, por ello puede ser llamada la “comunidad de la Enseñanza”.

Puesto que todos los seres deben educar su alma según esta Enseñanza, teóricamente puede decirse que todos los seres  de la tierra están incluidos en esta comunidad. Pero de hecho está formada  solamente por quienes tienen la misma fe.

3. La comunidad del Buda se compone de los que predican la Enseñanza a los laicos y los que dan de comer y vestir a estos maestros. Estas dos clases de miembros deben mantener y extender la comunidad y esforzarse para que la Enseñanza se propague por doquier a través de los tiempos.

Los que pertenecen a la comunidad deben pensar primeramente en la armonía entre los seres y en realizar los objetivos de esta comunidad. Los maestros deben enseñar a los miembros de la comunidad y los miembros deben honrar a los maestros para que entre ellos haya armonía.

Deben esforzarse en llevarse bien con todos; alegrarse de corazón por poder vivir en compañía de los de la misma fe; no tener dos caras para los seres; ser caritativos; alejar el alma que piensa en el “yo”; y unir el alma a la de todos los seres.

4. Hay seis preceptos que mantienen en armonía a la comunidad. Primero: sinceridad en las palabras. Segundo: sinceridad en los actos de caridad. Tercero: sinceridad en el pensamiento caritativo. Cuarto: repartir la propiedad común. Quinto: seguir los mismos preceptos de pureza. Sexto: tener un punto de vista correcto.

Entre estos, el último forma el núcleo de los demás preceptos.

Hay dos clases de siete reglas que se deben seguir para hacer prosperar la comunidad.

(1) Reunirse frecuentemente para hablar de la Enseñanza.
(2) Respetarse mutuamente sin discriminación de las clases sociales.
(3) Reverenciar la Enseñanza y respetar las reglas sin cambiarlas a capricho.
(4) No olvidar la cortesía en el trato a los mayores y menores.
(5) Cuidar el alma para no perder la sinceridad y el respeto.
(6) Purificar el alma en un lugar tranquilo y silencioso. Ceder el paso a los demás para darles la prioridad.
(7) Amar al prójimo, tratar cordialmente al que se te acerca, cuidar con esmero al enfermo. Si se observan estas siete reglas, la comunidad nunca decaerá.

El otro grupo de siete reglas son: 
(1) Mantener pura el alma y no desear muchas cosas. 
(2) Mantener la integridad sin codiciar. 
(3) Mantener la paciencia y no pelear.
(4) Guardar silencio y no hablar vanamente. 
(5) Observar los preceptos y las Enseñanzas. 
(6) Mantener una mente estable y no seguir enseñanzas diferentes. 
(7) Mantener la frugalidad y ser modesto en el vestir y en las comidas. Si se observan estas siete reglas la comunidad no decaerá.

5. Como se ha mencionado antes, la vida de la comunidad es la armonía. Una comunidad sin armonía no es comunidad, por ello hay que hacer lo posible para que no existan disturbios y en caso de que se produzcan, hacer esfuerzos para disiparlos.

La sangre no se purifica con la sangre, el resentimiento no puede ser eliminado con el resentimiento. Sólo se puede disipar olvidándose de él.

6. Había una vez un rey llamado Calamidad. Su territorio fue conquistado por un rey vecino amante de la guerra que se llamaba Brahmadatta. El rey Calamidad, después de haber estado escondido con su hijo y esposa fue apresado, pero afortunadamente su hijo logró escapar.

El príncipe trató de rescatarlo el día de su ejecución, pero todo fue en vano. Tuvo que contemplar con lágrimas la muerte de su desdichado padre.

El rey reconoció a su hijo entre la multitud y murmuró estas palabras como si hablara consigo mismo. “No te detengas a mirar mucho. No actúes precipitadamente, el resentimiento sólo se aplaca con el olvido.” Este príncipe vivía pensando sólo en la venganza. Logró entrar en el palacio a servir, y poco a poco se fue ganando la confianza del rey.

Un día, el rey salió de caza. El príncipe pensó que era la ocasión de realizar su venganza, alejó la tropa del rey y fue solo con él a las montañas. El rey, cansado de tanto correr, se durmió en las rodillas de este joven que se había ganado su confianza.

El príncipe pensó que había llegado la hora, desenvainó su espada y la acercó a la garganta del rey. Sin embargo, en ese momento recordó las palabras de su padre, y no pudo mover las manos. De repente, el rey despertó asustado con un sudor frío que le corría por el cuerpo. Le dijo que había soñado que el hijo del rey Calamidad intentaba clavarle la espada en la garganta.

El príncipe agarró con fuerzas al rey y levantó su espada. Declaró que era el hijo del rey Calamidad y que había llegado la hora de vegar a su padre. Sin embargo, enseguida hizo caer su espada y se arrodilló frente al rey.

El rey asombrado se levantó. Cuando el príncipe le habló de las últimas palabras de su padre, se emocionó mucho. Se pidieron mutuamente perdón y se perdonaron. El rey devolvió al príncipe su reino y ambos reinos mantuvieron relaciones amistosas durante mucho tiempo.

En esta parábola, el “no ver por mucho tiempo” es no mantener por mucho tiempo los resentimientos. “No te precipites” significa que uno nunca debe apurarse para romper una amistad.

El resentimiento no se calma con el resentimiento, sólo se aplaca con el olvido.

En la comunidad que tiene como base la armonía, todos deben actuar siempre según el espíritu del rey Calamidad, reflejado en esta historia.

No sólo los miembros de la Comunidad, sino también todos los seres, en general, deberían juzgar y actuar según este espíritu.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

miércoles, 26 de junio de 2019

La Hermandad (Sangha): Deberes del Creyente III - Guía para la Vida Diaria

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Deberes del Creyente 
Guía para la Vida Diaria

1. Es de necios pensar que la desdicha viene del Este o del Oeste sin saber que emana de dentro. Es erróneo tratar de guardar lo exterior sin controlar lo interior.

Es costumbre de la gente común levantarse temprano, limpiarse la boca, lavarse la cara, y luego hacer reverencias hacia las seis direcciones: Norte, Sur, Este, Oeste, arriba y abajo, deseando evitar la entrada de la desdicha para tener un día feliz.

Sin embargo, el Buda nos enseña que, en cambio, debemos evitar las desdichas guardando respetuosamente las seis direcciones de la Verdad y actuando sabiamente.

Para guardar estas seis direcciones, primero es necesario alejar la suciedad de los cuarto actos, controlar los cuarto malos pensamientos y cerrar las seis entradas que hacen perder la casa y propiedad.

Los cuarto actos impuros son: el homicidio, el robo, el adulterio y el engaño. Los cuarto malos sentimientos son: la codicia, la ira, la necedad y el temor. Las seis, entradas que hacen perder las riquezas son: actuar inconsideradamente por haber tomado bebidas alcohólicas; andar de parranda hasta muy entrada la noche; abandonarse al placer de la música y de los teatros; dejarse dominar por el juego; asociarse con malas compañías; no cumplir con sus obligaciones de trabajo.

Después de alejar las cuarto suciedades de los actos, de controlar los cuarto malos sentimientos, y cerrar las seis entradas que hacen perder la riqueza, entonces los discípulos de Buda hacen reverencias a las seis direcciones de la Verdad.

¿Cuáles son las seis direcciones de la Verdad? El Este es el camino del padre y el hijo, el Sur es el camino del maestro y el discípulo, el Oeste es el camino del esposo y la esposa, el Norte es el camino de la amistad, hacia abajo es el camino del patrón y los empleados y hacia arriba es el camino del creyente de Buda.

Primeramente para el camino de padres e hijos en la dirección Este, el hijo debe llevar a cabo cinco acciones. Uno debe cuidar de los padres, trabajar por su bienestar, respetar el linaje familiar, guardar la herencia y realizar los servicios religiosos en memoria de los ancestros.

A cambio los padres deben llevar a cabo cinco acciones para el hijo, deben evitar las malas acciones, pro mover las buenas acciones, procurar que el hijo adquiera conocimientos y habilidades, ver por que contraiga matrimonio y utilizar los bienes familiares en el tiempo apropiado. Si se siguen estas cinco acciones el camino de los padres y el hijo en la dirección Este será pacífico y sin pesar.

Después para el camino del maestro y el discípulo, el discípulo debe estar de pie cuando el maestro se aproxima, el discípulo debe asistir a las necesidades del maestro muy de cerca, debe escucharlo con seriedad, no descuidar las atenciones y recibir sus enseñanzas con respeto.

A cambio el maestro debe guiar al discípulo con el ejemplo actuando con propiedad, transmitir correctamente todo lo que el maestro ha aprendido y preparar el camino para que el discípulo reciba honores al igual que beneficios y respeto en cualquier lugar. Así el camino del discípulo y el maestro en la dirección Sur será pacífico y sin pesar.

Después para el camino del esposo y la esposa en la dirección Oeste, el esposo debe tratarla con respeto, cortesía y fidelidad, confiar en ella en la toma de decisiones y hacerle regalos. La esposa debe llevar a cabo bien todo su trabajo, atender las necesidades de los miembros de la familia, ser fiel a su esposo, proteger los bienes y hacer que los negocios de la familia prosperen. Así el camino del esposo y la esposa en la dirección Oeste será pacífico y sin pesar.

Después, para el camino de los amigos en la direc ción Norte, uno debe proveer a los amigos con aquello de lo que carecen, hablarles con gentileza y amabilidad, trabajar en su beneficio, ser siempre considerado y tratarlos con honestidad. Uno debe esforzarse para prevenir que los amigos caigan en caminos equivocados, proteger su propiedad en el caso de que pierdan el camino, escuchar sus inquietudes cuando tengan problemas, darles una mano en tiempos difíciles y apoyar a su familia cuando sea necesario. Así, el camino de los amigos en la dirección Norte será aquel de paz y sin pesar.

Después para el camino del patrón y el empleado en la dirección baja uno debe observar los siguientes cinco puntos al tratar con los empleados. Hacer que los empleados trabajen de acuerdo a sus habilidades, proveerlos de buen alimento y amplia compensación, brindarles cualquier comida deliciosa y hacer que descansen en los momentos apropiados.

A cambio un empleado debe servir a su patrón teniéndo los siguientes puntos en mente. Uno debe levantarse de mañana antes que el patrōn, ir a dormir después que él, ser honesto en todo momento, ser diestro en el trabajo y no traer la desgracia al buen nombre del patrōn. Así el camino del patrōn y el empleado en la dirección baja será aquel de paz y sin pesar.

Después, para el camino de servicio hacia aquellos que predican la enseñanza en la dirección más alta, uno debe tratar a aquellos que predican las enseñanzas con extremo respeto en cuerpo, palabra y mente. Uno debe también recibir a los predicadores con cortesía, escuchar y seguir sus enseñanzas y hacer ofrendas a ellos.

A cambio aquel que predica las enseñanzas debe rechazar el mal, fomentar la bondad, ser compasivos y de buen corazón, enseñar los estándares morales, hacer que los que escuchan comprendan las enseñanzas completamente y hacer que la gente logre un estado de paz, así el camino del servicio a los que predican las enseñanzas en la más alta dirección será de paz y sin pesar.

Quien hace las reverencias hacia las seis direcciones no las debe hacer con el fin de evitar las desdichas que pueden venir del exterior, sino para estar en guardia y prevenir los males que pueden surgir del alma.

2. El ser  debe distinguir entre el compañero con quien puede tener relaciones y con el que no puede.

El amigo con quien no debe andar, es codicioso, fácil de palabras, vil y derrochador.

El amigo que debe ser tratado es el que de verdad ayuda, que está contigo en la alegría y en la adversidad, que te da consejos y tiene un corazón compasivo.

El amigo que debe ser querido es aquel que te aconseja para que no pierdas la firmeza, se preocupa por tí en secreto, te consuela cuando te ves en una desgracia, te en trega toda ayuda cuando la necesitas, guarda tus secretos y te conduce siempre hacia el buen lado.

No es fácil encontrar un amigo así pero es menester tratar de ser un amigo con estas cualidades. El ser bueno, por sus actos correctos, brilla en el mundo como un sol.

3. Es imposible devolver todos los favores recibidos de los padres. Aunque andemos cien años cargando al padre sobre el hombro derecho y a la madre sobre el hombro izquierdo, no lograríamos compensarlos.

Aunque durante cien años limpiásemos día y noche el cuerpo de los padres con ungüentos perfumados, les sirviéramos como un hijo ideal, con nuestro esfuerzo ganásemos un trono real para ellos, y le diéramos todo el lujo del mundo, no podríamos devolver el bien que nos han hecho.

Sin embargo, si los conducimos hacia el Buda y hacemos que crean en el Dharma, los persuadimos de que dejen el camino equivocado y sigan el Gran Camino, si hacemos que olviden la codicia y sientan felicidad al dar limosna, por fin podemos devolver los favores recibidos.

4. En el hogar las almas viven en íntimo contacto. Si ellas se aman y están unidas el hogar será más hermoso que un jardín de flores. Una vez que se pierde la armonía, soplan vientos y olas y llevan a la ruina. Sin inmiscuirte en el alma ajena, guarda la tuya propia y camina por el buen camino.

5. Había una vez un muchacho muy adicto a la fe. Después de la muerte de su padre, vivía solo con su madre manteniendo una vida pacífica. Al poco tiempo se casó y empezaron a vivir los tres juntos.

Al principio estaban unidos y formaban un hogar dulce y pacífico. Pero un día, por un pequeño malentendido entre la suegra y la esposa, empezaron a levantarse viento y olas que no había modo de calmar. Finalmente la madre abandonó la casa y a la joven pareja.

Después de que la madre se fuera, al matrimonio le nació un niño. Llegó a oídos de la pobre suegra que vivía sola el rumor de que la nuera andaba diciendo: “cuando vivía con la suegra siempre me andaba molestando y no ocurría nada agradable, pero ahora que vivimos separados nos ha llegado esta felicidad”.

La suegra llena de furor exclamó: “Ya no existe la verdad en este mundo; si llega la felicidad por haber echado a la madre de la casa, es señal de que el mundo está al revés.”

Y la suegra dijo gritando: “Ya que así son las cosas, tendré que hacer los funerales para enterrar la rectitud”. Se fue al cementerio enloquecida de cólera.

Un dios, Indra, al escuchar esto, se le apareció a la suegra y preguntó sobre el incidente. Trató de persuadirla, pero el enojo de la suegra no era fácil de aplacar.

Viendo que era inútil, el dios Indra le dijo: “Entonces, para satisfacerte quemaré vivos a tu nuera y al hijo que tanto odias, ¿Así estarás contenta?”

La suegra, al escuchar estas palabras del dios Indra, se dió cuenta de su error pidió perdón por su culpa, y rogó que salvara a su nuera y al hijo. En ese momento el matrimonio y el nieto se dirigían al cementerio en busca de la suegra porque también ellos habrán reconocido que estaban equivocados. El dios Indra hizo reconciliar a la suegra y a la nuera y las hizo volver al hogar.

La bondad nunca se pierde para siempre hasta que uno no la eche fuera de sí. Ocasionalmente parece que desaparece, pero cuando esto acontece, significa sólo que ha dejado de existir en el alma del ser malo.

La discordia entre dos corazones trae consigo una gran desdicha. Un pequeño malentendido llega a causar una gran desgracia. Esto se debe tener en cuenta especialmente en la vida familiar.

6. En cuanto a los gastos de la familia, todos deben trabajar como diligentes hormigas y abejas. Nadie debe atenerse a la industriosidad de los otros o esperar su caridad.

Por otro parte nadie debe pensar que lo que ha ganado con su esfuerzo es sólo para sí mismo, y puede gastarlo para sí solo. Una parte de ello hay que compartirla con otros, y hay que dejar una parte para casos de emergencia. Tenemos que sentir alegría de que una parte sea aprovechada, para la sociedad y para la Enseñanza del Buda.

No hay nada que sea propiedad de uno. Todo nos ha llegado a nosotros por la combinación de causas y efectos; tan sólo lo tenemos temporalmente, y hay que tratar todo con cuidado por muy insignificante que sea.

7. Cuando Syamavati, la reina consorte del Rey Udyana, le entregó a Ananda como ofrenda quinientas vestimentas, Ananda las recibió con gran satisfacción.

El Rey, al saberlo, sospechó de que Ananda las había recibido por codicia como los hombres comunes. Preguntó el Rey a Ananda: “¿Qué vais a hacer con las quinientas túnicas?”. Ananda le respondió: “Voy a distribuirlas entre mis hermanos”. “Qué vais a hacer con las túnicas viejas?” “Con ellas vamos a hacer sábanas”. “¿Qué vais a hacer con las sábanas viejas?” “Vamos a hacer fundas de almohada”. “ ¿Qué vais a hacer con las fundas viejas?” “Vamos a hacer alfombras”. “ ¿Qué vais a hacer con las alfombras viejas?” “Vamos a hacer toallas para limpiar los pies”. “¿Qué vais a hacer con las toallas viejas?” “Vamos a hacer trapos para fregar el suelo. ¿Qué vais a hacer con los trapos viejos? “Gran rey, nosotros los desmenuzaremos y los mezclaremos en el lodo para hacer las paredes cuando edifiquemos una casa.”

Hay que servirse de las cosas con cuidado y usarlas útilmente. Esta es la forma de emplear algo que no es “nuestro” pero que temporalmente está en nuestras manos.

8. La relación del marido y la mujer no se establece sólo por conveniencias, ni tampoco porque dos cuerpos vivan físicamente en una misma casa. El esposo y la esposa, deben cultivar sus almas con una misma Enseñanza.

Una pareja que era el ejemplo del matrimonio ideal, fue una vez a donde Buda y le preguntó “Gran Buda, nosotros nos conocemos desde pequeños y desde que nos hemos casado nuestros corazones nunca han sido nublados por la más mínima nube de infidelidad. Así como hemos sido marido y mujer en esta vida, ¿cómo podremos volver a formar un matrimonio feliz en la otra vida?”

El Buda les contestó: “Conservad la misma fe. Si recibís la misma Enseñanza, si cultiváis el mismo corazón, si tenéis la misma caridad, la misma sabiduría, también en la otra vida podréis vivir con el alma unida.”

9. No existe distinción entre el hombre y la mujer en la búsqueda del Camino de la Iluminación. Aunque sea una mujer, si decide buscar la Iluminación llegará a ser una mujer heroica en el Camino de la Verdad. Mallika, hija del Rey Prasenajit y esposa del Rey Ayodhaya, buscaba el Camino de la Verdad y tenía una profunda fe en la Enseñanza del Buda, y en su presencia hizo los siguientes votos.

“Gran Buda, desde ahora hasta lograr la Iluminación: nunca violaré los sagrados preceptos; no actuaré arrogantemente con las personas, no me enojaré con nadie.”

“No sentiré envidia por el alma ni por las cosas, no conservaré nada para mí y daré todo lo que recibo a los pobres para hacerlos felices.”

“Seré generosa, hablaré con palabras suaves y beneficiaré a la gente; consideraré sus necesidades y no mi conveniencia; con un alma pura y constante trataré a todos de la misma manera.”

“Si veo seres abandonados, seres en la prisión, seres que sufren por alguna enfermedad, seres que padecen, para tranquilizarlos les explicaré las razones de su mal y el valor de las leyes.”

“Si veo que otros aprisionan a los seres vivos y violan todas las leyes, los castigaré si hay que castigarlos, les enseñaré si hay que enseñarles, y así, mientras tenga fuerzas, trataré de corregir sus equivocaciones.”

“No olvidaré de escuchar las Enseñanzas, porque el que las olvida se aleja de la verdad que lo cubre todo y no puede llegar a la orilla de la Iluminación.”

“Después para salvar a los pobres infelices, Mallika hizo estos tres grandes votos. Daré la calma y la paz a todos. Cualquiera sea la vida que me sea dada, con este deseo lograré tener la Sabiduría de la Enseñanza.”

“Después de recibir la Sabiduría de la Enseñanza, predicaré incesantemente a todos.”

“Protegeré la verdadera Enseñanza aun sacrificando mi propia vida y cuerpo.”

El verdadero significado de la vida familiar está en ir por el Camino ayudándose mutuamente. Si decide seguir el Camino y, como Mallika, tiene tan grandes deseos, puede transformarse en un gran discípulo del Buda.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

La Hermandad (Sangha): Deberes del Creyente II - Creyentes Laicos

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Deberes del Creyente 
Creyentes Laicos

1. Ya se ha dicho que el discípulo del Buda cree en los Tres Tesoros, es decir: en el Buda, en el Dharma y en la Orden (Sangha). Por ello, el creyente laico deberá tener fe indestructible en el Buda, en el Dharma y en la Orden y cumplir todas las normas que ordena el Dharma.

Los preceptos para el creyente son: no matar a los seres vivos, no robar, no adulterar, no mentir y no usar intoxicantes.

El creyente, además de tener fe en estos Tres Tesoros y de guardar los preceptos, es menester que se esfuerce para que los que no lo son, despierten en la fe y a los preceptos. Debe esforzarse para propagar la fe entre los parientes, amigos y conocidos. Y así, también ellos podrán recibir la Misericordia del Buda.

La fe en los Tres Tesoros y la práctica de los preceptos tienen como fin el logro de la Iluminación. Por lo tanto, hay que librarse de los apegos, aun viviendo en este mundo de los deseos.

Tarde o temprano nos separaremos de los padres. También tenemos que pensar que tarde o temprano dejaremos este mundo. Sin sentir apego por lo que algún día tenemos que dejar, tenemos que inclinar el alma hacia el mundo de la Iluminación en donde no existe la separación.

2. Si el creyente escucha las Enseñanzas del Buda y tiene uno fe en ellas experimentará una felicidad profunda y tranquila que, como una luz, se proyectará sobre todas las cosas que lo rodean.

Cuando el alma (mente) es pura, gentil, paciente y pacífica, nunca causa sufrimiento a otros, porque piensa en el Buda, en el Dharma y en la Orden. La felicidad emanará de por sí y el creyente verá la luz de la Iluminación en todas las cosas.

Tener fe en el Buda es identificarse con Él y descansar en su seno. Así uno ya está libre de la idea del “yo”, ya no codicia para sí, no experimenta temor en su vida cotidiana ni disgusto por la crítica.

No teme a la muerte porque sabe que nacerá en el mundo del Buda. Puede hablar acerca de su fe sin temor delante de la gente porque cree en la veracidad y en la santidad del Dharma.

No siente preferencia por nadie porque hace de la misericordia el espejo de su alma y porque su alma es pura y recta, hace el bien con voluntad.

Su fe aumenta tanto en la adversidad como en la prosperidad. Si siente vergüenza de sus culpas, respeta el Dharma, hace lo que dice y dice lo que hace, concuerdan la palabra y la conducta, ve las cosas con clarividencia y tiene el alma inmutable como una montaña, entonces sentirá, cada vez, mayores deseos de ir por el camino de la Iluminación.

Aunque él viva en situaciones muy difíciles y entre gente con alma impura, si tiene fe en el Buda, intentará que todos sean guiados al bien.

3. Para ello debe comenzar por sí mismo a desear escuchar las Enseñanzas. Si alguien os dice “entrad en esta llama y ganaréis la Iluminación”, hay que tener resolución para hacerlo.

Quien al escuchar el nombre del Buda se adentra en el fuego que inunda el mundo, encuentra la salvación.

Tenéis que practicar vosotros mismos la Enseñanza: dad limosna, respetad al que debe ser respetado, servid al que debe ser servido y tratad a los seres con alma de gran misericordia. Ser egoista y actuar caprichosamente no es conducta del que busca el Camino.

Lo más importante es escuchar el Dharma, tener fe en él, no envidiar, no ser disturbado por las palabras ajenas, y reflexionar acerca de lo que uno mismo hace o deja de hacer. No os preocupéis de que otros no lo hagan, lo principal es controlar vuestra propia alma.

El que cree en el Buda, cree en la fuerza que de atrás lo sostiene. Cree en la Gran Compasión, por ello nace de por sí, en su alma, la magnanimidad. No es meticuloso. Al contrario, el que no cree en Buda, sólo piensa en sí mismo, es pusilánime y sufre por pequeñeces. 

4. El que escucha las Enseñanzas del Buda sabe que el cuerpo es mutable, que es la fuente de los sufrimientos y el origen del mal, y por eso no siente apego al cuerpo.

Sin embargo, al mismo tiempo mantiene con gran cuidado el cuerpo, no para el placer sino para lograr el Camino y transmitirlo.

Si no guardáis vuestro cuerpo no podréis conservar la vida que tenéis. Si no tenéis vida no podréis recibir la Enseñanza y llevarla a la práctica, ni tampoco podréis propagarla.

El que pretende cruzar el río guarda con cuidado su balsa, el que viaja guarda con cuidado su caballo, así el que escucha el Dharma debe guardar su cuerpo con cuidado.

El que cree en el Buda debe vestirse para protegerse del frío y del calor y para cubrir su vergüenza, y no en vista de decoro. Debe comer para nutrir y mantener el cuerpo, a fin de poder recibir y predicar las Enseñanzas, y no por gula.

Del mismo modo, el vivir en una casa no debe ser para el cuerpo ni para la vanidad. El creyente debe vivir en la casa de la Iluminación para protegerse de las pasiones terrenales y de la lluvia y el viento de las malas enseñanzas.

Pensad que nada es para el cuerpo. No seáis arrogantes con los seres. Todo ha de hacerse para los seres, para el Dharma y para el Despertar.

Por más que estéis con la familia sin abandonar la casa, vuestra alma no se aleja ni un instante del Camino. Velad por la familia con alma de misericordia, y buscad la manera de enseñarles el camino de la salvación. 

5. Para los miembros seglares de la Orden es menester hacer estos esfuerzos para servir al Buda, a los padres, a la familia, y para controlarse a sí mismo. Es decir, cuando sirváis a los padres guardad y cuidad de ellos pensando lograr una paz eterna. 

Cuando estéis con la esposa y los hijos pensad que tenéis que escapar de la cárcel de los apegos. Cuando escuchéis música pensad en la alegría del Dharma. Cuando estéis en el hogar pensad entrar en el ámbito de los sabios y separaos de las impurezas. 

Al dar una limosna pensad en echar fuera de vosotros toda codicia. Al estar en una reunión, pensad en entrar en el grupo de los sabios. Al enfrentaros a alguna desgracia pensad en lograr un alma tranquila que no es afectada por nada.

Al refugiaros en el Buda desead experimentar el Camino junto a los seres y haced nacer en vosotros mismos el alma que busca el Camino.

Al refugiaros en el Dharma, desead lograr una sabiduría comparable al mar, entrando en lo profundo de la Enseñanza.

Al refugiaros en la Orden desead una hermandad pacífica de igualdad con los seres sintientes.

Al vestiros no olvidéis poneros la túnica del bien y de la humildad.

Al echar de vosotros lo innecesario pensad en echar con ello la codicia, la ira y la necedad.

Al ver una cuesta que sube a lo alto, pensad en subir el camino de la Iluminación para cruzar el mundo de la inquietud. Y al ver una cuesta que baja, pensad en entrar en lo profundo del Dharma humildemente con la cabeza inclinada.

Al ver un puente, pensad en construir el puente de la Enseñanza para hacer pasar a los seres sintientes.

Al ver a los que padecen tristezas, lamentad lo mutable de esta vida.

Al ver a los que gozan de los deseos, pensad en lograr la verdadera Iluminación y alejaros del mundo ilusorio.

Ante una comida suculenta pensad en alejaros de los apegos reconociendo la moderación. Ante una comida pobre pensad en alejar los deseos mundanos eternamente.

Cuando os azote el rigor del calor en verano, desead sentir la frescura de la Iluminación, libre de la fiebre de los deseos. Cuando sintáis el frío crudo de invierno, pensad en el calor de la luz que emana la Gran Compasión del Buda.

Al recitar las sagradas Escrituras, pensad en no olvidar las Enseñanzas.

Cuando penséis en el Buda, desead tener ojos clarividentes como los del Buda.

Al dormir pensad en purificar el alma haciendo descansar las funciones del cuerpo, la boca y el pensamiento, y desead ver con claridad al despertar por la mañana.

6. El que cree en el Buda, conoce la esencia verdadera de las cosas, es decir, sabe lo que es el “vacío”. Por eso no menosprecia los trabajos de este mundo y de las relaciones entre los seres. Los recibe tal como son y trata de ajustarlos, tal como son, al camino de la Iluminación.

No marquéis un límite entre este mundo de los seres considerándolo insignificante e ilusorio, y el mundo de la Iluminación considerándolo como sagrado. Tratad de experimentar el camino de la Iluminación entre las cosas de este mundo.

Quien mira al mundo con ojos vendados por la ignorancia verá un mundo de errores y sin sentido. Quien lo mira con sabiduría lo verá tal como es, el mundo de la Iluminación.

No existen cosas significantes ni insignificantes, cosas buenas ni malas. El ser es el que las divide en dos grupos.

Si se ilumina todo con la Sabiduría, libre de falsos juicios, todo se convierte en un mundo significante y valioso. 

7. El que cree en las Enseñanzas, cree en el Buda y con su alma llena de fe reconoce el valor de las cosas de este mundo y con esta alma sirve al prójimo. 

El que cree en el Buda no es orgulloso, tiene un alma humilde, servicial, que alimenta igualmente a todos como la madre tierra, que no le importa trabajar para el mundo, que soporta todos los sufrimientos, que no descuida, que siembra la semilla del bien en los pobres. 

Quien siente compasión por los pobres se tranforma en un alma que cuida de todos los seres como una madre caritativa, en un alma que respeta a los hombres como si fueran sus amigos personales o sus padres. 

Aunque miles de seres sientan odio por los creyentes y traten de hacer daño, no lograrán sus pretenciones. Es como el veneno que no logra ensuciar el agua del océano. 

8. El que cree en el Buda, al volver los ojos a sí mismo, ve su propia felicidad. Agradece al Buda porque sabe que esta fe se la debe plenamente a Él y que es un regalo.

Sabe que dentro del barro de las pasiones no existe la semilla de fe, pero dentro de este fango se ha plantado el alma misericordiosa del Buda y lo ha convertido en un alma creyente.

Como se ha dicho antes, no puede brotar la fragante “candana” de las ramas de la venenosa “eranda”. De la misma manera, no podrá haber en un corazón lleno de pasiones, una semilla de la fe que cree en el Buda.

Sin embargo, sabemos que actualmente brotan los capullos de la alegría en el hombre, y al verlos florecer dentro de un corazón lleno de pasiones, debemos concluir que sus raíces están en el seno del Buda.

Si los creyentes piensan en el “yo”, puesto que su alma es condiciosa, furiosa e ignorante, hacen que nazca en ellos la envidia, el odio y la infatuación. Pero en cuanto se refugian en el Buda, pueden realizar grandes servicios por el Buda. Esto es, en verdad, algo maravilloso.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

La Hermandad (Sangha): Deberes del Creyente I - La Vida del Monje

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Deberes del Creyente 
La Vida del Monje

1. El que quiera llegar a ser mi discípulo debe abandonar su familia, su vida social y sus bienes. El que deje todo por la Enseñanza será mi heredero y será llamado monje o monja (sacerdote o sacerdotiza).

Aunque me siga llevando mi hábito, y aunque pise mis huellas, si al alma (mente) lo disturba un deseo, ése está lejos de mí. Porque, aunque su figura sea la del sacerdote, no ve el Dharma, y el que no ve el Dharma no me ve a mí,

Aunque estuviera a miles de millas alejado de mí, si su alma está en paz y libre de deseos, éste está cerca de mí. Porque él ve el Dharma y el que ve el Dharma me ve a mí.

2. Los discípulos que entran en la Orden deben observar estas cuarto normas y sobre ellas edificar sus vidas.

Primero, vestir ropas viejas hechas de pedazos de tela. Segundo: mendigar su comida. Tercero: dormir debajo de los árboles y sobre las piedras. Cuarto: usar medicina que proviene de orina de vaca.

Ir de puerta en puerta mendigando la comida con un tazón en la mano es acto de un mendigo. El sacerdote que voluntariamente sigue los actos de un pordiosero no ha sido engañado ni forzado por nadie. Lo hace porque tiene fe en que en ello está la Enseñanza del Camino para alejarse de la inquietud y de los sufrimientos de este mundo.

El sacerdote que no se aleja de los deseos, disturba su alma con la ira, no puede controlar los cinco sentidos, y es, en realidad un pusilánime.

3. El que se cree sacerdote y puede declarar a la gente que en verdad lo es, puede decir con firmeza lo siguiente.

Yo cumplo con todo lo que se me exige como sacerdote. Practicando con pureza esta verdad haré que logren la felicidad los que me dan limosna y, al mismo tiempo, trataré de alcanzar la meta por la que entré en esta vida.

¿Cuáles son las cosas que debe hacer el sacerdote? Avergonzarse de los pecados (transgresiones); purificar su vida, los actos del cuerpo, su boca y su pensamiento; guardar bien las puertas de los cinco sentidos para que su alma no sea arrebatada por el placer; no alabarse ni insultar al prójimo, y no dormir demasiado dominado por la pereza.

Al principiar la noche sentarse quietamente para meditar y dar un pequeño paseo para mantener bajo control el alma y el cuerpo. A medianoche dormir quietamente sobre el lado derecho poniendo los pies uno encima del otro, pensando en un pronto despertar. A la madrugada volver a sentarse para meditar y a pasear.

Mantener recta el alma durante todo el día; controlar el alma y el cuerpo, alejar la codicia, la ira, la ignorancia, el sueño, las inquietudes, el remordimiento, la sospecha y los deseos terrenales para purificar el alma.

Y así concentrando el alma, hacer nacer dentro de sí una elevada sabiduría, alejar las pasiones, terrenales y dirigirse exclusivamente hacia la Iluminación.

4. Quien siendo sacerdote no deja la codicia, no se aleja de la ira, no echa fuera de sí el odio, la envidia, el orgullo, la falsedad, el fingimiento, es igual a una espada de dos filos envuelta en un paño.

No es sacerdote porque uno lleve la túnica. No es sacerdote porque lleve el tazón de mendigo. No es sacerdote porque recite las sagradas escrituras. La forma es la forma y no es más que la forma. Es paja y tan solo eso.

Aunque la imagen exterior sea la de un monje, él no se puede librar de las pasiones terrenales. Aunque se le ponga la túnica a un niño no se le puede llamar sacerdote.

El verdadero sacerdote es el que va por el camino que lleva a la Iluminación; concentra el alma, se conduce por la clarividencia y aleja las pasiones terrenales.

Aunque la sangre se seque y los huesos se destrocen, si no deja de esforzarse, lleva la firme determinación de la meta que debe ser alcanzada y no desiste en su empeño, alcanzará por fin la meta del sacerdote. Podrá tener una conducta pura.

5. La misión del sacerdote es también propagar la Luz del Dharma. Debe enseñar a todos los seres por igual, despertar al dormido, enderezar el alma del incorrecto, predicar la Enseñanza hasta con riesgo de su vida.

Esta misión de propagar el Dharma no es fácil. El que aspire a predicar deberá vestir la túnica del Buda, sentarse en el asiento del Buda y entrar en el cuarto del Buda.

El ponerse la túnica del Buda significa ser suave y tener un alma paciente. El sentarse en el asiento del Buda es la emancipación de todos los apegos pensando que todo es vacuidad. El entrar en el cuarto del Buda es sentir por todos la misma misericordia.

6. Todo el que aspire a predicar el Dharma deberá tener en mente estas cuarto cosas. Primero: sus actos del cuerpo. Segundo: las relaciones humanas y las palabras con que se dirige a los seres. Tercero: los deseos. Y cuarto: la gran Compasión del Buda.

Primero: el que predique deberá vivir en la tierra de la paciencia, ser suave y no colérico, pensar que todo es el vacío, ni sentir apego por nada. Basándose en esto podrá tener una conducta correcta.

Segundo: deberá estar atento para no acercarse demasiado a los que tienen mucho poder, a los que llevan una vida corrupta y evitar a las mujeres. Deberá estar en un lugar tranquilo para controlar el alma, pensar y poner como fundamento del alma el principio de la causalidad, tratar de no blasfemar, no abusar y no hablar de los errores de los hombres.

Tercero: deberá mantener el alma en calma, considerar al Buda como un padre misericordioso, ser un maestro para los que buscan el Camino, sentir compasión hacia todo el mundo y predicar sin discriminación.

Cuarto: así como el Buda, tendrá que irradiar al máximo la misericordia del alma. Desear que los que no saben lo que es buscar el Camino lleguen a escuchar el Dharma y actúen según este deseo.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

El Camino de la Práctica: Dichos Sagrados

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El Camino de la Práctica
Dichos Sagrados 

1. “Me ha insultado, se ha reído de mí, me ha pegado.” El que piensa así nunca deja de sentir odio. El resentimiento no se calma con el resentimiento. Sólo se calma cuando uno se olvida de él.

Así como gotea la lluvia en una casa mal techada, entrará la codicia en un corazón mal instruido.

Holgazanear es el camino de la muerte, esforzarse es el camino de la vida. El necio holgazanea y el sabio se esfuerza.

Así como el arquero trata de hacer recta la flecha, el sabio endereza su alma.

El alma es difícil de apresar, es liviana, veloz e incontrolable. Controlando el alma se alcanza la  quietud.

El mal que ocasiona el alma es mayor que el de los enemigos o el del vengador.

El que guarda su alma de la codicia, de la ira y de todos los males, alcanza la quietud.

2. Aunque las palabras sean hermosas si no las acompaña la recta conducta son como una flor bella sin fragancia.

La fragancia de la flor no va en contra de la corriente del viento. Pero la alabanza de un ser bueno se propaga aún en contra del viento.

La noche es larga para el que no puede dormir, el camino es largo para el que está cansado. Para el que no conoce la Enseñanza, la inquietud es grande.

Para andar por el camino es mejor ir con alguien igual o superior. Es mejor ir solo que andar con un necio.

No temas a las fieras pero teme al mal amigo. La fiera solo te destroza el cuerpo pero el mal amigo hasta el alma.

El necio sufre pensando que su hijo y su riqueza le pertenecen. Cuando ni él mismo es suyo, cómo pueden ser de él su hijo y su riqueza.

Pensar que es necio siendo necio es mejor que pensar que es sabio siendo necio.

El necio aun estando con sabios, no puede entender las Enseñanzas que el sabio le muestra. Como la cuchara que no sabe el sabor de lo que transporta.

Así como no se corta rápidamente la leche nueva, las malas acciones no tienen su inmediato castigo, pero no se apartan del ser y siguen encendidas como el fuego debajo de las cenizas.

El necio sufre siempre por la fama y la riqueza: sufre por el deseo de alcanzar la gloria, el honor y la riqueza.

Hay que respetar al que le indica el error, el mal y las imperfecciones que uno tiene, como a quien nos enseña el lugar del tesoro escondido.

3. El que recibe la alegría a través de la Enseñanza, purifica su alma (mente) y puede dormir con tranquilidad. La Enseñanza lava el alma de las personas.

Así como el carpintero endereza la columna, y el arquero equilibra su flecha, y el que hace los canales de irrigación conduce el agua, el sabio controla su alma.

Así como la firme roca no se inmuta con el viento, el alma del sabio no se preocupa por la fama ni el honor.

Es de más valor vencerse a sí mismo que vencer a otros, es de más valor que vencer a millones en una batalla.

Es mejor vivir un día sabiendo las Enseñanzas que vivir cien años sin entenderlas.

Cualquiera que se ame a sí mismo que se guarde del mal. En la juventud, en la madurez, o en la vejez, despiértate una vez durante la vida.

El mundo arde constantemente en la hoguera de la codicia, la ira y la necedad. Hay que escapar lo antes posible de esta casa en llamas.

Este mundo es como las burbujas del agua, como la telaraña, o como una jarra contaminada. Por eso todos tienen que guardar su propia y preciosa alma.

4. No hacer ningún mal, hacer toda clase de bien, purificar el alma (mente) propia: ésta es la Enseñanza de todos los Budas.

Perseverar es una de las prácticas más difíciles de realizar, pero sólo el que persevera recibe al final las flores de la victoria.

No sientas resentimientos cuando los otros te dañan; no sientas tristeza en medio de los sufrimientos; no sientas codicia en medio de los bienes terrenales. Hay que vivir en la pureza sin pensar que algo nos pertenece.

No tener enfermedad es la mayor riqueza; saber contentarse es la mayor fortuna; ser considerado digno de confianza es la mayor amistad; alcanzar la Iluminación es el mayor goce.

No existe el temor para el que está alejado del mal, que siente la tranquilidad y saborea la alegría de la Enseñanza del Buda.

No sientas apego por las cosas agradables. De lo que te gusta nace la tristeza, el temor y la esclavitud.

5. Así como se oxida el hierro, el mal sale del ser  y lo carcome.

Aunque tengas las escrituras, si no las lees se cubren de polvo. Aunque tengas una casa si no la reparas cae en ruina. Aunque tengas un cuerpo si no te esfuerzas, te harás pronto impuro.

La suciedad del ser es no actuar correctamente.

El titubeo en dar, mancha la limosna. El mal es una mancha en este mundo y en los venideros.

La mayor suciedad es la de la ignorancia; si no se quita, la purificación se hace imposible.

Es fácil no sentir vergüenza, ser impertinente como el cuervo que hiere a otros sin sentir remordimiento por ello.

Es difícil la vida del que es humilde, que respeta, que se aleja de los apegos, que actúa con pureza, y que tiene clara la sabiduría.

Es fácil ver el error ajeno, pero difícil ver los propios. Desparramamos el pecado de los otros a los cuarto vientos pero ocultamos los propios como el jugador oculta los dados falsos.

En el cielo no quedan rastros de las aves, del humo ni de la tormenta; las malas enseñanzas no conducen a la Iluminación; no existe nada inmutable, y en la verdadera Iluminación no hay disturbios.

6. Es menester guardar el cuerpo como aquel que guarda el interior y el exterior de un castillo. No se debe descuidar ni un momento.

Uno es el dueño de sí mismo; uno es su propio soporte y por eso mismo antes que nada, hay que controlarse.

El primer paso para cortar las ligaduras es controlar el alma, evitar los palabras inútiles y meditar en silencio. 

El sol brilla de día, la luna alumbra de noche. El soldado brilla por su armadura y el que busca el camino brilla con su meditar en silencio.

El que no guarda las cinco puertas de los sentidos y se siente atraído por lo terrenal, no busca el Camino. El que guarda las cinco puertas con firmeza y tiene el alma en paz es el que busca el Camino.

7. Quien tiene apego, y se sumerge en lo que es agradable, no ve con claridad la verdadera naturaleza de las cosas.

Quien se aparta del apego ve con claridad las cosas. Para el alma que está libre de apegos, las cosas recobran un nuevo sentido.

Si hay tristeza, hay alegría; si hay alegría hay tristeza. Cuando desaparecen la tristeza y la alegría, el bien y el mal, es cuando el alma logra su plena libertad.

El que ansía o teme el porvenir, y el que añora y lamenta el pasado, es como el junco cortado que se
marchita y se seca.

No lamentes los días pasados ni te ilusiones con el porvenir. No anticipes los problemas futuros. Pisa fuerte en el presente y así el cuerpo y el alma estarán sanos.

No hay que perseguir el pasado ni esperar el futuro. Hay que vivir con la mente puesta en el presente.
Sin dejar para mañana lo que tienes que hacer hoy, vive el día en su plenitud. Es el modo de vivir un buen día.

La fe es el mejor compañero del ser y la Sabiduría es el mejor guía. Uno debe tratar de escapar de la oscuridad de los sufrimientos buscando la Luz de la Iluminación.

La fe es la mayor fortuna; la sinceridad es el mejor sabor; acumular las virtudes es la mejor vida de este mundo. Así como lo indica la Enseñanza, controla el cuerpo y el alma para lograr la quietud.

La fe es el sustento de este viaje por el mundo; la virtud es la preciosa vivienda del hombre; la Sabiduría es la Luz del mundo y el pensamiento correcto es el guarda de la noche. La vida del que no tiene impurezas no se destruye. Unicamente venciendo los deseos uno puede ser llamado “ser libre”.

Hay que olvidarse de sí mismo por la familia. Hay que olvidarse de la familia por el pueblo. Hay que olvidarse del pueblo por la patria y olvidarse de todo por la Iluminación.

Todo cambia, aparece y desaparece. Cuando uno se hubiere liberado de los temores de la vida y de la muerte, encontrará la silenciosa quietud.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

viernes, 7 de junio de 2019

El Camino de la Práctica: La Búsqueda de la Verdad III El Camino del a Fe

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La Búsqueda de la Verdad 
El Camino del a Fe

1. El que se refugia en el Buda, en el Dharma y en la Orden (Sangha), es llamado discípulo del Buda. Los discípulos del Buda observan los preceptos, la fe, la caridad y la Sabiduría que serán explicados a continuación.

No quitar la vida de los seres vivientes, no robar, no adulterar, no mentir, no beber bebidas alcohólicas: estos son los cinco preceptos que debe observar el discípulo del Buda.

La fe del discípulo es creer en la Sabiduría del Buda. La caridad del discípulo es siempre dar limosna, eliminando la codicia y el apego. La sabiduría del discípulo es saber de la mutabilidad de las cosas y conocer el principio de la causa y del efecto.

Todo árbol inclinado al Este, cuando caiga lo hará, sin lugar a dudas, hacia el Este. De la misma manera, el que de ordinario está inclinado hacia las Enseñanzas del Buda y tiene una profunda fe, cuando acabe su vida renacerá en el reino del Buda.

2. Los discípulos del Buda son los que creen en el Buda, en sus Enseñanzas y en la Orden (Sangha).

El Buda es el que ha alcanzado la Iluminación y salva a la humanidad. La Enseñanza es lo predicado por el Buda. La Orden es una comunidad uniforme de creyentes que practican a la perfección estas Enseñanzas.

El Buda, la Enseñanza y la Orden aun siendo tres, no están divididos. El Buda se representa en la Enseñanza, y la Enseñanza se realiza en la Orden, por ello estos tres son una misma cosa. Creer en la Enseñanza y en la Orden, es igual que tener fe en el Buda. Y si uno cree en el Buda llega a tener fe en la Enseñanza y en la Orden.

Todos los seres con sólo tener fe en el Buda logran la salvación y alcanzan la Iluminación. El Buda ama a todos los hombres como a hijos propios, por eso si el ser piensa en el Buda como en su madre, podrá ver al Buda y alcanzar la salvación. El que piensa constantemente en el Buda, es gobernado por la luz clara del Buda y se le adhiere el perfume del Buda con naturalidad.

3. Nada tiene tanto valor en este mundo como creer en el Buda. Con sólo oir una vez el nombre del Buda se alegra el corazón, y se recibe algo sumamente valioso.

Hay que buscar la Enseñanza del Buda aún entre las llamas que queman el mundo, creer y alegrarse con ella.

Es verdaderamente difícil encontrar al Buda, o a un maestro que pueda predicar sus Enseñanzas, y creer en estas Enseñanzas. Ahora que has encontrado al Buda tan difícil de encontrar, y has podido escuchar su Enseñanza tan difícil de escuchar, trata de mantener este valioso tesoro, cree y goza de Él.

4. La fe es el mejor compañero de la vida, es el alimento para el largo viaje de la vida. Es el máximo de los bienes.

La fe es la mano pura que recibe las Enseñanzas del Buda y todas las virtudes. La fe es fuego. Quema toda suciedad de las almas y conduce a los hombres por el mismo camino. La fe hace arder en deseos de Iluminación a las almas que buscan el Camino del Buda.

La fe enriquece el alma. Enseña la caridad sin apego, el respeto y la humildad alejando el orgullo. Así brilla la sabiduría, se aclara la conducta, el hombre vence las dificultades, se libra del mundo, y recibe el poder para vencer todas las tentaciones.

La fe anima al hombre cuando el camino se hace aburrido y largo, y conduce a la Iluminácion.

La fe nos hace sentir como si estuviéramos en presencia del Buda. Nos suaviza el alma y el cuerpo como si el Buda nos tuviera en sus brazos. Nos concede la virtud de tratar con amor a los seres.

5. El que tiene fe, saborea toda voz que escucha como palabras del Buda y siente la alegría de saborearla. Al ver que todo es originado por una causa y unas condiciones, alcanza la Sabiduría aceptando esta verdad con naturalidad.

La fe nos da la Sabiduría de comprender que este mundo no es más que un juego momentáneo donde no existe una verdad inmutable. Nos hace adquirir la Sabiduría que no se asombra ni se entristece por la mutabilidad.

La fe aparece en tres aspectos: el arrepentimiento, la alegría de conocer las virtudes ajenas, y la súplica al Buda por la salvación de los seres.

Nos hace sentir deseos de tener conciencia de los pecados y las impurezas cometidas, avergonzarnos y arrepentirnos de ellas. Al ver la virtud ajena, nos hace alegrar como si fuera de uno mismo y desear para él el mérito. La fe nos hace estar siempre con el Buda, actuar siempre con el Buda y desear vivir siempre con el Buda.

El alma que cree, es sincera y profunda, y se alegra de ser conducida al reino del Buda. Por eso, al que se alegra al alabar el nombre del Buda, el Buda le concede un poder. Lo conduce a su reino y hace que no vuelva a sentir la inquietud.

6. Esta alma que cree en el Buda representa la naturaleza del Buda que todos llevan en su interior, porque, el que conoce al Buda es un Buda, y el que cree en el Buda es también un Buda.

Sin embargo, aunque los seres tengan la naturaleza del Buda, está sumergida en lo profundo del barro de las pasiones y es difícil hacer brotar el retoño de la Iluminación y hacerla florecer. ¿Cómo puede nacer un alma pura que se dirija a Buda en medio de las pasiones, de la codicia y la ira en el remolino de los deseos?

En un bosque de erandas, sólo crecen las venenosas erandas, pero nunca un dulce árbol de cananda. Sería un milagro si naciera una cananda en un bosque de eranda. De la misma forma, es ahora un milagro que en el interior de los hombres haya nacido un alma que se dirija al Buda y crea en Él.

La fe con la cual creemos en el Buda se llama fe sin raíces. Esto es porque no tiene raíces para crecer en el alma humana, sino las tiene para crecer en el alma llena de la compasión del Buda.

7. La fe es sagrada, es el origen del Camino y es la madre del mérito. Sin embargo, aun los que buscan el Camino, no la consiguen con facilidad porque las siguientes cinco clases de dudas no lo permiten:
Primero: la duda sobre la Sabiduría del Buda.
Segundo: la duda en los principios de la Enseñanza.
Tercero: duda sobre el que predica la Enseñanza.
Cuarto: la duda sobre la confiabilidad de los métodos propuestos para encontrar el Camino.
Quinto: la duda, causada por la arrogancia, en la sinceridad de los que buscan el mismo camino.

No hay nada en el mundo tan temible como la duda. La duda separa las almas, es el veneno que desintegra, es la daga que mata y es la espina que lastima las almas. Por eso el que logra la fe, debe darse cuenta de que ha sido plantada en la remota antigüedad por la Misericordia del Buda.

No hay que olvidar que la mano del Buda venciendo la oscuridad de la duda que nubla el alma, introduce la luz de la fe.

El que logra la fe y agradece la Misericordia del Buda que en la remota antigüedad la introdujo en las almas humanas, siguiendo la vida normal de este mundo puede renacer en el reino del Buda.

Es difícil nacer hombre en este mundo, escuchar las Enseñanzas y más difícil todavía es lograr la fe. Por eso tenemos que hacer todo lo posible para escuchar la Enseñanza del Buda.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda. 

El Camino de la Práctica: La Búsqueda de la Verdad II Las Prácticas del Camino

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La Búsqueda de la Verdad
Las Prácticas del Camino

1. Hay tres cosas que debe aprender el que busca el camino: las leyes de conducta, la perfecta concentración del alma y sabiduría.

¿Cuáles son las leyes de conducta? Es conocer lo que uno debe guardar como hombre y como practicante del Camino, es decir: controlar el alma y el cuerpo, guardar las puertas de los cinco sentidos, temer hasta los pecados más leves, actuar bien, y esforzarse.

¿Qué es la concentración del alma (mente)? Es librarse de los deseos y de la maldad para luego conseguir, poco a poco, la tranquilidad y pureza de alma.

¿Qué es la sabiduría? Es la perfecta comprensión de las cuarto verdades; es saber qué es el sufrimiento, cuál es su origen, cuál es su fin, y cuál el camino que conduce a ello. Al que aprende estas tres ciencias se le llama discípulo del Buda.

Aunque un burro que no tiene ni forma, ni voz, ni cuernos de vaca, diga que la es y siga a la manada, nadie cree que sea una vaca. De la misma forma, es una necedad que el que no sigue las tres ciencias: la ley de conducta, la concentración del alma y la sabiduría, diga que busca el camino, o que es discípulo del Buda.

Así como el agricultor para recoger la cosecha en otoño, tiene que remover la tierra, sembrar las semillas en primavera, luego regarlas y entresacar la malahierba, el que busca la iluminación debe seguir las tres ciencias.

Así como es imposible desear que pasado mañana se pueda recoger la cosecha del arroz sembrado hoy y crecido mañana, es también imposible pretender librarse hoy de las pasiones terrenales, mañana de los apegos y pasado mañana alcanzar la Iluminación.

Después que se siembra la semilla con paciente cuidado, los sudores del agricultor y los cambios de las estaciones hacen brotar de la tierra la planta, y al final madura el fruto. De la misma forma a medida que se practican las tres ciencias de la ley de conducta, la concentración del alma y la sabiduría, van desapareciendo las pasiones terrenales y el hombre se libra de los apegos llegando por fin a alcanzar la Iluminación.

2. Es difícil pretender entrar en el camino de la Iluminación sintiendo atracción por las pasiones de este mundo, y disturbando el alma con los deseos del cuerpo. Hay diferencia esencial entre el goce del Dharma y el goce del mundo.

Como ya se ha explicado, el alma (mente) es el origen de todo. Si el alma goza de los placeres del mundo nacen los sufrimientos y la inquietud, pero si el alma prefiere el Camino, nace de allí la alegría y la Iluminación.

El que busca la Iluminación debe seguir las Enseñanzas y cumplir con ellas, con el alma pura. El que observa la ley consigue la concentración del alma, y con la concentración del alma se aclara la sabiduría, y ésta conduce al hombre a la Iluminación.

Estas tres ciencias son el camino hacia la Iluminación y por no seguirlo los hombres han venido acumulando la inquietud del alma por tanto tiempo. Es necesario mantener la paz con los hombres, purificar el alma con la concentración silenciosa, y alcanzar la Iluminación de forma natural.

3. El estudio de las tres ciencias nos revela también los ocho nobles caminos, los cuarto puntos dignos de consideración, las cuarto conductas correctas, las ocho facultades del poder y los seis pasos del esfuerzo correcto.

Los ocho caminos nobles son: correcta visión de las cosas, correcta aspiración, palabras correctas, conducta correcta, vida correcta, esfuerzo correcto, pensamientos correctos y concentración correcta.

La correcta visión de las cosas es comprender claramente las cuarto verdades, de creer en la ley de la causa, condiciones y efecto, y no tener una visión errónea.

La aspiración correcta significa no codiciar, ni ser avaro, no tener ira ni deseos de dañar.

Las palabras correctas significan: no mentir, no hablar en vano, no hablar mal y no engañar.

La conducta correcta significa: no matar, no robar y no adulterar.

La vida correcta significa no hacer cosas que sean vergonzosas como ser humano.

El esfuerzo correcto significa esforzarse continuamente hacia un fin correcto.

El pensamiento correcto significa tener la conciencia clara y limpia y reflejarla en el alma.

La correcta concentración es no tener un fin erróneo concentrar correctamente el alma y estar en perfecto silencio para alcanzar la Sabiduría.

4. Los cuarto puntos dignos de consideración son los siguientes:

Considerar que el cuerpo es impuro y no sentir apego por él.

Considerar que todos los sentimientos son las causas de los sufrimientos.

Considerar que el alma nunca se detiene y es siempre mutable eternamente.

Considerar que todo existe como efecto de unas causas y unas condiciones, por ello todo cambia eternamente.

5. Las cuarto conductas correctas son:
Evitar el mal antes de que nazca.
Eliminar el mal que ya tenga vida.
Ayudar a surgir el bien que esté por nacer.
Ayudar a crecer el bien que ya tenga vida.

6. Las cinco facultades del poder son:
Creer.
Hacer esfuerzos.
Enderezar el pensamiento.
Concentrar el alma.
Tener una sabiduría clara.
Estas cinco fuerzas son necesarias para alcanzar la Iluminación.

7. Los seis pasos (Paramitas) para el esfuerzo correcto son: el paso de la caridad, de la conducta correcta, de la perseverancia, del esfuerzo, de la concentración del alma y de la Sabiduría. Con la práctica de estos seis pasos uno puede cruzar de esta orilla de la inquietud a la Otra Orilla de la Iluminación.

La práctica de la caridad elimina el apego; el ascetismo corrige la conducta; la perseverancia controla el alma fácil de irritarse; el esfuerzo elimina la pereza del alma; la concentración tranquiliza el alma confusa; y la Sabiduría aclara la oscuridad y la necedad del alma.

La caridad y el ascetismo, son como los cimientos de un castillo. Son las bases de la práctica. La perseverancia y el esfuerzo son los muros que protejen de los enemigos externos. La concentración y la sabiduría son las armas que nos guardan de la vida y de la muerte. Es como enfrentarse al enemigo perfectamente protegido con casco y armadura.

Dar limosna al que la pide es una obra de caridad, pero no es la mejor. Dar limosna por iniciativa propia es la verdadera obra de caridad. Tampoco dar limosna de vez en cuando, es la mejor obra de caridad; dar siempre es la verdadera.

El que da limosna y luego se arrepiente, o el que se siente orgulloso, no obra con la mejor caridad. La verdadera obra de caridad es la de aquel que se alegra de haber dado una limosna, se olvida del “yo” que da la limosna, de la persona a quién dio y de qué cosa dio.

La correcta obra de caridad es no tener idea de lo “mío” y lo “suyo”. No mirar lo que se da, ni desear recompensa. Desear con el alma caritativa y pura que todos entren en la Iluminación, y dar no sólo la fortuna sino hasta la vida misma.

Hay siete clases de ofrendas que pueden ser practicadas aun por quienes no poseen riquezas. La primera es la ofrenda física, que es ofrendar sirviéndose de su cuerpo, de la cual lo máximo es ofrecerse a, sí mismo, como veremos en el siguiente párrafo. La segunda es la ofrenda espiritual que es ofrendar el corazón a otros seres. La tercera es la ofrenda de los ojos, que es ofrendar una mirada calurosa a otros seres para infundir tranquilidad. La cuarta es la ofrenda de la expresión facial que es ofrendar una sonrisa suave a otros seres. La quinta es la ofrenda oral que es dirigirse a todos con palabras dulces. La sexta es la ofrenda del asiento que es ofrendar su propio asiento a otros seres. La séptima es la ofrenda de hospitalidad que es ofrecer hospedaje en su propia casa al que busca albergue. Estas siete ofrendas pueden ser practicadas por cualquiera en la vida diaria.

8. Había una vez un príncipe llamado Satta. Un día fue con sus dos hermanos mayores al bosque a jugar. Allí vió a una tigresa que, desesperada por el hambre, estaba por comer a sus siete cachorritos.

Los dos príncipes mayores escaparon llenos de miedo. Sólo el príncipe Sutta, queriendo salvar a los siete cachorrros trepó una pared de roca y se tiró a los pies de la tigresa para saciarle el hambre con su propio cuerpo.

El alma del príncipe Sutta sólo aspiraba a encontrar el Camino. “Este cuerpo mío es frágil y mutable. Hasta ahora no he sabido hacer una obra de caridad. No he sabido más que amarme a mí mismo. Ahora debo ofrecerme para alcanzar la Iluminación.” Con esta decisión se entregó a la tigresa.

9. Hay aquí cuarto cosas que tiene que practicar el alma del que busca el Camino: la misericordia, el amor, la alegría y la ecuanimidad. Con la misericordia se elimina la codicia; con el amor se elimina la ira; con la alegría, el sufrimiento; y con la ecuanimidad se olvida la diferencia entre la amistad y la enemistad.

Es una gran obra de misericordia eliminar lo que a los seres no produce felicidad ni goce. Es una gran alegría tratar a todos con alegría. Es una gran obra de amor dar a los seres  la felicidad y el goce. Es una gran ecuanimidad ser imparcial con todos y con todo.

De esta forma hay que ayudar a desarrollar estas cuarto almas de la misericordia, del amor, de la alegría y de la ecuanimidad, y eliminar del alma la codicia, la ira, el sufrimiento y la diferenciación entre el amor y el odio. Lo malo del alma es tan difícil de eliminar como un perro que cuida la casa, y lo bueno es tán fácil de perder como un ciervo que cruza corriendo el bosque. Lo malo del alma es tan difícil de eliminar como las letras escritas en la piedra, lo bueno es tan fácil de borrar como las letras escritas en el agua. Por eso la práctica del Camino es algo verdaderamente difícil.

10. Había un joven llamado Srona que era de familia acaudalada pero enfermizo de nacimiento. Se encontró con el Buda y se hizo su discípulo. Practicaba con gran ahinco el Camino que hasta le sangraron los pies, pero no lograba alcanzar la Iluminación.

El Buda se compadeció y le dijo: “Srona, tú has aprendido a tocar el arpa cuando estabas en tu casa y has comprobado que para sacar un buen sonido es preciso no tensar ni aflojar demasiado la cuerda. La cuerda suena bien sólo cuando no está ni demasiado tensa ni demasiado floja.”

“Para alcanzar la Iluminación ocurre lo mismo. Si no eres diligente no conseguirás el Camino, pero tampoco lo conseguirás si te esfuerzas con demasiada tensión. Por eso tienes que conservar la moderación en los esfuerzos que haces.”

Con esta indicación del Buda, por fin Srona alcanzó la Iluminación.

11. Hace muchísimo tiempo había un príncipe llamado el príncipe de las Cinco Armas. Recibió este nombre porque había sido instruído por un maestro, y era diestro en manejar las armas. Un día, en un lugar solitario a su regreso a casa, después de haber estado donde su maestro, le salió al pasó un monstruo.

El monstruo se acercó con mucha calma al príncipe, diciéndole: “Lo siento por ti, pero te voy a comer.” El príncipe lanzó primero una flecha, pero no le pudo herir porque la flecha se pegó en sus pelos como con cola. No le sirvieron ni la espada, ni la lanza, ni la porra, ni la jabalina, pues todas se pegaron en los pelos del monstruo.

Ya sin armas, el príncipe levantó el puño para pegarle y su pierna para patearle, pero hasta el cuerpo del príncipe se pegó en los pelos del monstruo. Trató de dar un cabezaso, pero hasta la cabeza se pegó.

“Ya estás en mis manos, ahora te comeré.” le dijo el monstruo. Pero el príncipe le contestó riendo: “Tú piensas que se han acabado mis armas, pero todavía me queda una de acero. Si tú me tragas, con esta arma te abriré la barriga desde dentro.” Y no le mostró ningún temor.

El monstruo admirado de esta valentía, soltó enseguida al príncipe. Recibió de él las buenas Enseñanzas y dejó de hacer fechorías.

12. El que no se avergüenza ante sí mismo ni ante la gente destruye el mundo. El que se avergüenza ante sí mismo y ante la gente protege el mundo. Se respeta a los padres, a los maestros y a los mayores, y se mantiene el orden entre los hermanos porque existe la vergüenza. Es de mucho valor avergonzarse de sí mismo contemplándose a sí mismo, y el avergonzarse de sí mismo contemplando a los otros.

Si alguien se arrepiente, el pecado deja de ser pecado, pero si no nace el arrepentimiento, el pecado será pecado para la eternidad y no dejará de acusarle.

Hay que escuchar el Dharma, pensar varias veces en su sentido y practicarlo, y así, por fin, esta Enseñanza será parte de uno mismo. Con sólo escuchar la Enseñanza, si no se piensa ni se practica, no se puede decir que se la haya aprendido.

La fe, la humildad, la vergüenza, el esfuerzo y la Sabiduría son las grandes fuerzas de este mundo. Entre ellas la Sabiduría es la principal y las demás le acompañan. Para el que practica el Camino, el armar pleitos, el hablar en vano y el dormir de más, pueden causar la caída.

13. Aunque se practique el Camino de la misma forma, hay quienes encuentran la Iluminación primero, hay otros que la alcanzan después. Por eso, no hay que entristecerse al ver que otros alcanzan el Camino antes que uno. Como el que aprende arquería, aunque en un principio no de en el blanco, con la práctica llega a darle. Como todas las corrientes van a dar a la mar, del mismo modo quien no cesa en la búsqueda del Camino, algún día alcanzará la Iluminación.

Como se ha explicado antes, si se abren los ojos, las Enseñanzas están en todas partes. De la misma manera las oportunidades para la Iluminación se encuentran en todas partes.

Una persona alcanzó la Iluminación cuando quemaba el incienso y comprendió que el perfume existe y no existe a la vez, y que no viene ni va.

Una persona alcanzó la Iluminación cuando comprendió que una misma alma puede convertirse en un nido de pasiones terrenales como también en sede de la Iluminación. Cuando uno se clava una espina en la pierna se da cuenta que el alma que siente el dolor es la misma que no la sentía antes. Es decir, el alma es una sola pero cambian las circunstancias.

Una persona avara alcanzó la Iluminación cuando pensó en sus deseos y se dió cuenta de que la leña de los deseos puede convertirse, un día, en la hoguera de la Sabiduría.

Una persona alcanzó la Iluminación cuando comprendió que las diferencias de este mundo son ocasionadas por las diferencias de visiones del alma. Lo comprendió cuando le dijeron: “Equilibra tu alma. Si se equilibra tu alma, toda la tierra se convertirá en un llano.” Como puede verse, las ocasiones para alcanzar la Iluminación son ilimitadas.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda.