Mosu Soseki fue un monje y maestro Rinzai, y un calígrafo, poeta y diseñador de jardines. También es conocido como Musō Kokushi (窓 国 Maestro Zen Nacional), un nombre honorífico que le confirió el emperador Go-Daigo.
Originario de la provincia de Ise, ahora parte de la actual prefectura de Mie, Soseki era un descendiente de la novena generación del emperador Uda. A la edad de cuatro años perdió a su madre y, por lo tanto, fue puesto en el templo de Hirashioyama bajo la guía del sacerdote Kūa. Entró en un templo de la montaña en 1283, donde estudió la secta de Budismo Tendai. En 1292 tomó sus votos en Tōdai-ji en Nara, y se le dio el nombre de Chikaku. En 1293, soñó que, mientras visitaba dos templos en China llamados en japonés Sozan (疎山) y Sekitō (石頭), se le dio un retrato de Daruma Daishi y se le dijo que lo mantuviera a salvo. Cuando se despertó, pensó que el Zen era su destino, por lo que se fue a estudiar Rinzai Zen (que en ese tiempo estaba bajop la escuela Tendai y practicaban el esoterismo Tendai clásico junto con el Zazen y los Koans) en el templo Kennin-ji en Kioto bajo Muin Enpan (無隠), Kōhō Kennichi (高峯 顕日 1241-1316), y otros. En su mayor parte, sin embargo, él practicó solo. Kennichi confirmó la iluminación de Soseki después de un período de tiempo. Más tarde, formó un nombre basado en cada uno de los templos que había visto en un sueño, convirtiéndose en Musō Soseki, el nombre bajo el cual debía hacerse famoso.
En 1325, el emperador Go-Daigo solicitó que viniera a Kioto para convertirse en el sacerdote principal del gran templo de Nanzen-ji. Al año siguiente fundó Zen'o-ji en su Ise natal. Luego fue invitado por el regente de Kamakura Hōjō Takatoki, por lo que, al año siguiente, después de establecer un templo en la provincia de Ise, fue a Kamakura y se quedó en Jōchi-ji y Engaku-ji. En 1327, con el apoyo de Nikaidō Dōun, fundó Zuisen-ji, un templo destinado a convertirse en un importante centro cultural en la región. Después, se quedó en Kyūkō-ji en la Prefectura de Kōchi, etc. Adquirió credos tanto de Hōjō Takatoki como de Hōjō Sadaaki. Después de la caída del shogunato de Kamakura, el Emperador Go-Daigo le ordenó regresar a Kioto, donde fundó Saihō-ji y Rinkawa-dera. Fue en este período que recibió el decreto imperial Musō Kokushi. En 1345 del período Muromachi, fundó Tenryū-ji en Kyoto, que es su obra más importante. Después de eso, pasaron seis años y murió.
Los templos de la red de templos Zen del Sistema de las Cinco Montañas fueron centros de aprendizaje de la metafísica confuciana, la poesía china, la pintura, la caligrafía, la imprenta, la arquitectura, el diseño de jardines y la cerámica, y han dejado una huella indeleble en la historia y cultura de Japón. En el mismo centro de su nacimiento se encuentra Musō Soseki. Soseki era abad en Zenrin-ji, Tenryū-ji, Zuisen-ji y muchos otros templos. Enseñó Zen a un gran número de discípulos (el número estimado es de más de 10 mil), dejando también un enorme cuerpo de poesía y otras escrituras. Una de sus enseñanzas zen más conocidas es Diálogos en Sueños (集中 問答 Muchū Mondō). Entre sus alumnos se encuentran Gidō Shūshin y Zekkai Chūshin, figuras literarias que tuvieron un papel central en el desarrollo de la literatura japonesa de las Cinco Montañas.
Aunque ninguno sobrevive en su forma original, los jardines Zen de Soseki han demostrado ser una de sus contribuciones más duraderas a la cultura e imagen del país. Para Soseki, el diseño de nuevos jardines y la modificación de los existentes era una parte integral de la práctica del Zen.
Diálogos en Sueños fue uno de los muchos proyectos que Soseki asumió en este período final de su vida. Escrito con el pretexto de una conversación entre Soseki y el Shogun, el trabajo abarca la amplitud de la filosofía y la práctica budista, e incluye profundas discusiones sobre la oración, la mediación y el lugar de estudio en la vida religiosa. Su penetrante análisis profundiza nuestra apreciación incluso de las prácticas budistas más simples. Aquí presentaré una traducción de algunos de sus capítulos reerentes a la oración, el karma y la relación o equivalencia entre el esoterismo y la meditación.
Esta primera sección trata sobre el poder de los Budas, Bodhisattvas y deidades en responder a las oraciones de los seres sintientes y el karma. Si los Budas y deidades han hecho el voto de salvar a todos los seres sintientes del sufrimiento, ¿por qué no respnden sus oraciones? Veamos la respuesta de Soseki.
Los Méritos de los Budas y Bodhisattvas
Pregunta – Los Budas y Bodhisattvas hicieron el voto de satisfacer todos los deseos de todos los seres. Inclusive si estos seres vivos no realizaran plegarias, los Budas y Bodhisattvas deben socorrer a los seres quitándoles sus sufrimientos. Pero, cuando veo el estado de los seres durante las épocas de decadencia, me pregunto ¿porqué es tan raro que sean oídos a pesar de todo el fervor de su plegaria?
Respuesta – Hace treinta años yo me hice esta misma pregunta. Entonces yo vivía solo en Usumiwa en la provincia de Jôshu, un día a comienzos de mayo salí a mendigar fuera de la ermita. La lluvia no había caído desde hacia mucho tiempo y los arrozales y los campos aparecían todos como una llanura arrasada. Esta visión suscitó en mí una misericordia profunda. En el fondo de mí mismo, yo pensaba: "¿Cómo el rey Nâga no siente misericordia ante de todo esto?". Al mismo tiempo, reflexionaba. "Por mucho poder de hacer llover que tenga el rey Nâga, no se muestra misericordioso para con los seres. Por muy misericordioso que yo sea para con el hombre, no tengo la virtud de causar lluvia. Los Budas y Bodhisattvas deben tener un poder para hacer llover mucho mayor que el del rey Nâga y también una misericordia mucho más profunda que la mía. ¿Pero porqué, entonces, no salvan a los seres de tales sufrimientos? Si se supone que los beneficios del Buda no son acordados porque los actos de los seres vivos no son bastante buenos, entonces todos los sufrimientos que encuentra el ignorante son el precio de sus actos, y si el Buda no puede salvarle de este precio de sus actos, cuando se pretenda entonces que los Budas y Bodhisattvas satisfagan el deseo del ignorante, será falso. Si se me quisiera afirmar que lo que se explica en la enseñanza santa no es falso, [yo respondería] que no conozco el pasado, pero veo lo que pasa en el presente: nadie me parece tener su deseo satisfecho, bien sea noble o plebeyo, bien sea perteneciente a una clase superior o a una clase inferior. Por mucho que el Tathâgata Yakishi [Buddha de la Medicina] haya hecho el voto de aliviar la enfermedad en los seres vivos, cuando miro en torno a mí constato que hay pocas personas que no están enfermas. Por mucho que el Bodhisattva Samantabhadra (Samantabhadra y Manjusrî son los dos Bodhisattvas que ayudan a la instrucción del Tathâgata; el primero se encarga de la práctica y el segundo de la sabiduría) haya hecho el voto de servir a todos los seres vivos obedeciéndoles, cuando miro en torno a mí, constato que son numerosos los humildes que no tienen ningún pariente vasallo a su servicio. Inclusive, si yo escogiera al azar una familia servida por varios de sus miembros vasallos, me pregunto quién sería Samantabhadra, [pues] no hay nadie que plazca al soberano. Antaño había grandes maestros y monjes virtuosos acompañados de prodigios y que se esforzaban en aliviar los sufrimientos de los seres vivos. Pero puesto que los tiempos antiguos eran mejores y la recompensa otorgada al hombre más grande que hoy en día, se habría debido prescindir de los prodigios que acompañaban a los grandes maestros y a los monjes virtuosos.
Al presente el mundo deviene cada vez más manchado y la dicha del hombre cada vez más efímera. Así pues es justamente ahora cuando aquellos que poseen un poder milagroso son más preciosos. Entonces, ¿porqué no aparecen? ¿Será quizá porque, como se pretende, han "entrado en la extinción" (Nirvana) o bien "en concentración"? Estas preguntas se me planteaban a mí de muchas maneras. Sin embargo, no era ese el problema más importante y no le di ninguna preocupación al respecto. Más tarde, después de uno o dos meses, una cosa me volvía siempre a la memoria. En la antiguedad el poeta Saigyô había pedido hospitalidad en la fonda nombrada Eguchi, pero el fondero se la había negado. Saigyô compuso entonces una poesía:
"¡Tu corazón no puede ser tan duro!
¡Tu corazón no puede odiar a todo el mundo!
¡Oh tú que niegas la hospitalidad pasajera!"
Respuesta – Hace treinta años yo me hice esta misma pregunta. Entonces yo vivía solo en Usumiwa en la provincia de Jôshu, un día a comienzos de mayo salí a mendigar fuera de la ermita. La lluvia no había caído desde hacia mucho tiempo y los arrozales y los campos aparecían todos como una llanura arrasada. Esta visión suscitó en mí una misericordia profunda. En el fondo de mí mismo, yo pensaba: "¿Cómo el rey Nâga no siente misericordia ante de todo esto?". Al mismo tiempo, reflexionaba. "Por mucho poder de hacer llover que tenga el rey Nâga, no se muestra misericordioso para con los seres. Por muy misericordioso que yo sea para con el hombre, no tengo la virtud de causar lluvia. Los Budas y Bodhisattvas deben tener un poder para hacer llover mucho mayor que el del rey Nâga y también una misericordia mucho más profunda que la mía. ¿Pero porqué, entonces, no salvan a los seres de tales sufrimientos? Si se supone que los beneficios del Buda no son acordados porque los actos de los seres vivos no son bastante buenos, entonces todos los sufrimientos que encuentra el ignorante son el precio de sus actos, y si el Buda no puede salvarle de este precio de sus actos, cuando se pretenda entonces que los Budas y Bodhisattvas satisfagan el deseo del ignorante, será falso. Si se me quisiera afirmar que lo que se explica en la enseñanza santa no es falso, [yo respondería] que no conozco el pasado, pero veo lo que pasa en el presente: nadie me parece tener su deseo satisfecho, bien sea noble o plebeyo, bien sea perteneciente a una clase superior o a una clase inferior. Por mucho que el Tathâgata Yakishi [Buddha de la Medicina] haya hecho el voto de aliviar la enfermedad en los seres vivos, cuando miro en torno a mí constato que hay pocas personas que no están enfermas. Por mucho que el Bodhisattva Samantabhadra (Samantabhadra y Manjusrî son los dos Bodhisattvas que ayudan a la instrucción del Tathâgata; el primero se encarga de la práctica y el segundo de la sabiduría) haya hecho el voto de servir a todos los seres vivos obedeciéndoles, cuando miro en torno a mí, constato que son numerosos los humildes que no tienen ningún pariente vasallo a su servicio. Inclusive, si yo escogiera al azar una familia servida por varios de sus miembros vasallos, me pregunto quién sería Samantabhadra, [pues] no hay nadie que plazca al soberano. Antaño había grandes maestros y monjes virtuosos acompañados de prodigios y que se esforzaban en aliviar los sufrimientos de los seres vivos. Pero puesto que los tiempos antiguos eran mejores y la recompensa otorgada al hombre más grande que hoy en día, se habría debido prescindir de los prodigios que acompañaban a los grandes maestros y a los monjes virtuosos.
Al presente el mundo deviene cada vez más manchado y la dicha del hombre cada vez más efímera. Así pues es justamente ahora cuando aquellos que poseen un poder milagroso son más preciosos. Entonces, ¿porqué no aparecen? ¿Será quizá porque, como se pretende, han "entrado en la extinción" (Nirvana) o bien "en concentración"? Estas preguntas se me planteaban a mí de muchas maneras. Sin embargo, no era ese el problema más importante y no le di ninguna preocupación al respecto. Más tarde, después de uno o dos meses, una cosa me volvía siempre a la memoria. En la antiguedad el poeta Saigyô había pedido hospitalidad en la fonda nombrada Eguchi, pero el fondero se la había negado. Saigyô compuso entonces una poesía:
"¡Tu corazón no puede ser tan duro!
¡Tu corazón no puede odiar a todo el mundo!
¡Oh tú que niegas la hospitalidad pasajera!"
Al oírle, el fondero respondió con otro poema:
"¡Sabiendo que tu mismo odias al mundo,
He pensado que es menester
Que no te apegues a la hospitalidad de un momento!"
En general se llama compasión a una condición que mantiene un apego falso. Así lo que contraviene a nuestra voluntad en este mundo, si no sentimos compasión hacia los demás, devendrá una ayuda para salir de la vida-y-muerte.
En la antiguedad vivía en Lo-yang un erudito eminente, especialista de los libros no budistas. Frecuentemente mantenía a su joven hijo cerca de él a fin de enseñarle a leer. Cuando debía irse a su oficina administrativa, le ordenaba leer sus cartas durante su ausencia. Le levantaba, y después le sentaba sobre una viga a la cual le ataba con una cuerda. La abuela del niño tuvo piedad de él; inmediatamente salido el padre, le bajaba de la viga abrazándole para dejarle jugar por algún tiempo. Justo en el momento de volver el padre, le volvía a poner sobre su viga como antes. En el espíritu del niño la disciplina de su padre era odiosa y la compasión de su abuela infinitamente dulce. Cuando fue mayor, sucedió a su padre en la profesión familiar gracias a sus estudios cotidianos y fue elevado al rango de secretario ministerial. En esta época, al contrario de lo que pensaba en su infancia, la disciplina de su padre, que había encontrado odiosa, le había sido benéfica, mientras que la dulce compasión de su abuela se le aparecía ahora como habiendo sido un enorme perjuicio. Esta historia que yo había oído, me vuelve de nuevo al espíritu a propósito del problema que debatimos.
Aunque los Budas y Bodhisattvas hayan hecho todo tipo de votos, si uno quiere buscar bien su verdadera intención, entonces su deseo era solamente sacar a los seres ignorantes de los laberintos de la transmigración sin-comienzo a fin de conducirlos a las orillas del Despertar puro que cada uno posee en su fondo. Pero, por el contrario, es el deseo del ignorante el que es la causa de su transmigración. Así pues, ¿acaso podría uno llamar a la satisfacción de un deseo tal "santo misericordioso"? No obstante los Budas y Bodhisattvas satisfacen temporeramente el deseo del ignorante a fin de conducirle gradualmente a la Otra Orilla (Nirvana) según su carácter y lo que desea. Pero los santos no deben realizar los deseos de aquellos que, una vez realizados sus deseos, se vuelven orgullosos, amorales, e impertinentes, cayendo así en un apego cada vez más grande. Estos deseos no-realizados serán así para ellos un provecho gracias a los santos. Es por lo que la ineficacia misma de la plegaria del ignorante, en periodo de decadencia, es signo de eficacia. Por ejemplo, eso puede ser comparado a un médico que cuida a un enfermo. Le hace beber un medicamento amargo o le ordena aplicarse un cauterio. El enfermo, si es necio, no comprende el sentido de esto, y dice: "Si he solicitado un tratamiento médico es para hacer cesar mi sufrimiento físico y el tormento de mi espíritu. Ahora bien, el médico me aporta sufrimientos suplementarios con su tratamiento. Este hombre carece de compasión". En realidad el médico no carece de compasión, es el enfermo el que se equivoca. Todos los Sutras terminan con un capítulo que da la manera de ir a hacer conocer y a propagar este Sutra. Todas las deidades y los santos expresan en él un voto: "Acordaremos nuestra protección a aquellos que poseen este Sutra, les evitaremos los accidentes, les procuraremos tesoros, y haremos cesar sus sufrimientos causados por la enfermedad...". Cuando reflexiono en el sentido de este voto, pienso que significa que si el practicante del Dharma es molestado en su ascesis por sufrimientos debidos a los actos de su vida anterior, si se le quitan esos sufrimientos entonces se le impide cansarse. Por supuesto no han pronunciado este voto para aquellos que no practican sinceramente el Dharma, que están en el error y son amorales, y que no oran sino por reputación y sus riquezas mundanas o para evitar los accidentes. Observando bien todo eso, descubro que es verdad que las oraciones de los seres en periodo de decadencia no tiene ninguna eficacia.
En la antiguedad, una vez una monja fue al templo de Kiyomizu. Se prostró respetuosamente y repitió: "Deseo, Oh Avalokitesvara de grandísima misericordia, que arrojéis rápido de mi espíritu esta cosa que detesto". Alguien, junto a ella, la oyó; intrigado le preguntó cuál era el significado de su plegaria. Entonces ella respondió: "Siempre me han gustado los nísperos. Pero sus pipas, tan numerosas, me molestan. Así, he venido a suplicar aquí cada año a comienzos de mayo, a fin de que los nísperos no tengan ya pipas, pero mi plegaria no da ningún resultado". Esta historia corrió de boca en boca y todos aquellos que la oían la encontraban ridícula. A todo el mundo le importunan las pipas al comer nísperos, pero nadie va por eso a orar a Avalokitesvara. Sin embargo cuando miro dentro de mí, me doy cuenta que inclusive aquellos que se prostran delante del Buda y las deidades, que oran por ellos mismos leyendo Sutras y repitiendo Dharanis no lo hacen ciertamente para alcanzar la Vía Superior. Creo que oran solamente para guardar su dicha mundana, obtener una larga vida y evitar los infortunios. Si ello es así, ¿porqué habríamos de encontrar ridícula a la monja por su plegaria en pro de la supresión de las pipas del níspero? Eso se parece a ir a mendigar una migaja a la casa de un hombre rico. Una petición tal también podría hacerse a un hombre que no fuera rico. Sin embargo, la razón de una petición tan ínfima de una sola migaja podría explicarse en el caso de un hombre rico solicitado para una suma importante, que no pudiera darla a causa de su avaricia. A diferencia de un hombre rico de este mundo, los Budas y Bodhisattvas tienen una grande y vasta misericordia. Han enseñado a desear alcanzar la Vía Superior evitando plegar por la dicha y una larga vida condicionadas, en este mundo. Por consecuencia, aquellos que no plegan más que por asuntos de este mundo, al venerar al Buda y a las deidades, son más necios que aquel que va a pedir una migaja en casa de un hombre rico.
A aquellos que viven en el Estado situado al Norte no les falta comida, y tienen siempre a su disposición arroz, inclusive si no lo cultivan en arrozales o en su campo. Llevan vestidos espléndidos sin tejer nunca ni damasco ni brocado. Tienen una vida de mil años de larga y ninguno de ellos muere a mitad de camino. Los reyes humanos se dividen en cuatro categorías: Rey que Gira la Rueda de-oro, -de-plata, -de-cobre, y -de-hierro. El primero, el Rey que Gira la Rueda de Oro obtiene la mayor recompensa humana, gobierna los cuatro universos y recibe los siete tesoros. Su vida es infinitamente larga: 80.000 años. El mundo del deseo está dividido en seis cielos de los cuales el primero se llama: Cielo de los Cuatro Reyes, y es la residencia de los Cuatro Reyes Celestiales como Bishamonten (Vaisravana), etc. A ellos nunca les falta la dicha. Su vida dura 500 años calculados sobre la base de 50 años del mundo humano por uno de sus días y una de sus noches. El segundo se llama: Cielo Trâyastrmsa situado en la cima del Monte Sumeru cuyo Dios-Rey es Shakra Devânâm Indra. Los Cuatro Reyes Celestiales como Vaisravana, etc., seguidos por el sol, la luna y las estrellas forman la familia de Shakra Devânâm Indra. ¿Acaso su retribución sería menor? No, su vida dura mil años calculados sobre la base de 100 años humanos por uno de sus días y una de sus noches. Los Cuatro Cielos superiores que siguen tienen una retribución todavía mejor y cada una de sus vidas es dos veces más larga. La vida en el Sexto Cielo: Paranirmitavasavartinas dura 16.000 años, calculados sobre la base de 1.600 años humanos por uno de sus días y una de sus noches. Aunque uno pueda llamarlos "deidades", a pesar de todo nacen todavía en el mundo del deseo y al fin de su vida y de su dicha no pueden escapar a la pena de las cinco decrepitudes. Por encima de este mundo del deseo hay el Reino de la Forma y la No Forma. Los tres juntos constituyen lo que se llama el Triple Mundo. Las deidades que pertenecen a este Reino de la Forma tienen todas un aspecto incomparable y un cuerpo luminoso. El rey brahmánico habita el primer Cielo del éxtasis y es el rey que gobierna el Triple Mundo. Su vida dura el espacio de un kalpa y medio. Inclusive los tres desastres que vendrán en la época del kalpa de la destrucción, no alcanzarán al cuarto Cielo del éxtasis. La vida en el Cielo Vrhatphala, que es un grado en el cuarto Cielo del éxtasis, dura 500 kalpa. Hay cuatro grados de profundización en el mundo de la No Forma. Aquellos que nacen allí no tienen cuerpo, por lo tanto los asuntos de vestido, comida, dinero, tesoro, etc., no les conciernen. En cuanto a su vida, en el primer Cielo dura 20.000 kalpas y en el cuarto, el Cielo de la no-consciencia, dura 80.000 kalpas.
Aunque estas retribuciones sean dichosas, todas están basadas sobre una buena causa condicionada y han sido obtenidas gracias a una concentración con pérdidas es por lo que su dicha y su longevidad tienen límites y por lo que acaban por transmigrar en malos destinos. Así el Sutra del Loto declara: "El triple mundo no conoce la quietud; es como una casa en llamas...". En consecuencia el sabio no busca tales retribuciones. Inclusive si la retribución que reciben aquellos que nacen en este mal mundo de las cinco ciénagas nos parece excelente, no puede ser comparada a la de las personas del Estado situado al Norte, ni, con mayor razón, a la de las deidades. Aunque haya gentes que viven mucho tiempo, es raro alcanzar cien años. Pero inclusive cien años no equivalen más que a un solo día y una sola noche del Cielo Trâyastrmsa. Con mayor razón, si uno los compara a los 80.000 kalpas del Cielo de la no-consciencia, no pueden pretender valer siquiera una mota de tiempo. Así pues, ¿qué diferencia podría haber entre orar al Buda y a las deidades por una retribución tan pequeña [como es una "larga vida humana"] y orar como la monja por la supresión de las pipas en el níspero? ¿Acaso no es estúpido entrar más tarde en un mal destino porque uno se haya pasado esta vida en vano plegando a fin de obtener una pequeña retribución, inclusive si esta plegaria es eficaz, mientras que, inclusive, si uno no llega a realizar el Despertar verdadero enseguida, si uno busca solamente la Vía Superior por la plegaria que hace, la desdicha desaparecerá por sí misma y uno podrá gozar de una dicha suficiente no solamente en esta vida, sino también en las vidas y épocas futuras, en virtud de una raíz de bien propia y con la fuerza de la protección del Buda y de las deidades?
Aunque el Buda fuera omnipotente, le era imposible: 1) salvar a los seres vivos incondicionados; 2) poner fin al mundo de los seres vivos; 3) transfigurar un karman definitivo. "Karma definitivo" significa: una retribución, buena o mala, obtenida por actos causales buenos o malos, cometidos en una vida anterior. A pesar de su poder, ni el Buda ni los Bodhisattvas pueden modificar tal retribución, definitiva, de los actos cometidos en una vida anterior. La belleza o fealdad de una silueta, grandeza o fragilidad de la dicha, longevidad o brevedad de la vida, pertenencia a la clase noble o a la plebeya, todos son karmas definitivos, que corresponden a los actos causales cometidos en una vida anterior. Tchonang-tsen y las gentes de su escuela pensaban que la pobreza, riqueza, nobleza y plebeyez eran las cuatro naturales porque no sabían que dependen de los actos causales cometidos en una vida anterior. En el Budismo no se piensa así. Si aquel que ha obtenido el mal fruto de una mala causa proveniente de una vida anterior, no comete malas acciones en esta vida con conocimiento de esta verdad, no dejará de obtener el buen fruto en el porvenir. Pero rarísimamente se cumplen acciones que serán causas de bien en el porvenir, mientras que se busca por toda especie de maneras modificar la retribución actual inmutable. ¿Acaso no es necio esto? Eso se parece a un campesino que hubiera cultivado su arrozal de la manera siguiente: en la primavera lo dejó, omitiendo ponerle abonos, regarle, y sembrar en él. Llegado el otoño, le es difícil cosechar ni siquiera paja, a pesar del semblante de arroz que ha brotado, ¿podrá, con mayor razón, cosechar arroz? En esa hora, aunque el campesino, presa de lamentos, se ponga a regar y a echar abonos por primera vez, eso no podría tener ninguna eficacia. Así pues, es necio ocuparse ahora del arroz cuando es otoño diciéndose: "si por azar... si por azar". Ahora bien, si cultiva mejor al año que viene, sabiendo que es únicamente por no haberse cuidado en el momento requerido de la cultura de primavera por lo que no ha sacado ningún provecho en el momento de la cosecha de otoño, no tendrá ya nunca pérdidas semejantes a las de ese otoño.
Un Sutra afirma, a propósito del poder del Buda y del Dharma, que el karma definitivo puede ser igualmente modificado. También se dice que ni siquiera el poder del Buda puede acabar con la fuerza del karma. Si uno permanece en el pensamiento verdadero haciendo que se den media vuelta las pasiones vulgares ordinarias y si uno practica con sinceridad, sostenido por el poder del Buda y del Dharma, deseando transformar la retribución actual por medio de la plegaria, bien sea para hacer mejor nuestra práctica de la Vía, o bien para el provecho de los demás, es cierto que así inclusive el karma definitivo será modificado. Es por lo que el Sutra afirma que el karma definitivo puede ser igualmente modificado. Pero si uno plega para obtener la prolongación de su vida y mantener su dicha, obedeciendo a un apego debido a las pasiones vulgares, ese es un deseo que no puede ver su realización, pues no corresponde al espíritu del Buda. Es así como se dice que ni siquiera el poder del Buddha puede acabar con la fuerza del karman. El Buda declaró: "Los Budas hacen de la gran misericordia su Voto. Es por lo que sienten compasión hacia todos los seres vivos como si fueran su hijo único". Si el poder del Buda pudiera acabar con la fuerza del karma entonces nadie caería en las malas vías. Y ninguno de cuantos nacen en el mundo cenagoso sentiría tampoco sufrimiento alguno.
El mismo Buda en su vida, vió al príncipe Virûdhaka, desde su subida al trono, masacrar a 99.900.000 miembros de la tribu Shakya, su enemiga. El venerable Mahâmaudgalyâyana [uno de los diez principales discípulos del Buda] le dijo al Buda: "Puesto que la gran misericordia del Buda consiste en hacer escapar a los seres vivos del sufrimiento, sin que El haya de tener en cuenta sus propios lazos de afecto y sin que haga distinciones, entonces vos deberéis salvar inclusive a los extranjeros si éstos encuentran tales desastres. Y no obstante aquellos que son masacrados hoy pertenecen todos a vuestra tribu; ¿porqué entonces, con mayor razón, no los salváis?". El Buda respondió: "No puedo salvarlos, pues su destrucción se debe al karma de una vida anterior". Entonces, aunque Mahâmaudgalyâyana hubiera escuchado atentamente las palabras de la "boca-de-oro", continuó interrogándose, y usando después de su poder milagroso, logró conducir hasta el Cielo de los Cuatro Reyes Celestiales a 500 personas que habían podido escapar a la masacre, y allí los ocultó debajo de un pote que había agrandado, pensando que así estarían a cubierto. Volviendo después junto al Buda, le contó esta historia. El Buda le dijo entonces: "La fuerza del karma se hace sentir por todas partes, sin distinción de lugar, y el milagro no puede nada contra él. Aunque tu estés orgulloso de tu acto, esas 500 personas han muerto todas en el pote". Entonces, volando hasta allí, Mahâmaudgalyâyana descubrió que el Buda había dicho la verdad. Este caso no es el único contado en los Sutras y los Shstras. ¡Sabez bien que la fuerza del karma no puede ser modificada finalmente!