Querida Sangha y Amigos del Dharma, en mundo tan dividido, donde Mara continúa infiltrándose en nuestra Familia, esparciendo su Dharma falso en la Sangha (diciendo que "los budistas no celebran la Navidad" y otras festividades que conmemoran otras tradiciones del mundo en estas fechas), tómense un momento conmigo para reflexionar sobre los lazos sagrados que unen a todos los seres, trascendiendo las distinciones de credo, cultura o herencia. En esta época, cuando muchos en el mundo vuelven sus corazones hacia la historia de paz, compasión y redención que se celebra como Navidad, nosotros, como Bodhisattvas de la Tierra, aprovechemos este momento como una oportunidad para encarnar el abrazo ilimitado del Buda.
En las enseñanzas del Buda, aprendemos que todos los seres están unidos dado a que todos estamos íntimamente interconectados. Así como una joya refleja innumerables facetas de luz, también existimos en interdependencia, cada uno de ellos es una expresión luminosa de la sabiduría del Buda. El Buda Eterno, cuya compasión no conoce límites ni condiciones, considera a toda la humanidad como una sola familia. Y así, veamos la festividad de Navidad no como algo separado, como Mara quiere, sino como una oportunidad para profundizar nuestra comprensión de las verdades eternas del Dharma. Así, veremos que realmente, el Budismo no promulga nada en contra de la Navidad, sino que por el contrario, el Buda nos llama a ser puentes entre las Tradiciones y las personas en el mundo.
Si bien la Navidad no es una festividad budista, dado a que la mayoría del planeta la celebra (como se celebran otras festividades en estas fechas), no permitamos que estos sean días de problemas y contiendas, sino oportunidades de unidad y armonía. Permitan que su ejemplo en pensamiento ,palabra y acción entre sus seres queridos reflejen la Luz y la Presencia del Buda. Por ello, tomemos estos días como oportunidades de reflexionar y profundizar en el Dharma - el cual es predicado universalmente en infinitas lenguas e infinitas formas - y nuestro compromiso como Bodhisattvas.
El nacimiento del niño Jesús en la narración cristiana nos hace eco del espíritu del Voto del Bodhisattva: descender al mundo del sufrimiento para Despertar a todos los seres. Este Voto, pronunciado en presencia de innumerables Budas, nos recuerda que nuestras vidas también están dedicadas a aliviar las penas del mundo. El pesebre y el Árbol Bodhi susurran la misma Verdad Eterna: la Luz de la Compasión brilla más en la humildad y la sencillez.
La Navidad, en esencia, es una celebración de la comunicación y la conexión: un momento para la familia, para reparar los lazos rotos y para tender la mano a quienes se han distanciado. En esto, escuchamos las resonancias de la enseñanza del Buda sobre el habla correcta y la vida armoniosa. Como enseña el Dhammapada: "Habla sólo con palabras que no atormenten a ti ni a los demás. Esas palabras están verdaderamente bien dichas".
La vida de Jesús, tal como se relata en los textos cristianos, habla de una compasión sin límites y una dedicación inquebrantable a aliviar el sufrimiento de los demás. Este es un tema que resuena profundamente en el Dharma. Cuando consideramos su humilde nacimiento, su ministerio de servicio y su sacrificio máximo, vemos la encarnación del ideal del Bodhisattva: un ser que dedica su vida al bienestar y la liberación de todos los seres sintientes.
Comencemos contemplando su nacimiento en un humilde pesebre, rodeado no de riquezas y privilegios, sino de sencillez y del mundo natural. Esta imagen nos recuerda la propia partida del Buda de su vida de lujo para buscar la Verdad Última. Así como Siddhartha Gautama renunció a sus comodidades principescas para recorrer el Camino del Despertar, también Jesús ejemplificó la humildad y el desapego del estatus mundano. Ambas vidas nos recuerdan que las verdades espirituales más elevadas no se encuentran en la riqueza material, sino en la claridad de un corazón despierto.
En sus enseñanzas, Jesús hizo hincapié en el amor, el perdón y la importancia de cuidar a los más desfavorecidos. Estas enseñanzas armonizan perfectamente con el Dharma. El Buda enseñó que "el odio nunca se vence con el odio, sino solo con el amor" (Dhammapada). De manera similar, el mensaje de Jesús de "amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen" (Mateo) se alinea con el Voto del Bodhisattva de cultivar la compasión por todos los seres, incluso aquellos que nos causan daño. Ambos caminos nos desafían a trascender la dualidad del yo y el otro, a ver la humanidad compartida y la Naturaleza Búdica intrínseca en cada ser.
Consideremos también los actos de sanación de Jesús y su profunda empatía por el sufrimiento de los demás. En esto, vemos la práctica de Karuṇā, o acción compasiva, que el Buda describió como una de las virtudes más elevadas. Jesús se acercó a los marginados y los que sufren, encarnando el Voto del Bodhisattva de salvar a todos los seres del Samsara. Su vida nos recuerda que nuestra práctica no se limita a la meditación o el estudio, sino que debe extenderse al mundo a través del servicio desinteresado - el Camino del Bodhisattva en la Tierra.
La historia de Navidad en sí misma, una narración de esperanza, renovación y la llegada de la luz en un tiempo de oscuridad, resuena con la comprensión budista del Despertar. Así como la Iluminación del Buda bajo el Árbol Bodhi marcó la disipación de la Ignorancia y el amanecer de la Sabiduría, el nacimiento de Jesús se celebra como la llegada de la luz divina a un mundo de sufrimiento. En ambas historias, se nos recuerda que la Luz, ya sea que la llamemos Sabiduría, Amor o Despertar, tiene el poder de transformar la oscuridad.
Como budistas, estamos llamados a abordar la vida de Jesús no a través de la lente de la diferencia doctrinal, sino con el corazón abierto de un buscador. El Buda nos animó a investigar todas las enseñanzas con discernimiento y a adoptar lo que es saludable y conducente a la liberación. Después de todo, el Buda mismo nos reveló en su Dharma que todas las religiones son medios hábiles ideados por los Budas para llevar a los seres al Despertar y el progreso espiritual que culmina en el Verdadero Dharma. Así, el ejemplo de Jesús puede inspirarnos a profundizar nuestra propia práctica de compasión, a vivir con mayor humildad y a servir a los demás con amor ilimitado.
En esta temporadaen la cual compartimos con familiares y amigos de otras religiones, que este tiempo no sea uno que nos divida y aleje de nuestros seres queridos, sino uno que nos una y permita llevar la Luz del Dharma. Por ello, honremos la vida y las enseñanzas de Jesús como reflejo de las verdades universales que revela el Dharma. Abracemos su ejemplo como Bodhisattva del Amor, alguien que caminó entre los que sufren con la intención de sanar y elevar el espíritu. Mientras encendemos velas y reflexionamos sobre el mensaje de Navidad, encendamos en nuestro interior la Luz de la Sabiduría y la Compasión, y juremos llevarla al mundo para el beneficio de todos los seres sintientes.
Llevemos esta enseñanza a nuestro corazón durante esta temporada. Que podamos escuchar con atención, hablar con amabilidad y permitir que nuestras palabras se conviertan en puentes que crucen los abismos de la incomprensión y la división. Para los Bodhisattvas de la Tierra, no puede haber mayor ofrenda que el don de la reconciliación.
Hermanos y hermanas en el Dharma, consideren cómo la Navidad nos invita a redescubrir nuestra humanidad compartida. Las luces colgadas en los hogares y los árboles iluminan un mundo a menudo oscurecido por la codicia, el odio y el engaño. De la misma manera, la Luz de la Sabiduría del Buda brilla dentro de nosotros, guiándonos para construir puentes donde otros podrían erigir muros. Esta temporada nos llama a reconocer que las divisiones entre el "yo" y el "otro" no son más que ilusiones. Recordamos la enseñanza del Sutra Avataṁsaka: "Todas las cosas se interpenetran sin obstrucción, como la red de joyas de Indra, donde una refleja a todas y todas reflejan a una".
Así, cuando un familiar o vecino nos tiende la mano en el espíritu de la Navidad, estrechémosla con la apertura de un Bodhisattva. Cuando los villancicos resuenan con himnos de paz, reconozcamos su armonía con nuestros cantos de Bondad Amorosa. Porque vivir como Bodhisattvas de la Tierra es reconocer que el canto de la compasión no conoce un solo idioma, ni el abrazo de la sabiduría favorece una tradición sobre otra.
Pensemos también en aquellos que están solos en esta temporada, aquellos que sufren el frío, no sólo el frío del invierno, sino la soledad y la desesperación. Como enseñó el Buda, "Todos los seres desean superar el sufrimiento y encontrar la felicidad". Encendamos, pues, la lámpara de la generosidad (Dana) y extendamos nuestras manos a los necesitados, porque al hacerlo, damos vida a la enseñanza del Buda.
Mientras la nieve cae suavemente sobre la Tierra, cubriéndola con un manto de pureza, purifiquemos nuestros corazones mediante la práctica de la compasión. Que podamos afrontar esta temporada navideña con la misma determinación que Siddhartha bajo el Árbol Bodhi, prometiendo no levantarnos hasta que hayamos Despertado a la Verdad que une a todos los seres. Prometamos profundizar nuestro compromiso de construir puentes, no sólo entre tradiciones, sino entre corazones. Porque ésta es la obra del Bodhisattva: ver al Buda en cada rostro, escuchar el Dharma en cada historia y recorrer el camino de la armonía en cada paso.
Hermanos y hermanas, el Buda Eterno nos invita a esta danza de unidad. Celebremos la temporada navideña no como extraños, sino como participantes de un viaje humano compartido hacia el despertar. Con las palmas juntas en gassho, inclinémonos ante la verdad de que todos los seres, independientemente de su credo, están abrazados por la inmensa Misericordia del Corazón del Buda.
Que esta temporada traiga paz a todos los rincones de la Tierra y que nosotros, como Bodhisattvas - como Hijos del Buda - iluminemos el mundo con el resplandor del Dharma.