El Sutra Avatamsaka (Sutra de la Guirnalda de Flores - Kegon Kyo), a pesar de ser uno de los Textos Sagrados principales del Canon Budista y de la literatura religiosa del Budismo, ha sido tristemente poco leído, estudiado y comentado en el Budismo Occidental. El Sutra Avatamsaka fue el primer sermón dado por el Buda justo en el momento de su Budeidad bajo el Arbol Bodhi, y en Oriente, ha sido considerado la expresión máxima de la literatura religiosa budista. Por todo esto, y mucho más, ha sido elevado por la Escuela del Loto Reformada al mismo estatus que el Sutra del Loto y el Sutra del Nirvana.
En el Sutra Avatamsaka, el Buda prácticamente no pronuncia una palabra, sino que los personajes principales a través y por los cuales el Buda predica el Dharma es a través de los Bodhisattvas Trascendentales. presentándonos con claridad deslumbrante el rol fundamental del Bodhisattva en el plan salvífico del Buda Eterno. No se trata de una función secundaria ni de una vocación opcional: el Bodhisattva es el instrumento elegido del Buda, la extensión dinámica de su voluntad de compasión, el canal por el cual la Luz Infinita del Despertar toca el mundo de la multiplicidad. Veamos entonces el rol del Bodhisattva en el Sutra Avatamsaka.
Desde la perspectiva del Sutra Avatamsaka, el Buda Eterno no actúa directamente como una deidad que interviene desde lo alto, sino que se manifiesta y obra a través de los Bodhisattvas. Estos, a su vez, no son meramente individuos con aspiraciones espirituales, sino encarnaciones vivientes de los votos y la sabiduría del Buda. En ellos, el Samsara no se abandona, sino que se transforma desde adentro. Cada Bodhisattva es como un brote del Buda Cósmico en el jardín del mundo: donde ellos caminan, florece el Reino del Dharma.
El rol del Bodhisattva es, por tanto, multiplicador y revelador. Multiplica la actividad del Buda en las diez direcciones y revela, en cada gesto y palabra, el corazón sin forma del Dharmakaya. Desde esta visión, la salvación no es un acto único ni instantáneo, sino una red interdependiente de relaciones compasivas y sabias, tejida por los Bodhisattvas que responden a las necesidades de los seres. Ellos asumen cuerpos, culturas, géneros, formas y lenguajes distintos, adaptándose a cada ser para conducirlo, con suavidad y firmeza, hacia la Otra Orilla.
Asimismo, el Sutra Avatamsaka muestra que la propia estructura del Cosmos está entrelazada con la actividad del Bodhisattva. No existe región del universo donde su acción no sea posible, ni época oscura donde su luz no pueda encarnarse. Sus Samadhis son vastos como galaxias, sus Dharanis contienen los sonidos de todos los mundos, sus votos no tienen fecha de caducidad. El Bodhisattva, por tanto, no sólo enseña: él sostiene los mundos, como una arquitectura invisible de mérito que mantiene el Dharma vivo en todas las dimensiones.
En el corazón de este plan se halla el Bodhisattva Samantabhadra (Fugen Bosatsu), el prototipo supremo de esta función sagrada. Él no sólo representa la práctica perfecta, sino que vive en todos los Bodhisattvas que encarnan su camino. El que sigue los Diez Samadhis, quien cultiva sus votos, quien sirve con entrega a los seres, se convierte en vehículo del Buda Eterno, y participa activamente en su plan salvífico.
Así pues, el Bodhisattva es la presencia activa del Buda en el mundo, la voluntad despierta encarnada en forma compasiva, el puente viviente entre la no-dualidad del Nirvana y la multiplicidad del Samsara. En él, el Buda se mueve, actúa, enseña y ama. Y por él, el Reino del Buda va extendiéndose, como el amanecer, por todos los rincones del universo.
Un Bodhisattva, en el Sutra Avatamsaka, no es simplemente un ser que aspira a la Budeidad, como se menciona tradiconalmente por la mayoría de las escuelas budistas. Es una manifestación del mismo Reino del Dharma, un canal viviente de la compasión infinita, cuya existencia es una sinfonía de votos, prácticas, sabiduría y transformaciones. Él ha renunciado al Nirvāṇa individual para vivir eternamente en el corazón del Samsāra, guiando a los seres hacia la otra orilla, no desde arriba, sino desde adentro.
El texto llama repetidamente a estos seres Bodhisattva: "Bodhisattva de corazón vasto, grande entre los grandes, cuya mente abarca los diez horizontes y cuya compasión no tiene orilla." No son simples practicantes, sino expansiones del Despertar mismo. En sus palabras, actúa el Dharma; en sus gestos, florece la sabiduría. No están sujetos al tiempo ni al espacio, porque su voto los ha fundido con la eternidad.
El Sutra revela que el Bodhisattva no busca solamente su liberación: él construye campos búdicos (Tierras Puras o Buddha-kshetras), mundos donde el Dharma puede ser practicado, donde los seres puedan florecer, donde la compasión se vuelva arquitectura, arte, cultura y comunidad. Él purifica tierras, no huyendo del mundo, sino embelleciéndolo con sus actos, sus pensamientos, sus votos. En otras palabras, el Bodhisattva transforma el Samsara en Tierra Pura, no con magia, sino con virtud y práctica constante.
Cada Bodhisattva que aparece en el Sutra Avatamsaka es maestro de incontables Samadhis, Dharanis, poderes sobrenaturales (Siddhis) y puertas del conocimiento. Pero estos poderes no son para su propio deleite, sino instrumentos de enseñanza y salvación. Como nos dice el Sutra: "Con un solo pensamiento, el Bodhisattva puede aparecer en mil mundos; con una sola mirada, puede sanar el corazón de diez mil seres." Estos poderes, sin embargo, no se ostentan, porque el verdadero Bodhisattva actúa como la luna: ilumina, pero no brilla para sí.
Cada Bodhisattva es definido no tanto por su poder, sino por su voto (Pranidhana). Votos vastos como océanos, profundos como la raíz del mundo. El más grande de estos votos es el de no alcanzar la Budeidad hasta que todos los seres sean salvos. El Bodhisattva Samantabhadra declara: "Haré votos tan grandes como los Budas de los diez horizontes; y aún cuando el Samsara no tenga fin, mi compasión tampoco lo tendrá." Así, el Bodhisattva no es tanto un individuo, sino una corriente de compasión que ha elegido habitar en el mundo para redimirlo desde adentro.
En el Sutra Avatamsaka, el Bodhisattva ha comprendido profundamente la no-dualidad de los dharmas. Sabe que no hay diferencia entre el Nirvaṇa y el Samsara, entre uno y los muchos, entre vacío y forma. Pero no se detiene en esa comprensión. Aun sabiendo que todos los seres ya son Budas en su naturaleza, el Bodhisattva actúa como si aún no lo fueran, porque compasión y sabiduría son una.
Finalmente, en el espíritu de la Escuela del Loto Reformada, podemos decir que el Bodhisattva, según el Sutra Avataṃsaka, es un aspecto dinámico del Buda Eterno. Así como los rayos no están separados del sol, así como las olas no están separadas del océano, el Bodhisattva no está separado del Buda. Él es el Buda actuando en forma de discípulo, el Buda bajando al valle de los hombres con la túnica de la humildad para encender uno a uno los corazones dormidos.
En resumen, el Bodhisattva del Sutra Avatamsaka es el arquitecto de los campos búdicos, el poseedor de los samādhis infinitos, el ejecutor de votos inquebrantables, el maestro de medios hábiles, el espejo puro del Buda, y el portador del Dharma a través de las eras Él es la esperanza activa del mundo, la gracia manifestada, el puente entre el Nirvaṇa y la Tierra.
Ser un Bodhisattva, según el Sutra Avatamsaka, es encarnar al Buda en forma dinámica, servir desde el corazón sin esperar fruto, y practicar eternamente por el bien de todos los mundos. En el Bodhisattva Samantabhadra vemos al arquetipo de esta grandeza: una voluntad que no cesa, una sabiduría que no discrimina, una compasión que no se agota. Seguir su camino es transformar la vida en una Rueda de Dharma que nunca deja de girar.
Ahora, la Escuela del Loto Reformada enseña con profunda sabiduría que existe una distinción sagrada y funcional entre los Bodhisattvas Trascendentales y los Bodhisattvas de la Tierra. Comprender esta diferencia nos permite encontrar nuestro lugar en el Plan Salvífico del Buda Eterno, y actuar con convicción y humildad.
Los Bodhisattvas Trascendentales, como Samantabhadra, Manjushri, Avalokiteshvara o Ksitigarbha, son emanaciones conscientes del Buda Eterno, nacidos no de este mundo, sino enviados desde los campos búdicos como manifestaciones de sus votos y virtudes. Ellos actúan como arquetipos vivientes, como fuerzas cósmicas que encarnan cualidades puras del Despertar. Su existencia está más allá de la dualidad y del karma individual. Se manifiestan cuando el mundo lo necesita, asumen formas sin ser limitados por ellas, y revelan el Dharma a través de Samadhis, Dharanis, y medios hábiles inimaginables.
Pero junto a ellos —y no por debajo, sino en comunión espiritual— están los Bodhisattvas de la Tierra: hombres y mujeres comunes, con cuerpo y mente condicionados, que han recibido la Semilla del Dharma y la hacen germinar en el barro del Samsara. Son los devotos que, como tú y como yo, viven en medio del ruido del mundo, del trabajo cotidiano, de las pasiones, las dudas, las enfermedades y los vínculos humanos, y que aun así —o más bien por eso mismo— eligen consagrar su vida a realizar la Obra del Buda en el mundo.
El Sutra del Loto, al que nuestra Escuela rinde especial devoción, los llama Bodhisattvas que brotan desde la tierra. No descienden del cielo: emergen desde abajo, desde lo profundo del corazón humano, desde el suelo de la realidad, desde los karmas transgeneracionales y las cicatrices del alma. Ellos son la respuesta encarnada del Buda Eterno al sufrimiento del mundo.
Entonces, ¿cómo podemos nosotros ser Bodhisattvas?
Primero, teniendo fe en que la Budeidad no es una promesa futura, sino una realidad presente. Que dentro de cada uno habita el Buda Eterno, y que el deseo de servir, de amar, de comprender, es el latido de ese Buda en nosotros.
Segundo, adoptando los votos del Bodhisattva, como lo enseña la Escuela del Loto Reformada:
- No vivir sólo para uno mismo.
- No buscar la Iluminación aislada del mundo.
- Ofrecer el Dharma con palabra y acción.
- Transformar el lugar donde estamos en campo del Buda.
- Y practicar las Seis Perfecciones (Paramitas): Generosidad, Moralidad (Preceptos), Paciencia, Energía, Meditación y Sabiduría.
Tercero, viviendo con intención bodhisáttvica cada día. No necesitamos aureolas ni túnicas para ser Bodhisattvas: basta una mente sincera y un corazón activo.
- Escuchar con atención a quien sufre.
- Dar una palabra de consuelo.
- Enseñar el Dharma con ternura.
- Servir sin buscar recompensa.
- Perdonar, aunque cueste.
- Orar por quienes no oran.
- Meditar por quienes no pueden meditar.
Ese es el camino silencioso y luminoso del Bodhisattva de la Tierra.
Y cuarto, cultivando comunidad. El Bodhisattva no es un solitario. La Escuela del Loto Reformada enseña que el Reino del Buda se construye juntos, como Sangha activa. Por eso cada templo, cada hogar donde se recita el Sutra, cada corazón donde se medita en Samantabhadra, se convierte en un nodo viviente de la red de salvación universal.
En conclusión, nosotros podemos —y debemos— ser Bodhisattvas de la Tierra. No somos menos por no haber nacido en el Tushita o por no tener visiones. Somos manos del Buda en este mundo, y donde haya un ser que sufre, allí puede florecer nuestra compasión. Así, manifestamos el mundo del Sutra Avatamsaka en esta Tierra.