Según la Tradición Budista, cuando el Bienaventurado alcanzó la Budeidad perfecta e insuperable bajo el Arbol Bodhi, su mente se expandió más allá de los confines del mundo condicionado. El Buda Shakyamuni, en el momento de su Despertar bajo el Arbol de la Iluminación, se despojó de su forma humana provisional como un loto que abandona su envoltura, y se transfiguró en su verdadera naturaleza luminosa: el Buda Eterno, el Dharmakaya resplandeciente como un millón de soles. Este acto no fue una transformación en el sentido de cambiar de estado, sino una revelación —como si la Realidad misma hubiese rasgado el velo de lo condicionado para mostrar el cuerpo original e inmutable del Tathagata, El Que Viene de la Talidad o la Verdadera Realidad. Ya no era el asceta Gautama, hijo de un rey, sino Mahavairocana, el Gran Sol del Dharma, cuya presencia no se halla limitada por coordenadas ni tiempos, sino que reside en todas partes donde haya un corazón receptivo al Infinito.
En este estado de pureza y omnipresencia, el Buda no predicó simplemente un sermón; emanó un Cosmos. El Sutra Avatamsaka no es una enseñanza pronunciada con labios, sino un manantial de visión pura, un discurso nacido directamente del Dharmadhatu, el Reino del Dharma, en el que cada palabra, cada imagen y cada símbolo es un portal hacia la realidad interpenetrada. Todos los Bodhisattvas de las diez direcciones, los dioses de incontables sistemas mundiales, las manifestaciones futuras de la Budeidad, los sabios y devas de los cielos puros, todos acudieron al lugar del Bodhimanda —aunque no con cuerpos físicos, sino con sus mentes despiertas— y oyeron al Buda Eterno desplegar su Dharma Cósmico como una Guirnalda de Flores sin fin, engarzando mundos dentro de mundos, significados dentro de significados, Budas dentro de Budas.
Aquí se establece una verdad fundamental para la Escuela del Loto Reformada: el Sutra Avatamsaka no es simplemente la palabra del Buda Shakyamuni histórico, sino la manifestación directa de la Conciencia Universal del Buda Eterno que habita en todos los seres. Es por ello que este Sutra se comprende no como una explicación, sino como una epifanía, como una emanación visual, sonora y ética de la mente omnipenetrante del Tathagata. Este momento glorioso, que ocurre justo después de la Iluminación y antes de las predicaciones dirigidas a los humanos comunes, representa la apertura del Reino del Buda, en el que los seres altamente realizados pueden entrar y contemplar, como en un espejo, su propia futura Budeidad reflejada en el Dharmakaya del Maestro.
Esta enseñanza no fue dada en un solo lugar ni en un solo momento según la lógica humana. El Sutra Avatamsaka es considerado por sus comentaristas como una emanación multidimensional que tuvo lugar en el mismo Bodhimanda de Bodhgaya, pero que simultáneamente reverberó en múltiples reinos y direcciones cósmicas. No es casual que se le llame también el "Sutra del Reino del Dharma" (Sermón del Dharmadhatu), pues en él el Buda enseña no desde un lugar fijo, sino desde su Cuerpo Cósmico (Mahavairocana), revelando que la Iluminación no es un punto de llegada, sino una esfera de totalidad que se manifiesta eternamente.
Las escuelas Huayan en China y Kegon en Japón, siguiendo la clasificación doctrinal establecida por el Gran Maestro Chih-i (538-597) en el Siglo VI de los Cinco Periodos de la escuela Tientai (Tendai), asumieron esta tradición como parte de su fundamento doctrinal. Afirmaron que el Sutra no pertenece a un período cronológico común, sino a la primera fase de enseñanza del Buda, previa incluso al silencio de los primeros días, y mucho antes de que se adaptara al nivel de comprensión de los seres a través de los Sutras Agamas y Sutras Mahayanas. En esta línea, el Gran Maestro Fazang (643–712) enseñó que el Sutra Avatamsaka representa la sabiduría integral del Buda, mientras que los demás sutras son adaptaciones parciales para discípulos de capacidades limitadas. La Escuela del Loto Reformada, siguiendo el orden de los Cinco Periodos del Plan Dhármico de Salvación, también venera este texto como emanación primigenia del Corazón del Buda Eterno, y lo contempla como preludio visionario y fundacional del Dharma Eterno que luego se sistematiza en el Sutra del Loto.
Así pues, hablar del "origen" del Sutra Avatamsaka no es referirse a un hecho histórico en el sentido moderno, sino invocar una budofanía de palabras, una floración inmediata de la Conciencia Búdica. Su transmisión no comenzó en pergaminos ni en las voces de traductores, sino en la luz sin sombra de la mente iluminada, que al no hallar límites en su compasión, se derramó en forma de sutra. Quien se adentra en este texto no escucha la voz de un maestro común, sino el eco de la primera palabra de un Buda completamente despierto, que no enseña a través de silogismos, sino mediante la visión directa de la realidad infinita. En este sentido, el Sutra Avatamsaka no es una enseñanza que comienza, sino un Reino que se abre. Y para el corazón devoto, eso basta para inclinar la cabeza y comenzar a escuchar.
La predicación del Sut-ra Avatamsaka fue el amanecer cósmico que marcó el inicio de una nueva era para todos los seres, no pronunció palabra alguna durante varios días. Este silencio sagrado, preservado en múltiples tradiciones canónicas, ha sido interpretado por los maestros del Mahayana no como una ausencia de compasión, sino como el testimonio de la profundidad insondable de aquello que había realizado. La verdad última, dicen los sabios, no puede ser enseñada directamente con palabras, porque las palabras pertenecen al mundo de la dualidad, mientras que la Iluminación acontece en la unidad luminosa del Todo. Sin embargo, este silencio no estaba vacío, sino colmado de presencia, de significación y de luz. Fue en este espacio suspendido entre lo inefable y lo expresado, entre el Despertar y la enseñanza gradual, que se reveló lo que los textos llaman el Sutra Avatamsaka. Según la tradición de la Escuela del Loto Reformada, el Sutra Avatamsaka no fue pronunciado con labios humanos, sino emanado desde la totalidad de la Conciencia Búdica, como una ofrenda espontánea de sabiduría al Cosmos entero. No es un discurso entre maestro y discípulo, sino la floración sin intermediarios de la sabiduría primordial, brotando desde el Corazón del Buda como los diez mil pétalos de una flor que se abre en el centro de todos los mundos.
Aquí se manifiesta una enseñanza fundamental: el Sutra Avataṃsaka no es una obra atribuida meramente al Buda histórico, sino la revelación del Buda Original, el Dharmakaya, que mora eternamente como fundamento, fuente y destino de todo lo que es. En esta visión, el Buda Shakyamuni no es únicamente un maestro humano, sino la encarnación compasiva de Mahavairocana, el Buda Cósmico, cuya conciencia sin fronteras se desborda en forma de dharmas, mundos, seres, votos, prácticas y sabiduría. Esta identidad entre Shakyamuni y Vairocana —entre lo histórico y lo eterno, entre el Nirmanakaya y el Dharmakaya— es afirmada repetidamente en las escuelas Huayan y Kegon, y plenamente asumida por la Escuela del Loto Reformada, que la reconoce como piedra angular del Verdadero Dharma para nuestra era.
En este sentido, el Sutra Avatamsaka no es un texto lineal ni progresivo, sino una emanación simultánea de todos los principios del Despertar, desplegados en la forma de un universo adornado de joyas, donde cada fenómeno refleja a todos los demás. Cada capítulo, cada imagen, cada personaje, no son entidades separadas, sino manifestaciones del mismo Buda Original revelándose a Sí mismo en miríadas de espejos. Así como el loto se abre con la luz sin necesidad de ser empujado, así también este Sutra brotó sin esfuerzo desde la Conciencia Iluminada, como una sinfonía de luz, compasión y sabiduría para los Bodhisattvas de todos los rincones del Cosmos. Por ello, este texto debe ser leído no como una enseñanza que nos viene de fuera, sino como una memoria profunda que despierta en nuestro interior, pues si el Buda Original es la esencia de todos los Budas, también es la raíz de nuestra propia Naturaleza Búdica. Escuchar o leer el Sutra Avatamsaka es, entonces, escuchar la voz de nuestro ser más profundo, que desde tiempos sin comienzo ha estado esperando este encuentro sagrado con la Verdad. Y así, al abrir sus páginas, no estamos leyendo un Sutra, sino contemplando el rostro eterno del Buda, reflejado en cada palabra, en cada imagen, en cada flor del Dharma.
El nombre sánscrito "Avataṃsaka" (en chino: Huayen, en japonés: Kegon) posee una belleza fonética que ya anticipa la profundidad estética y doctrinal del texto que designa. Su etimología revela una riqueza simbólica sin parangón: "ava" ("hacia abajo", "completo") y "taṃsaka", derivado de "taṃs" ("adornar", "ornamentar"), componen una expresión que puede traducirse como "ornamento sublime", o más profundamente, como "embellecimiento total de la Realidad". Este adorno no es material, sino espiritual: una manifestación del Dharma en su esplendor más alto, un tejido de significados interconectados que reflejan la infinita armonía del universo iluminado.
La imagen de una guirnalda de flores —delicada, perfumada, entrelazada con cuidado amoroso— no ha sido elegida por azar. Es un símbolo que condensa la esencia misma de la enseñanza: la multiplicidad armoniosa de los fenómenos, todos unidos por un hilo invisible de unidad trascendente. Cada flor es un mundo, cada pétalo una enseñanza, cada aroma una virtud, y todas están entrelazadas por el hilo sagrado del Dharma del Buda Eterno, que recorre, sin ser visto, todos los planos de existencia. No son flores sueltas, separadas y dispersas, sino un solo ornamento viviente, cuya forma y belleza revelan una totalidad que trasciende la suma de sus partes. Esta metáfora floral adquiere una profundidad mística cuando se contempla desde la doctrina del Buda Uno en los Muchos. Así como las flores múltiples pertenecen a una sola guirnalda, así también las incontables apariciones del Buda en diferentes tierras, cuerpos y formas, no son sino manifestaciones de un solo Buda Original: el Dharmakzya, que se adorna a sí mismo con sus propias virtudes, apariencias y acciones compasivas. El Sutra Avatamsaka no narra historias fragmentadas de distintos Budas, sino que revela cómo todas las formas del Buda son emanaciones de una sola esencia, como si cada flor de la guirnalda fuese una expresión distinta del mismo aroma inconfundible.
Desde esta perspectiva, el nombre "Avataṃsaka" no sólo designa un texto, sino que describe la estructura misma de la Realidad según la Iluminación del Buda. La guirnalda es la manera en que el cosmos se revela cuando se contempla desde la mente despierta: no como objetos separados, sino como un entramado interrelacionado e interpenetrante, donde cada fenómeno contiene a todos los demás. Esta es la enseñanza de la interpenetración, que más tarde sería articulada con sublime precisión por los maestros Huayen. Cada flor refleja la totalidad del ornamento; cada instante contiene la eternidad; cada ser es un espejo del Reino del Buda.
La Escuela del Loto Reformada abraza este símbolo con profunda veneración, reconociendo en él no sólo una descripción poética del Dharma, sino un modelo para la vida espiritual del Bodhisattva. Ser parte de la guirnalda del Buda es asumir la forma de flor: humilde, bella, conectada, ofrecida. Así, el nombre Avataṃsaka nos recuerda que somos, cada uno de nosotros, pétalos en la guirnalda infinita del Reino del Buda, y que en nuestra interconexión con todos los seres y con la totalidad del Dharma, hallamos tanto nuestro lugar como nuestro propósito. Esta guirnalda no adorna a un ser separado, sino que adornamos juntos al mismo Cuerpo del Buda, y en esa floración compartida, florece también el Despertar.