Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Shingi Hokke Shu - Escuela del Loto Reformada 新義法華宗) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


viernes, 7 de junio de 2019

El Camino de la Práctica: La Búsqueda de la Verdad I


La Búsqueda de la Verdad

1. ¿De qué está construido este universo? ¿Es eterno o tiene fin? ¿El universo es infinito o tiene límites? ¿Cómo está construida esta sociedad humana? ¿Cuál es la forma ideal de la sociedad humana? Si alguien pospone la búsqueda y la práctica de la Iluminación hasta que estos problemas se resuelvan, morirá antes de alcanzar al Iluminación.

Por ejemplo, supongamos que un hombre sea herido mortalmente con una flecha envenenada. Los familiares y amigos se reunen, llaman al médico y tratan de sacar la flecha y de darle una antitoxina.

Sin embargo, el herido objeta diciendo: “Esperen un momento. Antes de sacar la flecha, quiero saber quién lanzó esta flecha: Si era un hombre o una mujer; Si era un noble o un plebeyo; si su cuerda era de fibra o de tripa; si la flecha era de caña o de mimbre. ¿Qué clase de plumas tenía? No me saquen la flecha hasta que sepa todo eso.”

Sin lugar a dudas, antes de que se investiguen todas estas cosas el veneno circulará por todos los órganos y el herido morirá. En este caso lo que hay que hacer primero es sacar con cuidado la flecha y hacer los tratamientos necesarios para que el veneno no sea mortal.

No importa cuál sea la esencia del universo mientras no se practique lo que se debe practicar. No importa cuál sea la forma ideal de la sociedad humana, antes tenemos que apagar el fuego de las pasiones que está amenazando el mundo.

El problema de si el universo es eterno o no, infinito o no es muy secundario mientras vejez, enfermedad, muerte, tristeza, sufrimiento, penas, caen sobre nosotros para destruirnos. Ante todo, debemos practicar el Camino para alejar estos fuegos que se nos avecinan.

El Buda enseñó lo que se necesita ser enseñado, no lo innecesario. Es decir, nos enseña para que sepamos lo que tenemos que saber, para que eliminemos lo que tenemos que eliminar, practiquemos lo que se tiene que practicar y seamos iluminados en lo que se tiene que ser iluminado.

Por ello los seres tienen que escoger primero los problemas que deben resolver. ¿Cuál es el problema principal de cada uno? Después de saberlo hay que comenzar controlando el alma.

2. Es una necedad que un hombre entre en un bosque en busca de la pulpa de un árbol y regrese con hojas y ramas pensando que trae la pulpa. En muchos casos el hombre coge la corteza y el corcho de los árboles y piensa que ha cogido la pulpa que era su objetivo.

El ser humano busca el camino para librarse del nacimiento, la vejez, la enfermedad, la muerte, la tristeza, el sufrimiento y la pena. Esto es la pulpa. Sin embargo después de haber avanzado un poco se enorgullece y se siente satisfecho. El ser que se alaba a sí mismo y critica a los demás, es como aquel que cogiendo las hojas y las ramas piensa que consiguió la pulpa.

Los que buscan el Camino deben saber que su tarea no es fácil, ni deben esperar honor, fama, ni agradecimientos. Ellos no podrán seguir si actúan con un esfuerzo limitado, poca clarividencia y poca tranquilidad de alma.

El ser  que se satisface con poco esfuerzo y se enorgullece pensando que ha logrado lo que desea, es como aquel que coge la corteza externa del árbol y piensa que consiguió la pulpa.

El ser que alcanza un poco la paz del alma y se enorgullece creyendo que logró la tranquilidad total es como aquel que coge la corteza interior del árbol y piensa que consiguió la pulpa.

El ser que logra ver con un poco de claridad las cosas y se enorgullece o se alaba a sí mismo criticando a los demás, es como aquel que coge el corcho del árbol y piensa que ha conseguido la pulpa. Todos ellos que se satisfacen con un esfuerzo insuficiente, se descuidan y vuelven a sentir los sufrimientos.

Para el que busca el Camino, el respeto, la fama o la devoción no pueden ser los fines. Tampoco son objetivos, un poco de esfuerzo, un poco de tranquilidad de alma, o un poco de clarividencia.

Ante todo, el ser  debe tener, con claridad en mente, la naturaleza esencial y básica de este mundo de vida y muerte.

3. El mundo en sí no tiene sustancia. Hay que buscar el camino que elimina las falsas imaginaciones del alma. Las falsas concepciones no se producen por algo externo; sino más bien son productos del alma misma. Se sufre y se pena quemandose en el fuego de los deseos del alma. El que busca el Camino tiene que saber que es el alma el que construye la casa de la inquietud, y tiene que luchar continuamente contra ella.

4. ¡Oh, alma mía! ¿Por qué te mueves incansable en este mundo sin valor y no puedes estar quieta ni un momento? ¿Por qué razón me inquietas y me haces acumular cosas en vano? Así como el que quiere cultivar la tierra y no puede porque los utensilios se rompen antes de tocar la tierra, después de vagar por el océano de la vida y de la muerte y de perder muchas vidas, la madre tierra de mi alma no llegó a ser cultivada.

¡Oh, alma mía! Tú me has hecho nacer rey, y también me has hecho nacer pobre y tuve que mendigar de puerta en puerta. Una vez me has hecho nacer en el país de los dioses para emborracharme con el sueño de la gloria, pero también me has hecho quemar con el fuego del infierno que derrite hasta el hierro.

¡Oh, necia alma mía! Tú me has llevado por muchos caminos y yo siempre te he sido obediente. Sin embargo, ahora he escuchado el Dharma del Buda. No me disturbes ni me hagas sufrir más. Te pido que me ayudes a que yo me libre de los sufrimientos y pueda alcanzar la Iluminación.

Oh, alma mía, cuando te libres de los apegos pensando en la mutabilidad de las cosas, y consigas la paz alejándote de la condicia, la ira, la necedad y el pensamiento del “yo”, alcanzarás la tranquilidad.

Cuando logres la quietud, venciendo el miedo a la muerte, a la vejez y a la enfermedad; cuando logres cortar con la espada de la Sabiduría la atadura del deseo carnal, sin ser disturbada por el daño y el provecho, por la adulación y el insulto, conseguirás la calma.

¡Oh alma mía, tú has despertado por primera vez en mí el deseo de la búsqueda del Camino! ¿Por qué quieres retroceder atraída por los palceres y glorias de este mundo?

¡Oh alma mía que no tienes forma y te alejas corriendo!, te ruego que me ayudes a cruzar este mar de las inquietudes. Hasta ahora siempre te he obedecido, pero de ahora en adelante tienes que moverte según mis órdenes. Sigamos juntos las Enseñanzas del Buda.

¡Oh alma mía!, los montes, los ríos y los mares, todo se transforma y produce pena. ¿En qué lugar del mundo encontrarás la alegría? Sigamos las Enseñanzas y crucemos con rapidez a la orilla de la Iluminación.

5. El que de verdad busca el Camino avanza siempre con una firme determinación, luchando continuamente con el alma. Su alma no se inmuta ante las burlas y los insultos. Aunque otro levante los puños y le tire piedras o le hiera con la espada, en su alma no nace el sentimiento de la ira.

El alma no debe perturbarse ni aún cuando el enemigo serruche el cuello para separar la cabeza del cuerpo. Si en esta circunstancia el alma se obscurece por los sufrimientos es señal que todavía no sigue las Enseñanzas del Buda. Lo importante es tener la firme determinación de decir: “vengan golpes, bastonazos, sablazos, burlas e insultos, que mi alma no se inmutará por ello, más bien se henchirá de la Enseñanza del Buda.”

Para alcanzar la Iluminación hay que tratar de lograr lo inalcansable, soportar lo insoportable, y donar lo imposible de donar. Si para alcanzar la Iluminación fuese menester comer solamente un grano de arroz al día, entrar en el fuego vivo, es preciso no sentir reparo en hacerlo.

Sin embargo, se debe actuar así sin ningun deseo particular, sino sólo porque es cosa sabia y recta. Del mismo modo, una madre entrega un traje a su amado hijo y lo cuida cuando está enfermo, sin pensar en sí misma, en sus esfuerzos y en sus comodidades.

6. En la remota antigüedad había un rey de nombre Zenmen, que amaba a su pueblo y lo regía con sabiduría y misericordia; por ello su reino era próspero y pacífico. El siempre buscaba el Camino con verdadera fe, y había pregonado que daría gran remuneración al que supiera presentarle las Sagradas Enseñanzas.

Su devoción y sabiduría había emocionado hasta a los dioses. Uno de ellos para probarlo, se disfrazó de demonio y se presentó a las puertas del palacio: “Yo conozco las sagradas Enseñanzas, quiero que me anunciéis al rey.”

El rey al oirlo se alegró mucho. Lo recibió cortésmente y le pidió que le enseñara. Entonces el diablo sacó sus colmillos y con fiereza dijo: “estoy demasiado hambriento para enseñarte.” Y cuando quisieron servirle la comida les dijo que quería sangre y carne caliente de algún ser humano. El príncipe heredero se ofreció para satisfacer el hambre del demonio y la reina también ofreció su vida.
El demonio después de comerse a los dos, no sintiéndose satisfecho le dijo al rey que quería comerle.

Entonces el rey le replicó con toda calma: “No tengo apego a mi cuerpo, pero si me comes no podré escuchar las Sagradas Enseñanzas. Espera hasta terminar y luego me comerás.”

“El pesar nace de los deseos carnales, el temor nace de los deseos carnales. Para el que se libra de los deseos no existen el pesar ni los temores.” Diciendo esto el dios tomó su verdadera forma. El príncipe y la reina revivieron.

7. Hace muchísimo tiempo vivía en el Himalaya un buscador de la Verdad. Sólo buscaba la Enseñanza que le alejara de las inquietudes. Ni los tesoros del mundo, ni la gloria de los dioses le atraían.

Un dios impresionado por la conducta de este asceta, quiso probar la sinceridad de su alma y disfrazado de de monio se presentó en el Himalaya y cantó: “Todo se transforma, todo aparece y desaparece”.

Al escuchar este canto, la alegría del asceta fue tan grande como la del sediento que ve el agua o como la del preso puesto en libertad. Deseó escucharlo hasta el final, pués intuyó que ésa era la verdadera Enseñanza, las verdaderas palabras.

Buscó a su alrededor al dueño de la voz y vió a un temible demonio. Aunque con sospechas se acercó y le dijo: “Esa canción que acabo de escuchar, ¿la cantabais vos? Si es así, os pido que me hagáis escuchar hasta el final".

El demonio contestó: “En efecto, esa era mi canción, pero ahora me encuentro hambriento y si no como no puedo cantar.”

Suplicó el hombre: “Os lo pido. En esa canción está lo que yo busco, tiene un significado sagrado, pero sé que no termina con aquellas palabras. Os ruego que continuéis.”

El demonio siguió: “No aguanto más mi hambre. Cantaría la continuación si pudiera comer carne humana y tomar su sangre.” Al escuchar esto el buen hombre le prometió que si le cantaba la continuación cuando acabase le daría su propio cuerpo. Entonces el demonió cantó entera su canción. “Todo cambia, todo aparece y desaparece, no habrá quietud ni silencio hasta librarse de la vida y la muerte.”

El hombre grabó estas palabras en los árboles y en las rocas. Luego subió a un árbol de donde se tiró a los pies del demonio. El demonio en ese instante recobró su figura de dios y lo recibió suavemente en los brazos.

8. Había una vez un hombre llamado Sadaprarudita que buscaba el Camino. Sin prestar atención a las riquezas ni a la fama, buscaba fervorosamente el verdadero Camino. Un día una voz celestial le dijo: “Sadaprarudita, avanza hacia el Este. Avanza sin ver los lados, olvidando el calor y el frío, sin prestar atención a la fama ni al honor. Sin inmiscuirte en las cuestiones del bien y del mal. Allí encontrarás al verdadero maestro y alcanzarás la Iluminación.”

Se alegró mucho y según lo que le había dicho la voz se dirigió al Este en busca del verdadero Camino. Durmió en montes y llanos, y en tierras lejanas sufrió persecusión y humillaciones. Tuvo que hacer indescriptibles esfuerzos para conseguir un poco de alimento. Por fin dio con el gran Maestro.

Hay un dicho que dice: “Todo lo bueno cuesta”. Cuando uno quiere hacer algún bien siempre aparece un obstáculo. En el camino de la verdad de Sadaprarudita también surgieron un sin fin de impedimentos.

Trató de vender sus servicios para ganar lo necesario para ofrecer incienso a su Maestro y no hubo nadie que quisiera contratarlo. Las manos del demonio le perseguían a todas partes. El camino de la Iluminación era un largo viaje de sufrimientos que secaba su sangre y roía sus huesos.

Aunque quiso anotar las sagradas palabras de la Enseñanza no pudo conseguir tinta ni pincel. Con un
cuchillo se cortó el brazo y con la sangre que brotaba fue anotando las palabras del Maestro. De esta forma recibió Sadaprarudita las preciosas palabras de la Verdad.

9. Una vez, un niño llamado Sudhana que ansiaba la Iluminación iba solo en busca del Camino. Visitaba a los pescadores que pescaban en el mar y escuchaba las descripciónes de las maravillas del mar. De los médicos que curan a los enfermos aprendió que el alma debe ser misericordiosa con las personas. De un hombre rico aprendió que el ahorro de las moneditas era el secreto de su fortuna y pensó aprovechar los más pequeños progresos en el Camino de la Iluminación.

Visitando a un monje en meditación vió que su alma pura en quietud se reflejaba en su figura y tenía el poder de purificar y dar una fuerza maravillosa al alma de otros hombres. Sintió emoción al ver el espíritu benévolo de una noble dama. Un día vió a un hombre que buscaba el Camino castigando su propio cuerpo, y supo que para buscar el verdadero Camino era preciso subir a la montaña de las espadas y tirarse al fuego.

Y de esta forma Sirdhana llegó a darse cuenta de que, con sólo tener un alma preparada, todo lo que los ojos ven y todo lo que los oídos oyen son Enseñanzas. Aprendió la paciencia de una mujer débil y pobre, y una lección de felicidad espontánea de los niños que jugaban en la calle. Viendo a una persona humilde y gentil, comprendió la clara sabiduría del alma obediente.

Aprendió la armonía en la manera en que se unían los inciensos y el agradecimiento en la forma de arreglar las flores. Vio que en el juicio del rey también existe la misericordia, y en la impureza de los no-creyentes también hay una mano correcta que guía.

El niño no sólo recibió Enseñanza de todos los hombres a quienes vio en su viaje en busca del Camino, sino también de los murmullos de los árboles cuando entraba en el bosque, y de las voces que salían de los rincones de las montañas.

De día el brillo del sol, de noche el parpadeo de las estrellas eran para Sudhana estímulos para aprender. El niño buscó el Camino en todas partes, escuchó voces en todas partes y vió la figura del Iluminado en todas partes.

Aprendió también que para alcanzar la Iluminación hay que guardar el castillo del alma y decorarlo de virtudes. Con humildad y respeto hay que abrir sus puertas para colocar la figura del Buda en el interior adorarle, y ofrecerle flores de fe e inciensos de alegría.

* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda.