El Camino de la Práctica
Dichos Sagrados
1. “Me ha insultado, se ha reído de mí, me ha pegado.” El que piensa así nunca deja de sentir odio. El resentimiento no se calma con el resentimiento. Sólo se calma cuando uno se olvida de él.
Así como gotea la lluvia en una casa mal techada, entrará la codicia en un corazón mal instruido.
Holgazanear es el camino de la muerte, esforzarse es el camino de la vida. El necio holgazanea y el sabio se esfuerza.
Así como el arquero trata de hacer recta la flecha, el sabio endereza su alma.
El alma es difícil de apresar, es liviana, veloz e incontrolable. Controlando el alma se alcanza la quietud.
El mal que ocasiona el alma es mayor que el de los enemigos o el del vengador.
El que guarda su alma de la codicia, de la ira y de todos los males, alcanza la quietud.
2. Aunque las palabras sean hermosas si no las acompaña la recta conducta son como una flor bella sin fragancia.
La fragancia de la flor no va en contra de la corriente del viento. Pero la alabanza de un ser bueno se propaga aún en contra del viento.
La noche es larga para el que no puede dormir, el camino es largo para el que está cansado. Para el que no conoce la Enseñanza, la inquietud es grande.
Para andar por el camino es mejor ir con alguien igual o superior. Es mejor ir solo que andar con un necio.
No temas a las fieras pero teme al mal amigo. La fiera solo te destroza el cuerpo pero el mal amigo hasta el alma.
El necio sufre pensando que su hijo y su riqueza le pertenecen. Cuando ni él mismo es suyo, cómo pueden ser de él su hijo y su riqueza.
Pensar que es necio siendo necio es mejor que pensar que es sabio siendo necio.
El necio aun estando con sabios, no puede entender las Enseñanzas que el sabio le muestra. Como la cuchara que no sabe el sabor de lo que transporta.
Así como no se corta rápidamente la leche nueva, las malas acciones no tienen su inmediato castigo, pero no se apartan del ser y siguen encendidas como el fuego debajo de las cenizas.
El necio sufre siempre por la fama y la riqueza: sufre por el deseo de alcanzar la gloria, el honor y la riqueza.
Hay que respetar al que le indica el error, el mal y las imperfecciones que uno tiene, como a quien nos enseña el lugar del tesoro escondido.
3. El que recibe la alegría a través de la Enseñanza, purifica su alma (mente) y puede dormir con tranquilidad. La Enseñanza lava el alma de las personas.
Así como el carpintero endereza la columna, y el arquero equilibra su flecha, y el que hace los canales de irrigación conduce el agua, el sabio controla su alma.
Así como la firme roca no se inmuta con el viento, el alma del sabio no se preocupa por la fama ni el honor.
Es de más valor vencerse a sí mismo que vencer a otros, es de más valor que vencer a millones en una batalla.
Es mejor vivir un día sabiendo las Enseñanzas que vivir cien años sin entenderlas.
Cualquiera que se ame a sí mismo que se guarde del mal. En la juventud, en la madurez, o en la vejez, despiértate una vez durante la vida.
El mundo arde constantemente en la hoguera de la codicia, la ira y la necedad. Hay que escapar lo antes posible de esta casa en llamas.
Este mundo es como las burbujas del agua, como la telaraña, o como una jarra contaminada. Por eso todos tienen que guardar su propia y preciosa alma.
4. No hacer ningún mal, hacer toda clase de bien, purificar el alma (mente) propia: ésta es la Enseñanza de todos los Budas.
Perseverar es una de las prácticas más difíciles de realizar, pero sólo el que persevera recibe al final las flores de la victoria.
No sientas resentimientos cuando los otros te dañan; no sientas tristeza en medio de los sufrimientos; no sientas codicia en medio de los bienes terrenales. Hay que vivir en la pureza sin pensar que algo nos pertenece.
No tener enfermedad es la mayor riqueza; saber contentarse es la mayor fortuna; ser considerado digno de confianza es la mayor amistad; alcanzar la Iluminación es el mayor goce.
No existe el temor para el que está alejado del mal, que siente la tranquilidad y saborea la alegría de la Enseñanza del Buda.
No sientas apego por las cosas agradables. De lo que te gusta nace la tristeza, el temor y la esclavitud.
5. Así como se oxida el hierro, el mal sale del ser y lo carcome.
Aunque tengas las escrituras, si no las lees se cubren de polvo. Aunque tengas una casa si no la reparas cae en ruina. Aunque tengas un cuerpo si no te esfuerzas, te harás pronto impuro.
La suciedad del ser es no actuar correctamente.
El titubeo en dar, mancha la limosna. El mal es una mancha en este mundo y en los venideros.
La mayor suciedad es la de la ignorancia; si no se quita, la purificación se hace imposible.
Es fácil no sentir vergüenza, ser impertinente como el cuervo que hiere a otros sin sentir remordimiento por ello.
Es difícil la vida del que es humilde, que respeta, que se aleja de los apegos, que actúa con pureza, y que tiene clara la sabiduría.
Es fácil ver el error ajeno, pero difícil ver los propios. Desparramamos el pecado de los otros a los cuarto vientos pero ocultamos los propios como el jugador oculta los dados falsos.
En el cielo no quedan rastros de las aves, del humo ni de la tormenta; las malas enseñanzas no conducen a la Iluminación; no existe nada inmutable, y en la verdadera Iluminación no hay disturbios.
6. Es menester guardar el cuerpo como aquel que guarda el interior y el exterior de un castillo. No se debe descuidar ni un momento.
Uno es el dueño de sí mismo; uno es su propio soporte y por eso mismo antes que nada, hay que controlarse.
El primer paso para cortar las ligaduras es controlar el alma, evitar los palabras inútiles y meditar en silencio.
El sol brilla de día, la luna alumbra de noche. El soldado brilla por su armadura y el que busca el camino brilla con su meditar en silencio.
El que no guarda las cinco puertas de los sentidos y se siente atraído por lo terrenal, no busca el Camino. El que guarda las cinco puertas con firmeza y tiene el alma en paz es el que busca el Camino.
7. Quien tiene apego, y se sumerge en lo que es agradable, no ve con claridad la verdadera naturaleza de las cosas.
Quien se aparta del apego ve con claridad las cosas. Para el alma que está libre de apegos, las cosas recobran un nuevo sentido.
Si hay tristeza, hay alegría; si hay alegría hay tristeza. Cuando desaparecen la tristeza y la alegría, el bien y el mal, es cuando el alma logra su plena libertad.
El que ansía o teme el porvenir, y el que añora y lamenta el pasado, es como el junco cortado que se
marchita y se seca.
No lamentes los días pasados ni te ilusiones con el porvenir. No anticipes los problemas futuros. Pisa fuerte en el presente y así el cuerpo y el alma estarán sanos.
No hay que perseguir el pasado ni esperar el futuro. Hay que vivir con la mente puesta en el presente.
Sin dejar para mañana lo que tienes que hacer hoy, vive el día en su plenitud. Es el modo de vivir un buen día.
La fe es el mejor compañero del ser y la Sabiduría es el mejor guía. Uno debe tratar de escapar de la oscuridad de los sufrimientos buscando la Luz de la Iluminación.
La fe es la mayor fortuna; la sinceridad es el mejor sabor; acumular las virtudes es la mejor vida de este mundo. Así como lo indica la Enseñanza, controla el cuerpo y el alma para lograr la quietud.
La fe es el sustento de este viaje por el mundo; la virtud es la preciosa vivienda del hombre; la Sabiduría es la Luz del mundo y el pensamiento correcto es el guarda de la noche. La vida del que no tiene impurezas no se destruye. Unicamente venciendo los deseos uno puede ser llamado “ser libre”.
Hay que olvidarse de sí mismo por la familia. Hay que olvidarse de la familia por el pueblo. Hay que olvidarse del pueblo por la patria y olvidarse de todo por la Iluminación.
Todo cambia, aparece y desaparece. Cuando uno se hubiere liberado de los temores de la vida y de la muerte, encontrará la silenciosa quietud.
* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda.