La Purificación
Los Actos Buenos
1. El que busca el camino de la Iluminación, tiene siempre que esforzarse en purificar el cuerpo, la lengua y la mente. Purificar la conducta del cuerpo significa no matar a ningún ser viviente, no robar y no adulterar. Purificar la conducta de la lengua significa no mentir, no hablar mal, no engañar y no hablar en vano. Purificar la conducta de la mente significa no codiciar, no sentir ira y no pensar mal.
Cuando el alma (mente) se enturbia, la conducta se vuelve impura y cuando la conducta es impura, no hay manera de evitar el sufrimiento. Por ello, para ir por el camino lo primordial es purificar el alma y actuar con pureza.
2. Había una vez una viuda rica. Tenía muy buena fama porque era amable, delicada y humilde. Ella tenía una sirvienta muy inteligente y trabajadora.
Un día la sirvienta pensó: “Mi ama es una persona de muy buena fama, pero no sé si ella es buena de naturaleza o es que las circunstancias la hacen ser así. Voy a probarla.”
Una mañana, la sirvienta se quedó en cama hasta tarde, y por fin, al medio día, aparecio ante la ama. Ésta, muy disgustada, le regañó diciendo: “¿Por qué te levantas tan tarde?” “El que yo me haya levantado tarde un día o dos días no es motivo para que usted se enoje de esa forma,” le replicó. El ama se encolerizó sobremanera. A la mañana siguiente la sirvienta volvió a levantarse tarde. El ama no pudo controlarse y le propinó un porrazo en la cabeza. El incidente se propagó por la ciudad y la viuda rica perdió su buena fama de antes.
3. Todos son como esta ama. Cuando las circunstancias son favorables todos pueden ser amables, humildes y magnánimes. El problema está en ver si uno puede seguir así en situaciones adversas.
Cuando escuchamos algo que nos desagrada, cuando otra persona se acerca a nosotros con visible enemistad, cuando no tenemos lo suficiente para vestir, comer y vivir, ¿podremos tener un alma pura y actuar correctamente?
No se puede calificar de bueno al que tiene un alma pura y actúa de acuerdo al bien, cuando las circunstancias le son favorables. Sólo se le puede llamar bueno, puro y humilde al que ha recibido las Enseñanza del Buda, y, esforzandose de practicarlas, ha pulido su alma y su cuerpo.
4. Existen cinco pares de palabras que son: palabras apropiadas a las circunstancias y palabras inadecuadas, palabras que transmiten la verdad y mentirosas, palabras suaves y duras, palabras beneficiosas y venenosas, palabras amables y de odio.
Cuando hablamos tenemos que elegir cuidadosamente nuestras palabras porque quien nos escucha será influenciado en bien o en mal. Si nuestra alma está llena de simpatía y de compasión, no saldrán palabras malas. No debemos permitir que de nuestra boca salgan palabras duras. Llenamos el alma de amor para que no haya cabida para la ira y el odio.
Supongamos que haya un hombre que, con pala y pico, quiera separar de la tierra toda la escoria que contiene. Empieza a trabajar con perseverancia, echando fuera la escoria que encuentra, pero su tarea es imposible. Como este hombre loco, no podemos esperar a eliminar todas las palabaras malas. Nosotros debemos fortificar el alma para que no se altere al oir cualquier clase de palabra.
Así como es inútil pretender pintar en el cielo con acuarelas, secar un gran río con el fuego de una antorcha, sacar ruidos ásperos frotando dos pieles suaves, hay que cultivar un alma que no se altere aunque escuche cualquier clase de palabras.
El ser tiene que cultivar un alma tan grande como la tierra, ilimitada como el cielo, profunda como un
gran río y suave como la piel bien curtida.
Si tu enemigo te apresa y te tortura, que no se oscurezca tu alma porque significaría que no sigues las Enseñanzas del Buda. Aunque nos hallemos en una situación así tenemos que aprender a controlarnos, a no pronunciar palabras de odio, ni de ira, y a rodear a esa persona con un alma llena de amor y de compasión.
5. Un hombre descubrió un hormiguero que humeaba de noche y ardía de día. Un sabio a quien se lo contó le dijo que desenvainara su espada y excavara el hormiguero, y así lo hizo. Primero apareció un candado, luego encontró unas burbujas de agua, un tenedor, una caja, una tortuga, un cuchillo de carnicero, un pedazo de carne y, al final, un dragón. El hombre le contó al sabio lo que había encontrado. Entonces él le dijo que lo tirara todo, excepto el dragón. “No disturbes al dragón,” le recomendó.
Esta es una alegoría en la que el hormiguero es el cuerpo del ser humano. Lo de “humear de noche” significa alegrarse o arrepentirse en la noche de lo que se ha hecho de día. Lo de “arder de día” significa realizar con el cuerpo y la boca lo que se ha pensado de noche.
El hombre representa quien busca el camino. El sabio representa al Buda. La espada es la Sabiduría y el excavar simboliza los esfuerzos que se deben hacer. El candado representa la ignorancia; las burbujas de agua, los sufrimientos y la ira; el tenedor, la duda y la incertidumbre; la caja representa la codicia, la ira, la pereza, la veleidad, el arrepentimiento y la desilusión. La tortuga significa el alma; el cuchillo del carnicero, los cinco deseos, y el pedazo de carne, el deseo hambriento del placer. Todos ellos son venenos para el cuerpo y por eso ordena al Buda que sean tirados. El dragón es el alma libre de los deseos terrenales. Si excavamos hacia el fondo de nosotros mismos encontraremos a este dragón. Las palabras; “Déjalo solo y no disturbes al drágón,” significan librar el alma de las pasiones terrenales.
6. Pindola, uno de los discípulos del Buda, después de alcanzar la Iluminación, regresó a Kausambi, su tierra natal, para devolver los favores recibidos. Preparó el terreno para sembrar las semillas del Buda.
En las afueras de la ciudad de Kausambi había un pequeño parque llamado el bosque de Udaka, y una hilera sin fin de palmeras. El gran río Ganges enviaba, desde sus aguas, una fresca brisa.
Un día caluroso de verano, Pindola se encontraba sentado en meditación a la sombra fresca de unos árboles. El mismo día, el rey Urdana entró en el parque con sus esposas, pero cansado de la música y de los juegos se echó a dormir bajo unos árboles.
Las esposas, mientras el rey dormía, se pusieron a pasear por el parque y encontraron a Pindola en meditación. Emocionadas al verlo en tan profunda concentración sintieron ansias de buscar el camino de la verdad, le pidieron que les predicara, y comenzaron a escuchar su sermón.
Mientras tanto el rey despertó, y al no ver a sus esposas tuvo malas sospechas y las fue a buscar. Las encontró rodeando a este hombre y escuchando las Enseñanzas. El rey, que tenía el alma impura por la lujuria, sintió que las llamas de los celos le quemaban e insultó a Pindola diciendo: “Es imperdonable que tú, un hombre que predica el bien, te entretengas rodeado de mujeres en conversaciones vanas.” Pindola cerró los ojos con tranquilidad y guardó silencio.
El rey, loco de furor, desenvaino su espada y la acercó amenazante a la cara de Pindola, pero éste no abrió la boca y permaneció como una roca sin moverse. Fuera de sí, el rey destrozó un hormiguero y desparramó las hormigas en torno a él, pero aun así Pindola se mantuvo firmemente sentado.
Llegado a tal extremo el rey sintió vergüenza de su feroz conducta y le suplicó que le perdonase. Desde ese momento, las Enseñanzas del Buda fueron aceptadas en la familia real y pudieron extenderse por toda la nación.
7. Varios días después, el rey Unada visito a Pindola en el bosque donde vivía y le pidió que le aclarase una duda que tenía. “Honrado maestro, ¿por qué los discípulos del Buda, siendo jóvenes, pueden conservar puro su cuerpo y su alma, sin ser tentados por la lujuria?”
“Gran rey, el Buda nos ha enseñando a respetar a todas las mujeres. El nos ha enseñando que miremos a las mujeres mayores como si fueran nuestra madre, a las de nuestra misma edad, como si fueran nuestras hermanas, y a las menores como si fueran nuestras hijas. Gracias a esta enseñanza, los discípulos del Buda, aunque jóvenes, pueden mantenerse puros de alma y de cuerpo”.
“Honrado maestro, sin embargo, el ser humano puede tener pensamientos impuros aun hacia mujeres de edad de nuestra madre, hermana, o hija. ¿Cómo pueden los discípulos del Buda controlar estos pensamientos?
“Gran rey, el Buda nos ha enseñando que el cuerpo del hombre segrega toda clase de impurezas, como es la sangre, el pus, el sudor, la grasa, etc. Pensando de esta forma, aunque somos jóvenes, podemos conservar puras nuestras almas.”
“Honrado maestro”, insisió todavía el rey, “tal vez esto es sencillo para los discípulos del Buda que han entrenado el alma y el cuerpo y descubierto la Sabiduría, pero para los que no han hecho estos entrenamientos tiene que resultar difícil, y también para un discípulo del Buda, si es un novato. Tratarán de mirar lo que es repugnante, pero sus ojos se fijarán en las figuras bellas. Tratarán de ver la fealdad pero serán tentados por las formas hermosas. Tiene que haber alguna otra razón para que los discípulos del Buda puedan tener una conducta pura.”
“Gran rey,” replicó Pindola, “El Buda nos enseña que guardemos las cinco puertas de los cinco sentidos. Cuando vemos hermosas figuras y colores con nuestra vista, cuando escuchamos sonidos agradables con nuestros oídos, cuando olemos la fragancia con nuestro olfato, cuando saboreamos algo dulce con nuestro gusto y cuando tocamos algo con nuestro tacto, no nos dejamos atraer por las cosas agradables ni tampoco desechamos lo desagradable. De esta forma guardamos las cinco puertas de los cinco sentidos. Con esta enseñanza, aun los jóvenes, pueden mantener puros el alma y el cuerpo.”
“Honrado maestro, las Enseñanzas del Buda son verdaderamente maravillosas; lo puedo afirmar por mi propia experiencia. Si nos enfrentamos a algo sin cerrar las puertas de los cinco sentidos, enseguida las ideas impuras se apoderan de nosotros. El guardar las puertas de los cinco sentidos es muy importante para conservar puras nuestras conductas.”
8. Siempre que una persona exprese los pensamientos de su alma en acción, se produce una reacción. Si alguien te insulta, sientes la tentación de responderle de la misma forma para vengarte. Uno debe cuidarse de esta reacción natural del ser. Es como escupir hacia el cielo o barrer el polvo en contra del viento. Esto no es limpiar el polvo, es ensuciarse. Al deseo de la venganza siempre acompañan las desdichas.
9. Es bueno matar el egoismo del alma y ayudar al prójimo con limosnas. Aún mejor es conservar el ideal y respetar el Noble Camino.
Es menester echar fuera el alma egoista y hacer esfuerzos para ayudar al prójimo. Un acto que hace feliz a otro, inspira a quien lo recibe a hacer felices a otros.
Por ejemplo, aunque millones de personas se lleven el fuego de una hoguera, la hoguera permanece igual que antes. La felicidad, por mucho que se reparta, nunca se agota.
El que practica el Camino, debe dar cada paso con mucha calma. Por muy alto que sea la aspiración si los pasos flaquean es imposible elevar la aspiración. No hay que olvidar que los pasos del Camino hay que darlos en la rutina de cada día.
10. Hay veinte cosas difíciles de realizar en este mundo:
1) Es difícil para un ser pobre ser generoso.
2) Es difícil para el ser orgulloso aprender el Camino hacia la Iluminación.
3) Es difícil la búsqueda del Camino a costa del sacrificio del egoismo.
4) Es difícil nacer en el Reino del Buda.
5) Es difícil escuchar las Enseñanzas del Buda.
6) Es difícil mantener pura el alma de los instintos del cuerpo.
7) Es difícil no desear cosas hermosas y agradables.
8) Es difícil para el ser poderoso no usar el poder.
9) Es difícil no enfurecerse al ser insultado.
10) Es difícil permanecer puro cuando se es tentado.
11) Es difícil estudiar amplia y profundamente.
12) Es difícil no menospreciar a los principiantes.
13) Es difícil alejar el orgullo.
14) Es difícil encontrar un buen amigo.
15) Es difícil seguir la doctrina y alcanzar la Iluminación.
16) Es difícil no ser perturbado por las circunstancias externas.
17) Es difícil predicar conociendo la naturaleza del ser humano.
18) Es difícil mantener en paz el alma.
19) Es difícil no argüir sobre el bien y el mal.
20) Es difícil encontrar y aprender un buen método.
11. Las características de un ser bueno y de un ser malo son diferentes. El ser malo no reconoce el pecado, no cesa de hacerlo y no le gusta que se lo digan. El ser bueno sabe lo que es bueno y lo que es malo, deja enseguida de hacer el mal y agradece al que le dice que es malo.
En esto se diferencian radicalmente el ser bueno y el malo. El malo nunca puede agradecer los favores ajenos. En cambio el sabio trata siempre de expresar su aprecio y su gratitud por algún favor recibido, no sólo a su bienhechor sino también al mundo entero.
* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda.