Vivimos en una era en la que el corazón del ser humano, turbado por la multiplicidad de deseos y el espejismo de las apariencias, busca con ansia un camino de regreso a su Verdadera Naturaleza. En medio del tumulto de los días y el peso de la Ignorancia acumulada desde el tiempo sin comienzo, la Enseñanza del Buda resplandece como un faro inextinguible. El Dharma del Loto, revelado en la cúspide del ministerio del Buda Shakyamuni —manifestación terrenal del Buda Eterno— no es una enseñanza común ni transitoria, sino la expresión más elevada y compasiva del propósito divino: la salvación universal de todos los seres y la manifestación del Reino del Buda en este mismo mundo. Este es el Mensaje que nuestro Templo ha dedicado para el Año 2025 (ue se puedel eer en su totalidad en nuestra página oficial: www.shingihokke.com). Dado a que nos encontramos a mitad de nuestro recorrido por el Sol, es momento de recordar nuestro voto para este año.
En esta enseñanza sublime, el Bodhicitta —la Mente que Anhela el Despertar para el Bien de Todos los Seres— no es una simple aspiración idealista, sino la semilla misma del Buda en el corazón humano. Comprender el Bodhicitta es comprender la naturaleza del Cosmos; es descubrir que la Budeidad no se encuentra en un cielo remoto, sino en la intimidad de nuestra propia existencia, tejida de los mismos elementos que conforman el cuerpo glorioso del Tathagata. La práctica esotérica, en comunión con esta verdad, nos permite atravesar los velos de la ilusión y tocar con el alma desnuda la esencia real de lo que somos: Hijos e Hijas del Buda, portadores de su Luz y testigos de su Voluntad.
Así pues, la enseñanza del Budismo del Loto —fundada en las palabras de los Sutras y la experiencia de los grandes maestros del Vehículo Único— no debe ser leída como una teoría lejana o una doctrina abstracta, sino como un llamado vivo a la transformación interior y cósmica. El Dharma del Loto, en su forma más secreta y luminosa, nos invita a abandonar la noción de separación y a abrazar la unidad de todos los seres con el Buda Eterno. En esta visión, la práctica espiritual no es un retiro del mundo, sino una alquimia sagrada que transforma el Samsara en la Tierra Pura, el sufrimiento en compasión, y la Ignorancia en Sabiduría luminosa.
El Sutra del Bodhicitta proclama con voz diamantina: "Si una persona busca la sabiduría del Buda y comprende el Bodhicitta, el cuerpo nacido de los padres alcanzará rápidamente el estado del gran Despertar". Esta afirmación, profundamente reveladora, disipa la niebla del escepticismo y nos invita a contemplar la cercanía del Despertar como una realidad tangible. No se requiere esperar incontables kalpas, ni navegar por los océanos del tiempo con desesperanza: el Despertar Supremo está disponible en esta misma vida, en este mismo cuerpo humano, fruto del amor de nuestros padres. He aquí la Promesa Sagrada del Dharma Eterno: la Iluminación no es una utopía inalcanzable, sino una posibilidad viva en el corazón de la Existencia.
La diferencia entre los seres sumidos en la ilusión y los que han despertado no reside en una esencia opuesta o una naturaleza distinta, sino en el grado de purificación de su mente y de realización de su verdadero ser. Así como el oro y el oro refinado comparten una misma sustancia, aunque uno brille con pureza y el otro aún esté velado por impurezas, de igual modo todos los seres comparten la Budeidad Innata, pero unos la manifiestan plenamente y otros aún no. Esta no-dualidad esencial es el fundamento sobre el cual se erige la enseñanza del Buda Eterno: todos los seres, sin excepción, están llamados a alcanzar la Iluminación, porque ya la poseen en su raíz profunda.
Por ello, quien recorre el Sendero del Verdadero Budismo —el Camino del Buda Mahavairocana, el Gran Sol— reconoce que los Seis Grandes Elementos (tierra, agua, fuego, viento, espacio y conciencia) que conforman el Cuerpo del Buda Cósmico son también su propio cuerpo. Esta comprensión es más que teórica: es una visión directa, una experiencia mística donde el devoto, transfigurado por la fe y la práctica, puede proclamar con reverencia y certeza: "Yo soy el Buda". Esta no es una arrogancia profana, sino el eco de la verdad profunda que late en todos los Sutras del Vehículo Único.
Para tal realización, el practicante sigue el camino de las tres frases sagradas del Sutra de Mahavairocana: el Bodhicitta como la causa inicial, la Gran Compasión como la raíz que sostiene todo acto, y la Habilidad en los Medios (Upaya) como la culminación perfecta de la práctica. A través del poder de los Tres Misterios del cuerpo, palabra y mente se trascienden en un instante los tres kalpas de ilusión: el burdo, el sutil y el extremadamente sutil. Esta no es una metáfora vacía, sino una operación interior de transmutación espiritual, como ha sido revelada en los Textos Sagrados de la Tradición Budista Esotérica. Tal como afirma el mismo Sutra: "Si puedes practicar de acuerdo con este profundo significado, podrás alcanzar el Despertar Supremo en esta vida".
Sobre este fundamento se alza la visión excelsa del Budismo del Loto, que proclama con majestuosa claridad: el fenómeno es la realidad, la verdad reside en la materia, la apariencia es el camino, y uno puede alcanzar la Budeidad en este mismo cuerpo. No se trata de negar el mundo, sino de transfigurar la Existencia. Este es el espíritu del Ichinen Sanzen, la doctrina de los Tres Mil Mundos en un Solo Pensamiento, que nos enseña que cada instante contiene la plenitud del Cosmos y cada ser encarna el Reino del Buda.
El propósito de esta Vía, en armonía con las enseñanzas del Buda Eterno, no es otro que la manifestación de la Tierra Pura aquí en este mismo mundo. No en un más allá imaginario, sino en la transformación concreta de nuestras sociedades, corazones y entornos. El Budismo del Loto Esotérico, herencia viva de Mahavairocana y de los Grandes Maestros como Chih-i, Saicho y Annen, propone una visión activa, luminosa y compasiva: la construcción de la Tierra Secreta del Buda, el Reino del Dharma en medio del Samsara, donde la verdad, la bondad y la belleza no sean ideales abstractos, sino realidades encarnadas.
Bajo la premisa sagrada de que el sueño de hoy es la realidad de mañana, se nos encomienda la misión sublime de hacer del mundo humano un reflejo del Reino del Buda, donde la sabiduría brille como el Sol, la compasión fluya como un manantial, y la unidad de todos los seres se manifieste como una sinfonía de Iluminación. Esta es nuestra tarea: no huir del mundo, sino transformarlo desde dentro, hasta que toda la Tierra cante con voz unánime el Dharma Eterno del Vehículo Único.
La comprensión del Bodhicitta, la unión con el Cuerpo del Buda, y la realización de la Tierra Pura aquí y ahora, no son promesas vacías, sino posibilidades reales que el Buda Eterno nos ofrece como un padre ofrece el alimento a su único hijo. Cada instante es un umbral hacia el despertar; cada respiración, una oportunidad para recitar el Mantra del alma: "Yo soy el Buda, por el poder del Bodhicitta, por la raíz de la Gran Compasión, por el arte de los Medios Hábiles." Así, los Tres Misterios —cuerpo, palabra y mente— se armonizan con el Cosmos, y el Universo entero se transforma en un Mandala del Despertar.
Debemos recordar siempre que no hemos nacido por azar, ni vivimos en vano. Esta vida es el campo de acción del Bodhisattva; este cuerpo, el vehículo precioso del Despertar. Que nuestras acciones sean el gesto del Buda, nuestras palabras la melodía del Dharma, y nuestros pensamientos la sabiduría que todo lo abraza. Así, sin abandonar el mundo, transfiguraremos el mundo; sin negar nuestra humanidad, la haremos sagrada. Y en medio del Samsara, brotará la flor del Nirvana. Que esta enseñanza permanezca en nuestros corazones como una joya sellada por la voluntad del Buda Eterno. Que nos inspire a caminar con firmeza, a amar con profundidad, y a construir con esperanza ese Reino de Verdad, Bondad y Belleza que no está lejos, ni es ajeno, sino que comienza —ahora mismo— en el centro puro de nuestra propia conciencia. Así se cumple el Voto del Tathagata: que todos los seres, sin excepción, alcancen la Budeidad en esta vida, en este cuerpo, en este mundo.