Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Escuela del Loto Reformada) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


lunes, 25 de agosto de 2025

Las Diez Etapas o Bhumis del Bodhisattva en el Sutra Avatamsaka de Acuerdo con el Budismo del Loto

 


Los Diez Bhumis o Etapas del Bodhisattva, descritos en el capítulo 26 del majestuoso Sutra Avatamsaka, constituyen uno de los mapas espirituales más sublimes y detallados que la Tradición Budista ha legado a los devotos, y una de las doctrinas más importantes del Sutra. El término "Bhūmi", que literalmente significa "tierra", "etapa" o "fundamento", alude a un terreno firme en el que el Bodhisattva establece su práctica y sabiduría. Cada etapa es a la vez una consumación de méritos y un umbral hacia nuevas profundidades de realización, configurando un camino ascendente que refleja la progresiva manifestación de la Budeidad Inherente. En este sentido, los Diez Bhumis no son simples niveles abstractos, sino ámbitos vivos de experiencia espiritual, en los que la compasión y la sabiduría se entrelazan para transformar la mente del practicante en un vehículo del Dharma. El Sutra Avatamsaka los presenta como una estructura cósmica, donde cada Bhumi es iluminado por la vasta red de interdependencias que caracteriza el Dharmadhatu. Así, el Bodhisattva, al avanzar, no solo asciende él mismo, sino que arrastra consigo a incontables seres hacia la orilla de la iluminación. Desde la primera etapa, llamada "Alegría", donde surge el júbilo del Despertar Inicial, hasta la décima, "Nube del Dharma", donde el Bodhisattva se vuelve un dispensador universal de la enseñanza, el camino revela una espiral ascendente que conduce al límite de lo humano y abre las puertas de lo trascendente. Es, por tanto, un viaje que no solo describe la perfección gradual de las virtudes —los Paramitas o Perfecciones— sino también la revelación progresiva de la naturaleza eterna del Buda en el corazón de cada ser. De esta manera, los Diez Bhumis no son solo doctrina, sino invitación: un llamado a reconocer que cada paso dado en la práctica y en la vida puede convertirse en terreno sagrado, si se camina con la visión del Bodhisattva y con la confianza de que toda la existencia se orienta hacia el Despertar. Veamos los mismos a la luz del Budismo del Loto.

1. Pramuditā-Bhūmi — (La Etapade la Gran Alegría) - Aquí inicia el Sendero Sublime. El Bodhisattva ha generado auténticamente la Mente del Despertar (Bodhicitta) —no como un ideal lejano, sino como una resolución irreversible de alcanzar la Budeidad por el bien de todos los seres. Esta mente brota del corazón como manantial puro que surge en una montaña nevada: silenciosa, profunda, y rebosante de vida. Al comprender la posibilidad del Despertar para todos, el Bodhisattva experimenta una alegría extática, no por haber obtenido algo, sino porque ha encontrado el Camino Verdadero, el Ekayana, el Vehículo Único, donde todos los seres son Hijos del Buda. En esta Etapa comienza a practicar la perfección de la Generosidad (Dana-Pramita), dando sin apego, sin dualidad entre dador, receptor y don. Su dar no es material solamente, sino también espiritual: ofrece enseñanzas, consuelo, y presencia. El universo se convierte en campo de méritos, y su corazón en fuente inagotable.

2. Vimalā-Bhūmi — (La Etapa de la Inmaculada Pureza) - Aquí el Bodhisattva purifica sus acciones, su palabra y su mente, hasta hacerlas brillar con la pureza del Dharma. La ética (Sila) ya no es sólo una serie de preceptos, sino una expresión espontánea del amor sabio y la compasión lúcida. En esta Etapa, la moralidad no es represión ni control, sino armonía con la Naturaleza Búdica universal. Como un loto que no se mancha con el barro, el Bodhisattva transita por el mundo sin contaminarse, manifestando el Cuerpo del Dharma (Dharmakaya del Buda Eterno) en cada gesto. Ha erradicado las raíces de las acciones impuras, y en su conducta se percibe la huella de innumerables Budas. Su ética es flexible y compasiva, sabia y libre, ajustándose con habilidad a las necesidades de cada ser. Esta tierra es el espejo claro que refleja la verdadera humanidad iluminada.

3. Prabhākarī-Bhūmi — (La Etapa del Resplandor Ilimitado) - Desde esta etapa, el Bodhisattva comienza a irradiar luz espiritual, como una lámpara encendida en una caverna ancestral. Esa luz no es física, sino Sabiduría Luminosa que disipa las nieblas de la Ignorancia. En esta Etapa, el Bodhisattva ha perfeccionado la Paciencia (Kshanti), pero no como mera tolerancia, sino como profunda aceptación de la interdependencia de todos los fenómenos. Puede soportar injurias sin odio, ver el sufrimiento sin desesperación, y permanecer firme sin orgullo. No reacciona a las ofensas, porque ya no hay ego que se sienta herido. Su paciencia es heroica, como la de los Budas que soportan kalpas enteros de oscuridad para llevar una sola chispa de liberación. Su luz brilla no por sí misma, sino para guiar a los demás.

4. Arciṣmatī-Bhūmi — (La Etapa de la Ardiente Claridad) - Aquí el Bodhisattva arde como una llama sagrada. Es la Etapa del Esfuerzo Diligente (Virya) llevado a su cúspide. Su práctica es constante como el fluir del tiempo, inquebrantable como el diamante, y serena como el crepúsculo de los mundos puros. El fuego de la sabiduría se vuelve abrasador: quema las raíces de los engaños y transforma el sufrimiento en compasión activa. El Bodhisattva se vuelve incansable en su misión. Donde hay aflicción, allí va. Donde hay oscuridad, él desciende. Donde hay confusión, él siembra discernimiento. Su energía no proviene del deseo, sino del voto sagrado que ha hecho: "No descansaré hasta que todos los seres estén salvados".

5. Sudurjayā-Bhūmi — (La Etapa Difícil de Superar) - Aquí el Bodhisattva alcanza el dominio de la Meditación (Dhyana). Su mente es como un lago en calma que refleja la luna de la Vacuidad sin distorsión. Se adentra en múltiples Samadhis, cada uno más vasto que el anterior, y en ellos no pierde la conciencia de los seres, sino que los abraza a todos como un padre al contemplar a sus hijos durmiendo. Ha superado los engaños más sutiles. El ego que se disfraza de virtud ha sido reconocido y disuelto. Sus percepciones ya no son dualistas, y por eso es difícil de superar: no hay punto por donde atraparlo, porque es como el viento que se mueve libremente. Esta Etapa  es temida por los demonios y venerada por los sabios, pues quien la alcanza ha cruzado la línea de lo humano hacia lo cósmico.

6. Abhimukhī-Bhūmi — (La Etapa de la Apariencia del Sabio) - Aquí el Bodhisattva ve cara a cara la Verdad Última. No la piensa, no la teoriza: la contempla directamente. En esta visión, la Sabiduría de la Vacuidad (Sunyata Jnana) se revela no como negación, sino como luminoso campo de interpenetración. Ve que los fenómenos no tienen esencia propia, pero precisamente por eso son infinitamente valiosos: cada flor, cada rostro, cada lágrima, es una manifestación del Buda. En esta Etapa, el Bodhisattva no sólo sabe que todo está vacío, sino que vive como si así fuera. No se aferra a nada, pero ama profundamente todo. Sus actos son sin ego, sin apego, sin cálculo. Ha trascendido la prisión del "yo", pero permanece por puro amor. Su sabiduría es como un espejo sin manchas: refleja sin juzgar, sin alterar, sin elegir.

7. Dūraṅgamā-Dhūmi —  (La Etapa del Irresistible Movimiento) - Esta es la Etapa de la acción universal. El Bodhisattva ya no tiene un "lugar" propio: se manifiesta donde es necesario. Como el viento que acaricia todas las hojas, así él toca todos los corazones. Se ha convertido en maestro de los Medios Hábiles (Upaya), y adopta mil formas, mil nombres, mil culturas, para guiar a los seres de acuerdo a su capacidad. En esta Etapa, la compasión se ha vuelto sin límites. El Bodhisattva no conoce el descanso, pero tampoco el agotamiento. Ha trascendido el tiempo lineal: su karma es un océano que toca todas las costas del Samsara. Puede entrar en múltiples mundos simultáneamente y enseñar sin cesar. Esta tierra representa la danza sagrada del Bodhisattva en el escenario cósmico.

8. Acalā-Bhūmi —  (La Etapa de la Inamovilidad) - Aquí el Bodhisattva se vuelve inalterable como una montaña sagrada. Ninguna tentación, elogio, crítica o adversidad puede moverlo. Ha alcanzado la perfecta Ecuanimidad (Upeksha), no como frialdad, sino como compasión estable. Su mente es el cielo: las nubes vienen y van, pero él permanece claro y vasto. No hay odio, deseo ni ignorancia. Su compasión se ha vuelto total, su sabiduría radiante. Ya no "practica" el Dharma: él es el Dharma encarnado. Se vuelve un faro para otros Bodhisattvas, un pilar del mundo, un Bodhisattva de majestad. Su presencia otorga paz a los dioses y firmeza a los hombres.

9. Sādhumatī-Bhūmi — (La Etapa del Buen Entendimiento) - El Bodhisattva aquí ha alcanzado una sabiduría ilimitada. Su capacidad de enseñar el Dharma no tiene igual. Conoce las inclinaciones, karmas, traumas y esperanzas de cada ser, y les habla exactamente con las palabras que pueden abrir sus corazones. Es un maestro de lenguajes, parábolas, símbolos y silencios. Su palabra es como lluvia que cae suavemente y germina semillas de fe. Puede responder preguntas difíciles sin esfuerzo, porque su sabiduría no está en la mente, sino en el corazón del Buda. Es en esta Etapa donde se manifiesta como líder espiritual, guía de mundos, constructor de Sanghas, sembrador de refugios.

10. Dharmameghā-Bhūmi — (La Etapa de la Nube del Dharma) - La cúspide. El Bodhisattva aquí está a un paso de la Budeidad Perfecta. Su existencia misma se ha vuelto una nube de Dharma que riega los campos de todos los mundos. Ha abandonado los residuos más sutiles del ego, los rastros de dualidad, y habita en el umbral entre el Samsara y la Iluminación. Sus actos ya no son actos: son emanaciones del Cuerpo del Dharma (Dharmakaya). Su compasión es incondicional, su sabiduría es oceánica, su presencia es universal. No queda nada que alcanzar, pero sigue actuando como si quedara todo por hacer. Es aquí donde recibe las bendiciones de todos los Budas y se convierte en Tathagata, flor del tiempo y Señor de los Tres Mundos.

Cuando el Sutra Avatamsaka nos describe los Diez Bhumis, no debemos entenderlos como etapas externas a nuestro ser, ni como peldaños que algunos seres privilegiados ascienden mientras otros permanecen en la penumbra. Según la visión del Loto, todo ser posee desde su origen la Budeidad Innata. Por ello, los Bhumis no son otra cosa que el despliegue gradual de esa semilla eterna, que yace ya presente en el corazón de cada ser viviente. El Sutra del Loto declara que todos los seres, sin excepción, llegarán a ser Budas; el Sutra del Nirvana proclama que la Naturaleza de Buda es universal. Así, al contemplar las etapas del Bodhisattva, comprendemos que son reflejo de nuestra propia vida espiritual, en la que el Dharma eterno germina, crece y florece hasta convertirse en una nube que derrama lluvias de sabiduría sobre el mundo.

El Gran Maestro Chih-i nos enseñó la doctrina de los Cinco Periodos, en los cuales las enseñanzas del Buda se desplegaron de modo gradual. El Avatamsaka, siendo el primero de estos, revela el Dharma Cósmico en su vastedad, presentando el universo como un entramado de joyas en interpenetración. Sin embargo, su altura es tal que muchos no pueden comprenderlo ni integrarlo en la vida práctica. Allí aparece el Loto como culminación: el mismo Dharma del Avatamsaka, pero traducido en lenguaje humano, dirigido al corazón del mundo, revelando que no son diez niveles solo para unos pocos avanzados, sino el destino común de todos los seres. En nuestra tradición, los Diez Bhumis encuentran su plenitud cuando se reconocen en el Vehículo Único: cada etapa no es propiedad exclusiva de los Bodhisattvas “superiores”, sino parte del camino cotidiano de cualquier devoto que, con fe, estudio y práctica, hace florecer en sí mismo las perfecciones del Dharma.

Cada Bhumi está asociado a la perfección de un Paramita. La primera etapa, Pramuditā (Alegría), corresponde a la Perfección de la Generosidad; la segunda a la Moralidad; la tercera a la Paciencia, y así sucesivamente hasta culminar en la Sabiduría Trascendental. Aquí, el Avatamsaka parece marcar un ascenso progresivo, pero la visión del Loto añade un giro esencial: no se trata de una secuencia cerrada, sino de un entramado donde todas las Perfecciones están ya presentes desde el inicio, aunque aún veladas. Cuando el devoto del Loto canta, medita o estudia las palabras del Buda, está ya practicando las diez perfecciones en germen. En otras palabras, el bhūmi no es una cima distante, sino el terreno inmediato bajo nuestros pies: cada acto de compasión, cada instante de paciencia, cada despertar de fe es ya un "fundamento del Buda".

En nuestra Escuela Reformada insistimos en que el Dharma no debe quedar relegado a los templos o a los textos, sino que debe encarnarse en la vida del pueblo, en el trabajo, en la familia, en la comunidad. Bajo esta luz, los Diez Bhumis ofrecen una cartografía que orienta el modo en que el creyente integra el Dharma en su existencia diaria. La primera Alegría del Despertar Inicial es como la fe que surge al escuchar el Sutra del Loto; la Paciencia cultivada en el Tercer Bhumi se refleja en la perseverancia del creyente ante las pruebas de la vida; la Energía del sexto se manifiesta en la voluntad de transformar el entorno en Tierra Pura; y la décima Nube del Dharma se concreta en la acción del devoto que, con su palabra y su ejemplo, hace llover el Dharma en su comunidad. De este modo, las etapas no son abstracciones místicas, sino pedagogía práctica de la vida iluminada.

El Sutra Avatamsaka enseña la doctrina de la Interpenetración, según la cual cada fenómeno contiene a todos los demás. Aplicado a los Bhumis, esto significa que cada etapa contiene ya las demás. Aquí nuestra escuela encuentra un eco profundo: los Diez Bhumis no son escalones rígidos, sino espejos de la Budeidad única que se manifiesta en diversas fases. Así, el devoto que hoy experimenta la "Alegría" del Primer Bhumi ya participa, en potencia, de la "Nube del Dharma" del décimo. La progresión es real, pero también lo es la simultaneidad: cada paso en el camino contiene el fruto completo. Esto ilumina la vida espiritual con esperanza: incluso el creyente más humilde participa ya del Reino del Buda.

Como vemos, el Sutra Avatamsaka describe al Bodhisattva en su progreso como un héroe espiritual que va perfeccionando sus virtudes hasta convertirse en un Pilar del Cosmos. Sin embargo, la clave interpretativa que nos brinda el Sutra del Loto nos enseña que estos no son logros privados, sino logros compartidos. Cada Perfección adquirida por el Bodhisattva no se guarda para sí, sino que se vuelca inmediatamente en la red de los seres. La Generosidad del Primer Bhumi ya alimenta y alienta a los que caminan junto al Bodhisattva; la Paciencia del tercero no es mera resistencia personal, sino fortaleza que sostiene a una comunidad entera; y la Sabiduría de los niveles más altos no es contemplación solitaria, sino visión lúcida que ilumina caminos colectivos. Por ello, los Diez Bhumis son comprendidos, a la luz del Loto, como la forma en que el Buda Eterno prepara la gran obra de transformar el Samsara en Tierra Pura. Cada avance de un Bodhisattva es un avance del mundo entero, pues su progreso genera un campo de méritos compartidos en el que todos los seres participan.

Nuestra Escuela proclama que la Voluntad del Buda Eterno es la instauración de su Reino en este mismo mundo, el Reino del Despertar. Los Diez Bhumis son, en este sentido, el modelo pedagógico de cómo ese Reino se realiza. El Décimo Bhumi, la "Nube del Dharma", representa de modo perfecto esta dimensión: el Bodhisattva se convierte en dispensador de lluvias de enseñanza y bendición, refrescando y fecundando toda la tierra. Pero incluso los primeros niveles anuncian este destino: el júbilo inicial de la fe es ya el brote de un nuevo mundo; la Disciplina Moral es la arquitectura ética de una sociedad justa; la Energía y la Meditación de los niveles intermedios son fuerzas que construyen cultura, belleza y sabiduría. Así, al recorrer los Bhumis, el Bodhisattva no solo madura interiormente, sino que está levantando, piedra por piedra, el Reino del Buda en medio del Samsara.

El Sutra Avatamsaka nos enseña que un solo pensamiento de un Bodhisattva abarca los Diez Mundos y se interpenetra con todos los dharmas. El Sutra del Loto, por su parte, nos recuerda que todos los seres participan de esa misma vocación. Así, los Diez Bhumis no son etapas que uno asciende en soledad, sino que implican una comunidad de práctica y una comunión cósmica. En cada paso del Bodhisattva, incontables seres reciben beneficio y son arrastrados hacia el despertar. De ahí que la práctica del Loto, centrada en la fe y la comunidad, no vea a los Bhumis como un itinerario elitista, sino como símbolos de una maduración compartida: la Sangha entera, al perseverar en el Dharma, se convierte en Bodhisattva colectivo que avanza hacia la Iluminación.

Desde la óptica de nuestra tradición, los Bhumis son también etapas de purificación del mundo mismo. Cada virtud cultivada limpia una dimensión de la Existencia, hasta que el Cosmos entero resplandece como el Mandala del Buda Eterno. En la primera Alegría, el Samsara se revela ya como potencialmente Tierra Pura; en la Paciencia, el sufrimiento se transforma en camino de liberación; en la Sabiduría, la ilusión se convierte en vehículo del Dharma; en la Nube del Dharma, la lluvia universal de la enseñanza convierte la tierra seca en campo floreciente. Así, los Diez Bhumis son, en clave del Loto, no solo grados de ascenso espiritual, sino fases de la transfiguración del mundo en Reino del Buda.

Aquí reside una de las enseñanzas más profundas para el devoto común: los Diez Bhumis no son un ideal inalcanzable reservado a Bodhisattvas celestiales, sino espejos en los cuales el creyente puede contemplar su propio caminar. Cada vez que practicamos la Generosidad en medio de la escasez, estamos en la primera tierra; cada vez que cultivamos Paciencia ante la adversidad, caminamos en la tercera; cada vez que compartimos el Dharma en una conversación sencilla, nos acercamos a la décima. De este modo, los Bhumis se convierten en horizontes de vida que alientan, sostienen y animan la fe en medio de la cotidianidad.

Los Diez Bhumis y las Seis Identidades del Loto

El Sutra Avatamsaka nos ofrece el despliegue grandioso de los Diez Bhumis, como Etapas del Bodhisattva que avanza hacia la Perfecta Iluminación. Sin embargo, el Gran Maestro Chih-i, al interpretar el Camino del Despertar dentro de la síntesis Tiantai–Tendai, consideró que estas etapas, aunque sublimes, debían ser adaptadas a una pedagogía más cercana al corazón de los seres ordinarios en el Último Período del Dharma (Mappo). Por ello elaboró la doctrina de las Seis Identidades (Rokusoku), que describe cómo todos los seres ya participan, desde diversos grados, en la Budeidad del Buda Eterno.

Estas Seis Identidades son:

  1. Identidad en el Principio (ri-soku): Todos los seres son idénticos al Buda en su principio fundamental, porque todos poseen la Naturaleza de lBuda. Esta es la más fundamental de todas. Significa que, en virtud de la Naturaleza Búdica, todos los seres ya son idénticos al Buda en su raíz esencial. No importa si son humanos, animales, espíritus o demonios: en todos late la misma Realidad del Buda Eterno. Aquí se manifiesta la doctrina de la Budeidad Innata: antes de cualquier práctica, antes de cualquier mérito, ya somos Buda en principio. Sin embargo, esta identidad es como una semilla oculta: su presencia es real, pero aún no se manifiesta.
  2. Identidad en el Nombre (myō-soku): El simple hecho de escuchar el Nombre del Dharma ya los hace partícipes de la Budeidad. Este principio es de enorme importancia misionera: muestra que la fe comienza con la escucha, y que incluso aquellos que apenas rozan el Dharma ya entran en el campo de la iluminación. Es la identidad en el "nombre", porque basta con el vínculo con la Palabra del Buda para quedar marcado por ella.
  3. Identidad en la Contemplación (kan-soku): Aquellos que practican la contemplación del Dharma participan más conscientemente de la Realidad Búdica.  Aquí se da un paso más. El devoto no solo escucha el nombre, sino que medita y contempla el Dharma. Al practicar la Lectio Ilumina de los Sutras, al entrar en el Samādhi, al observar la unidad de las Tres Verdades (Santai), el practicante comienza a percibir directamente la Budeidad en su vida. Esta identidad es más consciente, más luminosa: no es solo un principio o un nombre recibido desde fuera, sino una participación interior en la realidad del Buda.
  4. Identidad en la Similitud (sō-soku): La práctica produce frutos semejantes a los del Buda, aunque aún no plenos. Al profundizar en la práctica, el devoto comienza a reflejar las cualidades del Buda. Sus actos de compasión, de paciencia y de sabiduría se asemejan a los del Bodhisattva. Aunque aún no ha alcanzado la plena Iluminación, su vida se vuelve semejante a la del Buda. Esta identidad es como la luna reflejada en el agua: no es la luna misma, pero ya comparte su luz y su forma. Aquí se encuentra la esperanza de que la vida transformada es signo real del Reino del Buda manifestándose en el mundo.
  5. Identidad en la Parcial Realización (bun-soku): El devoto alcanza vislumbres directos de la Iluminación, semejantes a las etapas de los Bodhisattvas avanzados. Esta etapa corresponde a experiencias más profundas: momentos en que el devoto toca directamente la realidad de la Iluminación. Son vislumbres, aperturas, intuiciones poderosas que lo colocan en comunión con los grandes Bodhisattvas. Aquí ya no se trata de mera semejanza, sino de una realización parcial: el devoto participa realmente de la sabiduría y compasión del Buda, aunque todavía no de manera plena y estable.
  6. Identidad en la Realización Plena (kyō-soku): Culminación en la plena Budeidad, idéntica a la del Buda Eterno. Finalmente, la identidad culmina en la perfecta igualdad con el Buda. Ya no hay distancia, ya no hay parcialidad: el devoto realiza en plenitud la Iluminación, idéntica a la del Buda Eterno. En este nivel, se cumple el anuncio del Sutra del Loto: que todos los seres llegarán a ser Budas, iguales en sabiduría, compasión y poder al Buda mismo.

Nuestra Escuela del Loto Reformada reconoce que los Diez Bhumis del Sutra Avatamsaka constituyen un ideal grandioso, pero que la práctica de los devotos requiere un método más inmediato y comprensible. Por eso, siguiendo al Gran Maestro Chih-i, hablamos de las Seis Identidades como el verdadero camino formativo de nuestra tradición. Estas Identidades son la pedagogía del Loto: muestran que, incluso sin ascender por las Diez Etapas de la Cosmología Avatamsaka, cualquier ser humano ya participa de la Iluminación, aunque sea en forma de principio, de nombre o de semejanza. Así, las Seis Identidades funcionan como el corazón pedagógico del Loto, mientras que los Diez Bhumis permanecen como su horizonte estelar: una visión majestuosa que nos inspira y nos recuerda la altura inconmensurable del camino del Bodhisattva.

Estas Seis Identidades son un modo pedagógico y pastoral de traducir la grandeza de los Diez Bhumis en un camino cercano y universal. Chih-i las pensó para mostrar que el acceso a la Budeidad no depende de ascender lentamente por etapas casi imposibles, sino que desde el inicio ya somos partícipes de la iluminación en distintos grados de consciencia y manifestación.

  1. En el Principio, todos somos Buda en potencia.
  2. En el Nombre, ya entramos en contacto real con el Dharma.
  3. En la Contemplación, lo hacemos vida interior.
  4. En la Similitud, nuestra vida se va conformando a la del Buda.
  5. En la Parcial Realización, gustamos directamente de su Iluminación.
  6. Y en la Plena Realización, nos volvemos idénticos al Buda Eterno.

Para nuestra Escuela del Loto Reformada, estas Identidades son esenciales, porque muestran que nadie queda excluido. El campesino que escucha por primera vez el Sutra, el estudiante que contempla un pasaje en silencio, la madre que actúa con paciencia y compasión, todos ellos ya participan de la Budeidad. El Reino del Buda se manifiesta así no solo en grandes Bodhisattvas, sino en la vida cotidiana de los creyentes.

Aunque nuestra práctica se guía por las Seis Identidades, los Diez Bhumis siguen siendo una estrella norte que orienta nuestra vida espiritual. Ellos nos recuerdan que la fe no se agota en los primeros pasos, ni en el simple acto de escuchar el nombre del Sutra, sino que tiende hacia una consumación plena, hacia el estado en que el devoto se convierte en nube de Dharma que fecunda el mundo entero. De este modo, los bhumis nos enseñan la vastedad del camino, mientras las Seis Identidades nos muestran la cercanía de ese mismo destino. En palabras sencillas: los Bhumis son el Mapa del Cosmos Iluminado; las Identidades, el mapa de nuestro corazón. Ambos coinciden en su punto final: la realización del Reino del Buda en este mundo.

Aquí se revela la sabiduría de nuestra tradición: no se trata de elegir entre el Avatamsaka y el Loto, sino de integrarlos. Los Diez Bhumis abren ante nosotros la perspectiva infinita de la maduración de la Budeidad Innata, mientras las Seis Identidades nos dicen: "ya estás en ese camino, aquí y ahora, aunque no lo veas." Así, la vida espiritual en la Escuela del Loto Reformada se mueve entre dos polos: la visión grandiosa de la interpenetración cósmica del Avatamsaka y la inmediatez compasiva del Loto, que traduce esa visión en práctica concreta y accesible.

El creyente que contempla los Diez Bhumis podría desanimarse, pensando que son etapas lejanas, propias de Bodhisattvas cósmicos imposibles de imitar. Pero al aprender las Seis Identidades, comprende que esos mismos Bhumis ya están presentes en germen en su propia vida. Cuando el Sutra del Loto proclama que incluso el más humilde ser —la hija del Rey Dragón, el malvado Devadatta, los animales, los demonios— poseen la Naturaleza de Buda, nos revela que todos están ya, de algún modo, en el camino de las Diez Etapas.

En consecuencia, los Diez Bhumis siguen siendo modelo y símbolo, pero nuestra escuela los relee a la luz de las Seis Identidades, como la confirmación de que la Iluminación no es una lejanía inaccesible, sino una realidad universal, presente y compartida.