Hoy nos reunimos para conmemorar Nehan-E, la ocasión sagrada del Paranirvana del Buda. Pero no lloremos como si estuviéramos de luto por una muerte, porque el propio Buda nos ha revelado en el Sutra del Loto y el Sutra del Nirvana que nunca ha entrado verdaderamente en la extinción. Aunque la forma física del Tathagata, el cuerpo nacido de linaje real y destinado a recorrer los polvorientos caminos de este mundo, puede haber sido abandonado, su Presencia nunca ha vacilado. Él permanece con nosotros, no como un mero recuerdo, no como un eco del pasado, sino como una fuerza siempre radiante que anima el Dharma, la Sangha y el cosmos mismo.
Recordemos las palabras del Buda:
"Desde que alcancé la Budeidad, ha transcurrido un tiempo inconcebiblemente largo. Desde entonces, he estado constantemente exponiendo el Dharma, enseñando y transformando a innumerables seres. En verdad, nunca he entrado en el Nirvana, pero permanezco siempre presente, guiando a todos los seres con medios hábiles." (Sutra del Loto, Capítulo 16)
¿Qué nos revelan estas palabras? Que el Buda no está atado por los ciclos de nacimiento y muerte, ni su presencia se limita a la historia. El Tathagata es la Luz de la Sabiduría, el Océano de la Compasión, el Guía Insondable cuyo Dharma impregna todas las cosas. Aunque su cuerpo era impermanente, su Vida es eterna y su Presencia es ilimitada.
Si buscamos al Buda, ¿dónde lo encontraremos? Si anhelamos su voz, ¿dónde lo escucharemos?
Observen al Dharma, pues sus palabras, su sabiduría y su compasión ilimitada están entretejidas en cada enseñanza que fluye de su mente despierta. Cuando cantamos las Escrituras Sagradas, cuando contemplamos las verdades profundas de la interdependencia, la impermanencia y la Naturaleza Búdica que brilla en todos los seres, estamos escuchando su Voz. Su sabiduría no se pierde en el tiempo; está viva, como un gran río, siempre fluyendo, siempre renovándose, siempre nutriendo.
Observen a la Sangha, la noble comunidad, tanto visible como invisible. Porque en cada monje que dedica su vida a la práctica, en cada laico que se refugia y camina por el camino, en cada acto de bondad, paciencia y perseverancia en el Dharma, allí habita el Buda. La Sangha es su cuerpo en este mundo, y a través de la unidad de quienes defienden sus enseñanzas, él continúa manifestándose de maneras inconmensurables.
Mira dentro de tu propio corazón, porque el Buda no reside en algún reino celestial distante, inaccesible y apartado. No, él es el pulso mismo que nos impulsa hacia el Despertar, la voz de la sabiduría que susurra en momentos de duda, la compasión ilimitada que nos mueve a servir a los demás, la determinación inquebrantable que nos insta a recorrer el camino sin importar lo arduo que sea. Cada paso que damos hacia la Budeidad es un paso que damos con él.
Más allá de nuestros corazones, más allá de las Escrituras, más allá incluso de la noble Sangha, el Buda mora en la estructura misma del Universo. El cielo que se extiende sobre nosotros, el viento que mueve los árboles, los ríos que nutren la tierra, el fuego que da calor y luz, todos son manifestaciones de la vida eterna del Tathagata. El Cosmos predica el Dharma; las estrellas se mueven al ritmo de la compasión; el Sol sale cada mañana, iluminando nuestro camino, así como la sabiduría del Buda ilumina nuestras mentes engañadas.
Hermanos y hermanas, nunca estamos lejos de él. Para aquellos que tienen fe, el Buda aparece en todas partes; para aquellos con sabiduría, nunca está ausente. Incluso en el sufrimiento, en las pruebas y en los momentos de desesperación, él es la mano invisible que nos sostiene, la luz invisible que nos guía, el refugio invisible que nos protege.
Si entendemos esta gran Verdad, ¿qué haremos? ¿Solo nos inclinaremos en reverencia y diremos palabras de admiración? ¡No! La mayor ofrenda que podemos hacer en este día sagrado es encarnar sus enseñanzas. Vivir con sabiduría, compasión y coraje. Defender el Dharma con fe inquebrantable. Servir a la Sangha con gratitud. Abrir nuestros corazones a todos los seres con amor ilimitado.
No digas: "El Buda ha fallecido", como la mayoría de los seguidores de Mara, porque no es así. Di, en cambio: "El Buda está aquí, en el Dharma, en la Sangha, en mi corazón y en todas las cosas". Cuando recorremos el camino con fe, cuando asumimos la gran tarea de transformar este mundo en el Reino del Buda, su Obra continúa a través de nosotros.
Si el Buda está siempre presente, entonces nosotros, sus discípulos, debemos ser sus manos, su voz y su corazón en este mundo. Nuestros pensamientos deben ser puros, reflejando la sabiduría del Dharma; nuestras palabras deben ser amables, haciendo eco de la compasión del Tathagata; nuestras acciones deben ser nobles, trabajando incansablemente para traer paz, armonía e iluminación a todos los seres.
No somos impotentes. Cada acto de bondad, cada esfuerzo por aliviar el sufrimiento, cada momento que dedicamos a profundizar nuestra comprensión, son los mismos actos que transforman el Mundo Saha en una Tierra Pura. El Reino del Buda no está lejos; está entretejido en la trama misma de nuestra vida diaria cuando vivimos con sinceridad, fe y amor ilimitado.
Por lo tanto, que este Nehan-E sea un llamado a la acción. Encarnemos al Buda, manifestemos su luz y despertemos a este mundo de la ignorancia a la sabiduría, del sufrimiento a la liberación, de la oscuridad al resplandor de la Iluminación.
Hermanos y hermanas, el Buda está con nosotros, ahora y siempre.