Rara la vez toco temas contemporáneos en este espacio, y cuando lo hago, es para tratar de contrabalancear y corregir un error. En la vasta red de la vida, tejida con los hilos invisibles de causa y efecto, de karma y retribución, el Buda nos enseñó que la Compasión y la Sabiduría son como las dos alas de un gran pájaro: solo juntas pueden elevar al ser hacia el Nirvana. Cuando una de ellas se hipertrofia en detrimento de la otra, el vuelo se torna errático, el descenso en el abismo es inevitable. Es por ese abismo que el Budismo Occidental está cayendo. Permítanme comenzar con un poco de historia...
Durante el tiempo del Buda, en su Orden Monástica o Sangha, se encontraba el peor enemigo del Dharma, su primo y discípulo Devadatta, quien, cegado por la ambición y la sombra de su propio corazón, buscó desplazar al Buda (y al Verdadero Dharma) y asumir el liderazgo de la Sangha. No fue con espada ni con fuego que intentó su usurpación, sino —más sutil y, por ello, más peligrosa— con propuestas que, bajo la apariencia de ascetismo severo, pretendían seducir a los monjes con el señuelo del orgullo espiritual y la dureza vana. Estas cinco propuestas fueron presentadas a la asamblea monástica, pero el Buda, en Su infinita compasión y sabiduría, las rechazó, señalándolas como desviaciones del Verdadero Dharma y del Camino Medio, el sendero equilibrado que conduce a la liberación.
Las cinco propuestas de Devadatta fueron:
1. Que los monjes vivieran exclusivamente en el bosque, sin aceptar residencias construidas o preparadas en aldeas o ciudades - Devadatta sugería que la vida en el bosque era inherentemente superior, despreciando los beneficios de establecer monasterios cerca de las comunidades, donde los monjes pudieran guiar y nutrir a los laicos.
2. Que los monjes se alimentaran únicamente de lo que recibieran en su ronda de limosnas, sin aceptar invitaciones personales para comer en casas específicas - Devadatta pretendía así imponer una rigidez innecesaria, cortando los lazos de gratitud y enseñanza que surgían de compartir una comida con los devotos.
3. Que los monjes vistieran solamente harapos encontrados en basureros, rechazando toda ropa ofrecida por los laicos - Así buscaba imponer una austeridad artificial, despreciando el acto meritorio de los laicos que ofrecían túnicas con fe y devoción.
4. Que los monjes vivieran al pie de los árboles todo el año, sin aceptar construcciones adecuadas ni siquiera durante las estaciones lluviosas - Esto contradecía la práctica establecida de los vassa (retiros de lluvias), en los cuales los monjes se establecían en un lugar para profundizar en la meditación y la enseñanza.
5. Que los monjes no consumieran pescado ni carne bajo ninguna circunstancia - Aunque el Buda enseñó moderación y gratitud en el consumo de alimentos (aceptando lo que se ofrecía sin elegir ni rechazar por aversión o preferencia), Devadatta quería imponer una regla absoluta, contraria al espíritu de la ofrenda desinteresada.
Estas propuestas, aunque aparentemente virtuosas a ojos inexpertos, nacían de un corazón intoxicado por la Ignorancia y el deseo de dominio, no de la genuina aspiración por el Dharma. Por ello, el Buda, espejo perfecto del Camino Medio, las rehusó, enseñándonos que la Iluminación no se alcanza por extremos de mortificación ni de indulgencia, sino por la senda serena de la sabiduría compasiva.
Así está registrado en el Vinaya Pitaka, especialmente en los relatos del Cullavagga (VII.3), donde la memoria de estos eventos ha sido preservada para advertirnos contra el peligro de desviarnos por orgullo bajo la apariencia de virtud.
Así como en tiempos antiguos Devadatta propuso el extremo de la mortificación, queriendo aparecer más puro que el Buda, así hoy, en este crepúsculo de la fe verdadera, muchos "budistas" —con la mejor de las intenciones, pero con la peor de las comprensiones— han caído en el extremo opuesto: un exceso de compasión sentimental, ciega, privada de la luminosa lámpara de la Sabiduría.
Este error moderno, este "nuevo Devadattismo", se presenta bajo rostros atractivos: proclama amor sin discernimiento, empatía sin justicia, acogida sin verdad. Se condena al justo que protege, al guardián que defiende la paz, mientras se ensalza al delincuente, al transgresor, al que siembra el caos y la violencia. Se vitorea a los sembradores de terror —hoy bajo la máscara de víctimas perpetuas— y se lapida al que, con dolor y firmeza, sostiene los pilares de la civilización.
Pero el Verdadero Dharma, enseñado por el Buda Eterno, no puede ser así deformado sin incurrir en grave karma. La Compasión sin Sabiduría es como un médico que, por amor mal entendido, deja de aplicar la medicina amarga al enfermo, condenándolo así a la muerte que hubiera podido evitarse. La Sabiduría disierne, la Sabiduría conoce las causas y condiciones, la Sabiduría comprende que salvar una sociedad es también un acto de infinita misericordia.
En el Canon Budista leemos: "El Bodhisattva debe actuar con compasión, pero también con firmeza y discernimiento. No debe alabar a los malvados, ni proteger sus actos, pues así destruye la fe de los muchos y siembra el declive de los buenos." (Sutra de la Luz Dorada)
¿No vemos, acaso, cómo este falso Budismo Occidental confunde la misericordia con la permisividad, la tolerancia con el abandono del deber? ¿No vemos cómo, bajo pretexto de "no juzgar", se permite que los lobos (como los terroristas e ilegales) devoren a los corderos (los ciudadanos), que los delincuentes destruyan el tejido sagrado de la sociedad, que la anarquía disfrazada y llamada "Democracia" sea celebrada mientras la ley justa es vilipendiada?
Existe, en efecto, tal cosa como un exceso de Compasión, y la mayoría de los "budistas" Occidentales están enfermos de ello: un sentimentalismo que, bajo la apariencia de amor, carece de discernimiento; un apego emocional que, por evitar el dolor inmediato, genera un sufrimiento mayor en el futuro. Es el acto de quien, viendo a un enfermo grave, se niega a aplicar el tratamiento necesario porque es doloroso, condenándolo sin saberlo a una muerte segura. Es el acto de quien, por "compasión", permite que el infractor continúe dañando a otros, en lugar de corregirlo y detenerlo.
El Buda enseñó no solo la Compasión, sino la unión inseparable de Compasión y Sabiduría. En el Sutra del Loto, se dice que el Buda actúa con "grand compasión y grand habilidad", es decir, su amor por los seres está siempre iluminado por una profunda comprensión de las causas y condiciones que los rigen. No se deja llevar por las apariencias inmediatas, sino que mira al beneficio último, al Despertar de todos los seres. Por ello, el Verdadero Camino Medio, la senda gloriosa que evita los dos extremos —de la indulgencia y del ascetismo, de la permisividad y del rigorismo— es también el Camino de la Compasión equilibrada por la Sabiduría. Una Compasión sin Sabiduría se convierte en complicidad con el mal; una Sabiduría sin Compasión se convierte en frialdad insensible. Ambas alas deben batir juntas para que el pájaro de la Iluminación vuele hacia el Nirvana.
La Tradición Budista nos ofrece múltiples ejemplos de esta enseñanza. Asimismo, en los códigos monásticos (Vinaya), los Preceptos establecen reglas claras para corregir, e incluso expulsar, a aquellos que, persistiendo en la falta grave, ponen en peligro la pureza de la comunidad. ¿Es esto falta de amor? No, es el más alto acto de Compasión sabia: preservar el campo donde muchos pueden encontrar refugio y salvación.
En nuestro tiempo, sin embargo, asistimos a una peligrosa perversión de la Compasión. Muchos, confundidos por ideologías mundanas, se entregan a defender al delincuente, al terrorista, al transgresor, mientras acusan de maldad a quienes defienden la ley, el orden, y la protección de los inocentes. En nombre de una "compasión" mal entendida, se justifica la anarquía, se blanquea la violencia, se pisotea la justicia.
Pero el Dharma eterno no puede ser mancillado por tales ilusiones. El Buda no vino a disolver toda estructura, ni a borrar toda distinción entre bien y mal, sino a revelar la armonía profunda que se alcanza cuando el Amor y la Sabiduría caminan de la mano. Solo así se construye la Tierra Pura en medio del Samsara: cuando el corazón ama, pero los ojos ven con claridad; cuando la misericordia guía, pero la justicia sostiene.
El Buda nunca predicó el anarquismo ni la disolución de la justicia. Muy al contrario, enseñó que el Dharma debe ser sostenido en el mundo a través del orden, de la rectitud, de la defensa de los justos y de la corrección de los malvados. La Compasión no significa permitir que el asesino continúe asesinando, ni que el ladrón continúe robando, ni que el corrupto continúe corrompiendo. Significa ofrecer siempre un camino de redención, sí; pero también proteger a los inocentes, corregir al transgresor, y castigar —con firmeza serena, no con odio— cuando sea necesario para preservar el bien mayor. Así como el jardinero poda la rama enferma para salvar al árbol entero, así el verdadero discípulo del Buda sabe que a veces la acción justa es dura en apariencia, pero dulce en su raíz, pues previene males mayores.
No permitamos que nuestro corazón, ávido de amor, olvide la luminosa Espada de la Sabiduría. No dejemos que, bajo la bandera de la compasión mal entendida, seamos instrumento de la confusión, del desorden y de la ruina de los pueblos. Recuerdemos que el Reino del Buda en la Tierra se edifica no solo sobre la misericordia, sino también sobre la justicia que protege a los pequeños, a los pacíficos, a los que anhelan la vida recta.
Así como el Buda rechazó las propuestas extremistas de Devadatta, así nosotros debemos rechazar, hoy, las falsas doctrinas que enarbolan la compasión sin discernimiento, el amor sin verdad, la indulgencia sin justicia.
Afirmemos en nuestros corazones la Triple Joya, caminando por la Vía del Medio, siendo como el sabio rey descrito en el Sutra del Nirvana: protector de los justos, refugio de los oprimidos verdaderos, firme espada contra el mal que amenaza la paz de los mundos. Por ello, proponga una Guía para la Compasión Sabia:
1. La Compasión Verdadera brota de la Sabiduría que Comprende el Karma de Todos los Seres - No basta con llorar ante el dolor; es necesario comprender sus causas profundas para actuar de manera que conduzca a la liberación y no a la perpetuación del sufrimiento.
2. La Compasión Verdadera No Justifica el Mal, sino que Busca Corregirlo con Firmeza Serena - Amar a un ser no es aprobar sus faltas; es desear para él su verdadera sanación, aunque ello implique corregirlo, advertirlo o detenerlo.
3. La Compasión Verdadera Protege a los Inocentes y a los Justos, aun Cuando ello Implique Resistir y Castigar al Injusto - Proteger al indefenso es acto de amor mayor que el dejar hacer al opresor. La misericordia no es pasividad, sino acción justa.
4. La Compasión Verdadera ofrece Oportunidades de Redención, pero No Encubre Ni Perpetúa la Transgresión - Se abre siempre un camino hacia la conversión del corazón, pero no se oculta la gravedad de la falta ni se disuelve la responsabilidad.
5. La Compasión Verdadera Reconoce que la Rectitud y el Orden son Necesarias para la Paz del Mundo - No puede haber convivencia armoniosa sin reglas justas y respetadas. Amar es también sostener el orden que permite el florecimiento del bien.
6. La Compasión Verdadera Abraza al Transgresor, pero Aborrece la Transgresión - Nunca cerramos el corazón al ser humano, pero jamás confundimos el acto malo con el ser que, más allá de su error, posee una Naturaleza Búdica a la que llamamos a Despertar.
7. La Compasión Verdadera se Guía por el Camino Medio, Evitando los Extremos de la Permisividad Sentimental o del Rigorismo Inhumano - No todo lo que parece "bondad" lo es; y no toda corrección firme es "odio". El Camino Medio discierne, equilibra y actúa.
8. La Compasión Verdadera sabe que el Sufrimiento Temporal puede Ser Necesario para una Sanación Duradera - Así como el médico corta, limpia y cura aunque provoque dolor pasajero, así también el Bodhisattva actúa, pensando siempre en la salvación última del ser.
9. La Compasión Verdadera es Humilde: No Busca Aparecer Virtuosa ante el Mundo, sino Obrar Rectamente ante el Ojo del Buda Eterno - El discípulo no actúa por aplauso, ni por aceptación social, sino por fidelidad al Dharma que salva.
10. La Compasión Verdadera une el Corazón Tierno con la Mente Clara, el Amor Sin Límites con la Sabiduría Sin Ilusiones - Así como el loto surge inmaculado del barro, así nuestra Compasión debe surgir pura, fuerte y sabia, en medio de este mundo imperfecto.
Que la Compasión Sabia, como una lámpara en la noche, nos guíe hasta el puerto luminoso de la Iluminación. Que seamos como el médico compasivo que, aun sabiendo que su medicina será amarga, la administra con firmeza para sanar; samos como el rey justo que, aunque sufre al castigar, sabe que su deber es proteger a su pueblo. Que nuestro ideal sea, pues, el Gran Compasivo Sabio: el Buda Eterno, que abraza al mundo con infinita ternura, pero cuya mirada, más allá de las lágrimas, contempla la Ley de la Causalidad con perfecta ecuanimidad.
Que, balanceando siempre Compasión y Sabiduría, nosotros mismos podamos ser instrumentos de la salvación verdadera, obreros de la gran obra de transformar este mundo en el Reino del Buda. ¡Que el Buda Eterno nos ilumine y fortalezca en esta misión santa!