"Tu sufrimiento es mi sufrimiento y tu felicidad es mi felicidad', dijo Buda, y, así como una madre siempre ama a su hijo, Él no olvida ese espíritu ni por un solo momento, porque la naturaleza de la Budeidad es ser compasivo". (Sutra de Vimalakirti)
Sentémonos juntos en tranquila contemplación de este pasaje luminoso, que habla al corazón mismo de la naturaleza del Buda y nos invita a caminar por el camino de la compasión ilimitada. El Buda, con Su infinita sabiduría y amor incesante, declara que las alegrías y las tristezas de todos los seres son Suyas. En estas palabras, encontramos la esencia de la interdependencia, la profunda verdad de que ningún ser existe separado de los demás, y ninguna felicidad es completa mientras otros sufren.
La declaración del Buda: "Tu sufrimiento es mi sufrimiento y tu felicidad es mi felicidad" no es meramente una expresión poética, sino un testimonio viviente del corazón despierto. En esta reflexión, consideremos lo que significa encarnar esa compasión en nuestras propias vidas.
El Buda compara Su amor con el de una madre por su hijo. El niño, una metáfora que trasciende culturas y épocas, pues ¿quién no conoce la feroz ternura del cuidado de una madre? Así como una madre daría todo, incluso su propia vida, para proteger a su hijo, así el Buda, como el Padre Eterno de todos los seres, mira a cada uno de nosotros con una mirada inquebrantable de compasión. No olvida este espíritu ni por un solo momento, porque la compasión no es un acto sino un estado del ser, la naturaleza misma de la Budeidad.
Si permitimos que esta verdad se grabe en lo más profundo de nuestro corazón, veremos que no es solo un mensaje sobre el Buda sino también un llamado a nosotros. La compasión del Buda fluye a través de todos los seres, y estamos invitados a dejar que fluya también a través de nosotros. ¿Cómo podrían cambiar nuestras vidas si viéramos el sufrimiento de otros como el nuestro propio? ¿Cómo podría transformarse el mundo si encontráramos alegría en la felicidad de los demás, como si fuera nuestra propia alegría?
En cada paso de nuestro viaje, estamos rodeados de oportunidades para reflejar esta compasión divina. Los hambrientos esperan ser alimentados, los solitarios esperan ser escuchados, los afligidos esperan ser consolados. Vivir como enseña el Buda es ver estas cosas no como cargas sino como oportunidades para despertar nuestra propia Naturaleza Búdica, para alinear nuestro corazón con el Suyo.
Sin embargo, esta reflexión no se refiere sólo a lo que damos sino también a lo que recibimos. Porque cuando nos permitimos sentir el amor del Buda —amor que no conoce condiciones, límites ni parcialidad— comenzamos a vernos como Él nos ve. Esta constatación es transformadora: nos enseña que incluso en nuestro quebrantamiento, somos dignos de una compasión infinita. Incluso en nuestro sufrimiento, estamos sostenidos por el abrazo del amor del Buda.
Así que tomemos en serio esta enseñanza sagrada y llevémosla a nuestra vida diaria. Practiquemos ver a través de los Ojos del Buda, sentir a través del Corazón del Buda y actuar con las Manos del Buda. Alimentemos en nosotros el espíritu que no olvida la compasión ni por un solo momento, sabiendo que hacerlo es tocar la naturaleza misma de la Budeidad.
Que todos nos convirtamos en reflejos del Amor Infinito del Buda, y que nuestros pequeños actos de compasión se propaguen hacia afuera para sanar un mundo que sufre. Que todos los seres, sin excepción, conozcan la alegría y la paz de ser abrazados por la Luz Infinita del Buda.