El Budismo fue uno de los hechos más trascendentales en la historia espiritual de la humanidad. “La Luz de Asia” fue encendida en la parte central de la India y comenzó a brillar con todo su esplendor. Desde entonces, el manantial de la Gran Sabiduría y la Misericordia ha venido enriqueciendo el alma de los creyente a través de los siglos.
India
Siddharta Gautama, que es adorado por sus seguidores como el Buda Sakyamuni o sea “El Gran Sabio de la familia Sakya”, abandonó su hogar y mendigando se dirigió hacia el sur hasta
Magadha, en donde por fin alcanzó la Iluminación, al pie de un
árbol de tilo. Se estima que esto acontenció a mediados del siglo quinto antes de la era común. Desde entonces hasta su Parinirvana, por la que entró en el Nirvana, siguió predicando las
Enseñanzas de la Sabiduría y la Misericordia durante cuarenta y
cinco años. Como resultado de ello, a fines del mismo siglo, se
habían edificado grandes templos budistas por todos los reinos
y tribus de la India Central.
Durante la época del rey Asoka (reinado 268-232 AEC), el
tercer monarca de la dinastía Maurya, las Enseñanzas del Buda se extendieron por toda la India y tuvieron la oportunidad de propagarse a zonas distantes fuera de las fronteras.
Maurya fue la primera dinastía consolidada de toda la India.
En el tiempo de su primer rey Candragupta (reinado alrededor
de 317-293 AEC) el territorio del reino se extendía desde la
cordillera del Himalaya al norte, el golfo de Bengala al este, las
Montañas de Hindu Kush al oeste y las montañas de Vindhya al
sur. El rey Asoka extendió sus dominios hasta la meseta de Decan, conquistando Kalinga y otros reinos.
El rey Asoka era colérico de naturaleza y la gente lo llamaba
Chāndasoka (Asoka, el temible), pero después de ver los desastres
de la guerra en la conquista de Kalinga, cambió completamente
de carácter y se convirtió en un fiel creyente de las Enseñanzas
de la Sabiduría y la Misericordia. A partir de entonces, este rey
realizó muchas obras como creyente del Buda, entre ellas, las dos
siguientes merecen especial atención.
La primera es el "Edicto de Asoka”. El rey hizo grabar los
conceptos administrativos basados en las Enseñanzas del Buda en
grandes pilares de piedra o en paredes de roca pulidas de todas las
regiones de su reino. Con ello el rey logró difundir el Budismo
por toda la India. Luego, mandó misioneros a los pueblos de todas
las direcciones fuera de su reino para propagar las Enseñanzas de
la Sabiduría y de la Misericordia. Debe mencionarse el hecho de
que entre estas misiones algunas fueron enviadas a lugares muy
distantes como Siria, Egipto, Cyrene, Macedonia y Epiro, transmitiendo el Budismo hasta el mundo occidental Mahinda, el enviado
a Sri Lanka, tuvo éxito en “establecer la hermosa Enseñanza en la
hermosa isla de Lankadvipa” y así estableció el punto de partida de
la propagación hacia el sur de las Enseñanzas del Buda.
Los budistas de años posteriores usan la expresión “movimiento
hacia el Este” para hablar de la dirección de la propagación del
Budismo. Sin embargo, en los siglos anteriores a la era cristiana,
evidentemente la “cara” del Budismo miraba hacia el Oeste. Fue
solamente un poco antes o después del comienzo de la era, cuando
esta “cara” del Budismo se volvió hacia el Este. Antes de referirnos
a este hecho, debemos hablar del gran cambio que empezaba a operarse dentro del Budismo: la aparición de una “nueva ola” llamada
Mahayana o “Budismo del Gran Vehículo”.
¿Cuándo, cómo y quiénes originaron esta “nueva ola”? Nadie
puede dar una respuesta definitiva. Lo único que podemos decir es,
primeramente, que esta tendencia debió de nacer del pensamiento
de la escuela Mahāsamghika (”los de la Gran Asamblea”), elaborado por los monjes progresistas. Segundo, que ya existían algunos
de los más importantes elementos del Budismo Mahayana en los escritos de uno o dos siglos antes y de un siglo después de
la era cristiana. Luego, con la destacada actividad filosófica de
Nāgārjuna basada sobre los sutras preexistentes del Mahayana,
el Budismo Mahayana se presentó claramente en el primer
plano del escenario de la historia del Budismo.
El papel que desempeñó el Budismo Mahayana dentro de
la historia del Budismo, ha sido muy grande. El Budismo de China
y Japón, en casi toda su historia ha estado bajo la influencia de
las Enseñanzas del Budismo Mahayana. Esto no es nada de
extrañar, puesto que presentaba a las masas un nuevo ideal de salvación y lo mostraba encarnado en santos vivientes bajo la forma
de Bodhisattvas. Realmente fueron maravillosos los resultados intelectuales obtenidos en el campo de la metafísica y de la psicología
por los pensadores del Budismo Mahayana, en el esfuerzo de sostener y profundizar estas ideas.
Así muchos nuevos afluentes fueron desembocando en la corriente de las Enseñanzas de la Sabiduría y la Misericordia predicadas
por el Buda. Con estos nuevos aportes el Budismo se llenó
de ardor y energía, y como un río caudaloso vino a enriquecer a todas las naciones del Este
China
Los chinos supieron del Budismo por el Oeste. Por lo tanto para
hablar de la ruta por la que el Budismo entró en la China tenemos
que comenzar refiriéndonos al camino de la seda. Esta ruta comercial que pasa por las zonas áridas y extensas del Asia Central y
conecta el Este con el Oeste, se abrió en la época del rey Wu-ting de
la dinastía Han (reinado, 140-87 AEC) a fines del siglo segundo antes de la era común. En aquella época, los dominios de los Han se habían
extendido mucho hacia el Oeste. En Fergana, Sogdiana, Tukhara y
hasta en Parthia, países con que China compartía sus fronteras, persistía todavía el gran espíritu mercantilista que Alejandro Magno trajera a estas regiones. Por esta antigua ruta, la seda desempeñaba
el papel más importante como mercancía; de allí viene el nombre
del “camino de la seda”. Un poco antes o después de la era común, la China y la India comenzaron a tener contactos culturales
por medio de esta ruta comercial. Así es que el camino de la seda
se convirtió también en la ruta por la que se difundió el Budismo.
La historia del Budismo Chino comenzó con la aceptación de los
Sutras, las Escrituras Sagradas budistas, y de sus traducciones. El más antiguo
de ellos se creía que era el “Ssu-shih-êr-châng-ching” (Sutra en Cuarenta y Dos Secciones dichas por Buda), una traducción hecha
por Kāśyapamātanga y otros durante el período Ying-p'ing (58-76
EC) del rey Ming-ti. Hoy en día se considera todo esto como un
dato lejendario poco fidedigno. Ahora la opinión más segura da
crédito a An-shih-kao que se dedicó a las traducciones en Loyang,
alrededor de los años 148 a 171 EC. A partir de entonces hasta la
dinastía Sung del norte (960-1129 EC), continuaron los trabajos
de traducción por cerca de mil años.
Durante los primeros años, los que desempeñaban el papel más
importante en la introducción de las escrituras y en los trabajos
de traducción, eran los sacerdotes procedentes generalmente del
Asia Central. Por ejemplo, el antes mencionado An-shih-kao venía
de Parthia; K'ang-sêng k'ai que llegó a Loyang alrededor del siglo
tercero y tradujo el Sukhãvatĩvyũha (El Sutra del Buda de la Vida Infinita),
provenía de la región de Samarkanda. Por otra parte, Chu-fa-hu,
que es conocido como el traductor del “Saddharmapundarĩka” (Sutra del Loto), vino
de Tukhara y permaneció en Loyang o en Ch'ang-an desde fines
del siglo tercero hasta principios del siglo cuarto. Con la llegada de
Kumarajiva, que vino de Kucha a principios del siglo quinto, los
trabajos de traducción en la China tuvieron su apogeo.
Desde aquellos tiempos comenzaron las actividades de los sacerdotes que visitaban la India en busca del camino y para aprender
el sánscrito. El pionero de estos sacerdotes fue Fahsien (339-420?
EC). Dejó la ciudad de Ch'ang-an en el 339 con rumbo a la India y
regresó 15 años después. El más destacado de los sacerdotes que
visitaron el extrajero fue Hsüan-chuang (602-664 EC) que partió
para la India en el 627 y regresó a su patria en 645 después de 19
largos años. I-ching (635-713 EC) partió para la india por mar en el 761 y regresó por la misma ruta 25 años más tarde.
Estos sacerdotes visitaban la India para aprender el sánscrito,
traer de vuelta las escrituras escogidas, y dedicarse principalmente,
después de regresar, a los trabajos de traducción. Especialmente la
habilidad lingüística que Hsüan-chuang demostró era deslumbrante
y por su enérgica labor, las traducciones de las escrituras al Chino
tuvieron su segundo apogeo. Los trabajos de los primeros tiempos
hechos por los sacerdotes encabezados por Kumãrajĩva son llamados “Antiguas Traducciones”, y los realizados por Hsüan-Chuang
y sus seguidores son llamados “Nuevas Traducciones”. Existen,
pues, dos clasificaciones de las versiones en chino de las escrituras
budistas.
Estos numerosos textos traducidos del sánscrito, recibieron,
poco a poco, a través de las orientaciones filosóficas y la actividad
religiosa de los traductores, una fuerte coloración china. Fueron
adaptados según las características, las necesidades y las exigencias
del pueblo chino. Esto se manifiesta en la preferencia dada por los
sacerdotes a la profundización de la doctrina del “Vacío”, presentada en los Sutras Prajnaparamita (Perfección de la Sabiduría). Por eso ellos dejaron el
Hinayana o sea el Budismo de la Pequeña Balsa, para seguir exclusivamente el Mahayana, el Budismo de la Gran Balsa. Esta tendencia llegó a ser cada vez más notable en la secta Tendai.
En la segunda mitad del siglo sexto, la secta Tientai (Tendai) fue llevada
a su perfección por Tendai Daishi, o sea Chih-i (538-597) su tercer
fundador. Era éste una de las figuras más destacadas del pensamiento budista y su obra “Los Ocho Períodos y las Ocho Clases
de la Enseñanza del Buda” tuvo una gran influencia sobre el Budismo Chino tanto como sobre el japonés, durante largos años.
Si volvemos la vista hacia atrás vemos que en China los Sutras
fueron traídos sin fijarse en el orden cronológico de origen y se
tradujeron a medida que llegaban. Por ser enorme el número de
los Sutras, el problema consistio en cómo investigar su origen y
hacer su evaluación. Era preciso saber cómo apreciar el Budismo
en su totalidad y conocer claramente en qué ideas se apoyaba cada
uno de los Sutras para su comprensión. Había muchos comentarios
de los Sutras, por supuesto basados en el pensamiento chino, y de
entre ellos el de Chih-i era el más sistemático, y, por ello mismo,
mucho más persuasivo. Sin embargo, con la aparición de trabajos
posteriores de estudios sobre el Budismo, esta influencia dominante
se terminó.
En la historia del Budismo en China, “el que vino último” fue
el Zen. Se cree que el santo fundador de esta secta fue un sramana
extranjero Bodhidharma (-528 EC), pero la simiente sembrada
por él no floreció hasta el tiempo del sexto santo de la secta, Huineng (638-713 EC). Después del siglo octavo, dentro de esta
secta surgieron sucesivamente en China muchos sacerdotes de gran
talento, y el Zen tuvo varios siglos de prosperidad.
En China, las Enseñanzas se basaban exclusivamente sobre los
Sutras. Por esta razón, los chinos se esforzaron durante tanto tiempo para su traducción y transmisión. Sin embargo, los adictos de la
secta Zen piensan que a ellos les fue transmitido el Budismo sin
escritos, y que fue impreso en sus corazones por el Buda mismo.
Por eso dicen que ellos son los auténticos intérpretes del Budismo.
Hablan de la “auténtica Enseñanza del Buda” y de la “transmisión
de las Enseñanzas sin depender de los escritos.” Al adentrarnos en
el secreto de esta manera de pensar vemos que existe allí la esencia
universal del Budismo pero adaptada a la mentalidad China. Así el
gran río de las Enseñanzas del Buda fue aumentando su caudal para
irrigar luego toda la región del Este.
Japón
La historia del Budismo en Japón comienza en el siglo sexto. En el año 538 EC, el Rey de Paikche (Corea) envió una misión a la corte del
Emperador Kinmei para obsequiar una imagen del Buda y pergaminos de Sutras. Este fue el primer paso de la introducción del Budismo en Japón. Desde entronces han pasado 1,400 años. En esta larga
historia podemos distinguir tres etapas importantes.
La primera comprende el Budismo de Nara de los siglos séptimo y octavo que nos ha dejado los templos de Hōryūji (607 EC) y Tōdaiji
(752 EC) construidos en ese tiempo. Al referirnos a esta época,
no se puede pasar por alto el gran auge de la cultura en todo el
Asia. Durante este período, mientras la civilización del Oeste se encontraba encerrada en una profunda oscuridad, en el este existía
un magnífico movimiento de asombrosa creatividad. En China, en
el Asia Central, en la India y en los países del mar del Sur se desarrollaban con gran energía actividades intelectuales, religiosas y
artísticas. Juntamente con estos movimientos, el Budismo bañaba el
mundo del Este con su caudalosa corriente de humanismo. El nuevo
movimiento de la cultura japonesa representado por las brillantes y
grandiosas construcciones de Hōryūji y Tōdaiji, y también por otras
variadas actividades artísticas y religiosas, nació bajo el influjo de
la marea cultural que cubría la extensa arca del Asia continental.
El pueblo japonés que había vivido por tanto tiempo en un estado semicivilizado, se encontraba, de repente, bañado por una gran
corriente de cultura. Con ello pudo elaborar su propia civilización.
Este ha sido el feliz destino predispuesto para el Japón de aquellos
siglos. El Budismo fue el principal responsable de esta repentina
ebullición cultural. Los templos budistas se convirtieron en el centro de la cultura internacional, y los sacerdotes desempeñaban el
papel de líderes de la clase intelectual. No era sólo el desarrollo
de una religión, era una cultura integral la que florecía. Este era el
verdadero aspecto del Budismo cuando fue transplantado al Japón
en los siglos septimo y octavo.
La segunda etapa fue el Budismo Heian del siglo noveno, cuando aparecieron en escena dos grandes sacerdotes, Saichō (Dengyō Daishi, 767-822), fundador de la escuela Tendai, y Kūkai (Kōbō Daishi,
774-835), fundador de la escuela Shingon, y fundaron dos sectas budistas que usualmente se conocen con el nombre de Budismo de la Era Heian. Esto significó el
establecimiento de un Budismo netamente japonés. Retornando a
las “prácticas” que eran la fuente original del Budismo, estos sacerdotes fundaron monasterios en el Monte Hiei y Monte Kōya respectivamente. Durante los trescientos años después de su fundación
hasta el Período Kamakura, estas dos sectas, Tendai y Shingon,
prosperaron principalmente entre los aristócratas y en las Cortes
Imperiales. Tendai llegó a convertirse en la escuela principal y el centro primario de erudición budista en Japón.
La tercera etapa puede centrarse en el Budismo de Kamakura de los siglos
doce y trece. En este período aparecieron santos como Hōnen
(1133-1212), Shinran (1173-1262) Dōgen (1200-1253) y Nichiren
(1222-1282), todos monjes Tendai. Aun
hoy en día, cuando se habla del Budismo, es imposible olvidar a
estos santos. ¿Por qué sólo en estos siglos surgieron sacerdotes tan
eminentes? Existía ante ellos un problema común que resolver:
había que reamoldar el Budismo para los japoneses.
¿Entonces, por qué tuvo que ser en aquellos siglos, si el Budismo había sido introducido varios siglos antes? Históricamente
es cierto que el Budismo entró en los siglos sexto y séptimo pero
sólo poco a poco pudo ser asimilado y adaptado por los japoneses.
El transplante de una cultura lleva varios siglos de duro esfuerzo.
La obra de asimilación comenzada en los siglos séptimo y octavo
con la llegada de la primavera floreció de golpe. Este fue el trabajo
de algunos sacerdotes de los siglos doce y trece.
Desde entonces, el Budismo japonés, basado en los fuertes
cimientos puestos por estos prominentes sacerdotes se ha mantenido hasta nuestros días. A partir de este período el sol no ha vuelto a
brillar sobre la historia del Budismo en el Japón. Sin embargo, existe otro hecho en la historia que merece enfocarse: es el resultado de
los estudios sobre el Budismo primitivo desarrollados en Japón en
la edad moderna.
Desde el tiempo de la introducción del Budismo, en Japón prácticamente ha dominado siempre el Budismo Mahayana por estar
bajo influencia de la corriente china. Especialmente después de la
aparición de los grandes maestros de los siglos doce y trece, las
Enseñanzas Mahayanistas junto a la doctrina de los fundadores de
las sectas formaron el centro principal de los estudios y de la práctica. Esto ha continuado hasta nuestros días. En Japón el estudio
del Budismo Primitivo (Hinayana-Nikaya) comenzó aproximadamente en la segunda
mitad de la Era de Meiji. La figura de Gautama Buda reapareció vívidamente ante todos aquellos que habían olvidado la existencia
del Gran Maestro de las Enseñanzas, pensando sólo en los fundadores de las sectas. Fueron descubiertos los velos que ocultaban las
sistemáticas Enseñanzas del Buda, ante aquellos que no veían más
que las doctrinas Mahayanistas. Estas nuevas orientaciones todavía
se mantienen dentro de la esfera de los académicos, y no son tan
grandes como para despertar un nuevo entusiasmo religioso. Sin
embargo, es evidente que en el pueblo japonés, los conocimientos
acerca del Budismo están tomando nuevos rumbos. Todo esto es
motivo suficiente para hablar de una cuarta etapa en la historia del
Budismo en Japón.
* Este extracto ha sido traducido y editado de "La Enseñanza del Buda", un libro publicado por la Bukkyo Dendo Kyokai, la Sociedad para la Propagación del Dharma del Buda en Japón. El mismo consiste de extractos de los Sutras Mahayana y Hinayana, ordenados por temática, para exponer de manera devocional y reverente la enseñanza del Buda.