El Budismo Japonés posee muchas características que lo separan del resto del Budismo a nivel global. Las entradas anteriores han demarcado a nivel panorámico algunos detalles del rol del sacerdote budista en Japón, tocando los elementos históricos que desembocaron en la situación actual del sacerdote budista, así como detalles interesantes sobre la vida de los mismos, tanto a nivel general como particular. Ahora, veremos un poco más a fondo los factores que llevaron a la secularización de lo sagrado y a la profesionalización del rol del sacerdote y su actual especialización en materias de funerales y su rol como educador y guía espiritual.
No cabe dudas de que Dengyo Daishi -Saicho- fue el primero en crear un Budismo realmente japonés. Su plataforma completamente sincretista, su fusión y armonización del Budismo exotérico y esotérico bajo el Sutra del Loto, su apertura a las tradiciones indígenas Sintoístas y su enseñanza de Hosshin Seppo (todos los fenómenos naturales son el cuerpo del Dharma), demostraron que el Dharma, como la verdad última, no se encuentra más allá de la realidad presente en el mundo actual. En este sistema, el mundo fenoménico es sagrado, y lo sagrado se encuentra dentro de los fenómenos. Este sistema es la base para el desarrollo del carácter único del Budismo japonés.
Luego de Saicho, los próximos monjes que difuminaron la barrera entre lo sagrado y lo profano en términos del monje budista fueron Honen (Jodo-shu) y Shinran (Jodoshin-shu). En el Siglo XII, Honen comenzó a establecer un Budismo que no se concentraba en los Templos ni en los Monasterios, sino en los hogares de los seguidores laicos. De tal manera, Honen descartó el factor esencial que separaba a los monjes ordenados de los seguidores laicos, lo sagrado de lo profano. Pero fue un discípulo de Honen, Shinran, quien desapareció completamente la distinción entro los monjes y los laicos, casándose abiertamente y teniendo hijos. Por otra parte, en el Siglo XV, Rennyo institucionalizó las prácticas de Shinran, sentando así las bases para el estilo de vida del sacerdote budista japonés en la actualidad. Aunque los monjes Jodo-shu continuaron guardando los preceptos en forma externa a través de este tiempo, el período Edo marcó la incorporación plena del Nembutsu como el único precepto junto con los preceptos Tendai originales de Honen, que había sido el estándar de la secta desde su reconocimiento oficial temprano en el Siglo XV. Esta legitimación de la práctica de la Tierra Pura en la sociedad japonesa marca el más grande desarrollo del monje japonés como transmisor de lo sagrado en forma cada vez más profana.
El último paso en la transformación del monje budista en Japón fue el edicto Meiji de abril 1872. Este edicto le permitió a los monjes bajo ley estatal el comer carne, casarse, dejarse crecer el cabello, asumir un apellido, y no usar las ropas distintivas del monje excepto en los servicios. La decisión detrás de este edicto tiene dos ramificaciones significativas. En primer lugar, ya se había convertido en algo común en este momento, para todas las sectas budistas japonesas, el que los monjes tuvieran relaciones sexuales, procrearan hijos, tomaran alcohol y comieran carne; este edicto simplemente hizo oficial lo que ya era la práctica general. En el período Heian, estas prácticas no eran reconocidas por ni las sectas ni por el Estado. En el período Kamakura, encontraron legitimación doctrinal con Honen. En el Edo, se convirtieron en una práctica común, y finalmente en el Meiji se convirtieron en el estilo de vida estándar aceptado de un monje. Este movimiento final hacia la desaparición de la distinción entre monjes y laicos marca la fundación de la secularización del sacerdote japonés moderno. En segundo lugar, encontramos que la reactivación del sistema imperial y el desarrollo del Estado Sintoísta fueron fundamentales para desacralizar Budismo y marginalizarlo de la sociedad. Pero, ¿por qué?
Una de las consecuencias principales del edicto de Meiji de 1872 fue que los monjes budistas comenzaron a ser visto tanto por el gobierno como por la gente común como a civiles antes que como clero, con pocas excepciones especiales por parte del Estado. Esto se ve claramente en la forma en que el Gobierno reclutó forzadamente a sacerdotes budistas durante la guerra como soldados comunes. Solo hubo excepciones con los abades de los templos. En este momento, sólo los médicos recibieron exenciones, y sólo los que poseían un alto nivel de educación fueron capaces de entrar directamente como oficiales. Cada vez más el sacerdote -como una persona- fue absorbido por la sociedad secular, y su papel como representante de lo sagrado fue disminuyendo.
Otro efecto del edicto Meiji sobre el sacerdocio budista fue el permiso oficial para casarse y formar una familia. Esto ha alterado radicalmente la composición del templo de una comunidad de monjes o monjas a una unidad familiar. Antes, los templos habían podido sobrevivido de donaciones y títulos de tierra, y ahora, el sacerdote ha tenido que reformar el templo y convertirlo en un negocio familiar, no sólo para mantener el templo en funcionamiento, sino para mantener a su familia.
Fuera de esta situación, los templos se han convertido en empresas hereditarias. Estadísticas recientes muestran que el 80-90% de los sacerdotes budistas japoneses han heredado sus posiciones de sus padres. En el caso de templos prósperos económicamente, existe una tremenda presión sobre el primer hijo de la familia para que se convierta en sacerdote y mantenga la prosperidad de la familia. Cuando el templo no es próspera económicamente, sobre todo en el campo, se recomienda que el hijo más brillante no se convierta en un sacerdote y vaya a profundizar más su educación con la esperanza de conseguir un buen trabajo y prosperación. Así, vemos que poco a poco menos hijos se mantienen a cargo de los templos.
Otra consecuencia del edicto de Meiji es la marginalización del sacerdote budista como un experto fúnebre. Dado a que el culto a los antepasados es un aspecto clave de la religiosidad japonesa, el sacerdote japonés se ha convertido en una figura muy esencial en el arreglode los servicios funerarios y en el rol de las almas de los difuntos. Los funerales y los servicios conmemorativos periódicos se han convertido en una expecialización del sacerdote budista.
Según el Instituto de Investigación Mitsubishi, para el año 2020, la industria funeraria japonesa se convertirá en la industria más grande de Japón, superando los sectores automotrices y de atención dental. El punto importante aquí ha sido la sustitución de la compensación por servicios sacerdotales. Anteriormente, los laicos pagaban los servicios de diversas formas tradicionales como comida, trabajo y dinero; ahora, todo se compensa puramente en efectivo.
En cuanto al propio funeral, según la Asociación de Consumidores del Japón, el promedio nacional por cada funeral es de $20.800.00 por cada funeral: $11.200 dólares para la funeraria, $4.300 para el servicio de catering, y $ 5.100 para el templo. Estos $5,100 son para la estela , el funeral, la cremación, y los primeros siete servicios diarios (todo lo cual lleva alrededor de 4 horas) y el kaimyo. El kaimyo es el nombre póstumo dado a todos los japoneses que mueren siendo budistas. En una ciudad media japonesa como Nagoya, un kaimyo de 6 carácteres chinos básico en la Nichiren-shu puede costar entre $4,000 y $5,000, y para una uno más alto de 9 carácteres ronda entre los $10,000 y $20,000. Las sectas Zen cobran un promedio de $3,000 a $ 5,000 para el kaimyo básico de 6 carácteres chinos, mientras que el kaimyo de 9 se encuentra entre los $5,000 y $15,000. Esto hace que los servicios funerarios, más que algo sagrado, se haya convertido en un gran negocio, borrando más aún las distinciones entre lo sagrado y lo profano y secularizando el papel de los sacerdotes.
Así que como hemos visto, el edicto de Meiji de 1872 ha proporcionado las bases centrales para la transformación del sacerdote budista en este siglo. Tal vez el ejemplo más claro de esto es que es ahora es casi imposible diferenciar a simple vista un sacerdote budista de cualquier otro ciudadano en la sociedad japonesa. Esto nos retrotrae al concepto mencionado anteriormente de "honne" (imagen exterior) y "tatemae" (intención real), que son conceptos fundamentales en la comprensión del comportamiento japonés. Ellos apuntan a la tendencia de la gente a asumir ciertos roles sociales cuando es oportuno, mientras que enmascara sus verdaderos sentimientos.
Sin embargo, esta no parece ser la realidad de los sacerdotes budistas japoneses en otras partes del mundo. En Estados Unidos y Latinoamérica, vemos que los sacerdotes ordenados en líneas japonesas tratan de adoptar el aspecto caricaturesco del monje japonés: cabeza rapada, vestimentas tradicionales y rostros sonrientes. Es algo normal, visto desde un punto de vista psicológico y social, el que las personas que se "convierten" o se adentran a un camino espiritual -sobre todo como líderes ordenados- quieran asumir todo el papel, tratando de llevar su rol a lo ideal. Pero también hay que sentarse a considerar y ponderar el daño que este comportamiento puede hacerle a un Budismo que aún esta en su etapa de formación, sobre todo cuando se marginaliza y critica a quienes no persiguen esta imágen. Pero como todo movimiento [relativamente] jóven, esta es una etapa que pronto será superada.