Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Escuela del Loto Reformada) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


jueves, 21 de agosto de 2025

El Diagrama del Samadhi del Sello del Océano: El Poema del Maestro Uisang sobre el Sutra Avatamsaka - Traducción y Comentario

 


Uisang (625–702), discípulo del gran maestro chino Zhiyan, fue quien introdujo en Corea la enseñanza del Sutra Avatamsaka, estableciendo el linaje Hwaom (coreano para Huayan). En un acto que podríamos considerar tanto artístico como devocional, compuso el "Sello del Océano" (Haein-jang), también conocido como el "Diagrama del Samadhi del Sello del Océano" (Haein Sammae), cuyo contenido místico y estructura laberíntica representan en sí el principio fundamental de la doctrina Huayan: la interpenetración de todos los fenómenos sin obstrucción.

En lugar de escribir un comentario o un tratado como sus homólogos chinos, Uisang condensó en forma poética y visual toda la cosmovisión del Sutra Avatamsaka. Su sello, a la vez caligráfico y meditativo, adopta la forma de un mandala de 30 versos de 7 caracteres, organizados simétricamente en forma cuadrada. Cada línea, esquina y ángulo está dispuesto de forma que refleja los principios metafísicos de la no-obstrucción y la interrelación, como si cada carácter fuera una joya en la Red de Indra.

El diseño del Sello del Océano no es meramente decorativo. Está cuidadosamente estructurado como un laberinto concéntrico que se recorre recitando, empezando desde el centro y girando hacia las cuatro direcciones. Su forma refleja la totalidad de la cosmología Huayan: el centro representa la Mente Iluminada (el Dharmadhatu puro), desde donde emanan todas las formas y fenómenos sin separarse jamás de la Vacuidad original. Este mandala es llamado "sello" porque sella la mente con la sabiduría omnipenetrante del Buda: cada carácter es como una gota del océano, conteniendo en sí la imagen de todo el mar. De ahí su nombre: "Samadhi del Sello del Océano" (Haein Sammae), donde "Hae" significa "océano", "In" "sello”, y "Samadhi" se refiere a una absorción contemplativa profunda e inquebrantable. Este samādhi fue interpretado por la tradición Huayan como el estado mental del Buda que, en su iluminación perfecta, puede percibir simultáneamente todos los dharmas, en todas las direcciones, sin confusión, sin impedimentos y sin separación.

Hasta hoy, el Sello del Océano de Uisang es recitado en voz alta en los monasterios Hwaom de Corea como una práctica meditativa, similar a un Dharani. No se trata meramente de una lectura, sino de un acto ritual de contemplación sonora, que sincroniza la mente del devoto con la Mente del Buda. El sonido mismo se convierte en la onda vibratoria del océano de la realidad, y el cuerpo que recita se convierte en parte del Mandala. Recitar el Sello es como sumergirse en las profundidades de la conciencia iluminada del Dharmakaya.

Esta recitación pretende llevar al practicante al estado de fusión mística con el Dharmadhātu. Se cultiva entonces la sabiduría de la interpenetración no obstructiva (li-shih wu’ai y shih-shih wu’ai), en la que:

  • El principio universal penetra todos los fenómenos sin obstrucción.
  • Todos los fenómenos particulares también se interpenetran entre sí, sin cancelarse ni confundirse.

Esta es la visión gloriosa que los antiguos describieron como el Reino del Loto de la Luz Infinita, donde todo se refleja en todo, como joyas en la Red de Indra.

Los textos Huayan afirman que quien se sumerge en el Samadhi del Sello del Océano entra en la visión del Buda. En este estado sagrado:

  • Se ven todos los dharmas del pasado, presente y futuro sin ningún velo.
  • Se viaja instantáneamente a todas las Tierras de Buda, a través de las partículas del polvo cósmico.
  • Se manifiestan milagros según la voluntad iluminada, sin esfuerzo ni obstrucción.
  • Se irradian ondas de compasión, como olas desde el corazón del océano.
  • Se llena el cosmos de luces arcoíris, nubes fragantes, y lluvias de flores de loto.
  • Se adornan los cielos y las Tierras Puras con la visión misma de la Mente del Buda.

Esta es la actividad del Bodhisattva en su estado de perfecta contemplación: no un escape del mundo, sino una profunda inmersión en el mundo como manifestación del Buda Eterno. Cada mota de polvo contiene infinitos reinos, y cada pensamiento es una manifestación del Samadhi.

En la Escuela del Loto Reformada, esta enseñanza es profundamente estimada como una expresión perfecta del Reino Primordial del Dharmadhatu, que es nuestro hogar original. En el uso meditativo del Sello del Océano, el devoto regresa a este Reino, no como un lugar distante, sino como la verdadera naturaleza de la mente y de los fenómenos.

Al seguir el trazado del Sello —o al recitar sus versos lentamente, desde el centro hacia las direcciones del espacio— uno realiza la verdad esencial: que Uno está en Todo y Todo está en Uno. Aquí se cumple la máxima huayan: “En una partícula de polvo, caben las Diez Direcciones”, y “Una gota contiene el océano entero”.

Y así, el Océano del Samadhi, sin oleajes de ego ni límites de visión, se vuelve nuestro verdadero lugar de meditación. No hay frontera entre uno y el Todo. No hay interior ni exterior. No hay arriba ni abajo. Solo el fluir libre, luminoso e interdependiente de todos los dharmas en el campo puro del Buda.

El Sello del Océano de Uisang no es solo un poema ni un mandala: es una puerta al Infinito, una guía mística hacia la experiencia de la Unidad en la Multiplicidad, y una joya doctrinal del Budismo Mahayana, especialmente en su expresión Huayan. Nos invita, como discípulos del Buda, a dejar atrás la visión fragmentaria del mundo y sumergirnos en la visión unificadora y reluciente del Reino del Loto, donde cada ser, cada cosa, cada momento y cada pensamiento brillan con el resplandor de la Budeidad Eterna.

Recitar este sello, meditar sobre su forma, o simplemente contemplar su misterio, es una forma de zambullirse en el Samadhi de la Totalidad, donde todas las luces se encuentran, y todas las formas se transparentan mutuamente. Veamos una traducción del mismo con un breve comentario que ilumine someramente sus enseñanzas. Todo error es enteramente mío.

Samadhi del Sello del Océano 

1. Dado que la naturaleza del dharma es circular e interpenetrante, carece de cualquier signo de dualidad. 

2. Todos los dharmas son inamovibles, y originalmente tranquilos. 

3. Sin nombre ni forma, todas las distinciones han sido abolidas. 

4. Se conoce a través de la Sabiduría de la Iluminación, no por ningún otro nivel. 

5. La Verdadera Naturaleza es extremadamente profunda, sumamente sutil y sublime. 

6. No se apega a la naturaleza propia, sino que se manifiesta siguiendo condiciones causales. 

7. En Uno está Todo, en Muchos está el Uno. 

8. Uno es idéntico a Todo, Muchos es idéntico a Uno. 

9. En una partícula de polvo, están contenidas las diez direcciones. 

10. Y así es, con todas las partículas de polvo. 

11. Eones incalculablemente largos, son idénticos a un solo instante de pensamiento. 

12. Y un solo instante de pensamiento, es idéntico a eones incalculablemente largos. 

13. Los nueve tiempos y los diez tiempos, son mutuamente idénticos. 

14. Sin embargo, no se confunden ni se mezclan, sino que funcionan por separado. 

15. En el momento en que uno comienza a aspirar con el corazón, instantáneamente se alcanza la Iluminación Perfecta. 

16. El Samsara y el Nirvana, siempre están en armonía. 

17. Los fenómenos particulares y el principio universal, están completamente fusionados sin distinción. 

18. Este es el mundo del Bodhisattva Samantabhadra, y los Diez Budas. 

19. En el Samadhi del Sello del Océano de Buda, 

20. Se producen muchos milagros inimaginables, según los deseos. 

21. Esta lluvia de joyas que beneficia a todos los seres sintientes, llena todo el espacio vacío. 

22. Todos los seres sintientes reciben esta riqueza, según sus capacidades. 

23. Por lo tanto, quien practica la contemplación, regresa al reino primordial. 

24. Y sin detener la ignorancia, no se puede obtener. 

25. Por medios hábiles incondicionales, se alcanza la libertad completa. 

26. Al regresar a casa (el reino primordial), se obtienen riquezas, según las capacidades. 

27. Por medio del Dharani, un tesoro inagotable, 

28. Se adorna el Dharmadhatu, como un verdadero palacio de joyas. 

29. Finalmente, uno reposa en el mundo real, el lecho del Camino Medio. 

30. Aquello que originalmente es inmóvil, se llama Buda.

Comentario

1. “Dado que la naturaleza del dharma es circular e interpenetrante, carece de cualquier signo de dualidad.”

Este primer verso establece la premisa fundamental de la Ontología Avatamsaka: la Realidad es un círculo, no una línea. Su movimiento es concéntrico, no fragmentario. En esta visión “redonda”, como la denominó la tradición coreana, todo está contenido en todo. El Dharma, en su esencia, es interpenetración, es decir, cada fenómeno particular contiene todos los demás sin perder su identidad. Al decir que no hay signos de dualidad, Uisang está afirmando que no hay un "aquí" y un "allí", un "yo" y un "otro", sino un tejido continuo de manifestación en el que todo está mutuamente reflejado. Esto no es mera abstracción: es la descripción del mundo tal como lo ve un Buda.

2. “Todos los dharmas son inamovibles, y originalmente tranquilos.”

Aquí se revela el trasfondo de todos los fenómenos: su quietud esencial. Aunque el mundo parezca agitado como olas en la superficie del mar (Samsara), en su base todo reposa en el silencio profundo del Tathata, la Talidad (Nirvana). “Inamovibles” no porque sean estáticos, sino porque no son arrastrados por el engaño ni por el deseo. Esta calma es la de un espejo que refleja sin mancharse, la de una mente iluminada que lo contiene todo sin aferrarse a nada. La tradición Huayan describe esto como el estado natural del Dharmadhatu cuando no es distorsionado por la ignorancia.

3. “Sin nombre ni forma, todas las distinciones han sido abolidas.”

El lenguaje y el pensamiento separan, etiquetan, dividen. Pero la Realidad Ultima —como enseña el Sutra Avatamsaka— no tiene forma fija ni nombre definido. Este verso desmantela el andamiaje del conceptualismo. Aquí se afirma el gran silencio del Buda antes de pronunciar cualquier palabra: la enseñanza más elevada, la de lo innombrable. Abolir las distinciones no significa anular las diferencias, sino verlas como expresiones de una misma Fuente. Es una visión más allá de lo binario, una experiencia directa que solo se alcanza cuando cesan las dualidades.

4. “Se conoce a través de la Sabiduría de la Iluminación, no por ningún otro nivel.”

Este conocimiento no es académico, ni empírico, ni filosófico: es Prajna, la Sabiduría Trascendental. Solo una mente purificada por el Samadhi y encendida por la compasión puede penetrar en este océano sin orillas. Aquí se señala que ningún otro tipo de conocimiento —por mucho que ilumine el mundo relativo— puede acceder a la visión de la Totalidad. Este verso evoca lo que el Sutra describe como “el conocimiento que no nace del pensamiento discursivo, sino del corazón silencioso del Bodhisattva que ha hecho voto de salvar a todos los seres”.

5. “La Verdadera Naturaleza es extremadamente profunda, sumamente sutil y sublime.”

Como las profundidades del océano, la Verdadera Naturaleza de la Realidad y de los dharmas no se deja atrapar por la superficie. Es profunda —porque no se agota nunca—, sutil —porque no puede aprehenderse por los sentidos—, y sublime —porque eleva la conciencia más allá del mundo condicionado. En la tradición Huayan, esto se refiere al li, el principio universal que sostiene todo lo que existe. Esta profundidad no es algo distante, sino la dimensión interior de cada momento, de cada flor, de cada ser. No se trata de buscar lo sublime en otra parte, sino de despertar a su presencia en lo inmediato.

6. “No se apega a la naturaleza propia, sino que se manifiesta siguiendo condiciones causales.”

La Verdadera Naturaleza, aunque inmutable en su esencia, no está cerrada sobre sí misma. No es sustancia ni alma, sino actividad interdependiente. Este verso expresa el corazón del Origen Interdependiente en clave Huayan: el principio universal se expresa en los fenómenos sin estar limitado por ellos. No hay un “yo” fijo, sino una danza de causas y condiciones que revela la vacuidad dinámica de todo lo existente. Aquí, el Buda no es un ente separado, sino el mismo tejido del universo cuando se ve con ojos puros.

7. “En Uno está Todo, en Muchos está el Uno.”

Este verso resplandece con la luz del principio Huayan de la unidad en la multiplicidad. Cada fenómeno es la puerta al Todo. Cada grano de arena, cada pensamiento, cada ser sintiente encierra el universo entero. No hay necesidad de huir del mundo para hallar la verdad: basta contemplar una hoja, una lágrima o una palabra con la visión del Buda. Este es el misterio del Ekayana: el Vehículo Único que todo lo unifica sin borrar la diferencia.

8. “Uno es idéntico a Todo, Muchos es idéntico al Uno.”

Aquí la doctrina alcanza su formulación más radical. Ya no solo decimos que Uno contiene al Todo, sino que es el Todo. No hay frontera. No hay jerarquía. El polvo es el cosmos; el suspiro es la eternidad. Esta es la realización final del Samadhi de Vairocana: ver que todo está en todo, sin que lo uno se disuelva en lo múltiple ni lo múltiple en lo uno. Esta no es una identidad abstracta, sino vivencial, contemplativa y luminosa. El Sutra Avatamsaka afirma que “al contemplar un solo átomo, el Bodhisattva ve todos los reinos de Buda”.

9. “En una partícula de polvo, están contenidas las diez direcciones.”

Este verso es una de las formulaciones más emblemáticas de la Metafísica Avatamsaka. Aquí, Uisang toma la imagen de una partícula de polvo —lo ínfimo, lo olvidado, lo despreciable— y la revela como continente del cosmos entero. Las diez direcciones (norte, sur, este, oeste, los cuatro puntos intermedios, arriba y abajo) representan el universo espacial total. Que estén contenidas en una partícula significa que el Todo está en lo pequeño, que el Dharma no se limita por el tamaño ni el lugar. Esta es la enseñanza de la mutua contención donde una sola cosa encierra todas las demás sin mezclarse ni confundirse. Fazang ejemplificó esto con la imagen de un león dorado: cada hebra de oro es el león entero, pues está hecha del mismo Oro (Talidad).

10. “Y así es, con todas las partículas de polvo.”

Aquí se universaliza la visión del verso anterior. No se trata de una partícula especial, sino de todas las partículas, sin excepción. Todo lo que existe, hasta lo más mínimo, es una manifestación plena del Dharmadhatu. Esto implica una ética de reverencia: nada es insignificante, nada es externo al Buda. Este verso aniquila toda tendencia a la jerarquía espiritual o material, y nos invita a ver en lo ordinario la gloria del cosmos. En la práctica, significa que cada encuentro, cada pensamiento, cada respiración, puede ser una entrada al Reino de la Iluminación si se ve con el ojo de la sabiduría.

11. “Eones incalculablemente largos, son idénticos a un solo instante de pensamiento.”

Aquí se introduce el misterio del tiempo en la visión Huayan. El pasado inconmensurable, los eones de formación y destrucción de incontables mundos, no son distintos de un instante mental. En el samādhi del Buda, el tiempo se colapsa, no como una negación de la duración, sino como una transfiguración de la secuencia. Un solo pensamiento recto, un solo momento de compasión pura, puede contener todos los eones del camino del Bodhisattva. Este verso armoniza con el Sutra Avatamsaka, donde se dice que “el Bodhisattva puede ver ochenta mil eones en un solo destello de la mente”.

12. “Y un solo instante de pensamiento, es idéntico a eones incalculablemente largos.”

En correspondencia perfecta, este verso refleja el anterior como un espejo en el espejo. Si los eones son el instante, el instante también es los eones. No hay superior ni inferior, rápido ni lento, inicio ni fin. Todo tiempo es aquí y ahora. Esta es la doctrina del no-obstrucción de los tiempos, una joya que solo puede comprenderse plenamente en samādhi. Esta visión, al aplicarse a la práctica, revela que el instante presente tiene valor infinito, y que cada acción, por ínfima que sea, puede tener eco eterno.

13. “Los nueve tiempos y los diez tiempos, son mutuamente idénticos.”

Aquí el Maestro se refiere a las categorías tradicionales del tiempo en la cosmología budista: los nueve tiempos incluyen pasado, presente y futuro, cada uno dividido en tres aspectos (pasado del pasado, presente del pasado, futuro del pasado, etc.); los diez tiempos incluyen además el “tiempo eterno”, el cual es el Dharmakala o Tiempo del Dharma. Uisang declara que todos estos tiempos son idénticos en su raíz. No como confusión, sino como expresión del principio de unidad en la multiplicidad. En la mente iluminada, el tiempo no fluye: respira.

14. “Sin embargo, no se confunden ni se mezclan, sino que funcionan por separado.”

Aquí se establece un principio crucial: la no-obstrucción no significa indiferenciación. Cada cosa mantiene su lugar, su rol, su dignidad. Lo particular no se disuelve en lo universal, sino que lo refleja perfectamente. Esto es un principio clave en Huayan: ji er bui, “idéntico pero no confundido”. Por ejemplo, el pasado sigue siendo pasado, aunque se contenga en el presente; la flor sigue siendo flor, aunque refleje el universo. Esta visión preserva la unicidad sin sacrificar la totalidad.

15. “En el momento en que uno comienza a aspirar con el corazón, instantáneamente se alcanza la iluminación perfecta.”

¡He aquí una promesa gloriosa! Este verso encierra el espíritu de la doctrina de la Budeidad Innata y de la enseñanza súbita del Ekayana. No se requiere un proceso lineal eterno: el corazón que aspira sinceramente al Camino, aunque sea por un instante, se armoniza con la iluminación misma. Aquí se expresa el poder de los votos del Bodhisattva, que al surgir, ya son Iluminación en germen. Tal como el Sutra dice: “el pensamiento puro de fe es la causa directa de la Budeidad”. No hay distancia entre el inicio del Camino y su consumación.

16. “El Samsara y el Nirvana, siempre están en armonía.”

Este es un golpe directo a la visión dualista que separa lo mundano de lo sagrado. Uisang proclama aquí la enseñanza suprema del Sutra del Loto, Nirvana y Avatamsaka: no hay dos reinos, sino una sola Realidad vista con distintos ojos. Samsara es Nirvana cuando se ve con sabiduría; el Nirvana es el Samsara cuando se rechaza la compasión. Esta visión, tan celebrada en la Escuela del Loto Reformada, afirma que el mundo —con todas sus imperfecciones aparentes— es el terreno sagrado de la realización si lo habitamos con el corazón de un Buda.

17. “Los fenómenos particulares y el principio universal, están completamente fusionados sin distinción.”

Aquí Uisang articula una de las doctrinas más sofisticadas y reveladoras del pensamiento Huayan: la no-obstrucción entre principio y fenómeno. Li representa la Naturaleza Ultima de todas las cosas, vacía, sin forma ni nacimiento; shih representa la multiplicidad concreta, los eventos, los seres, las acciones. En muchas escuelas filosóficas, se hace una separación entre el fondo inmutable y la superficie cambiante, pero Huayan supera esa dicotomía. Aquí, el principio no se oculta detrás del fenómeno: se revela en él. Cada cosa —un sonido, una mirada, un gesto— es la manifestación misma del principio. No hay que abandonar el mundo para encontrar la Iluminación, pues el mundo es, en su raíz, ya iluminado. Esta doctrina fundamenta la estética y ética Huayan: cada acto puede ser un acto sagrado si se realiza desde el reconocimiento de esta unidad.

18. “Este es el mundo del Bodhisattva Samantabhadra, y los Diez Budas.”

Aquí el poema se eleva al plano cósmico. El "mundo de Samantabhadra" no es un lugar físico, sino un estado de visión y acción totalizante, donde todas las cosas están interpenetradas, iluminadas y dedicadas al bien de los seres. Samantabhadra, cuyo nombre significa “Acción Universal”, representa el ideal del Bodhisattva: no la simple sabiduría contemplativa, sino el compromiso activo con la red infinita de los seres sintientes. Él es la personificación de la unión entre sabiduría y compasión.

Los "Diez Budas" pueden interpretarse como una evocación de los Diez Cuadrantes del espacio —cada uno presidido por un Buda— o como símbolo de la completitud de la Iluminación en todos sus aspectos. Este verso nos dice que el mundo que surge cuando se realiza la no-dualidad entre li y shih es, en sí mismo, una Tierra Pura, un campo de virtud y despertar.

19. “En el Samadhi del Sello del Océano de Buda,”

Este verso es como una campana que llama a la concentración suprema. El Samadhi del Sello del Océano (Haein Sammae) es un término técnico del pensamiento Huayan y del Yogacara, referido al estado de conciencia profunda donde la mente refleja perfectamente toda la Realidad sin distorsión ni agitación, como la superficie tranquila de un océano que lo refleja todo sin aferrarse a nada. Aquí, el “Sello” es la forma perfecta de la Mente del Buda, su modo natural de ser, que sella todos los dharmas en una sola visión. Este Samadhi es el fundamento del conocimiento omnisciente (Consciencia Unversal o Amala) de los Budas, y es el espacio mental en que el mundo de Samantabhadra se manifiesta con todos sus milagros.

20. “Se producen muchos milagros inimaginables, según los deseos.”

Este es el resultado de habitar el Samadhi del Sello del Océano: la Realidad responde de modo flexible, armónico y luminoso a la intención pura del Bodhisattva. Los “milagros” aquí no son trucos sobrenaturales, sino manifestaciones de la interpenetración plena entre mente y mundo. En este estado, no hay obstáculo entre el pensamiento compasivo y su efecto: el Bodhisattva puede manifestar cuerpos, palabras y acciones en incontables mundos, en incontables formas, sin impedimento alguno. Tal como afirma el Sutra Avatamsaka: “El Bodhisattva, sin moverse, viaja a todos los mundos; sin hablar, instruye a todos los seres”.

21. “Esta lluvia de joyas que beneficia a todos los seres sintientes, llena todo el espacio vacío.”

Aquí resplandece la imaginería tan característica del Sutra Avatamsaka: lluvias de joyas, flores de loto, nubes de luz, símbolos de la actividad compasiva de los Budas y Bodhisattvas que colman el universo con dones espirituales. La “lluvia de joyas” es la enseñanza misma, la iluminación, los medios hábiles, el consuelo para los que sufren y el alimento para los que aspiran. Todo el “espacio vacío” —el universo entero— se llena de estas ofrendas, porque el Dharma no tiene límites, y su esencia es compartir. Aquí, el Bodhisattva no acumula méritos para sí: los derrama como lluvia sobre todos los seres, sin distinción.

22. “Todos los seres sintientes reciben esta riqueza, según sus capacidades.”

Este verso articula la enseñanza de los medios hábiles (upaya), adaptados a las disposiciones de los seres. Cada uno recibe el Dharma no de forma uniforme, sino según su capacidad: unos como instrucción directa, otros como sueños, otros como imágenes, otros como silencio. El Buda, en su compasión, no impone, sino que da según el recipiente del otro. Aquí se cumple la analogía tradicional: así como una misma lluvia cae sobre el campo, pero cada semilla germina según su especie, así también el Dharma ilumina a todos sin excepción, como una lluvia que viene de una misma nube y nutrea todas las plantas por igual, pero cada ser lo realiza según su mérito y disposición kármica.

23. “Por lo tanto, quien practica la contemplación, regresa al reino primordial.”

Este es el llamado interior del poema: contemplar no es meramente observar, sino despertar la visión del origen, regresar al punto de unidad donde todos los dharmas se armonizan. El “reino primordial” es el Dharmadhatu, el ámbito puro e incondicionado que no está ni en el pasado ni en el futuro, sino aquí mismo, detrás del velo de la percepción fragmentaria. Al practicar la contemplación del Sello, uno regresa al estado original de la mente antes de que se divida en sujeto y objeto, y desde allí ve que todo ha sido siempre la manifestación del Buda. Así, contemplar es retornar: no a un lugar, sino a la Verdad.

24. “Y sin detener la ignorancia, no se puede obtener.”

Este verso recuerda, con firmeza, que el retorno al Reino Primordial exige la disolución de la Ignorancia (avidya). No basta con el deseo o la inspiración; debe haber transformación real. El Sutra enseña que “la ignorancia es la raíz del samsara”, y mientras permanezca activa —en forma de ego, apego o error—, el Reino no puede ser reconocido, aunque esté siempre presente. Este verso no es pesimista, sino esperanzador: señala el obstáculo, sí, pero también insinúa su superación. El Samadhi del Sello es posible para quien purifica su visión con la lámpara de la sabiduría.

25. “Por medios hábiles incondicionales, se alcanza la libertad completa.”

Este verso nos sitúa en el corazón de la pedagogía del Buda: los medios hábiles (upaya). Pero Uisang añade aquí una característica crucial: son “incondicionales”, es decir, libres de auto-interés, dualismo o cálculo. El Bodhisattva actúa sin aferrarse al fruto de su acción, sin dejarse atrapar por el concepto de “yo que salvo a un otro”, y por eso sus medios son ilimitados. Como enseña el Sutra Avatamsaka, esta libertad no es un escape del mundo, sino la capacidad de moverse por él sin quedar atrapado. La verdadera libertad no es hacer lo que uno quiere, sino actuar desde la vacuidad y la compasión en armonía con el flujo del dharma. En este estado, todos los mundos pueden ser tocados, y todas las puertas abiertas.

26. “Al regresar a casa (el reino primordial), se obtienen riquezas, según las capacidades.”

Aquí, “regresar a casa” es despertar a nuestra naturaleza búdica inherente, lo que en la tradición se llama Hongaku, la “Iluminación Original”. No hemos nacido fuera del Reino, sino que lo hemos olvidado. Al retornar a esta morada primordial —que no es un lugar sino un estado de visión pura—, accedemos a una riqueza infinita: los méritos del Buda, los poderes del Bodhisattva, la compasión que brota sin esfuerzo. Pero, como en el verso 22, se recalca que esta riqueza se manifiesta de acuerdo con la vasija del corazón. Quien ha entrenado la mente con fe, ética y meditación, accede a las joyas más preciosas; quien aún comienza, recibe según su capacidad. En esto no hay castigo ni favoritismo: el dharma es como la luz del sol, que brilla para todos, pero cada flor florece a su tiempo.

27. “Por medio del Dharani, un tesoro inagotable,”

Aquí Uisang introduce un elemento esencial del Budismo Esotérico y Huayan: el Dharani. Más que una simple fórmula, el Dharani es una condensación sonora y vibratoria del principio universal, una fórmula sagrada que guarda, sostiene y despliega la totalidad del Dharma en forma de sonido. En la tradición Avataṃsaka, los dhāraṇīs son vistos como puertas que abren el acceso a las Tierras Puras, y como vehículos para invocar la mente samádhica de los Budas. Llamar “tesoro inagotable” al Dharani es afirmar que quien lo cultiva —con mente pura y compasiva— accede a una fuente ilimitada de sabiduría, poder, protección y mérito. Es, en sentido profundo, la Palabra del Buda hecha Mantra.

28. “Se adorna el Dharmadhatu, como un verdadero palacio de joyas.”

Este verso evoca imágenes sublimes que recorren el Sutra Avatamsaka: el universo entero como un palacio de joyas, una red de reflejos donde cada cosa brilla con la luz del principio. El Dharmadhatu—el Reino del Dharma o el Reino de la Verdad— no necesita ser embellecido, pero es adornado por la acción del Bodhisattva, como expresión de su voto y su gozo. Las joyas no son cosas materiales, sino actos de compasión, palabras de sabiduría, pensamientos puros, meditaciones profundas, votos sinceros. El Bodhisattva no busca huir del mundo, sino transformarlo en una Tierra Pura. En la tradición Huayan, esta visión no es idealista, sino profundamente realista: el universo ya es un palacio de joyas; lo que se requiere es limpiar el ojo para verlo.

29. “Finalmente, uno reposa en el mundo real, el lecho del Camino Medio.”

Aquí llegamos a un verso que puede considerarse la consumación de toda la práctica. El “mundo real” no es otro que la Realidad tal como es, despojada de ilusión, vista con los ojos del Buda. Reposar en él no significa inacción, sino morada en la sabiduría, estable en la visión de la no-dualidad. Este reposo es posible porque se ha recorrido el Camino Medio, que evita los extremos de la existencia y la no-existencia, del apego y el rechazo, del nihilismo y el eternalismo. El Camino Medio aquí no es una abstracción, sino el lecho sobre el que reposa el Bodhisattva mientras obra maravillas en el mundo. Es la serenidad activa, la compasión lúcida, la no-acción que lo hace todo.

30. “Aquello que originalmente es inmóvil, se llama Buda.”

Y con este verso culmina el poema. Aquello que desde el principio no ha nacido, no ha cambiado, no ha sido afectado por ilusión ni contaminado por deseo: esa es la mente original, el Tathagata oculto en el corazón de todos los seres. Llamarlo “inmóvil” no es fijarlo, sino reconocer que su esencia no está sujeta al devenir. “Buda” no es un nombre más, sino el reconocimiento del ser tal cual es, libre, luminoso, compasivo, eterno. Esta es la conclusión natural de todo el Samadhi del Sello del Océano: que al mirar con ojos de sabiduría, vemos que lo que siempre fue, es lo que siempre será, y que este mismo instante, si se habita con mente pura, es el Buda.

Así concluye este sagrado mandala de 30 versos. Su forma poética, su estructura circular, su condensación doctrinal y su uso ritual en la tradición coreana Huayom hacen de él una verdadera puerta hacia el Samadhi, una herramienta contemplativa que puede y debe ser incorporada a la vida espiritual como canto, meditación y visión. Quien recita este texto no está simplemente pronunciando palabras: está girando la rueda del Dharma con la misma fuerza con que Vairocana hace girar las galaxias del Cosmos. Quien lo contempla con mente pura entra en el Reino de las Diez Direcciones, sin moverse. Quien lo comprende, no conceptualmente, sino con el corazón, se une a la actividad sin obstrucción de Samantabhadra. Que este Sello sagrado quede impreso en nuestra mente. Que el Océano del Dharma nos envuelva. Que cada instante, cada ser, cada partícula de polvo, revele el rostro del Buda.