Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Escuela del Loto Reformada) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


lunes, 18 de agosto de 2025

La Lámpara Inextinguible: Sermón en Honor al Nacimiento del Gran Maestro Saicho (Dengyo Daishi)

 


Hoy, al reunirnos en la luz del Buda Eterno, conmemoramos con reverencia y gratitud, al igual que todos los templos Tendai, el nacimiento del Gran Maestro Saicho, Dengyo Daishi, el Padre del Budismo Japonés y el Perfeccionador del Budismo del Loto. En su vida contemplamos cómo la Voluntad del Buda se encarna en un ser humano, y cómo, a través de la fidelidad de un monje humilde en el Monte Hiei, se abrió para toda una nación —y ahora para nosotros, en el mundo hispano— un camino luminoso hacia la Budeidad.

Su nacimiento en Omi, en el año 767, no fue un hecho ordinario en el fluir de los días. Los maestros antiguos recuerdan que cuando un gran Bodhisattva desciende al mundo, los signos de la naturaleza anuncian la magnitud del acontecimiento. Así podemos imaginar que la ribera del Lago Biwa fue entonces como un loto que se abría en silencio, preparando su floración para custodiar el Dharma. En aquella tierra, en apariencia humilde, la Providencia del Buda Eterno hacía brotar al hijo que habría de encender la llama inmortal en el Monte Hiei. Ese niño, que habría de retirarse a la montaña para abrazar el silencio y el estudio, se convertiría en la voz del Buda Eterno en Japón, elevando la enseñanza del Loto a la categoría de guía nacional y espiritual. No buscó honores ni poder; buscó solamente la verdad del Sutra del Loto, la joya que proclama que todos los seres poseen la naturaleza búdica innata y que un solo Vehículo —el Vehículo Único— conduce a la salvación de todos.

Recordamos cómo, siendo aún joven, encendió en el Monte Hiei una lámpara frente a Yakushi Nyorai (Buda de la Medicina) y pidió que jamás se apagara. Esa lámpara aún arde, más de mil años después, como signo de que el Dharma no se extingue, sino que atraviesa las generaciones. Y podemos afirmar con gratitud que la misma luz que iluminó los salones de Enryaku-ji en Japón ha cruzado siglos y océanos para llegar hasta nosotros. Hoy nosotros, en tierras hispanas, podemos proclamar con gozo que la herencia del Gran Maestro Saicho vive en nuestra lengua, en nuestras comunidades, en nuestra fe compartida.

El Gran Maestro Saicho fue un reformador, pero no de los que destruyen; fue un perfeccionador, que supo tomar la Herencia del Buda y darle su forma plena. Comprendió que el verdadero monje del Loto no se define por las reglas externas del Vinaya, sino por los Preceptos Perfectos y Súbitos del Bodhisattva, donde se hace visible la Budeidad Innata. Fundó Enryaku-ji como una forja de Bodhisattvas, donde doce años de estudio, meditación y servicio formarían ministros del Dharma para proteger la nación. Con ello, mostró que el Reino del Buda no es una utopía lejana, sino una tarea concreta aquí y ahora.

Bodhisattvas, ¿qué significa hoy celebrar su nacimiento? Significa recordar que Saicho no fue un maestro de otro tiempo y otro pueblo únicamente: fue un emisario del Buda Eterno, y el Buda Eterno no conoce fronteras. Su misión continúa en cada uno de nosotros que abrimos el Sutra del Loto, que encendemos una lámpara de fe en nuestras casas, que recitamos y estudiamos con devoción. En nuestra lengua, en nuestra cultura, en nuestras familias, su obra se prolonga, porque el Dharma verdadero no pertenece a un país, sino a todo el mundo de los seres sintientes.

Y aquí, queridos Bodhisattvas, quisiera invitarles a una reflexión íntima: cada uno de nosotros debe hacerse un Monte Hiei en su propio corazón. Así como Saicho exigía a sus discípulos un retiro de doce años en la montaña, nosotros podemos abrazar un retiro interior de doce años en nuestra vida diaria: doce años de estudio perseverante del Loto, doce años de contemplación fiel, doce años de disciplina ética y de servicio compasivo. Convertir nuestra casa, nuestro trabajo, nuestras relaciones en un santuario vivo, donde el Buda Eterno sea honrado y la lámpara interior nunca se extinga.

Así como Saicho defendió el Loto contra la oposición y contra la enfermedad de sus últimos años, también nosotros hemos de mantener firme la fe. La lámpara que encendió en el Monte Hiei es la misma que hoy arde en nuestros corazones: la certeza de que el Buda Eterno no nos abandona, de que cada vida humana está llamada a la Iluminación, y de que la obra del Bodhisattva consiste en transformar nuestro mundo en Tierra Pura.

Por eso, celebremos con alegría. El Gran Maestro Saicho vive en nosotros, y su Herencia se encuentra en nuestros países en la Escuela del Loto Reformada. Su nacimiento no es un hecho pasado, es un acontecimiento presente, pues cada vez que un devoto se levanta con el Sutra en sus manos, cada vez que alguien confía en su naturaleza búdica, cada vez que un hombre o una mujer en cualquier rincón del mundo hispano proclama que existe un solo Vehículo y un solo Buda Eterno, Saicho renace, y su misión se cumple. Esa llama, encendida en la montaña como una lámpara ante Yakushi Nyorai, no pertenece solo a Japón ni a una época lejana: es la Llama Inextinguible del Dharma que el Buda ha confiado a su emisario para que ilumine a todos los pueblos. Por eso, cuando recitamos el nombre de Dengyo Daishi, no solo recordamos a un maestro del pasado: reconocemos la Presencia Viva del Buda Eterno obrando en el mundo a través de él. Esa misma luz que resplandece en Enryaku-ji, en la lámpara que nunca se apagó, brilla también en nuestras tierras hispanas, en cada hogar donde el Sutra del Loto es leído, en cada corazón que confía en su Naturaleza Búdica. Así, la misión de Saicho no se limita a custodiar el Dharma en Japón, sino a extenderlo hasta los confines del mundo, para que toda nación participe de la Tierra Pura prometida por el Buda Eterno.

Bodhisattvas, si hoy celebramos su nacimiento, es porque en él celebramos la fidelidad del Buda a su propia promesa: que nunca dejaría de enviar mensajeros para encender lámparas, hasta que toda la tierra se convierta en Reino del Buda. Que nuestra conmemoración culmine en gratitud: primero, al Buda Eterno, por enviarnos a Saicho como su emisario; segundo, al Gran Maestro Dengyo Daishi, por su fidelidad hasta la muerte; y tercero, a todos los discípulos de la cadena del Loto que, siglo tras siglo, han mantenido viva la lámpara hasta que hoy nos llega en nuestras manos y en nuestro idioma.

Que hoy, en esta conmemoración sagrada, nuestra gratitud se convierta en voto: continuar la obra de Saicho, custodiar el Dharma del Loto, y transmitir la lámpara encendida hasta que el Reino del Buda florezca en toda la Tierra. Por ello, con las manos unidas, decimos: "Namu Shūso Konpon Dengyō Daishi Fukujū Kongō" (Me Refugio en el Gran Maestro que Transmite el Verdadero Dharma. Que el Camino del Diamante Traiga Bendición y Prosperidad a Todos los Seres).