El Día de San Valentín, cuando la mayoría del mundo centra su atención en el amor, como budistas, debemos esforzarnos por desarrollar, no un romance fugaz ni un amor limitado por las condiciones, sino un amor que perdura más allá del tiempo, un amor que refleja la infinita sabiduría y compasión del Budas y sus Bodhisattvas. Este año, busquemos, pues, inspiración en la historia de Gopa, la doncella Shakya, tal como se relata en el Canon Budista en el Sutra Gandavyuha, pues en su radiante presencia encontramos el verdadero significado del amor, no como una posesión, no como una pasión fugaz, sino como un camino, un voto y una Iluminación.
Cuando Sudhana, el buscador de la Iluminación - quien nos representa a todos y cada uno de nosotros - entró en el Salón Celestial del Dharma, contempló a Gopa (Yashodhara - la esposa del Buda), una mujer de belleza incomparable, pero su verdadero resplandor no estaba en su forma, sino en la compasión ilimitada de su corazón y la sabiduría infinita de su mente. Estaba rodeada por una asamblea de ochenta y cuatro mil mujeres, cada una un faro de virtud, adornada no sólo con joyas sino con los adornos de la paciencia, la generosidad y la determinación de guiar a todos los seres a la liberación. Cuando Sudhana, llena de anhelo, le preguntó cómo un Bodhisattva permanece inmaculado por el mundo mientras camina entre los seres, Gopa respondió, no con una filosofía abstracta, sino con la esencia misma del amor.
El amor, reveló, no es mero apego, ni es el aferramiento del yo al otro. El amor es vasto como el cielo, profundo como el océano, paciente como el paso de los kalpas y luminoso como el Dharma mismo. En sus palabras, encontramos la gran verdad: el amor no es una emoción, sino un camino. Es la conducta misma de los Bodhisattvas. No es un vínculo que une, sino un viaje que libera. No se trata de buscar la realización de otro, sino de buscar la realización de otro.
Gopa habló de las diez cualidades que los Bodhisattvas cultivan en su conducta, y entre ellas, vemos reflejado el corazón mismo del amor verdadero:
- Confiar en un verdadero amigo de virtud - Pues el amor que es verdadero no es un apego ciego, sino una amistad arraigada en la sabiduría, donde dos almas caminan juntas en el Camino del Despertar.
- Aspiración tan vasta como el espacio - Pues el amor que es verdadero no se contrae en el egoísmo, sino que se expande para abrazar el sufrimiento y la alegría de todos los seres.
- Ser puro en motivación - Pues el amor que es verdadero no busca poseer ni exigir, sino servir y elevar.
- Acumular océanos de mérito y sabiduría - Pues el amor que es verdadero no es estático, sino una práctica de virtud y percepción cada vez más profunda.
- Ser bendecido por los Budas - Pues el amor que es verdadero no es un mero apego mundano, sino un vehículo para el despertar, bendecido por el Dharma.
¿No vemos en estos la esencia misma de la forma más elevada del amor? En esto, nos damos cuenta de que el amor, en su sentido más verdadero, es el Voto del Bodhisattva: un voto de caminar con otro, no por placer, sino con el propósito de guiarse mutuamente hacia la Iluminación.
Si observamos la historia de Gopa, no vemos la historia de una mujer abandonada por un hombre que buscaba la Iluminación; vemos la historia de dos seres cuyo amor era tan grande que trascendió el anhelo personal y se convirtió en un faro para todo el mundo.
En una de sus vidas pasadas, Gopa fue Bhānuprabhā, la hija de un comerciante, quien, al encontrarse con un gran Bodhisattva, le ofreció todo lo que tenía, no por deseo, sino por devoción al camino. A partir de ese momento, se liberó de los reinos inferiores y estaba destinada a renacer una y otra vez en presencia del Bodhisattva que un día se convertiría en el Buda. Vida tras vida, se conocieron, no como simples amantes, sino como compañeros de búsqueda, recorriendo juntos el camino.
Así, no vemos en la renuncia del Buda un rechazo del amor, sino su más alta realización. Un amor que es tan vasto que no busca el apego, sino la liberación. Gopa, que quedó atrás en el palacio, no se retiró al dolor, sino que emprendió el Camino ella misma, cultivando las Perfecciones, convirtiéndose en una maestra, una guía, un faro de sabiduría.
En esto, encontramos una enseñanza para nuestros propios corazones. El amor no es para retener, sino para liberar. El amor no es para reclamar, sino para elevar. El amor no es para poseer, sino para hacer el voto de caminar juntos por el camino, vida tras vida, hasta que todos los seres se liberen del sufrimiento.
En este mundo, donde el amor se habla a menudo en susurros fugaces y se mide con la balanza de la pasión y la posesión, los invito a mirar más allá de lo transitorio y a adentrarse en lo eterno. El amor, en su máxima expresión, no es un mero anhelo ni la frágil unión de dos corazones que buscan su plenitud el uno en el otro. El amor verdadero es un camino, un voto, una peregrinación sagrada que dos almas recorren juntas, no para unirse, sino para liberar; no para poseer, sino para elevar; no para sostener, sino para bendecir.
Si se han encontrado el uno al otro en esta vida, no es casualidad: es el resultado del karma, el tejido de hilos que se han ido tejiendo a lo largo de las vidas. Al igual que Gopa y el Bodhisattva que se convertiría en el Buda, su amor no está destinado a ser una cadena que los ate al ciclo del anhelo y el dolor, sino un loto que florece en las aguas de la sabiduría, elevándose juntos hacia la luz.
¿Cómo, entonces, amamos como Bodhisattvas? Practicamos cuatro tipos de amor: los Brahmavihāras, las Moradas Divinas, que la propia Gopa encarnó:
- Maitrī (Amor Bondadoso) - Amemos sin egoísmo, buscando la felicidad de los demás antes que la nuestra.
- Karunā (Compasión) - Amemos con ternura, abrazando el sufrimiento de nuestro ser amado como si fuera nuestro.
- Muditā (Alegría Compasiva) - Amemos con alegría, celebrando el crecimiento y el éxito de nuestro ser amado sin envidia ni avaricia.
- Upekṣā (Ecuanimidad) - Amemos con sabiduría, sabiendo que todas las cosas son impermanentes y que el verdadero amor no consiste en retener, sino en bendecir y liberar.
Gopa comprendió que el amor verdadero no se encuentra en el apretón de manos, sino en la unión de votos. En su devoción, no se replegó en la tristeza cuando su amado recorrió el camino del despertar; ella también lo recorrió. Este es el amor al que nosotros, como buscadores de la verdad, debemos aspirar.
- Si amas a alguien, no camines simplemente a su lado; camina con él o ella.
- Si esa persona busca sabiduría, conviértete en su compañero de estudio.
- Si esa persona sufre, conviértete en el bálsamo que alivia, la mano que no se limita a enjugar las lágrimas, sino que enseña a los ojos a ver el sufrimiento como un maestro.
- Si esa persona sueña, regocíjate en su visión y cultiva sus aspiraciones como si fueran las tuyas.
- Si esa persona flaquea, no juzgues; sé su refugio, recordándole la luz interior cuando lo haya olvidado.
El amor, en su forma más verdadera, no es un fuego que arde rápidamente y se apaga; es la llama suave pero inquebrantable que perdura a lo largo de las vidas, guiando a ambas almas hacia el Despertar.
El amor romántico, en su forma más elevada, no termina con esta vida. Si amas de verdad, vuestros corazones se unirán de nuevo, tal como Gopa y el Buda se unieron a lo largo de incontables vidas, no por aferrarse, sino para completar el Camino.
Y así, en este día en que el mundo habla de amor, volvamos nuestros corazones hacia el amor más elevado: el amor que Gopa encarnó, el amor que el Buda reveló, el amor que es el Voto del Bodhisattva.
Que todos los seres se llenen de este amor. Que todas las relaciones sean transformadas por esta sabiduría. Que caminemos juntos, como caminaron el Buda y Gopa, hasta el fin del sufrimiento y el amanecer de la liberación. Que esta enseñanza ilumine sus corazones y que su amor sea tan vasto como el cielo, tan profundo como el océano y tan ilimitado como el Dharma mismo.