Habiendo visto el primer requisito para recibir los Preceptos del Bodhisattva, el Entender la Dificultad de Recibir los Preceptos, el Gran Maestro Annen detalla el segundo requisito, la Fe:
"El Sutra de la Conducta Pura dice: 'Cuando todos los seres entran por primera vez en el océano de los Tres Tesoros, la fe es su fundamento. Cuando residen en la Casa del Buda, los Preceptos son su fundamento. Así comienza el Camino del Bodhisattva'. Entre los hombres y mujeres que se inician, aunque sus facultades no estén completas, ya sean personas de doble raíz, de género indefinido, libertinos, prostitutas, esclavos o incluso seres transformados, todos pueden recibir los Preceptos, pues todos poseen mente y conciencia dirigidas hacia la Budeidad.
"¿Qué significa “fe”? El Sutra del Brahmajala dice: 'Si uno es Hijo del Buda, debe siempre generar fe en el Gran Vehículo. Debe reconocerse a sí mismo diciendo: “Yo soy un Buda aún no realizado; los Budas son Budas ya realizados”. Debe mantener siempre esta fe. Si así lo hace, los Preceptos estarán ya completos. Pero si surge siquiera un solo pensamiento de afinidad con los Dos Vehículos o con doctrinas externas, incurre en falta menor y en culpa de mancha ligera'.
"Se dice también: 'Si un Hijo del Buda, buscando provecho o sustento, revela este Gran Precepto de los mil Budas delante de quienes no han recibido aún los Preceptos del Bodhisattva, o ante hombres malvados de doctrinas externas, o ante personas de falsa visión, comete falta menor. Pues tales hombres malvados, al no recibir los Preceptos del Buda, son llamados bestias. Y las bestias no contemplan los Tres Tesoros; son como madera y piedra sin mente, no diferentes de un tronco muerto'. Así, el revelarlos en presencia de tales personas constituye falta de mancha ligera.
"Además, el Sutra de los Buenos Preceptos dice: 'Estos Preceptos del Bodhisattva no deben ser expuestos ante quienes no creen, ni siquiera ante quienes calumnian el Gran Vehículo. Pues los incrédulos, por esta causa y condición, caerán en el Infierno'.
"También en el Sutra del Nirvana se dice: 'Aquel cuya fe no está completa es llamado Icchantika; y durante inconmensurables kalpas difícilmente podrá salir del Infierno'.
"Por tanto, quienes desean recibir los Preceptos del Buda deben generar una fe profunda."
La Importancia de la Fe
Este pasaje sitúa la fe (śraddhā - shin) como el fundamento indispensable para entrar en el océano de los Tres Tesoros. El Sutra de la Conducta Pura lo formula con gran claridad: primero se entra al océano de los Tres Tesoros por medio de la fe, y solo cuando se reside en la Casa del Buda se asientan los preceptos como fundamento. En lenguaje Tendai, podemos decir que la fe es la apertura de la mente (kaishin) al Dharma, y los Preceptos son su consolidación en la práctica (gyo). Sin fe, los Preceptos serían mera moralidad externa; sin Preceptos, la fe correría el riesgo de convertirse en devoción vacía.
La tradición Tendai, al predicar la doctrina de la Triple Verdad (Santai), enseña que la fe permite intuir simultáneamente la Vacuidad de los fenómenos, su Existencia Provisional y el Camino Medio que los armoniza. Esa intuición inicial no requiere facultades extraordinarias: aun quienes poseen raíces incompletas, condiciones corporales diversas o nacimientos considerados "inferiores", pueden recibir los Preceptos del Bodhisattva si su mente se dirige hacia la Budeidad. Aquí se manifiesta la doctrina central de la Naturaleza del Buda universal: no existe ser incapaz de la fe, pues todos portan la Semilla de la Iluminación.
La Fe como Reconocimiento de la Propia Naturaleza
El Sutra del Brahmajala citado ofrece una definición preciosa: el Hijo del Buda debe pensar siempre —"Yo soy un Buda aún no realizado; los Budas son Budas ya realizados". Esta afirmación refleja la enseñanza Tendai de la Budeidad Innata (Hongaku): no se trata de alcanzar algo externo, sino de actualizar en la práctica lo que ya somos en lo profundo. La fe, entonces, no es mera confianza ciega, sino el reconocimiento interior de la identidad entre el propio ser y la Naturaleza del Buda Eterno.
Cuando esta fe se mantiene, los Preceptos "ya están completos". Dicho de otro modo, la observancia ética no es añadidura, sino expresión natural de la convicción en la propia Budeidad. En cambio, desviarse hacia la admiración por los Dos Vehículos o por doctrinas externas (religiones y filosofías no budistas), aunque sea en un solo pensamiento, es considerado "culpa ligera". No porque esos caminos carezcan de verdad, sino porque representan un retroceso respecto a la visión unificadora del Gran Vehículo.
Sin embargo, el pasaje insiste en que los Preceptos del Bodhisattva no deben exponerse ante incrédulos o calumniadores del Mahayana. Aquí encontramos una tensión: por un lado, los Preceptos son universales y todos pueden recibirlos; por otro, su revelación indiscriminada puede convertirse en causa de caída para quienes no tienen fe. El criterio es pedagógico: proteger al incrédulo de una responsabilidad que no puede asumir y, al mismo tiempo, proteger al Dharma de la difamación.
Desde la óptica Tendai, esto se vincula con la doctrina de los medios hábiles (upaya - hoben): el Buda adapta su enseñanza según la capacidad de los seres. Los Preceptos del Bodhisattva son el nivel más alto de compromiso ético, inseparable de la visión del Vehículo Único. Revelarlos sin discernimiento sería como mostrar un sol ardiente a un ojo enfermo. Por eso, la fe es condición previa indispensable: solo un corazón abierto puede recibir sin daño la luz del Dharma.
La Ausencia de Fe y el Estado de Icchantika
El Sutra del Nirvana define al incrédulo como "Icchantika", ser cuya fe no está completa y que, por ello, queda atrapado en el ciclo del Infierno durante innumerables kalpas. El Icchantika no es alguien condenado ontológicamente, sino un símbolo de la resistencia obstinada al Dharma. Desde la perspectiva Tendai, incluso los Icchantikas poseen la Naturaleza del Buda, pero mientras su corazón permanezca cerrado, no podrán actualizarla. Por eso, la enseñanza subraya la gravedad de la falta de fe: es el único obstáculo que puede oscurecer indefinidamente la Semilla del Despertar.
El pasaje sobre la segunda condición muestra que, en el Camino del Bodhisattva, la fe es el cimiento que hace posible todo lo demás. Fe es reconocer que uno ya es Buda en potencia; fe es confiar en el Vehículo Único que abarca todas las diferencias; fe es abrir el corazón a los Tres Tesoros para que los Preceptos del Bodhisattva puedan echar raíces y dar fruto.
En clave budista, la fe es la llave que abre el acceso a la contemplación de la Triple Verdad y a la integración de los medios hábiles. Sin ella, los Preceptos se vuelven letra muerta; con ella, incluso los marginados y despreciados del mundo pueden ser portadores del Dharma.
Las Tres Puertas de la Fe en la Tradición Tendai
La Escuela Tendai, al explicar cómo se ingresa en el Camino del Buda, habla de las Tres Puertas de la Fe (Sanjin), extraídas del Sutra del Loto y sistematizadas por el Gran Maestro Chih-i. Estas son:
- La Fe en la Raíz: confiar en que todos los seres poseen la Naturaleza del Buda, su Espíritu, y que, por ello, ninguno está excluido de la Budeidad.
- La Fe en la Enseñanza: aceptar que la Revelación Ultima del Buda se encuentra en el Vehículo Único del Sutra del Loto, que integra y trasciende todos los medios hábiles.
- La Fe en la Práctica: confiar en que, al recibir y guardar los Preceptos, leer y recitar los Sutras, y practicar la compasión, uno avanza infaliblemente hacia la Iluminación.
El pasaje que comentamos se sitúa en esta perspectiva. Cuando el Sutra de la Conducta Pura dice: "Entrar en el océano de los Tres Tesoros tiene como fundamento la fe", está refiriéndose a la Fe en la Raíz: la convicción de que aun libertinos, prostitutas, esclavos o seres transformados poseen mente dirigida hacia la budeidad. La fe no consiste en un mérito adquirido, sino en reconocer lo que ya está inscrito en la naturaleza de todos los seres.
Cuando el Sutra del Brahmajala ordena afirmar: "Yo soy un Buda aún no realizado; los Budas son Budas ya realizados", está describiendo la Fe en la Enseñanza: la certeza de que el Mahayaa revela nuestra identidad profunda con el Buda Eterno. Esta convicción es inseparable del Sutra del Loto, que proclama el Vehículo Único como camino común de todos los seres.
Finalmente, cuando el texto advierte sobre la necesidad de una fe profunda para recibir los Preceptos, y prohíbe exponerlos ante incrédulos, está insistiendo en la Fe en la Práctica: solo quien confía en la eficacia de los preceptos como medio para la budeidad puede sostenerlos de manera auténtica. La fe aquí se traduce en perseverancia, en pureza de intención, en apertura a la transformación.
En la tradición Tendai, la fe es llamada tanto semilla como sello. Es semilla, porque inicia el camino: sin fe no hay entrada al océano de los Tres Tesoros. Es sello, porque confirma la autenticidad de la práctica: aunque uno cumpla externamente los Preceptos, si falta la fe profunda, no se considera que el corazón se haya convertido en morada del Dharma.
Así, la fe y los Preceptos se iluminan mutuamente: los Preceptos purifican la fe, y la fe da vida a los preceptos. Este dinamismo corresponde a la lógica de la Triple Verdad:
- La fe reconoce la Vacuidad de los propios límites.
- Los Preceptos sostienen la provisionalidad de la conducta cotidiana.
- Ambos juntos manifiestan el Camino Medio, donde la Budeidad se revela en el aquí y ahora.
Desde la óptica Tendai, examinar la fe no es un requisito externo o un mero examen de ortodoxia, sino la verificación de que el corazón del discípulo ha entrado en sintonía con el Buda Eterno. Solo así los Preceptos del Bodhisattva se convierten en la expresión viva de la Naturaleza del Buda y no en un código moral vacío.
La Fe y la Contemplación de la Mente
En la tradición Tendai, la fe no se agota en una convicción racional ni en una emoción devocional: se profundiza y madura en la contemplación de la mente. Esta práctica, enseñada por el Gran Maestro Chih-i, consiste en volver la mirada hacia el propio corazón para descubrir allí la morada del Buda Eterno.
El pasaje que comentamos exige que quien reciba los Preceptos genere una fe profunda. A la luz de la contemplación de la mente, esta fe no significa únicamente creer que "yo soy un Buda aún no realizado", sino experimentar directamente que la mente, con todas sus agitaciones y pasiones, es en sí misma la morada de la Budeidad. La contemplación de la mente es, en este sentido, la verificación interior de lo que la fe proclama.
Chih-i enseñaba que en cada instante de pensamiento se encuentran los Diez Reinos y las Diez Talidades, y que cada ser, en su más íntima naturaleza, ya participa de la totalidad del Dharma. La fe reconoce esta verdad; la contemplación la contempla y la actualiza. Así, la práctica de los Preceptos del Bodhisattva, fundada en la fe, se convierte en un medio para purificar la mente hasta el punto de percibir que incluso el error y la falta, cuando son iluminados por la fe, se transforman en condiciones para el despertar.
En la Escuela Tendai se habla de la unidad del Shikan (Samatha o Calma, y Vipassana o Contemplación), donde detener las ilusiones y contemplar la verdad son dos alas de un mismo pájaro. A la luz de este principio, podemos decir que los Preceptos (Sila) sostienen el cese de los actos dañinos, la fe da la confianza que permite perseverar en este cese, y la contemplación (dhyana, zen) revela la Naturaleza Iluminada que estaba presente desde el principio. De este modo, la fe no es un estadio preliminar que se abandona luego, sino una energía que impregna toda la práctica. Sin fe, los Preceptos se vuelven mera disciplina; sin preceptos, la fe es débil y se disuelve; sin contemplación, ambos carecen de raíz profunda. Con las tres unidas, el practicante se convierte en un verdadero Hijo del Buda.
En el pasaje citado se advierte que quienes carecen de fe —los llamados Icchantikas— caen en el Infierno por inconmensurables kalpas. Esta afirmación, a primera vista severa, debe comprenderse a la luz de la contemplación Tendai: la fe es lo que abre la puerta de lo inconcebible, el acceso a lo que trasciende las categorías de puro e impuro, de santo y profano. Sin fe, la mente se cierra y permanece prisionera en sus propias fabricaciones; con fe, incluso un solo pensamiento de arrepentimiento o de aspiración se convierte en causa de liberación.
La contemplación de la mente muestra que la fe no es una actitud psicológica, sino el reconocimiento del principio de identidad entre la mente ilusoria y la Mente de Buda. Esta identidad es absoluta: por eso la fe puede transformar a esclavos, prostitutas, animales o incluso seres transformados en recipientes adecuados de los Preceptos.
En síntesis, el examen de la fe no se limita a confirmar que alguien acepta intelectualmente la doctrina del Mahayana. En la tradición Tendai, examinar la fe significa verificar que la mente ha reconocido, aunque sea en un destello, su propia Budeidad. Los Preceptos entonces dejan de ser una imposición externa y se convierten en la expresión espontánea de esa fe interior, cultivada y profundizada en la contemplación de la mente.
La Fe y los Preceptos como Inicio del Reino del Buda en la Tierra
En la Escuela del Loto Reformada afirmamos que el propósito último de la fe y de los Preceptos no se limita a la salvación personal, sino que se orienta hacia la instauración del Reino del Buda en la Tierra. Este dogma se apoya en la visión del Sutra del Loto y del Sutra del Nirvana: el Buda Eterno no es un ser distante, sino la realidad viva que penetra el mundo, y la práctica de los Hijos del Buda consiste en hacer visible ese Reino en medio del Samsara.
En este contexto, la fe es la llama inicial que enciende la transformación. Creer que uno mismo es un Buda aún no realizado y que los Budas son Budas ya realizados equivale a reconocer que la Budeidad no es un ideal lejano, sino la naturaleza constitutiva del mundo y de la vida. Al sostener esa fe, el practicante ya ha dado el primer paso para que la Tierra impura se transforme en Tierra Pura.
Los Preceptos del Bodhisattva, fundamentados en esa fe, son las formas concretas de la Voluntad del Buda en el mundo. Practicarlos no es simplemente abstenerse del mal o cultivar virtudes individuales, sino construir social y cósmicamente el Reino del Buda. Cada acto de compasión, cada rechazo al egoísmo, cada palabra que protege el Dharma son ladrillos invisibles que edifican la Ciudad Eterna del Buda.
La fe profunda, según este pasaje, convierte incluso a quienes socialmente eran vistos como indignos —esclavos, libertinos, prostitutas— en auténticos portadores del Dharma. Aquí la escuela Tendai muestra su universalismo radical: no existe diferencia de pureza o de posición social que limite el acceso a la Budeidad. La fe derrumba los muros de las jerarquías ilusorias, y los preceptos consolidan esa igualdad en la vida concreta. De este modo, la comunidad que recibe los Preceptos del Bodhisattva se convierte en una encarnación visible de la Sangha del Reino del Buda. No se trata de una Sangha cerrada de virtuosos, sino de una asamblea mixta de sabios y necios, de santos y de profanos, de visibles e invisibles, tal como los sutras describen. Este es un anticipo del Reino del Buda en la Tierra, donde lo humano y lo divino, lo puro y lo impuro, conviven bajo la luz del Buda Eterno.
El texto recuerda que exponer los Preceptos a incrédulos genera culpa, porque los Preceptos no son un conocimiento intelectual sino un mandato del Reino. Solo quien ha abierto la fe puede recibirlos sin daño. Esto subraya que los preceptos son juramento cósmico, pacto entre el Buda y los seres, sello que vincula la fe individual con la misión colectiva de establecer la Tierra Pura.
En la Escuela del Loto Reformada, sostenemos que al recibir los Preceptos del Bodhisattva, el devoto se convierte en Embajador del Reino del Buda. Su vida cotidiana ya no le pertenece solo a él, sino que se convierte en terreno sagrado desde donde el Buda transforma el mundo. Así, la fe deja de ser asunto privado y los preceptos dejan de ser reglas individuales: ambos son semillas del Reino Universal.
El examen de la fe, tal como se presenta en este pasaje, no es un requisito formal, sino la verificación de que el corazón está dispuesto a ser morada del Reino del Buda. La fe abre esa morada; los preceptos la estructuran; y juntos constituyen el fundamento de la transformación del samsara en Tierra Pura. Por eso, cuando Annen dice que "todos en Japón creen en el Gran Vehículo", no está hablando de una estadística religiosa, sino de una afirmación dogmática: la Voluntad del Buda Eterno ha designado este mundo como campo donde la fe y los preceptos se convierten en Reino.
