En nuestro estudio semanal de este Domingo luego de nuestra Liturgia, estudiamos las Diez Dedicaciones del Capítulo 25 del Sutra Avatamsaka. A petición de los que asistieron (y para el beneficio de los que no pudieron asistir), hacemos disponibles las mismas.
Las Diez Dedicaciones o Transferencias de Mérito no son meras aspiraciones ni actos aislados de piedad en las 52 Etapas del Camino del Bodhisattva. Son el florecimiento sagrado del Voto del Buda Eterno Mahavairocana: diez vastos ríos de mérito que fluyen hacia el Océano del Despertar, irrigando los áridos campos del Samsara con el néctar de la liberación. Cada una es una puerta hacia lo infinito, un método para transmutar la acción altruista en salvación universal y un reflejo de la firme determinación del Bodhisattva de liberar a todos los seres sin aferrarse a ninguna noción de yo ni de recompensa. Estas son:
1. La Dedicación para Proteger a Todos los Seres Trascendiendo la Noción de Ser
Esta primera y fundamental dedicación es como el Sol que se alza sobre las Montañas de la Ignorancia. El Bodhisattva, habiendo percibido la Vacuidad del yo y del otro, no cae en la fría indiferencia. Más bien, con gran compasión y profunda sabiduría, jura rescatar a todos los seres del sufrimiento; sin embargo, lo hace sin concebir que ningún ser exista verdaderamente. Ve la Vacuidad de las personas y los actos, pero aun así actúa con incesante bondad. Esta es la suprema armonía de prajñā y karuṇā: sabiduría y compasión como una sola.
2. La Indestructible Dedicación al Mérito
Aquí, el Bodhisattva dedica todas las raíces de la bondad hacia el logro de Anuttara-Samyak-Sambodhi, el Despertar Supremo, no solo para sí mismo, sino para todos los seres. Esta dedicación es indestructible porque está sellada por el Voto Inquebrantable del Buda Eterno, perdurando más allá del tiempo, más allá de la concepción, e inafectada por la corrupción y el orgullo. Es como un Vajra —un rayo y un diamante—, impenetrable a la decadencia, pero capaz de romper todas las ilusiones.
3. La Dedicación de la Igualdad con Todos los Budas
El Bodhisattva, en esta tercera dedicación, une su corazón con el de todos los Budas. No aspira a un camino inferior ni busca una realización separada. Más bien, jura alcanzar el mismo Despertar, la misma actividad compasiva y la misma sabiduría ilimitada que los Tathagatas han alcanzado. Al hacerlo, camina junto a los Budas de los tres tiempos, como un Verdadero Hijo de su Familia.
4. La Dedicación que Alcanza Todos los Lugares
Ningún reino es demasiado lejano, ningún ser demasiado oscuro. Con esta dedicación, el mérito del Bodhisattva viaja a través del Cosmos infinito, permeando las diez direcciones. Alcanza a quienes están en los Infiernos, en los Cielos, en los mundos visibles e invisibles. Así como la luz se mueve sin obstáculos, el Voto del Bodhisattva no conoce límites. Su mérito penetra todo lugar donde existe sufrimiento, para que ningún ser quede sin ser tocado por la compasión.
5. La Dedicación del Tesoro del Mérito Inagotable
Como una joya que concede deseos, esta dedicación es un depósito inagotable. La virtud del Bodhisattva no disminuye al dar, pues surge de la naturaleza inagotable del Dharma. Con cada pensamiento, palabra y acción dirigidos hacia el Despertar, genera una corriente inagotable de mérito que nutre a todos los seres. Cuanto más da, más fluye; tal es la paradoja del tesoro del Dharma.
6. La Dedicación de Desarrollar las Raíces de la Bondad en Concordancia con la Igualdad de Todas las Cosas
En esta dedicación, el Bodhisattva ve a todos los seres y fenómenos a través del lente de la ecuanimidad. No discrimina entre superior e inferior, digno e indigno, amigo o enemigo. Todos son igualmente abrazados dentro de la inmensidad de su Voto. Sus acciones, por lo tanto, están en sintonía con la Naturaleza del Dharma de la igualdad, y su bondad armoniza con la Unidad Fundamental - el Buda Eterno - que subyace a todas las formas.
7. La Dedicación de Contemplar a Todos los Seres en la Luz de la Igualdad
Más allá de la práctica de tratar a los seres por igual, el Bodhisattva ahora los ve en el espejo de la igualdad. Contempla la igualdad esencial de todas las mentes, cada una portadora de la Semilla de la Naturaleza Búdica. No actúa desde una posición de condescendencia, sino desde una consciencia íntima: “Como yo soy, así son ellos. Como ellos son, así fui yo”. Esta comprensión profundiza su compasión y libera su corazón de toda arrogancia.
8. La Dedicación en Concordancia con la Talidad
Aquí, el Voto del Bodhisattva se fusiona con la verdad última del Tathata: la Talidad, la naturaleza no nacida e inmortal de todas las cosas - el Buda Eterno. Sus dedicaciones no se dirigen a las formas ni a las apariencias, sino a la realización de la Verdadera Realidad. Se basan en la experiencia directa de la Vacuidad, libres de fabricación, libres del yo, pero profundamente efectivas en el mundo. Esta es la dedicación como sello del Dharma.
9. La Dedicación que Libera a Todos los Seres de la Atadura y el Apego
Con esta dedicación, el Bodhisattva se convierte en la llave de la prisión del anhelo. Ve que todos los seres están atrapados por la Ignorancia, el apego y las falsas visiones, y dedica su mérito a cortar esas ataduras. Sus acciones son como afiladas espadas de sabiduría, cortando las ataduras de la ilusión. Su voto es liberar a todos los seres, no solo de las cadenas mundanas, sino también de los apegos más sutiles de la mente.
10. La Dedicación que Realiza la Inagotabilidad del Reino del Dharma
Esta dedicación final es la culminación: el florecimiento pleno del camino del Bodhisattva. Él ve que el Reino del Dharma (Dharmadhātu) es ilimitado, interpenetrante e infinito. Así como su sabiduría no tiene límites, su dedicación tampoco tiene fin. Es como el espacio: contiene todas las cosas sin agotarse. Dedica su mérito a la plena realización de este Reino del Dharma, donde todos los fenómenos revelan la obra de la sabiduría y la compasión, y todos los seres son vistos como manifestaciones del Cuerpo Eterno del Buda.
Estas Diez Dedicatorias, como diez ríos caudalosos, desembocan en el Océano de la Vida Eterna del Bodhisattva. Forman un puente entre el mérito y la sabiduría, entre la práctica y la realización, entre el camino personal del Bodhisattva y la liberación universal de todos los seres sintientes.
Cuando vemos el capítulo, vemos que no comienza con la acción, sino con la quietud. El Bodhisattva Estandarte Vajra entra en el Samadhi de la Luz de la Sabiduría, un estado de absorción que no se basa en escapar del mundo, sino en perfecta armonía con la naturaleza última del mundo. Esta es la primera clave: la sabiduría no es conocimiento externo, sino una luz que surge de la realización silenciosa e interna. En este Samadhi, Estandarte Vajra se convierte en un espejo viviente del Reino del Dharma, capaz de percibir la verdadera interpenetración de todos los Budas, seres y dharmas.
Aquí debemos destacar: el Bodhisattva no entra en Samadhi solo por su propio poder. Es asistido por los Budas de las diez direcciones y por el poder de los antiguos votos del Buda Vairocana. Esto subraya una doctrina central del Sutra Avatamsaka: la interdependencia mutua entre los iluminados y los no iluminados, entre el Uno y los muchos. Ningún despertar es solitario; Siempre es fruto de causas espirituales colectivas.
El hecho de que Budas de diez miríadas de tierras, todos llamados Estandarte Vajra, aparecieran simultáneamente no es una mera floritura visionaria; expresa el principio de que un solo voto, cuando es puro, resuena en todo el cosmos. Todos estos Budas llevan su nombre porque su Samadhi, su voto y su dedicación han alcanzado tal profundidad que ahora reflejan el arquetipo universal del despertar mismo. Su individualidad se convierte en un canal para lo universal.
Esto también es una expresión poética de la no dualidad entre el practicante y el Dharma. Cuando uno encarna plenamente una verdad, esa verdad ya no está separada de uno mismo; se convierte en su propio nombre.
Los Budas alaban a Estandarte Vajra no por su auto-realización, sino porque está dispuesto a enseñar el Dharma a otros. Este es el sello distintivo del Mahayana: el fruto de la práctica no se disfruta en privado, sino que se ofrece como un alimento sagrado a todos los seres. Tiene el poder de enseñar las Diez Dedicaciones, que representan la perfección de la compasión en acción. Estas dedicaciones son votos transformados en vehículos dinámicos, expresiones del corazón del Bodhisattva que se extienden a través del espacio y el tiempo para beneficiar a los demás.
Esta es la paradoja fundamental del Camino del Bodhisattva: uno hace el voto de salvar a todos los seres, aun sabiendo que no hay seres verdaderamente existentes que salvar. Esto no es hipocresía, sino la flor sutil del Camino Medio. El Bodhisattva actúa con compasión ilimitada, pero su sabiduría ve a través de todas las invenciones conceptuales: el yo, el otro, la acción e incluso el mérito.
Así, el Bodhisattva salva a los seres no como un héroe entre las víctimas, sino como la extensión del Despertar de su propia Naturaleza Búdica.
A lo largo del capítulo, se nos recuerda que la verdadera dedicación no es meramente verbal. No es una fórmula ritual ni un deseo mental, sino una ofrenda total de la vida, el karma, el tiempo y el esfuerzo. El Bodhisattva sufre voluntariamente por el bien de los demás, no con resignación, sino como una manifestación de profunda valentía espiritual.
El Bodhisattva dice, en esencia: “Déjame llevar la carga si eso significa que otros pueden ser libres”. Esto evoca el espíritu de Jizo Bosatsu (Ksitigarbha), quien juró no convertirse en un Buda hasta que todos los Infiernos se vaciaran. También es el eco de la compasión del Buda Eterno, quien permanece en el mundo para enseñar incesantemente por nuestro bien.
El Bodhisattva no considera a ningún ser indigno de salvación. Incluso aquellos ingratos, violentos o sumidos en la ilusión son vistos a través del ojo de la ecuanimidad. Así como el Sol no retiene su luz por las nubes, el Bodhisattva no retiene la compasión por la hostilidad. Aquí encontramos un profundo principio espiritual: la aversión no tiene cabida en el corazón del Bodhisattva.
Esto refleja la enseñanza de la no discriminación. El Bodhisattva no divide mentalmente a los seres en categorías: amigos y enemigos, nobles y viles. Ve el mismo potencial en todos y dedica su mérito por igual a todos.
Las Dedicaciones deben realizarse de acuerdo con la Talidad (Tathata). Esto significa que no son actos del ego, no están apegadas a los resultados ni limitadas por limitaciones conceptuales. Por eso, el capítulo dedica numerosos pasajes a explicar cómo las dedicaciones se realizan libres de marcas, sin aferrarse a los resultados kármicos, los agregados, el nombre y la fama, ni siquiera al acto mismo de la dedicación.
Esta es la maestría del Bodhisattva en los medios hábiles (upāya): actuar con plena dedicación al mundo, sin estar atado por él. Sabe que todos los dharmas son como ilusiones, pero actúa como si cada uno fuera de suma importancia, porque la compasión no necesita la realidad para actuar; solo necesita sufrimiento.
Quizás la sección más conmovedora del capítulo es el Voto del Bodhisattva de soportar el sufrimiento ajeno: renacer en los Infiernos, sustituir su propio cuerpo por el de los demás y no retroceder jamás, ni siquiera a través de incontables kalpas.
Aquí, el Dharma habla de la profundidad del altruismo que exige el camino. El Bodhisattva no es un ayudante casual, sino una ofrenda sacrificial del Despertar. Se ofrece como balsa, lámpara, guía, amigo. Y lo hace sin cansancio, sin quejarse, impulsado por un amor que trasciende las emociones ordinarias.
La décima dedicación, que culmina las nueve anteriores, enfatiza la inagotabilidad del Reino del Dharma. Así como el espacio no puede ser agotado por el viento, también el mérito del Bodhisattva es inagotable porque no nace del yo. Surge de la Talidad y, por lo tanto, fluye sin cesar.
Esto nos enseña el secreto de la perseverancia espiritual: Cuando la acción fluye desde la vacuidad, nunca es agotadora. Cuando fluye desde el ego, se vuelve pesada y árida.
El Capítulo 25 no es simplemente una enseñanza sobre lo que hacen los Bodhisattvas, sino una enseñanza sobre lo que debemos llegar a ser. Es un llamado a cada uno de nosotros para transformar nuestras pequeñas nociones transaccionales de bondad en vastos actos de liberación, arraigados en votos.
No se nos pide que perfeccionemos estas dedicaciones en una sola vida. Se nos pide que las plantemos como semillas, las reguemos con fe y estudio, y que ofrezcamos incluso nuestros más pequeños actos de bondad al campo infinito de todos los seres. Cada acto, por pequeño que sea, cuando se dedica con el espíritu de las Diez Dedicaciones, se convierte en una chispa en el Gran Fuego de la Budeidad.
Decidamos entonces:
1. Proteger a todos los seres, sin aferrarnos a la identidad.
2. Cultivar un camino indestructible.
3. Igualar a los Budas en nuestras aspiraciones.
4. Extender nuestro mérito a cada rincón del cosmos.
5. Convertir nuestros corazones en tesoros inagotables.
6. Ver a todos los seres bajo la luz de la igualdad.
7. Considerar a los demás como a nosotros mismos.
8. Actuar en consonancia con la Talidad.
9. Liberar todos los apegos y ataduras.
10. Y fundir nuestro ser con el inmenso Reino del Dharma.