Todos los años, el Templo Tendai de Puerto Rico, siguiendo la tradición canónica ceremonial en Japón, celebra el Ohigan o el Equinoccio de Otoño, en el que el Sol cruza el ecuador celeste, cuando el día y la noche tienen aproximadamente la misma longitud. Una vez que el Sol salga y cruce el ecuador terrestre en Septiembre, continuará hacia el Sur. Como resultado, el hemisferio norte comenzará a experimentar las temperaturas refrescantes y el follaje dorado característico del Otoño. El Equinoccio de Otoño divide el día y la noche por igual, y todos nos tomamos un momento para presentar nuestros respetos a la oscuridad inminente. Igualmente, desde antaño, el Equinoccio es un tiempo de cosecha, donde recogemos lo que hemos producido y lo compartimos con la comunidad.
En el Budismo, llamamos a nuestro Mundo Saha, el plano dual de impermanencia y cambio en el que vivimos, "Esta Orilla" (Shigan), en contraste con la "Otra Orilla" (Ohigan) del Nirvana, la Realidad Abosluta y la Unidad. En las primeras enseñanzas budistas, el camino hacia la Iluminación se describe como viajar desde Esta Orilla cercana a la Otra Orilla lejana. El término también evoca el dualismo de nuestras vidas, así como la Unidad de la totalidad de nuestra existencia. A medida que el planeta y su verdor mueren y muestra sus colores cambiantes, en preparación para la muerte del invierno, igualmente, los budistas en Japón aprovechan este momento para reflexionar sobre su práctica y su fe budista, el ocaso de la vida, y conmemoran a los ancestros que ya han pasado al invierno del más allá. Esta es una celebración única en el mundo budista que solo ocurre en Japón, pues los japoneses han estado siempre más conectados con la tierra y el entorno natural, y su fe se expresa en estos matices.
Todos nosotros llegaremos el otoño de nuestras vidas. Todas las cosas deben morir antes de que puedan renacer, y todo ascenso espiritual requiere primero el descenso a la oscuridad. Somos un reflejo del universo que nos rodea. Lo que ocurre fuera de nosotros también ocurre dentro de nosotros. Y aquellos que anhelan la luz primero deben enfrentar la oscuridad dentro de sí mismos. En el Equinoccio de Otoño, esta etapa de preparación interior para la Iluminación puede comenzar a dar paso al regreso del Sol en el Solsticio de Invierno y su renacimiento en el Equinoccio de Primavera. De igual forma, el Budismo nos dice que la muerte no es un final, sino solo un paso - un cambio, como todo es cambio - una transformación en nuestro continuo proceso dentro de la Vida Infinita del Universo.
Si bien muchos de nosotros podemos encontrarnos en momentos oscuros de nuestras de vidas, el Ohigan - y su reflejo natural planetario - nos recuerda que siempre hay luz al final del túnel. No importa lo que nos pase en la vida, nunca debemos perder de vista el camino. Hay un camino. Hay una salida de la oscuridad. No todo está perdido. Hay un camino, justo delante de nosotros. Todo lo que tenemos que hacer es avanzar en el camino que tenemos ante nosotros. Una vez que avancemos en el camino, nuestro viaje desde la oscuridad ha comenzado, y la luz comenzará a brillar. La Luz de la Sabiduría del Buda - el Sol de nuestras vidas - siempre nos esta guiando, aunque nuestras ilusiones no nos la permitan ver; y la Compasión del Buda siempre nos abraza, para nunca abandonarnos.
Es por eso que el Ohigan de Otoño nos permite un momento para reflexionar, si no lo hemos hecho, sobre la importancia de la práctica y la fe, y nuestro compromiso con nuestro Despertar, para el beneficio de todos los seres sintientes. El sufrimiento, si bien es doloroso, es un gran motivante para el cambio. El sufrimiento nos permite experimentar íntimamente el mundo y nos fuerza a reflexionar sobre el significado de la vida y nuestro rol en ella. Todo lo que nos sucede es una lección kármica. Utilice este tiempo de equilibrio universal para mantener la gratitud en su corazón por las lecciones de vida que le han ayudado a crecer y dejar ir todo lo demás.
Para el alma, el Equinoccio de Otoño también es una época de cosecha. "Ohigan" también guarda relación con la palabra japonesa para Paramita. Es por eso que debemos reflexionar sobre nuestro Camino al Despertar y nuestra práctica de los Paramitas, y ver cuán sinceros hemos sido en nuestra fe y práctica de los mismos. Los Paramitas, o Perfecciones budistas, son: (1) Caridad, (2) Preceptos, (3) Paciencia, (4) Esfuerzo, (5) Meditación, y (6) Prajna o Sabiduría. Si bien hemos estudiado en años anteriores sobre sus manifestaciones concretas, veamos sus manifestaciones esprituales y cómo podemos usar los Paramitas como reflexiones personales en nuestro Camino al Despertar.
La primera Perfección o virtud budista es el Dana Paramita, o la práctica de la Caridad. La Caridad puede manifestarse de muchas formas: ya sea como dinero, bienes, alimentos, trabajo, fe, o incluso el regalo de la esperanza o el consuelo. En el Budismo, si bien se exhorta a dar nuestro tiempo y dinero a los Tres Tesoros y a todos los seres sintientes, como reflexión personal, podemos reflexionar sobre cómo hemos sido traidos a la vida por el Universo; esta es la Caridad del Buda o del Universo. Igualmente, podemos reflexionar sobre cómo nuestros ancestros pasaron dificultades y tribulaciones para sobre vivir, muchas veces en países lejanos, dejando todo atrás, y a pesar de sus virtudes o imperfecciones, existimos aquí y en este momento gracias a ellos. También, el Budismo nos dice que existimos en una red infinita de interconecciones, donde todos los seres y todos los fenómenos apoyan y permiten nuestra existencia y comodidades. Vivimos gracias a todos los seres sintientes, gracias al sol, al agua, al aire, a las plantas, a los animales, y el trabajo diario de miles de personas que permiten que tengamos un techo, ropa y comida para existir. ¿Cómo estamos repagando nuestra deuda de gratitud a nuestros ancestros y todos los seres sintientes?
Es por esto que, tradicionalmente, dado a que en muchas culturas, incluyendo Japón, se cree que el tiempo de transición entre estaciones acerca el mundo de los vivos y los muertos, los budistas habitualmente limpian las tumbas, dejan ofrendas de comida y flores, oran y recitan Sutras por sus ancestros y por todos los seres sintientes. Los seis elementos que son indispensables para visitar el templo y la tumba familiar durante Ohigan corresponden a los Seis Paramitas. Los artículos son agua, incienso en polvo, flores, incienso, comida y bebida, y luz. Por lo tanto, al ofrecer estas cosas al Buda y a los antepasados, uno está realmente practicando las Seis Paramitas. Veamos los otros.
La práctica del Sila Paramita, o la Perfección de los Preceptos, se manifiesta con nuestra adherencia a los Cinco Preceptos de (1) No Matar, (2) No Mentir, (3) No Robar, (4) No Abusar de la Sexualidad, y (5) No Abusar de los Intoxicantes o Contaminar la Mente y Alma. Estos son los Preceptos del Bodhisattva, y todos somos Bodhisattvas o seres tratando de manifestar nuestra Naturaleza Búdica en medio del lodo de este mundo. Son los Preceptos los que nos permiten manifestar nuestra Verdadera Naturaleza Iluminada y vivir en paz y armonía con todos los seres sintientes. ¿Cómo has seguido los Preceptos? Si todos siguieramos los Paramitas, el mundo sería uno mucho mejor. Es nuestra responsabilidad el seguirlos y exhortar a otros a seguirlos si queremos comportarnos como verdaderos Hijos del Buda en el mundo.
El tercer Patramita es Ksanti Paramita, o la Perfección de la Paciencia. Esto significa soportar humildemente todas las circunstancias de la vida y mantener los Preceptos y la práctica, comportándonos como verdaderos Hijos del Buda, perseverando en todas las dificultades que encontremos en nuestra práctica. El Dharma nos da las herramientas para poder vivir en este mundo y elevarnos - arrojar luz - sobre todas nuestras dificultades. El Dharma es nuestro mapa espiritual para poder navegar en este océano de sufrimiento, de nacimientos y muertes, y llegar a la Otra Orilla del Nirvana. ¿Somos pacientes con nosotros mismos y con los demás seres sintientes?
El cuarto Paramita es el Virya Paramita, o la Perfección de la Perseverancia. Esto significa esforzarce constantemente por seguir en el camino correcto. Como budistas, el camino correcto es la Sangha, nuestra fe budista. Si bien hemos experimentado muchas dificultades en lo que va de año, y durante toda nuestra vida, si somos perseverantes, podremos obtener la iluminación para poder aplicar el Dharma nuestra vida y alcanzar nuestra Budeidad. Todos somos una manifestación de la Vida Infinita. Hemos estado aquí y en lugares peores antes, y sin embargo, dado a que poseemos igualmente Luz Infinita, hemos perseverado y nos hemos levantado sobre nuestras difucultades y triunfado.
Por todo esto, celebre el Equinoccio de Otoño, o el Ohigan, cosechando sus frutos internos de conciencia y encontrando gratitud por las semillas que ha cosechado y sembrado. Lo bueno, lo malo y lo feo. Todos los errores se convierten en hermosas lecciones cuando guardamos gratitud en nuestro corazón.
Es por eso que el Ohigan de Otoño nos da la oportunidad de contemplar la realidad, Esta Orilla, de nuestra existencia y el Voto del Buda Amida, la Otra Orilla, de liberarnos. Esto se refleja en la parábola tradicional de Shandao de los Dos Ríos y el Camino Blanco: un viajero descubre de repente que está siendo perseguido por feroces bestias y demonios. El viajero corre lo más rápido que puede, pero pronto se encuentra con un río que bloquea su escape. La única forma de cruzar es tomar un camino blanco muy estrecho donde el agua es poco profunda. A un lado del camino hay olas bravas y al otro lado grandes llamas. El viajero está en conflicto: permanecer en Esta Orilla significa una muerte segura, pero el camino blanco se ve difícil y arduo. Mientras contempla con temor su destino, escucha la voz suave del Buda Shakyamuni que lo anima a seguir adelante y le dice que no hay nada que temer. Aún dudoso, mira hacia la Otra Orilla, donde ve al Buda Amida con los brazos abiertos. El viajero aprovecha la oportunidad. Confiando en la llamada del Buda Amida, da el primer paso, luego el segundo. Con cada paso siguiente, el estrecho sendero se ensancha milagrosamente, lo que permite al viajero llegar con seguridad a la Otra Orilla. El viajero aprende que la duda es lo que nos impide ver con claridad, especialmente nuestro Renacimiento en la Tierra Pura. Esta parábola se basa en el verdadero significado de los Sutras del Buda Amida predicados por el Buda Shakyamni en este mundo. Las bestias y demonios de esta historia representan nuestros miedos, ilusiones y engaños. Las olas bravas y el río de fuego son nuestro odio, deseos insaciables e ignorancia. El camino blanco es la esperanza y libertad del sufrimiento. Para Shandao, el camino a través del río es el Nembutsu.
A medida que el Sol entra en el horizonte, en el ocaso, de igual forma, estamos más cerca de nuestro Despertar. La Otra Orilla es también la Tierra Pura de la Bienaventuranza, nuestro Verdadero Hogar. Desde su Tierra Pura, desde el centro de nuestro corazón, el Buda Amida, nuestro Verdadero Ser, nos llama constantemente para que despertemos de nuestro sueño de ignorancia y reconozcamos nuestra Unidad Fundamental, y revelemos el hecho de que la Otra Orilla no se encuentra en un lugar lejano, ni necesariamente luego de esta vida, sino que la Otra Orilla de la Tierra Pura se encuentra aquí y ahora, y todos podemos Renacer - Despertar - esta Realidad en este cuerpo y en esta vida.
Para llegar a la Otra Orilla, uno no tiene que esperar al final de su vida. Todos podemos llegar a la Otra Orilla ahora mismo por medio de la práctica budista y permitiendo que la energía del Buda llene nuestros corazones y mentes con compasión y sabiduría. Cuando llegamos a este punto, se establece una fe y una certitud inquebrantable, adamantina, y respondemos al llamado que surge desde el centro mismo de nuestro corazón, el llamado al Despertar del Buda, y decimos: "Namu Amida Butsu", y con nosostros, lo dicen a su vez todos nuestros ancestros, pues nosotros los llevamos en nuestro material genético, al igual que a todos los seres sintientes. En ese momento, una flor se abre en la Tierra Pura, y nuestro Renacimiento está asegurado. Desde se momento, la Luz Infinita del Buda Amida nos abraza para nunca abandonarnos. Entonces, los sufrimientos cesan, y experimentamos una profunda paz. Somos como pedazos de piedra transformados en oro. Ya no hay que seguir los Preceptos, ni los Paramitas, pues los mismos surgen naturamente de nuestro corazón.
El Nembutsu, desde el momento de la fe establecida, ya no es el Nembutsu del Renacimiento sino el Nembutsu del agradecimiento, pues hemos sido salvos. Luego, al final de nuestra vida, cuando entramos a la oscuridad del invierno de la tumba, no encontramos oscuridad, sino Luz. Regresamos a nuestro Verdadero Hogar.
Espero que este Ohigan de Otoño sea un excelente momento de reflexión y gratitud por todas las lecciones y todos los regalos que hemos recibido en este año.