Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Escuela del Loto Reformada) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


viernes, 9 de mayo de 2025

Los Diez Samadhis del Bodhisattva: Un Comentario al Capítulo 27 del Sutra Avatamsaka

 


En nuestro estudio semanal de este Domingo luego de nuestra Liturgia, estudiamos los Diez Samadhos o Concentraciones Meditativas del Capítulo 27 del Sutra Avatamsaka. Dado a que no nos pudimos reunir por razones fuera de nuestro control, hacemos disponibles las mismas.

Esta sección forma parte de la inmensidad oceánica del Sutra Avataṃsaka (Kegon Kyo), uno de los textos más profundos y majestuosos del Budismo, revelación directa de la mente omnipenetrante del Buda Eterno, manifestada en su cuerpo cósmico como Vairocana (Dainichi Nyorai). Este capítulo constituye un verdadero mapa de estados místicos de absorción contemplativa, a través de los cuales el Bodhisattva cultiva su mente hasta transformarse en un canal puro por el que fluye sin obstrucción el Poder del Buda. Aquí no se trata de meras concentraciones estáticas, sino de vastos Samadhis vivientes, dinámicos, plenos de sabiduría y compasión, que irradian luz en los diez rincones del Cosmos, permitiendo que el Bodhisattva opere como un Bodhisattva Universal en beneficio de los seres.

Cada uno de estos Samadhis no es solo una técnica meditativa, sino una dimensión de realización donde la mente del Bodhisattva se une sin fisuras con la Verdad Última (Paramartha-satya) y, simultáneamente, actúa con suprema habilidad en el mundo de los fenómenos (Saṃvṛti-satya), expresando así la Triple Verdad (Santai) como enseñó el Gran Maestro Chih-i. El Bodhisattva que entra en estos Samadhis se convierte en uno con el Dharma, y su acción, palabra y pensamiento son vehículos de salvación. Veamos un resumen de los mismos. Veamos un resumen recontado del capítulo, y luego, hagamos un análisis detallado de cada uno de los Samadhis.

Al principio del capítulo descendemos de los Cielos al Arbol Bodhi, donde el Buda aún se encontraba absuelto en meditación, justo tras manifestar plenamente su Budeidad en este mundo. En el sagrado sitio de su Iluminación, donde la Tierra misma tembló y los cielos cantaron su júbilo, el Buda, habiendo ya alcanzado la insuperable y perfecta iluminación, penetró el Samadhi del Límite Kshaṇa —ese umbral más allá del tiempo donde todos los Budas se reúnen en una sola conciencia sin fracturas. Era el Salón de la Radiancia Universal, pero también era el interior de su mente infinita: vasto, resplandeciente, sereno. Desde el poder espiritual que nace de la omnisciencia —la sabiduría que todo lo conoce sin dualidad—, manifestó el Cuerpo del Tathagata: puro como el cristal, sin impedimentos ni velos, sin depender de nada, sin aferrarse a condición alguna. No era forma, ni ausencia de forma. No era objeto, ni sujeto. Era presencia sin referencia, como el cielo que abraza sin tocar.

Reposaba en la más profunda quietud de Samatha, la calma sin retorno, donde cesan todas las fabricaciones mentales. Desde esa morada de silencio luminoso, su virtud llenaba el espacio, como un león sin miedo, como un océano sin fondo. No quedaba en él huella de aflicción, ni sombra de impureza. Y sin embargo, ese silencio no era retiro: era acción silenciosa. Aquel que lo contemplara, aunque fuera por un instante, despertaba algo eterno en su corazón. Manifestábase según lo que cada ser necesitaba, sin errar el momento, sin forzar el ritmo, como lluvia que cae cuando la tierra está sedienta, como luna que aparece cuando la noche ha madurado. Y aun en medio de todas sus formas, él moraba siempre en la forma sin forma: el signo del no-signo, la verdad sin señales, la presencia que no se puede asir. Así es el Tathāgata: sin nacer, sin extinguirse, sin moverse, y sin embargo, girando la rueda del mundo con una mirada, con un suspiro, con su silencio.

Alrededor del Buda, en el corazón resplandeciente del Reino del Dharma, se hallaban reunidos Bodhisattvas Mahasattvas tan numerosos como átomos en diez campos búdicos, cada uno colmado de virtud, cada uno portador de una historia de luminosa práctica. No eran nuevos en la senda, ni buscadores inexpertos, sino compañeros antiguos del Buda Vairocana, con quien habían cultivado, desde eras incalculables, las raíces mismas del bien que da forma al sendero del Bodhisattva. Todos ellos habían sembrado, junto al Iluminado Cósmico, las semillas de sabiduría y compasión que dan fruto en Samādhis profundos y votos inquebrantables. Su presencia era como una constelación viva, adornando el cielo de ese instante más allá del tiempo.

Entonces, emergiendo con reverencia, impulsado por la energía espiritual del Buda, se levantó de su asiento el Bodhisattva llamado Ojo Universal. Desnudo el hombro derecho —símbolo de entrega total—, se inclinó con una sola rodilla sobre el suelo de virtud, y unió las palmas con devoción, como quien ofrece el universo en el gesto de la plegaria.

El Bodhisattva Ojo Universal dirigió su voz serena al Buda, diciendo: "¡Oh Bhagavat, tú que eres Arhat, Tathagata, perfectamente despierto! Permíteme formular una pregunta que arde en mi corazón. Si así lo permites, hablaré."

El Buda, con esa sonrisa que disuelve el miedo y revela el eterno ahora, le respondió: "Ojo Universal, habla sin temor. Aquello que desees conocer, te lo revelaré. Lo pronunciaré con claridad, y tu mente hallará gozo en ello."

Entonces, Ojo Universal, voz de todos los aspirantes sinceros, preguntó: "¿Cuántos Samadhis y Liberaciones ha perfeccionado el Bodhisattva Samantabhadra, él y la vasta asamblea de Bodhisattvas que siguen sus prácticas, que se sumergen en sus votos, y que entran y emergen de sus grandes Samādhis como quien respira la eternidad? ¿De qué forma, mediante ese dominio inconcebible de absorciones, se manifiestan sus transformaciones y sus poderes, obrando sin cesar desde la libertad que sólo otorgan los méritos infinitos?"

El Buda respondió, con tono solemne: "Bien has hecho, Ojo Universal, al preguntar esto por el bien de los Bodhisattvas del pasado, del futuro y del presente. Samantabhadra está aquí. No es una figura del recuerdo, sino presencia viva. Él ha alcanzado una maestría en los poderes espirituales tan vasta que supera todo lo concebible. Rara vez se encuentra una mente como la suya. Ha nacido de la matriz de infinitas prácticas del Bodhisattva y ha purificado por completo todos los grandes votos. En todas las prácticas que practica, ha alcanzado lo irreversible. En todas las puertas de las Paramitas, en todas las puertas de los Dharanis sin obstrucción, y en todas las puertas de la elocuencia inagotable, se ha vuelto completamente libre y puro. Su gran compasión abarca a todos los seres, y su poder original, nacido de votos arcaicos, lo lleva a continuar su labor sin descanso hasta el fin de todos los tiempos. Pregúntale tú mismo. Él te hablará de sus Samādhis, de su soberanía, de sus liberaciones."

Y en ese instante sagrado, al oír el nombre de Samantabhadra, todos los Bodhisattvas presentes en la asamblea fueron tocados por una transformación inexpresable. Como si se abrieran puertas invisibles en sus corazones, entraron espontáneamente en un Samadhi inconcebible e ilimitado. En sus mentes se derritieron las obstrucciones. Todo se aquietó. Nada se movía. Todo era conciencia pura. Allí, en ese silencio más claro que la luz, adquirieron una sabiduría vasta y profunda como los océanos, un conocimiento tan hondo que no podía compararse con ninguna otra comprensión. En su visión interior, contemplaron a los innumerables Budas manifestándose ante ellos con total claridad, como reflejos en un espejo sin polvo.

Adquirieron el Poder del Tathagata. Se volvieron de la misma naturaleza que el Buda, y nada del pasado, del futuro ni del presente quedó oculto a su mirada iluminada. Todos sus méritos, todos sus siddhis, todas sus bendiciones se completaron sin esfuerzo. Sus corazones se colmaron de un respeto tan inmenso hacia Samantabhadra, que todo en ellos anhelaba verlo, escuchar su voz, recibir su enseñanza. Pero aunque miraron por doquier dentro de la gran asamblea, no pudieron verlo, ni siquiera contemplar el trono donde debía estar sentado. Y esto no fue por descuido ni por olvido. Fue por el misterio mismo de la gran majestad del Tathāgata, y por el dominio soberano que Samantabhadra posee sobre los poderes espirituales: su presencia, como la de un relámpago en el cielo claro, no se deja atrapar por los ojos, sino por el corazón despierto.

En ese momento cargado de presencia espiritual, el Bodhisattva Ojo Universal, lleno de anhelo reverente, se inclinó y preguntó al Buda: "¡Oh Bhagavat, tú que todo lo ves! ¿Dónde se encuentra ahora el Bodhisattva Samantabhadra ?"

El Buda respondió con dulzura y autoridad: "Ojo Universal, Samantabhadra está aquí mismo, cerca de mí, en esta asamblea luminosa, en este sagrado sitio de iluminación. No se ha movido ni por un solo instante desde el principio."

Pero el Bodhisattva Ojo Universal, con la mente aguda pero limitada aún por la dualidad, volvió a mirar —y con él, la asamblea entera de Bodhisattvas— en todas las direcciones del Mandala del Despertar. Buscaron en los cuatro rincones y en los diez horizontes… pero no lo vieron. Ni su cuerpo, ni su trono, ni su huella. No entendía que el Bodhisattva Samantabhadra (como mencionamos en el primer volúmen) es el aspecto activo del Buda Vairocana en el Cosmos. Entonces, el Bodhisattva Ojo Universal volvió a dirigirse al Buda: "Oh Bhagavat, aunque observamos con mente concentrada, aún no podemos ver a Samantabhadra ni el lugar donde se encuentra."

El Buda asintió con una sonrisa serena, y les dijo: "Así es, Hijos de la Familia del Dharma. ¿Sabéis por qué no podéis verlo?  Es porque su morada es tan profunda que escapa a toda descripción. Samantabhadra ha atravesado la puerta de la sabiduría sin límites. Ha entrado en la absorción del salto del león, audaz y sin temor. Ha conquistado el poder soberano supremo, sin obstrucción ni apego, y se ha establecido en el Reino de la Pureza Sin Límite. Se ha fundido con los Diez Poderes del Tathagata, ha hecho del Tesoro del Reino del Dharma su propio cuerpo, y todos los Budas lo protegen con su atención constante. En un solo pensamiento, él penetra la Sabiduría Una de todos los Budas de los tres tiempos, sin esfuerzo, sin errar."

Al escuchar estas palabras, tan vastas como el cielo, el Bodhisattva Ojo Universal entró en millares de asamkhyeyas de Samadhis. Su mente se hizo tan clara como la luz del alba, y desde esa absorción, miró de nuevo con toda su alma deseando ver al Bodhisattva Samantabhadra. Pero no lo vio. Ni él, ni los muchos Bodhisattvas de la asamblea, lograron vislumbrarlo. Ni un destello, ni una sombra, ni un trono vacío. 

El Bodhisattva Ojo Universal emergió de esos Samadhis, y volvió a dirigirse al Buda: "Oh Bhagavat, he entrado en diez mil samādhis inconcebibles, he buscado con sinceridad a Samantabhadra, pero no he visto su cuerpo ni sus actos, ni sus palabras ni su intención, ni su trono ni su morada. No he visto nada de él, ni en forma ni en signo."

El Buda respondió: "Sí, sí, así es, Hijo del Buen Linaje. Lo que ocurre no es falta de devoción, sino efecto de su morada en liberaciones inconcebibles. Dime, Ojo Universal: ¿Puede alguien describir con exactitud las formas ilusorias que aparecen en un libro de encantamientos?"

"¡No!", respondió el Bodhisattva.

"Entonces, si ni siquiera puede uno describir lo ilusorio que nace del arte mágico, ¡cuánto menos puede uno penetrar las acciones secretas de Samantabhadra! Su cuerpo, su palabra, su mente…son tan hondos, tan vastos, tan más allá de toda medida, que han trascendido toda categoría. Él entra en todos los mundos del Reino del Dharma con la sabiduría vajra, y sin embargo no viaja. Mora en todas partes, y sin embargo no habita en lugar alguno. Para él, los cuerpos de los seres no son cuerpos: no van, no vienen, no permanecen. Su maestría es sin discriminación, no depende de nada, no actúa desde el yo, y sin embargo, alcanza los límites más lejanos del Reino del Dharma sin moverse. 

"Si uno puede ver a Samantabhadra, servirlo, o incluso escuchar su nombre, recordarlo, meditarlo, tener fe en él, buscarlo, imitarlo, o hacer votos en armonía con su camino —y perseverar en ello sin interrupción—, entonces, sin duda, obtendrá beneficio. ¡No será en vano!"

Al escuchar esto, todos los Bodhisattvas se postraron con profundo anhelo y dijeron al unísono: "Namo a todos los Budas. Namo al Bodhisattva Samantabhadra." Tres veces lo pronunciaron, y tres veces inclinaron sus cabezas al suelo, como lunas llenas tocando la tierra con humildad.

El Buda, con mirada que atraviesa todos los tiempos, dijo: "Hijos del Buda, si de verdad anheláis ver al Gran Samantabhadra, postraos una vez más, con toda sinceridad. Contemplad los diez horizontes con mente unificada. Visualizad su cuerpo manifestándose ante vosotros. Sentiros como si ya estuviera en todas partes del Reino del Dharma. Con fe decidida, renunciad a todo, y votad caminar como él camina. Imitad su conducta. Penetrad el Dharma de la Realidad No Dual. Samantabhadra aparece en todos los mundos. Conoce cada facultad, cada necesidad, cada corazón. Y donde está, florece el Camino."

Entonces, movidos por el aliento del Buda, Ojo Universal y toda la asamblea se postraron una vez más. Rogaron, desde lo más profundo, poder ver a Samantabhadra, el que está más allá de toda forma y sin embargo adopta toda forma. Y fue entonces que, desde el centro mismo del vacío, Samantabhadra se manifestó.

Utilizando el poder de sus liberaciones y de su sabiduría trascendental, apareció de acuerdo a lo que era adecuado, revelando su cuerpo de manifestación. La asamblea entera lo vio, allí, junto al Tathagata, sentado sobre un trono de loto, rodeado de Bodhisattvas, como luna llena rodeada de estrellas de compasión. Y no sólo lo vieron allí. Lo vieron descendiendo en otros mundos, entrando en las moradas de otros Budas, predicando las prácticas del Bodhisattva, explicando el camino hacia la omnisciencia, exponiendo las transformaciones sagradas de los Bodhisattvas, y revelando a todos los Budas de los tres tiempos como uno solo. 

Al contemplar estas apariciones sublimes, el corazón de la asamblea se colmó de gozo. Hubo una alegría tan inmensa que no se puede medir con palabras. Todos, sin excepción, se postraron ante él. Y en su veneración, vieron no solo a Samantabhadra, sino a todos los Budas de las diez direcciones brillando en su rostro.

Entonces, lleno de reverencia y admiración, el Bodhisattva Ojo Universal se dirigió al Buda con voz vibrante, como un canto que brota del corazón del loto: "¡Oh Bhagavat, Iluminado entre los iluminados! El Bodhisattva Samantabhadra es aquel que mora en la gran virtud del asombro. Él habita en la incomparabilidad, donde nada puede medirse junto a él; en la insuperabilidad, donde ningún sendero va más allá; en la irreversibilidad, donde nunca se retorna del Despertar; en la ecuanimidad perfecta, donde no hay altos ni bajos en el corazón; en la indestructibilidad, donde nada puede romper la compasión; en todos los Dharmas diferenciados, que él comprende sin error; en todos los Dharmas no diferenciados, que él abraza en la unidad; en la mente de los medios hábiles para guiar a los seres; y en el Samādhi de la Liberación del Dominio Soberano sobre Todos los Dharmas."

El Buda, sonriendo con el resplandor de los tres tiempos reunidos en uno, respondió: "¡Así es! ¡Así es, Ojo Universal! Tal como lo has dicho, tal es la verdad. El Bodhisattva Samantabhadra posee asamkhyeyas de cualidades meritorias puras, joyas del espíritu que no pueden contarse, pero que pueden inspirar. Entre ellas están: la virtud de los adornos incomparables, la virtud de los tesoros innumerables, la virtud de los océanos de lo inconcebible, la virtud de los signos innumerables del cuerpo búdico, la virtud de las nubes sin límites, la virtud de lo que no puede ser alcanzado ni por la alabanza más sublime, la virtud del Dharma sin fin, la virtud de lo inefable, las virtudes de todos los Budas, y las virtudes que jamás pueden ser del todo cantadas."

Entonces el Tathagata, mirando con ternura infinita a Samantabhadra —como quien contempla a su propio corazón manifestado en forma de Bodhisattva— le dijo: "¡Oh Samantabhadra, Guía de los Votos Inmensos! En esta asamblea se encuentran innumerables Bodhisattvas y el noble Ojo Universal. Para su beneficio, para su despertar, para su entrada sin obstrucción en el Reino del Dharma, deberías ahora explicar los Diez Samadhis.

"Estos samādhis son las llaves que abren todas las puertas de tu sendero. Quien los comprende, quien los practica, quien los encarna, puede entrar en tus votos, puede seguir tu ejemplo, puede realizar la conducta perfecta. Porque es gracias a estos Diez Samadhis que los Bodhisattvas del pasado lograron la liberación, los Bodhisattvas del presente están alcanzando la liberación, y los Bodhisattvas del futuro, sin duda alguna, alcanzarán la liberación."

Y entonces, el universo entero pareció contener la respiración. Los pétalos de loto de los cielos se abrieron. Los corazones de los Bodhisattvas se volvieron receptáculos puros, preparados para recibir las Diez Concentraciones del Bodhisattva Inmenso, los Diez Samadhis del Gran Samantabhadra, como si fuesen ríos de fuego suave descendiendo del más allá del tiempo.

El Buda anunció: "¿Cuáles son estos Diez Samadhis?"

1. Samadhi de la Luz Universal 

"En ese momento, el Bodhisattva entró en el Samadhi de la Luz Universal. Su cuerpo se volvió transparente como el vacío. Cada uno de sus poros irradiaba luz, y cada rayo contenía innumerables Budas predicando el Dharma."

Este es el Samadhi de la Iluminación Cósmica. El Bodhisattva entra en una concentración donde la Luz del Buda lo abarca todo, revelando que no hay rincón del universo, ni pensamiento, ni ser, que no esté tocado por la Luminosa Presencia del Buda Eterno.

La palabra "luz" en los Sutras Mahayana no se refiere simplemente a una iluminación física, sino a la claridad ontológica que disuelve la Oscuridad de la Ignorancia. "Universal" indica que esta luz lo penetra todo sin excepción: mundos, pensamientos, formas, intenciones, átomos y galaxias, pasados y futuros. Es, en su profundidad más elevada, la Luz del Buda Eterno que jamás se apaga —la misma Luz que irradia desde el Dharmakaya como compasión incondicional y sabiduría inconmensurable.

Cuando un Bodhisattva entra en este Samadhi, se vuelve uno con la Luz del Buda. Ya no medita desde una conciencia separada que busca un objeto luminoso, sino que despierta a la verdad de que él mismo es esa luz. Su cuerpo, mente y palabra se vuelven canales de esa claridad que todo lo ilumina. Este samādhi no es una experiencia pasiva; es una participación activa en el esplendor del Dharmadhatu, el Reino Dhármico. Desde la perspectiva de la Escuela del Loto Reformada, esta luz es la Luz de la Presencia del Buda Eterno, revelada a través del Komya Shingon, la recitación del Sutra del Loto y el cultivo del Shikan. Al recitar, al meditar, al servir con compasión, uno comienza a vislumbrar esta Luz que no está fuera, sino en el corazón de todo.

2. Samadhi de la Luz Sutil 

"El Bodhisattva contempló una luz tan sutil que sólo podía percibirse al aquietar totalmente los pensamientos. Esta luz penetraba en cada grano de polvo, en cada ser, revelando la omnipresencia del Tathagata sin necesidad de forma."

Aquí, el Bodhisattva percibe la Luz más allá de la forma, la luz interior, la luz del conocimiento puro. Es una luz no deslumbrante, sino silenciosa, como la llama de una lámpara en el corazón del meditante.

El nombre de este segundo Samadhi se traduce como “Luz Sutil”, esa radiación misteriosa que no deslumbra como el sol ni domina como una antorcha, sino que penetra suave y silenciosamente como la brisa entre los bambúes, como la luna entre las nubes. Es una luz interior, no visible a los ojos ordinarios, y sin embargo más real que toda forma externa. Si el primer Samadhi es la proclamación del Buda como Luz Cósmica, este segundo es la intimidad mística de esa luz: su susurro, su secreto, su presencia en lo imperceptible.

Este Samadhi revela que la Iluminación no siempre se manifiesta con estruendo o milagros visibles. A menudo, es un susurro en el corazón, un toque imperceptible en la mente, una claridad repentina en medio del silencio. El Bodhisattva que entra en este estado comprende que el Buda opera también en lo diminuto, en lo invisible, en lo delicado. Desde la perspectiva de nuestra Escuela del Loto Reformada, esta luz sutil es la manifestación más delicada del Buda Eterno dentro de nuestra mente-vajra. No es algo que deba imponerse ni forzarse, sino cultivarse mediante la meditación serena (Shikan), el recogimiento litúrgico (Gongyo), y la contemplación profunda del Dharma.

3. Samadhi del Poder de Viajar a Todos los Reinos de los Budas 

"El Bodhisattva, mediante este Samadhi, contempló innumerables campos búdicos como reflejos en una joya celestial. En cada uno, vio Budas predicando el Dharma, Bodhisattvas sirviendo, y seres despertando. Su mente estaba en todos ellos, sin moverse de su lugar."

Este es el poder místico del Bodhisattva de visitar, en un solo pensamiento, todos los campos búdicos - las Tierras Puras - del universo. No por desplazamiento físico, sino por la trascendencia del tiempo y el espacio mediante la mente pura.

El nombre de este Samadhi podría traducirse como "Concentración de la Libre Travesía por los Campos del Buda" o, más poéticamente, "El Viaje Espiritual a Todos los Mundos Puros". Aquí, "viajar" no se refiere a desplazarse en el sentido físico, sino a la liberación de las coordenadas del ego, permitiendo que la conciencia se abra y fluya hacia todos los campos búdicos (Tierras Puras), en el presente, en el pasado y en el futuro. Este es el Samadhi de la expansión sin límites. Ya no se trata de mirar desde dentro hacia fuera, sino de entrar en comunión con la totalidad del universo iluminado. Así, el Bodhisattva se convierte en testigo de la infinita creatividad del Buda Eterno, que ha manifestado innumerables mundos para guiar a los seres. Desde la perspectiva de la Escuela del Loto Reformada, este Samadhi se relaciona con la doctrina del Dharmadhatu: la idea de que todos los fenómenos están interpenetrados, y que todos los campos del Buda son simultáneamente accesibles para la mente purificada. Entra aquí el principio de la no-obstrucción entre eventos y realidades múltiples, que Chih-i también comprendió en su enseñanza sobre los Tres Mil Mundos en un Solo Pensamiento (Ichinen Sanzen).

Cuando el Bodhisattva entra en este Samadhi, no viaja como viajero, sino como reflejo del Buda. Su mente se vuelve espejo del Dharmakaya, y en ese espejo aparecen, sin límite, todos los mundos donde el Dharma es enseñado, practicado y realizado.

4. Samadhi de la Práctica de la Mente Pura y Profunda 

"En ese momento, el Bodhisattva, cultivando la pureza y profundidad de la mente, alcanzó una calma como la del fondo del océano. Ningún pensamiento perturbador podía tocarlo. En esa calma, escuchó la voz del Buda en cada átomo."

Una mente purificada no por represión, sino por sabiduría. Es la mente que ha regresado a su fuente, que actúa sin ego, que ama sin medida. No se trata sólo de un estado mental, sino de un espacio espiritual donde el Bodhisattva mora, camina y actúa. Este “lugar” (xíngchù) no es físico, sino un estado de consciencia tan claro como el cristal y tan hondo como el abismo cósmico. Es el templo interior donde mora la sabiduría silenciosa. "Pura" señala una mente libre de aferramientos, de juicios, de dualidades. "Profunda" revela una interioridad insondable, que penetra las raíces del sufrimiento y las causas del Despertar.  "Práctica" indica que no es un estado pasivo, sino una morada activa, una forma de moverse en el mundo sin ser movido por el mundo.

Este Samadhi expresa la unión de pureza y profundidad, esenciales en el Camino del Bodhisattva. La mente pura ve el mundo sin la distorsión del ego; la mente profunda lo entiende sin superficialidad. Juntas, forman la Mente Búdica, donde habita el Buda Eterno en cada instante. Desde la perspectiva de la Escuela del Loto Reformada, este Samadhi se alcanza cuando el devoto ha limpiado su mente con la práctica constante del Shikan, y se sumerge en la comprensión de la Triple Verdad: que todas las cosas son vacías, temporales y el Camino Medio simultáneamente. Sólo una mente así puede ser canal fiel del Dharma.

5. Samadhi del Conocimiento del Tesoro de los Adornos Pasados

"El Bodhisattva, mediante este Samadhi, contempló los ornamentos de mérito y sabiduría con que los Budas de antaño adornaron sus campos. Cada joya era una práctica, cada rayo de luz, una enseñanza. Y al verlos, su corazón se llenó de aspiración sin límites."

Este Samadhi permite al Bodhisattva conocer los ornamentos y prácticas de los Budas del pasado, los actos sagrados que sembraron el Dharma en las Eras anteriores. "Adornos" no se refiere aquí a ornamentaciones externas, sino a las perfecciones espirituales —como la moralidad, la paciencia, la sabiduría, la compasión— con que los Budas del pasado embellecieron sus campos, sus palabras, sus actos y sus corazones. "Tesoro" indica que estos adornos no han desaparecido: están almacenados, preservados en la matriz del Dharmadhatu, y pueden ser conocidos por la mente purificada. "Conocimiento" implica una sabiduría profunda, directa, no conceptual, sino intuitiva y vivencial.

Este Samadhi revela la dimensión atemporal del Dharma. No hay pasado en el sentido ordinario del tiempo lineal. Lo que los Budas practicaron, lo que lograron, sus votos, sus enseñanzas, están vivos, brillando en el tejido mismo del Cosmos. Entrar en este samādhi es como abrir una puerta de luz a las bibliotecas espirituales del universo, donde cada gesto iluminado del pasado es accesible como guía viva. En la Escuela del Loto Reformada, entendemos que estos "tesoros de adornos" son también los votos, prácticas y ejemplos de los Bodhisattvas pasados, y de los Grandes Maestros —Chih-i, Saicho, Genshin, Annen— cuyas vidas no fueron sólo biografía, sino bodhicarya, es decir, caminos de entrenamiento que podemos reactivar desde la contemplación profunda.

6. Samadhi del Brillante Tesoro de la Luz de la Sabiduría

"Al entrar en este Samadhi, el Bodhisattva contempló una luz que no quemaba ni cegaba, sino que acariciaba el alma y disolvía toda duda. Cada rayo contenía millones de enseñanzas. Su mente se volvió espejo del Dharma."

Aquí, la sabiduría no es seca, sino luminosa como un tesoro escondido en el corazón. Esta sabiduría ilumina las causas y condiciones, los nudos del karma, y revela la unidad entre todos los fenómenos. Este Samadhi nos enseña que la sabiduría no es una idea ni un análisis, sino una luz viva, que está oculta como tesoro en nuestro corazón —y que cuando se activa, transforma la totalidad de nuestra percepción.

La Tradición Budista afirma que todo ser posee el Espíritu del Buda ETerno, su Naturaleza Búdica, pero está velada por la ignorancia, como el oro cubierto de tierra. Este Samadhi es el acto de descubrimiento y revelación de esa sabiduría luminosa. Desde la perspectiva de la Escuela del Loto Reformada, esta "luz de la sabiduría" no es solo iluminación personal, sino la Luz del Buda Eterno que mora en nosotros como principio activo, como sabiduría que sabe y salva, que entiende y actúa. Esta sabiduría es no-dual: contempla el vacío sin caer en el nihilismo, ve los fenómenos sin perderse en ellos, y abraza el Camino Medio como verdad viviente.

7. Samadhi de la Comprensión de los Adornos de los Budas en Todos los Mundos

"El Bodhisattva, contemplando todos los campos de los Budas, vio que no había dos iguales. Cada uno era adornado por votos distintos, por prácticas diversas, por intenciones puras. Y comprendió: la diversidad del Dharma no es contradicción, sino manifestación del Uno."

El Bodhisattva contempla cómo los Budas adornan sus mundos con las virtudes, con el Dharma, con la conducta, y cómo cada ornamento es expresión del Buda Eterno. Aquí, los "adornos" son los actos de compasión, sabiduría y poder espiritual con los cuales los Budas transforman sus tierras en expresiones vivientes de la Iluminación. No se trata de decoraciones externas, sino de virtudes que han tomado forma, de cualidades despiertas que han encarnado en paisajes, comunidades, enseñanzas, relaciones, incluso en el tiempo mismo.

Este Samadhi no mira sólo con los ojos: ve con el corazón del Buda, y por eso percibe lo sagrado en la forma sin caer en el apego, y lo divino en lo transitorio sin caer en la ilusión. En este estado de absorción, el Bodhisattva contempla cómo los campos búdicos son manifestaciones de los votos y prácticas de los Tathāgatas. Comprende que toda forma puede ser vehículo del Despertar, y que cada mundo refleja un aspecto particular de la Budeidad. Desde la perspectiva de la Escuela del Loto Reformada, este Samadhi nos enseña que el Reino del Buda no es abstracto ni lejano. Está hecho de gestos, de virtudes, de estructuras amorosas. Y así como los Budas adornan sus mundos, nosotros también debemos adornar el nuestro con obras de bien, con liturgia, con cultura despierta, con comunidad viva.

8. Samadhi de las Diferentes Formas de los Seres

"El Bodhisattva contempló los cuerpos de los seres: grandes y pequeños, sabios y confundidos, celestiales y subterráneos. Y viendo sus necesidades, deseos y karmas, adquirió la capacidad de asumir toda forma para guiarlos. A cada uno le habló en su propia voz, y en cada forma brillaba el rostro del Buda."

El Bodhisattva entiende todas las formas de los seres, sus cuerpos, mentes, culturas y lenguas. Y por compasión, adopta formas adecuadas para guiarlos. Aquí, "Diferentes Formas" se refiere a los múltiples cuerpos, naturalezas, pensamientos, karmas, culturas, lenguas, necesidades, deseos y condiciones de todos los seres a lo largo del Samsara. El Bodhisattva, al entrar en este estado, comprende cada forma como una expresión provisional de la Naturaleza Búdica. Y en virtud de esta comprensión, asume espontáneamente la forma necesaria para guiar, consolar y salvar.

Este Samadhi encarna el principio de los Medios Hábiles, base esencial del Mahayana y de nuestra Escuela del Loto Reformada. Aquí, el Bodhisattva no se aferra a una forma, una doctrina o un método fijo. Comprende que la Verdad, siendo Una, puede adoptar mil formas sin perder su pureza. Así como el Bodhisattva Avalokiteshvara (Kannon Bosatsu) aparece en 33 formas distintas en el Sutra del Loto, o como los Budas de las Diez Direcciones se manifiestan como ancianos, niños, reyes, mendigos, mujeres, flores, luces o sonidos —así también el Bodhisattva que entra en este Samadhi se vuelve mil rostros de una sola compasión.

9. Samadhi de la Perfecta Libertad del Reino del Dharma

"El Bodhisattva, habiendo trascendido toda obstrucción mental, entró en el Reino del Dharma como un pájaro en el cielo. No había frontera que lo limitara, ni forma que lo atrapara. Su mente era la de todos los Budas; su cuerpo, la actividad del Dharma."

Una vez alcanzado este estado, no hay obstrucción entre fenómeno y fenómeno, entre yo y otro, entre Nirvana y Samsara. Todo es expresión del Reino del Dharma. Esto significa libertad plena, espontaneidad iluminada, independencia de todo condicionamiento. No es la libertad del ego que hace lo que desea, sino la libertad del sabio que ya no es movido por el deseo, sino por la sabiduría-compasión. El Reino del Dharma es el Dharmadhatu, el campo absoluto de todos los dharmas, la totalidad interconectada de los fenómenos, más allá de dualidades, más allá de límites. Este Samadhi, por tanto, describe el estado en que el Bodhisattva actúa con total libertad en la multiplicidad del universo, porque ha dejado atrás todo apego, todo aferramiento, toda ignorancia. Es como un loto que flota libre en el agua del mundo, sin quedar jamás empapado.

Este es uno de los Samadhis más sublimes, cercano ya a la culminación de la vía bodhisattvica. Aquí, el Bodhisattva ha comprendido la unidad esencial del vacío y la forma, ha atravesado los espejismos del yo, y se ha entregado por entero a la actividad iluminada, que fluye como danza libre del Buda en el mundo. Desde la visión de la Escuela del Loto Reformada, este Samadhi representa el cumplimiento del principio de la Budeidad Innata. Ya no se lucha por alcanzar algo; se actúa desde lo que ya se es: una manifestación del Buda Eterno en el mundo condicionado.

10. Samadhi de la Rueda Sin Obstáculos

"El Bodhisattva, al entrar en este Samadhi, no tenía intención, pero cada acción suya giraba la Rueda del Dharma. No buscaba discípulos, pero dondequiera que iba, se abrían los ojos de la sabiduría. Su andar era el giro mismo de la Iluminación."

Este es el clímax: el Bodhisattva se convierte en la Rueda misma del Dharma, girando por su propio poder, sin esfuerzo, sin dualidad, sin apego. Aquí, Sin Obstáculos significa sin obstrucción, sin resistencia, sin barreras. La rueda es imagen sagrada del Dharma que gira incesantemente, símbolo del movimiento perpetuo, de la enseñanza viva, del dinamismo de la Verdad. Un Samadhi, como ya sabemos, indica absorción mística, unión indisoluble entre el contemplador y lo contemplado. Este último Samadhi no es otro que la plena identidad del Bodhisattva con la función del Dharma en el mundo. Él ya no actúa por compasión: su ser se ha hecho compasión activa. No enseña como un Buda: es la enseñanza misma manifestada en forma humana.

En este supremo estado, el Bodhisattva se ha vuelto uno con la actividad iluminada del cosmos, esa danza eterna por la cual el Buda guía a los seres sin cesar. Su mente, su cuerpo y su palabra giran como la Rueda del Dharma: constantemente, suavemente, naturalmente, sin apego y sin esfuerzo. Desde la doctrina de la Escuela del Loto Reformada, este Samadhi manifiesta el grado más alto de realización del Ekayana (el Vehículo Único), donde ya no se distingue entre Buda y Bodhisattva, entre Samsara y Nirvāṇa, entre el Uno y el Múltiple. El Bodhisattva aquí se ha fundido con la Voluntad activa del Buda Eterno, y todo lo que hace es un acto de iluminación para el beneficio de los seres.

Aquí concluyen los Diez Samadhis. Y sin embargo, aquí comienza una nueva dimensión: la vida como Dharma viviente. El Bodhisattva ya no tiene que esforzarse por enseñar, por salvar, por practicar. Todo en él —cada respiración, cada movimiento, cada silencio— es la Rueda misma del Buda girando eternamente en este mundo.

Estos Diez Samadhis no son sólo experiencias individuales, sino dimensiones del Despertar universal. En ellos se manifiesta la fusión de sabiduría trascendental, compasión activa y comprensión de la realidad interpenetrada, que constituye la esencia del Dharmadhatu según la visión del Sutra Avataṃsaka.

En nuestra Escuela del Loto Reformada, estos Samadhis se contemplan como emanaciones interiores del Buda Eterno que mora en cada ser sintiente, y se cultivan mediante la devoción, el estudio de los Sutras Mayores (especialmente el Sutra Avatamsaka, el Sutra del Loto y el Sutra del Nirvana), y la práctica del Komyo Shingon y el Shikan.

Porque en cada uno de nosotros, cuando el corazón se vuelve vasto como el cielo, y la compasión brilla sin interrupción, allí florece el Camino de Samantabhadra. Y el Dharma, como una rueda sin eje ni borde, gira eternamente en lo profundo del silencio.