Los "Siddhis" o "Poderes Trascendentales" son un tabú en la mayoría de los grupos budistas, pero el Canon Budista está repleto de descripciones de "poderes" que los devotos pueden despertar por medio de su fe, su estudio y su práctica del Dharma. En efecto, los poderes que aparecen en los textos canónicos —como el Sutra Avatamsaka, los Sutras Agama y Prajnaparamita, y los Tantras Esotéricos, entre muchos— no son milagros en el sentido vulgar., sino más bien, capacidades latentes en la mente purificada, manifestaciones naturales del Despertar progresivo, y frutos del camino cuando el devoto manifiesta su Naturaleza Búdica e ilumina su Naturaleza Iluminada Innata.
Desde la perspectiva del Sutra Avatamsaka, todo el universo es una red de interpenetraciones, y por tanto, la Mente Universal iluminada, al dejar de operar bajo los límites del ego, puede participar plenamente en los Poderes del Buda y de los Bodhisattvas, como despliegue natural de la Budeidad Innata. En la tradición esotérica de la escuela Tendai, estos siddhis no se entienden como habilidades para demostrar, sino como instrumentos sagrados del Voto del Bodhisattva. Son los "brazos largos de la compasión" que pueden alcanzar los lugares donde el discurso racional o la acción ordinaria no llegan. Ambas perspectivas —la general del Mahayana y la esotérica del Vajrayana (Mikkyo)— coinciden en que estos poderes surgen del cultivo simultáneo de meditación, ética y sabiduría, y que se perfeccionan en unión con el Buda Eterno, el Dharmakaya mismo, fuente de todos los Budas.
En el capítulo 28 del Sutra Avatamsaka, encontramos los Diez Poderes del Buda y de los Bodhisattvas avanzados, expresiones del dominio pleno del Despertar (explicado con detalles en El Mundo del Despertar: El Primer Sermón del Buda en el Mundo – Las Enseñanzas del Sutra de la Guirnalda de Flores Vol. 2). Estos Diez Poderes son frutos maduros que emergen de la comunión con el Buda Eterno, manifestación del Reino del Dharma como totalidad viva, luminosa, interpenetrante. Cada uno de estos poderes es una consecuencia directa de la fe profunda, del estudio diligente de los Sutras, y de la práctica constante de la meditación que vacía y llena el corazón a un tiempo. Procedamos, pues, uno a uno, con calma y devoción, a contemplar estos misterios, y -lejos de ser extraños y distantes- cómo se manifiestan en nuestra vida diaria.
1. Telepatía: El Conocimiento Directo de las Mentes de Todos los Seres - Este poder es descrito en el Sutra Avatamsaka como el poder de conocer directamente los pensamientos, intenciones, emociones y niveles de conciencia de todos los seres, en cualquier momento y en cualquier lugar, sin intermediación ni error. No es un mero leer la mente como en las fantasías populares, sino una penetración compasiva en las corrientes del karma mental que fluyen en cada ser viviente. Para el Bodhisattva que ha purificado su conciencia a través del Samadhi, y ha afinado su corazón a la resonancia de todos los mundos, la mente de los otros no es ajena, sino como su propia palma. Esto permite actuar con hábiles medios (upaya) perfectos, pues se conoce la raíz del sufrimiento del otro no por conjetura, sino por experiencia directa. Solo quien ya no busca para sí puede comprender realmente el interior de otro. Meditar en silencio profundo, entregarse en fe al Buda Eterno, y cultivar la ecuanimidad y la compasión sin límites, despiertan este don como un fruto natural.
Este poder significa que, a medida que purificamos nuestra mente y cultivamos la compasión verdadera, comenzamos a intuir con claridad el mundo interior de los demás: sus dudas, sus heridas, sus miedos, sus intenciones. No es magia, sino sensibilidad espiritual. Cuando dejas de pensar solo en ti y comienzas a escuchar profundamente, sientes al otro desde dentro, como si su dolor resonara en tu propio pecho. Esta es la "telepatía" del corazón compasivo.
2. El Ojo Divino: La Visión Ilimitada de Todos los Reinos y Fenómenos - El Buda y el Bodhisattva iluminado poseen el Ojo Divino, que no es el ojo carnal ni el de la lógica discursiva, sino una visión que trasciende los límites de lo visible, contemplando todos los fenómenos —nacimientos y muertes, karmas y retribuciones, seres y mundos— tal como son. Este poder revela la realidad simultánea de todos los reinos, desde los más ínfimos Infiernos hasta las más elevadas Tierras Puras, y no en secuencia, sino en co-presencia. Nada está oculto al Ojo Divino, porque el Bodhisattva no ve con un órgano, sino con la totalidad de su ser en armonía con el Dharmadhatu (Reino del Dharma). Quien ha meditado contemplando la interpenetración de todas las cosas, quien ha sumergido su mente en la claridad del Samadhi, verá que los límites del espacio y el tiempo no son barreras, sino velos sutiles que caen cuando la mente se aquieta y se abre. Este poder es visión iluminada, no por visión, sino por la ausencia del yo que divide.
Este poder se desarrolla cuando tu mente se vuelve clara como el agua quieta. Entonces comienzas a ver más allá de las apariencias: percibes el sufrimiento detrás de una sonrisa falsa, la bondad detrás de un gesto rudo, el karma que se mueve silencioso detrás de los hechos. No necesitas ojos especiales: necesitas una mente sin prejuicios y un corazón lleno de luz. Ese es tu verdadero "ojo divino".
3. Conocimiento de Vidas Pasadas: Recordar el Sendero Infinito de los Seres - El tercer poder es la capacidad de recordar las vidas pasadas propias y ajenas, con detalle y claridad, no como una narración externa, sino como una vivencia directa. Este es el acceso a la Consciencia Alaya, la Consciencia Universal, que contiene las semillas (bijas) kármicas de las vidas pasadas de todos los seres. El Bodhisattva avanza por el Sendero del Tiempo como quien camina por una galería de espejos, y ve cómo cada vida es una manifestación del karma que teje el tejido de la Existencia. Este conocimiento no es una mera cronología, sino una sabiduría compasiva, pues al contemplar las múltiples vidas de los seres, el Bodhisattva entiende sus sufrimientos, sus errores, sus votos olvidados, sus amores perdidos, y actúa para guiarlos sin juicio ni condena. Ver las vidas pasadas es ver el dolor en su raíz y la luz en su potencial. Este poder se cultiva por medio de la meditación profunda en la naturaleza vacía y sin nacimiento del yo, pues solo quien ha trascendido la ilusión del "yo actual" puede vislumbrar el encadenamiento sin principio de su flujo de conciencia. La práctica devocional ante el Buda Eterno, como reflejo de todas las vidas y de todos los karmas, facilita el despertar de esta visión.
Este poder es también empatía profunda: reconocer en otro lo que tú también has vivido, en esta u otras vidas, y ayudar sin juzgar. Quien ve su pasado con humildad, puede ver el de los demás con ternura.
4. Conocimiento del Futuro: Penetración de Todos los Efectos del Karma - El cuarto poder es el conocimiento pleno del futuro: no como predicción arbitraria, sino como sabiduría directa de las consecuencias inevitables de las causas plantadas en el campo del tiempo. El Buda ve el futuro porque comprende con lucidez la red del karma, y sabe cómo cada semilla, si no se purifica, germinará conforme a su naturaleza. Este poder es vital en la actividad del Bodhisattva, pues le permite actuar no por reacción, sino con visión profética, guiando a los seres hacia futuros más luminosos, aun cuando ellos mismos no vean la dirección. En el Sutra Avatamsaka, los Bodhisattvas son descritos como jardineros cósmicos que ya han visto las estaciones futuras de las almas.
Para nosotros, este poder se aproxima a través de la contemplación del karma: cómo cada pensamiento, palabra y acción son semillas en el campo de la Realidad, y cómo podemos plantar causas de iluminación hoy. La comunión constante con el Buda Eterno —quien es Presente Eterno, y por tanto también Futuro Perfecto— permite que este poder surja como una irradiación natural de la mente despierta. Aquí no se trata de adivinar el mañana, sino de comprender cómo lo que piensas, dices y haces hoy, modela tu destino. Desarrollar este poder es como convertirse en jardinero de tu vida: sabes qué semilla da qué flor. Así, eliges tus palabras con sabiduría, tus actos con conciencia, porque ves con claridad la dirección que estás tomando. El futuro ya está naciendo en este mismo instante.
5. El Oído Divino: Escuchar los Lamentos y Oraciones del Mundo - El quinto poder es el Oído Divino, por el cual el Buda y los grandes Bodhisattvas escuchan todas las voces del Samsara: gritos de dolor, suspiros de arrepentimiento, oraciones silenciosas, cantos de fe. Y lo hacen sin confusión, sin esfuerzo, y sin interrupción. Escuchan incluso lo que no se pronuncia con palabras, pues oyen el lenguaje del alma. Este poder es por excelencia el atributo de Avalokiteshvara (Kannon), el Bodhisattva que escucha las voces del mundo. Pero todos los Bodhisattvas Avanzados lo manifiestan, pues su compasión es tal que ninguna voz se pierde, ningún susurro queda sin respuesta, ningún clamor es olvidado. Meditar en silencio no es aislarse del mundo, sino afinar el oído del espíritu. Cuando uno escucha el propio corazón en comunión con el Eterno, comienza a oír —como un eco sagrado— los corazones de los otros. Este poder surge así del cultivo de la escucha atenta, del Samadhi de la compasión, y de la práctica de responder, incluso en lo secreto, a los sufrimientos del mundo.
Cuando tu corazón se vuelve compasivo y silencioso, empiezas a escuchar con el alma. No solo oyes voces: captas susurros de necesidad, miradas que claman ayuda, gestos que piden perdón. Este poder es la capacidad de escuchar al mundo entero, no con los oídos, sino con una presencia amorosa y atenta. Quien escucha bien, cura solo con estar presente.
6. Viajar a Todos los Reinos de Buda Sin Moverse - Este poder sublime es descrito en el Sutra Avatamsaka con imágenes que desafían nuestra imaginación dualista. El Bodhisattva, sin dar un solo paso, puede recorrer ilimitadas Tierras Puras, adentrarse en mundos lejanos, y aparecer ante innumerables Budas y seres sin abandonar su propio asiento. No es un viaje en el espacio físico, sino una proyección simultánea de su presencia donde sea necesario. El Sutra nos dice que en el corazón del Bodhisattva plenamente iluminado residen todas las tierras del Dharma, y que allí donde haya un ser que necesite ser guiado, consolado, instruido o salvado, el Bodhisattva puede manifestarse de inmediato, como una llama que enciende sin consumir.
Este poder nace de la realización de la interpenetración de los mundos: que todo está en todo, y que el cuerpo del Bodhisattva, siendo uno con el Dharmadhatu, no está limitado por las dimensiones físicas. En la meditación, cuando cesa el apego a este cuerpo efímero y se abraza el cuerpo vasto del Buda Eterno, surge esta capacidad como flor del vacío. Este poder florece cuando te conviertes en una persona disponible, presente y abierta, capaz de tocar los corazones aunque no estés físicamente allí. Es como cuando alguien te recuerda y se siente reconfortado, o lee tus palabras a distancia y siente tu presencia cerca. Cuando actúas con sinceridad, tu ser llega a lugares donde tu cuerpo no alcanza.
7. Dominio de los Diferentes Idiomas de Todos los Seres - El séptimo poder es el entendimiento y uso perfecto de todos los lenguajes de todos los seres, no solo humanos, sino también de devas, nagas, aves, árboles, pensamientos, vibraciones, colores y silencios. El Bodhisattva avanzado no solo comprende estos idiomas, sino que habla en ellos con perfecta adecuación al oyente, enseñando el Dharma en la lengua más íntima del alma de cada ser. Este poder trasciende la lingüística. Es el don de decir exactamente lo que un ser necesita oír, de la manera más compasiva y eficaz, conforme a su karma, nivel de comprensión y sensibilidad. En el Avataṃsaka, se dice que los discursos del Bodhisattva son como nubes que, en cada valle, se vierten en lluvias distintas, según la sed de cada flor.
Este poder se cultiva mediante la sabiduría de los Medios Hábiles, la escucha profunda y la contemplación del otro como expresión del Buda. El lenguaje, para el Bodhisattva, no es un instrumento del ego, sino una joya sagrada que refleja la mente iluminada del universo. No se trata de hablar muchas lenguas humanas, sino de hablar a cada persona de la manera en que puede comprenderte. Una sonrisa a un niño, un silencio respetuoso a un anciano, una palabra firme a quien está perdido: es saber adaptar tu manera de comunicarte para sanar, guiar y consolar. Este poder es el fruto del amor que se pone en el lugar del otro.
8. El Poder de Mostrar Formas Físicas Espléndidas - El octavo poder es la capacidad de manifestar ilimitadas formas corporales, todas espléndidas, radiantes, inspiradoras, para adaptarse a los distintos seres y llevarlos hacia el Despertar. No es un engaño ni una ilusión, sino la compasión que toma forma para instruir, guiar, consolar o despertar. Así como Avalokiteshvara puede aparecer como hombre, mujer, niño, anciano, laico o deidad, dependiendo del ser que se le presente, el Bodhisattva plenamente iluminado puede proyectar infinitos cuerpos de enseñanza, cada uno adornado con cualidades que conducen al Dharma. Estas formas no son estáticas, sino como espejos en movimiento, adaptativos y benevolentes, que surgen del vacío como reflejos de la mente iluminada. En meditación profunda, cuando uno contempla la impermanencia del cuerpo físico y se funde con el Cuerpo del Dharma (Dharmakaya), esta capacidad comienza a florecer en forma de empatía, creatividad y presencia sanadora.
A medida que el Dharma transforma tu vida, tu sola presencia comienza a inspirar, consolar y elevar a los que te rodean. No necesitas alas ni luces sobrenaturales: tu mirada honesta, tu sonrisa serena, tus actos coherentes son formas del Buda manifestándose a través de ti. Este poder es ser ejemplo sin pretensión. Es dejar que el Buda Eterno brille a través de tu forma humana.
9. Conocimiento de Todos los Dharmas - El noveno poder es el conocimiento perfecto y directo de todos los Dharmas: todas las realidades, principios, fenómenos, causas, efectos, doctrinas y métodos. El Bodhisattva avanzado comprende sin confusión ni error los fenómenos tal como son, en su verdad relativa y última, en su forma y vacuidad. Este poder incluye la comprensión de los 84,000 métodos de enseñanza, de las clasificaciones doctrinales, de los Tres Tiempos, de las Cuatro Nobles Verdades, de los Seis Paramitas, de los Diez Estados del Bodhisattva, y de toda la vasta red de enseñanzas que conforman el Tesoro del Buda. En el Sutra Avatamsaka, se nos muestra que el Buda no solo enseña doctrinas: él es la encarnación viviente de todos los Dharmas. Por ello, los Bodhisattvas iluminados participan de este conocimiento por comunión directa, no por estudio externo solamente.
Este poder se cultiva en nosotros por la combinación inseparable de fe, estudio profundo de los Sutras, y meditación, que abre el corazón a la Sabiduría Perfecta. Así, el devoto ya no memoriza el Dharma: se convierte en él. Al estudiar el Dharma, reflexionar con humildad y practicar con constancia, empiezas a ver cómo todo en la vida es una enseñanza. Cada caída, cada encuentro, cada emoción se vuelve un capítulo del Sutra Viviente. Este poder no es tener toda la información, sino saber ver la enseñanza detrás de cada experiencia, y transmitirla con compasión.
10. Conocimiento del Samadhi de la Extinción de Todos los Dharmas - El décimo y más profundo poder es la realización del Samadhi donde todos los dharmas se extinguen: el estado en que se trascienden todas las diferenciaciones, todas las dualidades, incluso la noción de "enseñanza", "ser" o "despertar", y se entra en la Talidad (Tathata) sin forma, sin nombre, sin límites. Este Samadhi es la cúspide del Camino. No es la aniquilación, sino la fusión luminosa con la Realidad Última, donde los Dharmas se disuelven como gotas en el océano de la Mente del Buda. Desde este silencio total, surgen luego los otros poderes: el Bodhisattva retorna, pero ya no como individuo, sino como manifestación viva del Reino del Buda.
Este poder no puede cultivarse con esfuerzo voluntarista. Solo puede nacer del abandono radical del yo, de la entrega absoluta al Buda Eterno en meditación profunda, y de la maduración de los votos del Bodhisattva hasta que se convierten en naturaleza. En el Sutra Avatamsaka, se dice que este Samadhi es el corazón secreto del Sutra, el lugar donde todas las flores del cosmos se funden en una sola luz. Cuando tu mente se libera de apegos, expectativas, comparaciones y miedo, entras en una paz tan grande que ya no necesitas entender, ni controlar, ni decir nada. Es el silencio luminoso donde todo está bien, donde descansas en el Buda Eterno como un niño en brazos de su madre. Este poder es la base de todos los demás: es la quietud perfecta donde renace el mundo con ojos nuevos.
Estos Diez Poderes no son adquisiciones egoicas ni trofeos espirituales, sino reflejos de la unidad con el Buda Eterno, frutos del Voto del Bodhisattva y de la práctica incansable, humildemente desplegados por amor a los seres. Para la Escuela del Loto Reformada, estos poderes son también promesas: lo que el Buda nos reveló es lo que podemos llegar a encarnar, si seguimos el Camino con fe, estudio y práctica sincera. Y como podemos ver, estos Diez Poderes no son imposibles ni lejanos. Son el rostro de nuestra budeidad innata asomándose poco a poco, conforme caminamos con sinceridad, fe, estudio y práctica. Cuando amas con sabiduría, cuando estudias con humildad, cuando meditas con confianza, el Buda Eterno comienza a vivir en ti… y estos poderes brotan como flores del alma.
En el Budismo Esotérico, los Poderes o Siddhis son considerados manifestaciones del poder dhármico que habita en toda Realidad. No provienen del ego ni del esfuerzo mundano, sino del alineamiento ritual y místico con el universo como mandala viviente. Al armonizar cuerpo, palabra y mente con los del Buda Cósmico, el practicante deviene uno con el funcionamiento del Cosmos, y de ahí surgen los poderes. Los Poderes son reconocidos en múltiples niveles:
- Como frutos del Samadhi profundo en la Comunión (Meditación) con el Buda Eterno. La comunión con el Buda en el Samadhi genera estados en los que estos poderes comienzan a manifestarse.
- Como bendiciones conferidas por los Budas y Bodhisattvas a los devotos. El corazón que se abre al Buda Eterno comienza a vibrar en la misma frecuencia que los Poderes del Buda. A través de mudras, mantras y mandalas (como los enseñados en el Mikkyo), se establecen canales para que el Poder del Buda Eterno actúe en nosotros como luz que atraviesa un cristal puro.
- Como síntomas del avance en el Camino Secreto hacia la Budeidad en esta vida (Sokushin Jobutsu).
No son fines en sí mismos, sino medios hábiles, que, cuando están al servicio del voto del Bodhisattva, se convierten en instrumentos de salvación universal. Cuando un Bodhisattva manifiesta estos siddhis, no lo hace para asombrar, sino para salvar y despertar. Cuando tú y yo cultivamos el camino con sinceridad, también se manifiestan:
- en la forma de palabras que llegan justo a tiempo,
- en una paz que ilumina un cuarto entero,
- en una compasión que trasciende el yo y se convierte en respuesta pura.
El Buda Eterno nos habita, y estos poderes son su modo de tocar el mundo a través de nosotros. Están sembrados en nuestra conciencia desde tiempo sin origen. Solo aguardan el agua del voto y el sol de la práctica para florecer. Por ello, lo más importante que debemos de recordar sobre ellos es que los Poderes o Siddhis no son ornamentos externos del camino, ni dones que se persiguen con egoísmo espiritual, sino que son reflejos vivos del Reino del Buda manifestado en nuestra propia conciencia, cuando esta ha sido purificada por la fe, madurada por el estudio, y encendida por la práctica. Así como una lámpara encendida disipa la oscuridad sin esfuerzo, del mismo modo el alma iluminada irradia sin buscarlo los poderes que residen naturalmente en su interior. Cada poder, lejos de separarnos de los demás, nos une más estrechamente al sufrimiento del mundo y al llamado de los seres sintientes. Son herramientas de compasión: el ojo divino para ver el dolor oculto, el oído divino para escuchar las súplicas silenciadas, el poder de hablar en todos los lenguajes para llevar el Dharma a cada rincón del corazón humano.
En nuestra tradición, no buscamos los siddhis como metas, sino como testimonios de la presencia activa del Buda Eterno en nuestras vidas. El más pequeño acto hecho con fe —una oración susurrada, un voto cumplido, una lágrima ofrecida por otro— contiene el germen de los Diez Poderes. El propósito final no es dominar las habilidades sobrenaturales, sino convertirnos en encarnaciones vivas del Dharma: que nuestra mente sea samādhi, que nuestras palabras sean mantra, que nuestro cuerpo sea mudra, y que nuestra vida entera sea una manifestación del Reino del Buda en esta tierra. Porque, como enseña el Sutra Avatamsaka, el Cosmos entero es un Mandala, y cada ser es una flor que refleja todas las demás. Los Siddhis no son algo que uno tiene, sino lo que uno es cuando desaparece todo aferramiento y solo queda el corazón libre, el Corazón del Buda. Entonces —sin que lo busques, sin que lo proclames—, el ojo se abrirá, el oído se afinará, la voz será clara, la compasión se volverá acto, y los poderes del Buda florecerán en ti, como un loto abierto en el corazón del tiempo.
Que todos los seres alcancen este Despertar. Que todos los Siddhis se conviertan en caminos hacia la liberación. Y que el Reino del Buda se manifieste —a través de ti— aquí y ahora.