El Sutra Avatamsaka, conocido también como el Sutra de la Guirnalda de Flores, se eleva como la cima resplandeciente de la revelación budista, el punto en el que la Budología alcanza su expresión más vasta y sublime. En él, la voz del Buda no aparece limitada por la condición humana ni enmarcada en los horizontes del tiempo histórico; allí habla el Dharmakaya Mahavairocana, el Buda Eterno en su pura dimensión cósmica, y lo hace no ya en la forma de parábolas sencillas o discursos didácticos, sino en un lenguaje que parece tejido con la misma sustancia de los mundos infinitos. El Sutra Avatamsaka no describe meramente una doctrina, sino que abre un horizonte ontológico: cada átomo contiene todos los átomos, cada ser refleja todos los seres, y todo el universo aparece como una vasta red de interpenetración luminosa donde no hay frontera entre lo uno y lo múltiple. Es, por tanto, el Dharma Cósmico del Buda, el despliegue inmediato de su Sabiduría infinita, antes de haber sido traducida y acomodada a las limitaciones del entendimiento humano. Dado a esto, el Buda posteriormente volvió a transfigurar su Verdadera Persona antes del final de su vida, cuando los seres estaban ya listos para comprender su Verdadero Dharma, y predicó el Sutra Avatamsaka en el lenguaje de los seres, y lo llamó el Sutra del Loto, su Revelación, el cual luego expandió en el Sutra del Nirvana.
En este sentido, el Sutra Avatamsaka no se opone al Sutra del Loto ni al Sutra del Nirvana, sino que los envuelve y fundamenta. Allí donde el Sutra del Loto y el Sutra del Nirvana se dirigen a la asamblea de los hombres y mujeres, sentados bajo los árboles o en la plaza pública, el Avatamsaka abre ante la visión la arquitectura de todos los mundos de Buda, los océanos de Bodhisattvas, las dimensiones inconcebibles de la práctica y de la Iluminación. Podríamos decir que el Sutra Avatamsaka es el himno cósmico, mientras que el Sutra del Loto y del Nirvana son la traducción de ese himno al idioma humano. El primero canta la infinitud del Reino del Buda como lo perciben los sabios y los seres celestiales; los otros dos revelan, con compasión y pedagogía, que esa misma infinitud nos pertenece también a nosotros, seres frágiles y transitorios, que necesitamos metáforas, parábolas y testamentos para no extraviarnos en el vértigo de lo inconmensurable.
En el Sutra Loto, el Buda proclama que su Iluminación no es un hecho de este mundo, sino un principio eterno que trasciende los kalpas y que habita en lo profundo de todos los corazones. En el Sutra del Nirvana, asegura que la Naturaleza del Buda es universal y que ningún ser está excluido de la posibilidad de alcanzar el Despertar. Ambos Sutras son, por así decirlo, el rostro humano de lo eterno, el Dharma Terrenal que traduce el Misterio Cósmico en palabras, parábolas y gestos comprensibles para nuestra condición. El Sutra Avatamsaka, en cambio, es el rostro celeste, la revelación directa de la Mente del Buda Eterno, que despliega sin atenuantes la red infinita de interdependencias en la que se sostiene todo lo existente.
En la Escuela del Loto Reformada entendemos esta relación como la unión de dos planos inseparables de una misma verdad. El Sutra Avatamsaka nos ofrece la cúpula del Templo Cósmico, la Visión del Buda tal cual es, como fundamento y corona de todas las enseñanzas. El Sutra del Loto y del Nirvana, en cambio, son los cimientos y las puertas de ese mismo templo, las sendas que nos guían desde nuestra limitación histórica hasta la plenitud de la eternidad. En el uno contemplamos el universo como una Flor de Luz infinita; en los otros dos aprendemos cómo entrar en esa Flor y cómo habitarla. Así se comprende que el mensaje del Buda no es dual: no hay un Dharma Cósmico separado de un Dharma Humano, sino un único Dharma que se manifiesta en dos registros, uno inconmensurable y otro pedagógico, ambos inseparables, ambos necesarios.
Sin embargo, no es extraño que quienes se acercan al Sutra Avatamsaka lo encuentren difícil, inalcanzable o incluso incomprensible. No es un texto pensado para agradar al intelecto común, ni para reconfortar con promesas inmediatas; es una sinfonía que sólo puede escucharse plenamente con la fe, con la entrega del corazón que se abre a lo infinito. Muchas veces sentimos que no estamos preparados, que sus imágenes de océanos de mundos y asambleas inconcebibles nos superan. Y, en efecto, nos superan, porque no fueron pronunciadas para halagar la mente racional, sino para revelar el Reino del Buda tal cual es, en su inconmensurabilidad. Pero aunque no entendamos cada detalle, aunque no podamos abarcar su vastedad, basta con sumergirse en sus páginas con humildad y devoción para recibir el perfume de la eternidad y la certeza de que también nosotros participamos de esa red infinita de luz.
Es precisamente por esto que hemos dedicado tanto tiempo en traducir y comentar el Sutra Avatamsaka al español, dilucidando sus doctrinas y prácticas, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas de la Tradición del Loto. Para abrir de par en par las puertas del Templo de la Iluminación y elevar el Sutra al mismo estatus que merece junto al Sutra del Loto y el Sutra del Nirvana.
Así, el Sutra Avatamsaka, el Sutra del Loto y Sutra del el Nirvana forman una tríada inseparable: el primero nos muestra el Reino Cósmico del Buda Eterno en toda su grandeza; los otros dos traducen ese Reino a la lengua de los hombres, abriendo para nosotros las puertas de la salvación. Mirar con los ojos del Avatamsaka es contemplar el Cosmos como un Mandala sin fin; caminar con los pasos del Loto y del Nirvana es llevar esa visión a la práctica concreta de la fe, el estudio y la acción compasiva. Y en la unión de ambos registros, el cósmico y el terrenal, descubrimos que la Iluminación no es una promesa lejana, sino la flor misma que sostiene el mundo, la Flor Eterna del Dharma que nos invita a entrar en su centro luminoso.