Como vimos anteriormente, la tradición de la contemplación en la escuela Tendai —conocida en japonés como Shikan— se distingue entre todas las formas de práctica budista por su fidelidad al principio de la unidad entre la comprensión doctrinal y la práctica meditativa. No se trata de un mero eslogan pedagógico, sino de la clave que articula todo su sistema espiritual. Allí donde otras escuelas enfatizaron o bien el estudio de la doctrina, o bien la meditación silenciosa, la escuela Tendai comprendió que uno sin el otro queda cojo: la doctrina sin práctica es como un mapa que jamás se recorre, y la práctica sin doctrina es como un viajero que se lanza sin rumbo por sendas desconocidas. Solo la convergencia de ambos caminos conduce a la cima de la montaña donde se abre la visión del Buda Eterno.
En términos prácticos, este principio se concreta de la siguiente manera: el discípulo se prepara con las llamadas Veinticinco Expedientes Auxiliares, que constituyen una especie de purificación progresiva de cuerpo, mente y entorno; luego, escoge dentro de los Cuatro Samadhis aquel modo de disciplina que mejor se ajusta a sus condiciones personales; y, utilizando este modo como apoyo o “causa auxiliar”, ejercita las Diez Contemplaciones frente a los distintos objetos —los cinco agregados, las seis facultades sensoriales, los dieciocho elementos, y otras clasificaciones— hasta alcanzar el contacto con el ámbito inconcebible de la Realidad, el Dharmadhatu o Reino del Dharma.
No obstante, no debemos pensar que este esquema es rígido o formalista. Por el contrario, su flexibilidad es lo que lo hace profundamente humano y realista. Puesto que la práctica del Shikan se fundamenta en la doctrina de la Realidad tal cual es, esta puede desplegarse en cualquier circunstancia: en la soledad de una celda monástica, en la penumbra de un bosque de montaña, o incluso en medio de las actividades cotidianas de la vida laica. Lo esencial es que el practicante se ajuste a sus propias capacidades, inclinaciones y circunstancias. La estructura del método está al servicio de la persona, y no la persona esclavizada por la rigidez del método.
Aun así, en la experiencia concreta, resulta evidente que no es lo mismo intentar meditar en un mercado ruidoso que en un paraje sereno; no es lo mismo contemplar cuando el cuerpo está fatigado que cuando la respiración es calma y fluida. La mente necesita un entorno favorable para recogerse, y el cuerpo debe estar dispuesto para sostener la atención. Fue consciente de estas dificultades que Chih-i, tras años de práctica intensísima en el Monte Tiantai, sistematizó lo que él mismo había experimentado y las organizó en los Veinticinco Expedientes Auxiliares. Estos no son requisitos absolutos, ni condiciones de las que dependa inevitablemente la contemplación. Más bien son consejos prácticos que suavizan el camino y hacen más accesible la realización de la visión profunda. El practicante puede alcanzar el despertar incluso sin cumplirlos todos, pero observarlos incrementa la posibilidad de que el corazón se abra de manera súbita y poderosa a la verdad del Dharma.
Los Veinticinco Expedientes Auxiliares
En el Budismo se dice que cuerpo y mente son inseparables. Aunque la práctica del Shikan se centra en la mente y en la transformación de su flujo, no se puede ignorar el cuerpo. El cuerpo es el instrumento a través del cual la mente se asienta, y su disposición adecuada es la puerta de entrada hacia la calma y la visión. Chih-i comprendió esta verdad con claridad: no basta con decir “todo está en la mente”, pues una mente distraída o un cuerpo inestable arruinan cualquier esfuerzo meditativo. Por ello, dentro del Shikan el modo de disponer el cuerpo adquiere una importancia capital. Sentarse erguido, caminar en torno al espacio sagrado, alternar entre caminar y sentarse, o incluso practicar en medio de la vida diaria: todas estas formas fueron ordenadas y sistematizadas por Chih-i en lo que se conocen como los Cuatro Samadhis. Cada uno corresponde a un modo concreto de encarnar la práctica, y la elección depende del temperamento, la capacidad y las circunstancias del practicante.
De hecho, esta atención al cuerpo es una de las marcas distintivas del Tiantai frente a otras tradiciones. Allí donde algunos sistemas privilegiaron una sola forma —por ejemplo, el “simplemente sentarse” del Zen Soto—, Chih-i insistió en la riqueza de opciones, convencido de que el Dharma debe adaptarse a los distintos tipos de personas, sin forzarlos a un molde único. Chih-i, basándose en su propia experiencia en el Monte Tiantai, observó que la mente humana necesita un clima espiritual y corporal adecuado para sumergirse en la contemplación profunda. Así, clasificó estas condiciones en dos grandes grupos:
- Los quince factores externos, que dependen del ambiente que rodea al practicante.
- Los diez factores internos, que se relacionan con la regulación del propio cuerpo, mente y voluntad.
De este modo, el practicante aprende a preparar el terreno, como quien limpia y allana el campo antes de sembrar.
Los Cinco Vínculos - Estos son los apoyos fundamentales, los cimientos sin los cuales la práctica difícilmente puede sostenerse:
- Observar la pureza de los Preceptos: mantener una conducta limpia y sin remordimientos crea un suelo fértil en el corazón.
- Tener alimento y vestido adecuados: no en exceso ni en carencia, pues ambas cosas perturban la mente.
- Vivir en un lugar tranquilo, preferiblemente en la montaña: el silencio natural favorece el recogimiento.
- Liberarse de ocupaciones y distracciones: reducir al mínimo los asuntos mundanos para que la mente no se disperse.
- Contar con un maestro y con compañeros de práctica: el guía asegura la dirección y los amigos fortalecen la perseverancia.
2. El Rechazo de los Cinco Deseos - Son las formas más inmediatas de apego que esclavizan los sentidos:
- Color/formas,
- Sonidos,
- Olores,
- Sabores,
- Contactos corporales.
Chih-i enseña que el practicante debe vigilarlos y refrenarlos, no porque los objetos sean malos en sí, sino porque el apego a ellos perturba la calma de la mente.
El Abandono de las Cinco Coberturas - Son los cinco obstáculos mentales que oscurecen el corazón:
- Codicia.
- Ira u odio.
- Somnolencia y pereza.
- Agitación y arrepentimiento.
- Duda.
Chih-i subraya que estos estados deben ser detectados y soltados con atención constante, pues son como nubes que cubren el sol de la sabiduría.
La Regulación de los Cinco Asuntos - Son condiciones internas que el practicante debe equilibrar con sabiduría:
- La comida: ni exceso que cause pesadez ni carencia que provoque debilidad.
- El sueño: ni demasiada laxitud ni insomnio.
- El cuerpo: cuidar la postura y la salud para sostener la práctica.
- La respiración: mantenerla fluida, sin forzarla, dejándola acompañar la calma mental.
- La mente: atenta, clara y dispuesta, evitando tanto la dispersión como el letargo.
Aquí se refleja la visión integral de Chih-i: no hay contemplación sin un cuidado equilibrado del cuerpo-mente.
El Ejercicio de las Cinco Prácticas - Finalmente, están las cinco actitudes interiores que dan vida al camino:
- El deseo correcto: la aspiración ardiente hacia el Despertar.
- El esfuerzo constante: energía diligente, sin caer en negligencia.
- La atención plena: mantener la memoria constante del Dharma.
- La habilidad sabia: aplicar los métodos con flexibilidad y discernimiento.
- La concentración unificada: reunir el corazón entero en la práctica.
Chih-i señala que estas cinco son el corazón mismo de los Veinticinco Auxiliares: sin ellas, todas las otras condiciones se vuelven estériles.
Estas veinticinco condiciones no deben ser vistas como barreras absolutas: no se exige cumplirlas todas para practicar. Más bien funcionan como apoyos pedagógicos, como andamios que facilitan el ascenso al techo del templo. En muchos casos, basta con cumplir algunas para que la mente se ilumine de manera súbita y clara. Pero quien puede disponer de todas, encontrará en ellas un terreno firme y seguro para avanzar. Chih-i, tras años de práctica intensa y visiones profundas en el Monte Tiantai, comprendió que los modos de disponer el cuerpo y la mente son tan diversos como los seres humanos mismos. No todos pueden sentarse horas en silencio, ni todos tienen la misma fuerza para caminar en procesión, ni todos pueden alternar con disciplina estricta períodos de meditación. Por eso, organizó los métodos en cuatro grandes modelos de contemplación, que no son moldes rígidos, sino caminos adaptativos que se ajustan a las capacidades y circunstancias del practicante. Todo esto es explicado con lujo de detalle en Comulgando con el Buda: Las Enseñanzas de Meditación del Gran Maestro Chih-i (Ediciones del Loto, 2022).
La Mente como Raíz de Todos los Dharmas
El Sutra Avatamsaka proclama: “La mente es como un hábil pintor que crea los cinco agregados. En todo el universo no existe nada que no nazca de la mente.” Esta enseñanza es fundamental para comprender cómo el Budismo Tendai concibe el lugar de la contemplación. No se trata de contemplar algo lejano o extraño, sino de dirigir la atención hacia lo más cercano y cotidiano: la mente misma, ese flujo de pensamientos y sensaciones que a cada instante nos atraviesa. Chih-i lo reafirma con fuerza: la mente ordinaria —esa que produce en un instante una emoción, un recuerdo, un deseo fugaz— es el punto de partida y de llegada. En ese instante concreto, en esa “chispa” de conciencia, están presentes todos los mundos, todas las leyes del Dharma, todas las posibilidades del Samsara y del Nirvana.
Para ayudar al discípulo a comprender esta profundidad, Chih-i propone un ejercicio dialéctico llamado las Cuatro Proposiciones:
- ¿Nace el fenómeno de sí mismo?
- ¿Nace de lo otro?
- ¿Nace de ambos, sí mismo y otro?
- ¿Nace de ninguno de los dos?
El practicante aplica estas cuatro alternativas a cualquier fenómeno: por ejemplo, al sonido de una campana. ¿Proviene del metal? ¿Del golpe? ¿De ambos? ¿De ninguno? Cualquiera de las respuestas resulta contradictoria, y así la mente descubre que no hay fundamento sólido para el apego. Este método no es mera lógica: es un camino de desgaste de la mente discriminativa. Llevada hasta el límite, la razón se descubre impotente, y en ese momento se abre la intuición directa de lo real: el ámbito inconcebible.
El Gran Maestro Chih-i lo expresa en el Makashikan cuando dice:
“Un solo pensamiento de la mente contiene los diez dharmas, y cada uno de los diez dharmas contiene a su vez los diez mundos, que se multiplican hasta formar cien mundos. Cada mundo incluye treinta tipos de existencia, de modo que los cien mundos producen tres mil. Y todo ello está en un solo pensamiento de la mente. Si no hubiera mente, nada existiría. Si hay aunque sea un instante de mente, ahí están los tres mil. No se dice que la mente esté antes y las cosas después, ni las cosas antes y la mente después. Como en la relación de un objeto y su reflejo: ninguno está antes ni después, sino que se dan en su mutua interdependencia. Así también, si la mente produce todos los dharmas, eso sería verticalidad; si la mente los contiene de una vez, eso sería horizontalidad. Pero ni vertical ni horizontal bastan. Lo real es que la mente es todos los dharmas, y todos los dharmas son la mente. No uno, no dos; no idénticos, no distintos. Profundo, sutil, inefable: más allá del saber de la conciencia y de las palabras del lenguaje. Por eso se llama el ámbito inconcebible”.
Este texto condensa en pocas líneas la visión más audaz del Budismo:
- Ichinen Sanzen: en un solo pensamiento se incluyen los Diez Reinos, multiplicados mutuamente hasta constituir los tres mil mundos.
- No dualidad: mente y fenómenos no son dos. No se puede decir que los fenómenos estén “después” de la mente ni que la mente esté “antes” de los fenómenos. Ambos se cooriginan en relación dinámica.
- Más allá de categorías: no se trata de existencia ni de inexistencia, ni de identidad ni de diferencia. El lenguaje tropieza, el pensamiento se derrumba.
- Ámbito inconcebible: lo que queda es la realidad misma, que no puede ser captada por conceptos ni expresada por palabras. Solo puede ser vivida en la experiencia contemplativa.
Aquí está el corazón del shikan: no se busca un estado psicológico especial, sino penetrar en esta realidad que trasciende y a la vez sostiene todos los estados.
Cuando Chih-i afirma que “la mente y los fenómenos son uno”, y que no son ni idénticos ni distintos, ni verticales ni horizontales, nos conduce a un punto en que todo discurso lógico se desmorona. Lo hace a propósito: al llevar la razón hasta el límite de sus contradicciones, nos obliga a dar un salto hacia la experiencia inmediata. Allí, en la desnudez de la mente tal cual es, se revela lo que él llama el Ambito Inconcebible. Este ámbito no es un “más allá” separado de la vida cotidiana. Es más bien el rostro verdadero de la vida misma, que los conceptos distorsionan y que solo la contemplación directa puede abrazar. Y es precisamente en este terreno donde emergen las dos intuiciones más osadas del budismo Tiantai: que las pasiones no se oponen a la iluminación, y que el Samsara no es distinto del Nirvana.
En la visión ordinaria, pensamos que las pasiones (ira, deseo, ignorancia, apego) son obstáculos que deben ser destruidos para alcanzar la pureza de la Iluminación. Pero desde la perspectiva Tendai, esta oposición es ilusoria. ¿Por qué? Porque las pasiones no son algo sólido ni permanente: surgen y desaparecen como olas en el mar de la mente. ¿Qué revela la contemplación? Que en su misma vacuidad se esconde la naturaleza de la sabiduría. La energía que en la ignorancia se manifiesta como pasión, en la claridad se manifiesta como compasión y sabiduría. Por eso el Budismo Tendai proclama: Bonno Soku Bodai —las Pasiones son ya la Iluminación. No se trata de un permiso para entregarse a los deseos, sino de la afirmación radical de que el Despertar no consiste en suprimir lo humano, sino en transfigurar su raíz.
De modo semejante, solemos pensar que el Samsara —el ciclo de nacimientos y muertes, de sufrimiento y confusión— se opone al Nirvana, que sería un estado eterno de paz al margen de este mundo. Pero el Budismo Tendai, siguiendo el Sutra del Loto, enseña lo contrario: el Samsara no es otra cosa que la expresión dinámica de la Realidad, y el Nirvana no es un lugar al que se escapa, sino la comprensión profunda de ese mismo fluir. Por eso afirma: Shoji Soku Nehan —el Vivir y Morir son ya el Nirvana. Cuando la mente se abre al Ambito Inconcebible, descubre que cada instante de nacimiento y de muerte, de alegría y de dolor, está ya iluminado por la eternidad del Buda.
Estas doctrinas se condensan en lo que se llama el Capítulo de la Perfección Súbita (Endonsho) que vimos anteriormente, que resume la práctica del Shikan en unas pocas frases:
- “No hay sufrimiento que deba ser abandonado, porque todo sufrimiento es ya la puerta del Despertar.”
- “No hay acumulación que deba ser cortada, porque las pasiones son ya Iluminación.”
- “No hay camino que deba ser practicado, porque cada paso ya es el camino.”
- “No hay extinción que deba ser alcanzada, porque el Samsara es ya Nirvana.”
Esta visión no niega las Cuatro Nobles Verdades, sino que las lleva a su plenitud en la luz del Sutra del Loto. Lo que en el nivel preparatorio eran etapas sucesivas, en la revelación del Buda Eterno se reconocen como facetas simultáneas de la misma realidad.
¿Qué significa esto para el devoto de la Escuela del Loto Reformada? Significa que no necesita huir de la vida cotidiana para buscar una santidad idealizada. Significa que sus emociones, sus luchas, incluso sus errores, son el terreno mismo donde germina la Iluminación. Significa que el ciclo de nacimiento y muerte no es una cárcel, sino el escenario donde el Buda Eterno se manifiesta en cada ser y en cada instante. De ahí que la práctica del Shikan sea inseparable de la vida: es aprender a mirar todo lo que ocurre —placentero o doloroso— como expresión del Reino del Buda.
Del Ámbito Inconcebible a la Misión Universal del Loto
En el Makashikan, el Gran Maestro Chih-i nos conduce hasta el reconocimiento del Ambito Inconcebible, allí donde se trascienden todas las oposiciones: pasiones e Iluminación, Samsara y Nirvana, sufrimiento y liberación. Pero esta experiencia no se queda en un estado interior, reservado al meditante en su celda. La escuela Tendai, fiel al espíritu del Sutra del Loto, enseña que esta visión tiene una dimensión misionera y transformadora. El que ha penetrado en el Ambito Inconcebible ya no puede mirar el mundo como un desierto de dolor que se debe abandonar. Lo reconoce como el campo mismo de la actividad del Buda Eterno, y por ello se convierte en colaborador del Buda en la obra de salvar a los seres.
El Sutra del Loto proclama que “solo los Budas conocen la verdadera realidad de todos los fenómenos”, y que esa realidad se manifiesta como Vehículo Único, donde no hay separación entre discípulos, bodhisattvas o budas: todos participan de la misma Budeidad. De ahí que la contemplación Shikan no sea un retiro egoísta, sino un entrenamiento para la misión. Al ver que incluso las pasiones son Iluminación y que el Samsara es el Nirvana, el practicante adquiere la convicción de que ningún ser está excluido del Despertar. Así, su vida entera se vuelve prédica silenciosa del Loto: cada gesto, cada palabra, cada obra se hace semilla de salvación.
La Escuela del Loto Reformada enfatiza que la misión no es meramente individual, sino también colectiva y social. El objetivo no es alcanzar un nirvana personal tras la muerte, sino transformar el Samsara en Tierra Pura aquí y ahora. Cuando el devoto contempla que “las pasiones son Iluminación”, aprende a mirar a los demás no con juicio, sino con compasión y esperanza. Cuando comprende que “el Samsara es el Nirvana”, trabaja para que las estructuras de dolor —la ilusión, la ignorancia, la violencia— sean transfiguradas en caminos hacia la paz. Cuando confía en el Ambito Inconcebible, deja de temer la incertidumbre y se entrega a la acción del Buda Eterno en la historia. Así, la contemplación se convierte en misión social y cósmica, en compromiso por instaurar el Reino del Buda en medio de las vicisitudes del mundo.
El Endonsho afirma que no hay sufrimiento que deba ser rechazado ni pasiones que deban ser cortadas, porque todas son portales de Despertar. El Bodhisattva lo comprende y, en vez de retirarse del mundo, se adentra más en él, llevando consigo la luz del Ambito Inconcebible. Por eso, en el Budismo del Loto, el verdadero practicante de Shikan es inseparable de la figura del Bodhisattva: contempla para servir, medita para transformar, se sumerge en la vacuidad para regresar con las manos llenas de compasión.
En nuestra tradición, esta visión se expresa como un triple compromiso:
- Fe en el Buda Eterno, que asegura que ningún ser está excluido.
- Estudio de las enseñanzas, que permite ver cómo todas las doctrinas preparatorias convergen en el Loto.
- Práctica del Shikan y de las obras de misericordia, que hace visible el Reino del Buda en la historia.
Así, estas doctrinas y la Iluminación en el Budismo del Loto no son una experiencia esotérica reservada a unos pocos, sino el fundamento que nos impulsa a vivir el Dharma con corazón universal y espíritu misionero.
La Iluminación en el Budismo del Loto
En el Budismo del Loto, la Iluminación no es una huida de la existencia ni un estado opuesto a las pasiones. el Gran Maestro Chih-i enseña, siguiendo el Sutra del Loto, que el Samsara mismo es el Nirvana y que las Pasiones mismas son la Iluminación. La Iluminación se revela cuando el practicante, a través de la contemplación (Shikan), reconoce que cada instante de conciencia contiene los tres mil mundos (Ichinen Sanzen), y que ya es uno con el Cuerpo del Buda Eterno (Mahavairocana). No se trata de alcanzar otra realidad, sino de ver esta misma realidad con los ojos del Buda: como Ambito Inconcebible, más allá de toda categoría, donde no hay separación entre puro e impuro, entre nacimiento y muerte, entre sufrimiento y liberación.
La Iluminación en el Budismo Loto no desprecia el cuerpo ni las condiciones mundanas. Por el contrario:
- El cuerpo es vehículo de la práctica (los Cuatro Samadhis lo muestran claramente).
- La mente es el terreno donde se revelan los tres mil mundos.
- El mundo, con sus gozos y dolores, es el escenario del Reino del Buda.
Así, la Iluminación es holística: no se alcanza negando la vida, sino integrándola y transfigurándola. El Sutra del Loto describe que, cuando el Buda revela su eternidad, emergen de la tierra innumerables Bodhisattvas que ya habían sido sembrados desde tiempos inconmensurables. Ellos simbolizan que la Iluminación no es algo pasivo, sino una misión activa: quien ha despertado no permanece en soledad, sino que se convierte en servidor de la Salvación Universal. Por eso, la Iluminación en el Budismo del Loto siempre implica compromiso con el mundo. El devoto iluminado no se aísla en un Nirvana personal, sino que transforma cada gesto, cada palabra y cada acción en vehículos del Reino del Buda.
La práctica del Shikan nos recuerda que la Iluminación no ocurre únicamente en retiros de noventa días ni en templos apartados. El Gran Maestro Chih-i afirma que el verdadero samādhi es el de “ni caminar ni sentarse”, aquel que puede realizarse en medio de la vida diaria: trabajando, comiendo, hablando, descansando. La Iluminación en el Budismo del Loto es, entonces, vivir la vida cotidiana como expresión del Dharma, descubriendo en cada momento la realidad del Buda Eterno que se manifiesta a través de nosotros.
Finalmente, la Escuela del Loto Reformada insiste en que la Iluminación no es solo personal, sino también histórica y colectiva. El propósito de la fe, el estudio y la práctica es convertir este mismo mundo samsárico en una Tierra Pura. La Iluminación es, en última instancia, la realización de la Voluntad del Buda Eterno: que todos los seres participen del mismo Vehículo Único, y que la compasión y la sabiduría transformen a la sociedad entera en reflejo del Reino del Buda.
La Iluminación, en el Budismo del Loto, puede describirse con cuatro rasgos esenciales:
- Es no-dual: las pasiones son la Iluminación, el Samsara es el Nirvana.
- Es integral: involucra cuerpo, mente y mundo en unidad inseparable.
- Es misionera: quien despierta se convierte en Bodhisattva de la Tierra, agente del Reino del Buda.
- Es cotidiana y universal: se realiza en cada instante, en cada relación, en cada tarea, hasta que el mundo entero se transforma en Tierra Pura.
Cuando el Gran Maestro Chih-i explica que en un solo pensamiento (Ichinen) están contenidos los tres mil mundos (Sanzen), nos invita a contemplar la mente como suelo fecundo donde todo el Cosmos germina. Esta imagen de la mente como tierra se conecta de manera natural con la visión del Sutra del Loto, donde del mismo suelo del mundo surgen los Bodhisattvas de profunda raíz. La práctica del Shikan no es, por tanto, un vuelo etéreo hacia lo alto, sino una inmersión en el suelo mismo de la mente y de la vida, hasta descubrir allí la semilla del Buda Eterno. Como las raíces ocultas de los Bodhisattvas, el ámbito inconcebible permanece invisible hasta que, con la contemplación, se quiebra la superficie de la ignorancia y brota la planta de la misión.
En el capítulo 15 del Sutra del Loto, innumerables Bodhisattvas emergen desde las entrañas de la tierra, resplandecientes y poderosos. No vienen de otros mundos, no descienden desde el cielo: nacen de aquí mismo, del suelo de nuestro Samsara. Este pasaje simboliza que el Despertar no depende de buscar lo lejano, sino de reconocer lo que ya está presente en nuestra vida ordinaria. Quien practica el Shikan en el espíritu del Endonsho descubre que las pasiones son la Iluminación y que el Samsara es el Nirvana; entonces, como los Bodhisattvas, surge de la tierra de lo cotidiano para consagrar su existencia a la Salvación Universal.
El Buda Shakyamuni revela en ese capítulo que aquellos Bodhisattvas de la Tierra han sido formados y preparados por Él desde el pasado inconmensurable, y que su misión es preservar y difundir el Sutra del Loto en la época de la decadencia del Dharma. Aquí se manifiesta el vínculo con la práctica del Shikan: la contemplación interior permite experimentar el ámbito inconcebible, donde el Samsara y el Nirvana se funden; el surgir de la tierra representa la dimensión exterior y misionera: del silencio de la meditación brota el compromiso con la historia y el servicio al mundo. Así, el practicante de Shikan no queda aislado en su visión interior, sino que es enviado al mundo como Bodhisattva de la Tierra, portador del Loto en medio de la Era Final del Dharma (Mappo).
En nuestra tradición, esta escena recibe una lectura concreta:
- Los Bodhisattvas que emergen de la tierra son símbolo de la Budeidad Innata en todos los seres.
- Representan la convicción de que no necesitamos depender de poderes externos, pues desde lo profundo de nuestra propia vida surge la raíz de la misión.
- Son también la imagen de la comunidad del Loto Reformada, llamada a brotar desde la tierra de la historia presente para hacer visible la Tierra Pura en medio del Samsara.
De este modo, el Shikan, lejos de ser una práctica solitaria, se convierte en fuente de fuerza misionera, donde cada devoto es reconocido como hermano o hermana de esos Bodhisattvas eternos, sembrados desde el principio por el Buda Eterno.
* * *
Al recorrer las enseñanzas del Makashikan, comprendemos que la Iluminación en el Budismo del Loto no es un punto final, sino una manera de vivir y de mirar la realidad. El Budismo del Loto nos conduce desde la disciplina concreta hasta la revelación última del Ambito Inconcebible, donde toda dualidad se disuelve. Allí se nos muestra que pasiones y sabiduría son de una misma raíz, que Samsara y Nirvana son un mismo océano, que cada instante contiene los tres mil mundos. Pero esta contemplación no nos encierra en un misticismo estéril. El Sutra del Loto abre ese mismo ámbito como misión universal: los Bodhisattvas que brotan de la tierra no son otros que nosotros, llamados a hacer del mundo entero la morada del Buda Eterno. Así, la Iluminación deja de ser un refugio personal y se convierte en camino de compromiso y compasión, en la tarea de transformar este mundo en una Tierra Pura.
Por ello, en la Escuela del Loto Reformada afirmamos que la iluminación es al mismo tiempo visión interior y acción exterior: Interior, porque descubrimos en la mente ordinaria el ámbito inconcebible del Buda. Exterior, porque nos levantamos como Bodhisattvas de la Tierra para trabajar por la salvación de todos los seres.
En definitiva, la Iluminación del Budismo del Loto es el arte de ver lo extraordinario en lo ordinario, lo eterno en lo pasajero, lo puro en lo impuro. Es reconocer que la vida cotidiana es ya el Reino del Buda, y que nuestra misión es hacerlo visible para todos. De este modo, el Budismo del Loto no nos invita a huir del mundo, sino a sumergirnos en él con los ojos del Buda, para descubrir que cada respiración, cada emoción y cada encuentro son ya la manifestación de la Verdad Eterna.