Hoy continuaremos con nuestro ciclo de charlas sobre el Sutra del Loto. El servicio pasado tocamos los dos primeros capítulos, y destacamos el rol y la importancia del Sutra del Loto para el Budismo, ya que fue el sermón más importante que dio el Buda en su más de cuarenta años de predicación en el mundo. En el mismo, el Buda dijo que todos los Sutras anteriores eran solo un gran prólogo, escalones en una gran escalera, que fueron llevando a los seres gradualmente a la recepción de la totalidad de su Despertar, y que era ahora que revelaría sus enseñanzas perfectas. En los primeros dos capítulos, vimos que el Buda estaba rodeado de toda clase de seres, mostrando la universalidad de su enseñanza; y en el capítulo dos, vimos que todas las enseñanzas y todas las prácticas dadas en los otros Sutras, si bien eran medios hábiles o expedientes para ayudar a los seres a desapegarse de sus ideas preconcebidas del mundo y de sí mismos, son medios válidos para alcanzar el Despertar. Hoy tocaremos el capítulo 3 y 4.
En el capítulo dos, si bien recordamos, el Buda reveló que todos los vehículos, una palabra que denota enseñanza, son realmente uno: el Ekayana o Vehículo de la Budeidad, y que todos los seres están en camino al Despertar, cada uno a su propio paso, y que esta es la razón por la cual los Budas aparecen en el mundo.
En el capítulo tres, titulado "Parábola", Shariputra se emocionó al conocer que, si bien siempre había aspirado a alcanzar el estado de un Santo, un Arhat, también podría alcanzar el estado del Buda, y que siempre ha estado realizando el trabajo del Bodhisattva en el mundo. En ese momento, el Buda confiere algo que otorga a todos los seres en diferentes momentos en el Sutra: la profecía de Budeidad. En ese momento, Shariputra revela que hasta el momento había estado contento con enseñanzas inferiores, donde buscaba convertirse en un Arhat, no volver a renacer y extinguir la consciencia, pero que ahora entendía que si bien el Buda había predicado esto en un principio en lo que hoy se conoce como el Budismo Primitivo o Hinayana (Theravada), el Buda había enseñado esto para ayudar a los Shravakas o los que escuchan las enseñanzas a desapegarse del apego al cuerpo y sus ideas preconcebidas, pero que no era una enseñanza final. Ahora, Shariputra sentía júbilo porque finalmente se había convertido en un Hijo del Buda, y de ahora en adelante estaba consciente de su misión de Bodhisattva en el mundo.
En este momento, el Buda introduce la primera de las Siete Grandes Parábolas del Sutra del Loto: la Parábola de la Casa en Llamas. El Buda Shakyamuni lo relata para ilustrar su afirmación del capítulo dos, "Medios Hábiles", respecto a que el único propósito del advenimiento de cualquier Buda es hacer posible que todas las personas alcancen la Budeidad, y que los Tres Vehículos de los Shravakas o los que escuchan la voz, los Pratyekabuddhas o los despertados a la causa, y los Bodhisattvas son simplemente medios para conducir a las personas hacia el único vehículo del Buda. Veamos un resumen de la parábola.
Supóngase, dice él, que hay un hombre muy rico que tiene muchos hijos. Un día, súbitamente, estalla un incendio en su espaciosa pero deteriorada casa, y sus hijos, totalmente absortos en sus juegos, no saben que la casa está en llamas e ignoran sus gritos de advertencia. Por consiguiente, él recurre a un medio hábil para inducirlos a salir de la casa en llamas. Él les grita que afuera tiene tres carruajes que ellos han querido desde hace mucho tiempo: un carruaje tirado por un carnero, otro tirado por un ciervo, y un tercero tirado por un buey. Ellos salieron corriendo inmediatamente para recibir sus regalos. Habiéndolos persuadido de esta manera hacia la seguridad, el hombre rico les da a cada uno de sus hijos un carruaje, pero no uno de las tres clases que les había prometido. Más bien, le da a cada hijo un carruaje mucho más fino, adornado con numerosas joyas y tirado por un buey blanco.
El Buda Shakyamuni compara la casa en llamas de la parábola con el mundo triple, este mundo en el que vivimos, y las llamas en sí con los sufrimientos del nacimiento y la muerte. El hombre rico es el Buda, los hijos son todos los seres vivientes, y los juegos en los cuales ellos están absortos son los placeres mundanos o la búsqueda de ellos. Las tres clases de carruajes prometidos originalmente representan a los Tres Vehículos, o las enseñanzas provisionales, y el carruaje del gran buey blanco simboliza al supremo vehículo de la Budeidad, es decir, al Sutra del Loto.
¿Por qué este mundo es comparado con una casa en llamas? Si bien este mundo es inherentemente bueno, nuestras ideas erróneas sobre nosotros mismos, los demás seres y el mundo nos causan sufrimiento. Este mundo es llamado el Triple Mundo. Esto es porque sentimos arder los tres fuegos de la ignorancia, el odio y la avaricia. Estos son los Tres Venenos. Nuestra ignorancia sobre nosotros mismos nos hace pensar que somos eternos, y cuando enfermamos, envejecemos o alguien muere, sufrimos. Pensamos que los demás y las cosas deben salir a nuestra conveniencia, bajo los dictados de nuestro ego, y no salen así, y sufrimos. Pensamos que algo durará para siempre, pero en este mundo, todo es temporero, y por ello, sufrimos. Esto nos causa avaricia por otras cosas, otras personas; y nos genera odio y enojo. Pero las cosas no tienen que ser así.
El Dharma, las enseñanzas del Buda, nos ayudan a desvelar la cortina de nuestra ignorancia y a reconocer la unidad de todas las cosas, la temporariedad del mundo, y la necesidad de trabajar en nosotros mismos. Al poner las enseñanzas en práctica, podemos convertir el sufrimiento, la impureza, la impermanencia y la carencia del ser en las Cuatro Virtudes de un Iluminado: felicidad en medio de la impermanencia, a realizar nuestra pureza innata y de todos los seres (Naturaleza Búdica), la eternidad de la vida y nuestro verdadero ser.
Aquí vemos el rol principal del Buda: salvar a todos los seres. Como una manifestación compasiva del Universo (Dharmadathu), el Universo se personifica (Dharmakaya) y aparece en los mundos, encarnando, como un Buda (Nirmanakaya) para llevarle el Dharma a todos los seres y salvarlos del sufrimiento, ayudándolos a reconocer la unidad de todas las cosas y el compromiso que se tienen los unos con los otros de ayudarse, y de hacer de este mundo una Tierra Pura.
La relación del Buda con los seres es una de parentesco: el Buda, con su Sabiduría y su Compasión, es el padre y madre de todos los seres; todos somos sus hijos. En un sentido ontológico, todos somos emanaciones del Universo. El Buda es quien nos recuerda esto. En términos soteriológicos, entendemos que si bien el Buda como Dharmakaya (increado, impersonal y sin forma) es la realidad, los seres necesitan también un Buda personal. Esto se ve claramente en la literatura canónica budista.
En el cuarto capítulo, titulado "Fe y Discernimiento", el Buda nos dice que si bien no necesariamente podremos lograr estos estados y entender estos conceptos inmediatamente, podemos apoyarnos con la ayuda de la fe. En ese momento, otros grandes discípulos se llenan de júbilo al escuchar lo que el Buda hasta el momento había revelado, admitiendo que hasta el momento se habían contentado con buscar una forma de salvarse a sí mismos a través de las enseñanzas Hinayana, y relatan la segunda parábola grande del Sutra del Loto: la Parábola del Hijo Pobre. Los cuatro grandes discípulos –Subhuti, Katyayana, Maudgalyayana y Mahakashyapa– relatan esta parábola para mostrar que han entendido la enseñanza del reemplazo de los tres vehículos con el único vehículo que el Buda relató en el capítulo "Parábola" (tercero), utilizando la Parábola de la Casa en Llamas.
Esta parábola habla sobre el hijo de un hombre rico que escapa de su padre en la infancia. Por unos cincuenta años, el hijo deambuló de un lugar a otro en abyecta pobreza, empleándose en labores serviles. Un día, en su deambular, encontró la mansión de su padre. El acaudalado anciano se regocija al ver nuevamente a su hijo, dado que él quiere legarle toda su riqueza y posesiones. El hijo, sin embargo, no reconoce a su padre y huye, abrumado por el esplendor de la propiedad del hombre rico. El hombre rico envía a un mensajero para traerlo de vuelta, pero el hijo piensa que el mensajero ha ido para arrestarlo y se desmaya por el terror. Oyendo esto, el padre le dice al mensajero que lo libere y, más bien, envía a dos de sus sirvientes vestidos en sucias ropas para ofrecerle al hijo un trabajo limpiando estiércol. El hijo pobre acepta feliz este empleo en la propiedad de su padre. Poco después, su padre se disfraza con sucias ropas para poder aproximarse a su hijo. Él le dice que puede trabajar allí siempre, y que lo tratará como a su propio hijo. Por veinte años el hijo trabaja limpiando estiércol y gradualmente va ganando confianza en sí mismo. El hombre rico, entonces, lo promueve, encargándole la administración de su propiedad, y gradualmente él llega a entender todos los asuntos del hombre rico. Eventualmente, el hombre rico siente que se le aproxima la muerte. Él invita a sus parientes, al rey del país, a altos ministros, y otros, y les declara que su sirviente en realidad es su verdadero hijo. Entonces, le transfiere a su hijo todas sus propiedades.
El hombre rico de esta parábola representa al Buda, cuyo único deseo es permitir que todas las personas disfruten de su mismo y sublime estado de vida, tal como el hombre rico desea legarle toda su riqueza a su hijo. El hijo pobre representa a las personas comunes, que "deambulan" transmigrando en el mundo triple, sin encontrar el único vehículo del Buda. Para conducirlos hacia la iluminación, el Buda emplea primero medios hábiles y predica lo que es apropiado a sus capacidades, tal como el hombre rico entrena a su hijo gradualmente para construir su confianza y conciencia. Así, el Buda los conduce gradualmente hacia enseñanzas más elevadas y finalmente revela el único vehículo del Buda del Sutra del Loto.
La fe es un componente sin equa non del Budismo y es el más seguido en todo Asia, pero en Occidente, las personas, aferradas a sus conceptos preconcebidos y por traumas de nuestro pasado judeocristiano, la hechamos a un lado. Pero el Sutra del Loto, al igual que todos los Sutras, destacan la importancia de la fe. La fe es un estado mental de apertura, donde damos por hecho algo que aún no hemos verificado. Pero a diferencia de la definición de muchos, la fe no necesariamente debe ser ciega. En el Budismo, la fe es multidimensional: primero, es un componente devocional al Buda y a todos los Bodhisattvas por traernos el Dharma; segundo, es un prerequisito para abrir nuestras mentes, rompiendo creencias limitantes, para poder expandir nuestra consciencia y abrirnos al Infinito; tercero, es un buen motivante para la práctica. Si bien no todos veremos los beneficios del Dharma, de la meditación, o no todos podremos comprobar las enseñanzas del Buda rápidamente (y el Budismo es una religión de experiencia: todo debe ser experimentado y probado), la fe nos ayuda seguir el camino para finalmente poder comprobar la veracidad de las enseñanzas. Esto será expandido en los próximos capítulos.