En la vasta Tesorería del Dharma del Budismo del Loto, encontramos un comentario al Sutra del Loto compuesto por el Príncipe Shotoku (Shotoku Taishi 574–622), quien tuvo una fe devota en el Budismo y contribuyó en gran medida a su establecimiento en Japón.
El Príncipe Shotoku —nombre póstumo que significa “Príncipe de la Virtud Sagrada”— nació en el año 574 EC, hijo del emperador Yomei y de la emperatriz Anahobe no Hashihito. Su nombre de infancia fue Umayado no Oji, “el Príncipe del Establo”, pues según la tradición nació frente a un establo, signo de humildad y augurio de compasión universal. Vivió en una era de transición profunda: el Japón de la dinastía Asuka, donde los clanes tradicionales —como los Mononobe y los Nakatomi— defendían el culto ancestral a los Kamis y se oponían a la introducción de la nueva fe que llegaba desde el continente: el Budismo. Frente a ellos se alzaba el clan Soga, favorable a la nueva enseñanza traída desde Baekje (Corea), con imágenes y Sutras del Buda. El joven príncipe, dotado de una inteligencia y sensibilidad excepcionales, se convirtió en el gran protector del Dharma en la corte imperial. Bajo el reinado de la emperatriz Suiko, su tía, Shotoku ejerció como regente imperial (Sessho) y consolidó el poder espiritual y político del Budismo en Japón, estableciendo templos, codificando principios éticos e importando los modelos culturales y administrativos de China, especialmente de la dinastía Sui. Su vida fue corta —falleció en 622 EC, a los cuarenta y nueve años—, pero en ese breve lapso sembró la raíz del Budismo japonés y del pensamiento moral del país. La posteridad lo veneró no sólo como estadista, sino como sabio, filósofo y Bodhisattva, un Rey del Dharma que trajo la civilización y la compasión al Japón naciente.
El Príncipe Shotoku fue el primer japonés que comentó los Sutras del Buda con la intención de sistematizar la fe y de integrarla en la vida política y social del país. Se le atribuyen tres comentarios (Gisho) fundamentales, considerados las primeras obras doctrinales del Japón budista:
- El Comentario al Sutra del Loto (Hokke Gisho),
- El Comentario al Sutra de Vimalakirti (Yuimagyo Gisho),
- El Comentario al Sutra de Srimaladevi (Shomangyo Gisho).
Estos tres textos forman una tríada que resume el espíritu del Mahayana temprano en Japón, una síntesis entre la sabiduría filosófica y la compasión activa. Pero entre ellos, el Comentario al Sutra del Loto ocupa el lugar más sagrado, pues el Sutra del Loto fue considerado por el Príncipe no sólo la enseñanza suprema del Buda, sino también la revelación más perfecta de la unidad de todos los caminos y de la dignidad universal de la Budeidad. Para Shotoku, el Japón debía fundarse sobre esta comprensión: que todos los seres poseen naturaleza búdica y que la armonía social no es sino la manifestación externa del orden interior del Dharma.
Además, el Príncipe compuso la célebre Constitución de Diecisiete Artículos, un texto moral y político inspirado tanto en el Confucianismo como en el Budismo, donde la primera norma es la veneración del Tres Tesoros —el Buda, el Dharma y la Sangha—, como fundamento de la unidad y la paz del reino.
El Hokke Gisho es la obra más antigua del exégesis budista japonesa. Aunque algunos estudiosos modernos han debatido su autoría directa, la tradición japonesa lo venera como obra del propio Príncipe Shotoku, compuesta alrededor del año 606 EC. La obra originalmente constaba de cuatro volúmenes, y su estilo —una combinación de comentario literal, glosa doctrinal y reflexión meditativa— muestra la temprana influencia del Budismo Tendai de China, especialmente las enseñanzas del Gran Maestro Chih-i, aunque estas doctrinas aún no habían llegado formalmente a Japón. El Hokke Gisho interpreta correctamente el Sutra del Loto como la revelación suprema del Vehículo Único (Ekayana), donde todas las enseñanzas previas del Buda convergen en una sola meta: la Iluminación Universal. En su visión, el Buda Eterno predica en este Sutra no para una élite espiritual, sino para todo el pueblo, para los monjes, los reyes, las mujeres, los campesinos y los dioses, mostrando que cada ser —sin distinción de condición— es capaz de despertar la sabiduría de la Budeidad.
Para el Príncipe Shotoku, el Budismo no era meramente una fe individual o una disciplina monástica, sino el principio ordenador del cosmos y de la sociedad. Su visión política estaba inseparablemente unida a su comprensión del Dharma. En su célebre Constitución de Diecisiete Artículos, el primer precepto dice: “Considera la armonía como lo más precioso.” “Venera con fervor los Tres Tesoros: el Buda, el Dharma y la Sangha.” Estas frases, que abren el código moral de la nación, no son simples consejos éticos: son declaraciones teológicas. “La armonía” (Wa) no es sólo paz social, sino la expresión terrenal de la Unidad del Vehículo Único del Sutra del Loto. Así como todas las enseñanzas del Buda convergen en una sola vía hacia la Iluminación, también todas las clases sociales, funciones y diferencias del mundo deben armonizarse bajo la única Ley del Buda Eterno.
El Príncipe concebía, pues, el Estado como un Mandala, donde cada persona cumple un rol simbólico dentro del orden cósmico, y el gobernante —si actúa conforme al Dharma— se convierte en un Rey del Dharma, instrumento de la Compasión Universal. Esta idea resuena con la noción que más tarde desarrollará la Escuela Tendai: que la Budeidad no es sólo una meta lejana, sino una realidad presente y operante en todos los fenómenos, incluso en la organización social y política.
Aunque el Príncipe vivió siglos antes del Gran Maestro Saicho (fundador de la Escuela Tendai japonesa), su intuición doctrinal fue extraordinariamente cercana al corazón de la Budología del Sutra del Loto. En el Hokke Gisho, al interpretar el título “Maravillosa Ley de la Flor de Loto”, Shotoku explica que lo “maravilloso” (Myo) significa aquello que trasciende todas las distinciones, lo que está más allá de lo tosco, lo fragmentario y lo condicionado. “Ley” (Ho) es la manifestación de esa Realidad Única en la forma de causa y efecto: la unión de la Sabiduría y la Compasión del Buda. Este “Buda” que habla en el Sutra del Loto no es simplemente el maestro histórico Shakyamuni que nació en Kapilavastu y alcanzó la iluminación bajo el Arbol Bodhi, sino el Buda Eterno (Mahavairocana) que predica desde tiempos sin comienzo. El Príncipe lo intuye cuando afirma que el Sutra revela la “única causa y el único fruto”, más allá de los “tres vehículos y tres frutos” de las enseñanzas anteriores. Así, en su interpretación, el Sutra del Loto no es una enseñanza más dentro del Canon, sino la revelación definitiva de la Unidad Absoluta, el discurso que el Buda pronuncia no sólo en la India, sino desde la eternidad. El Hokke Gisho se convierte entonces en un texto precursor de la Budología del Buda Dharmakaya, que en el esoterismo posterior será identificado con Mahavairocana (Dainichi Nyorai), y que en la exégesis Tendai se expresará como el Buda del Cuerpo Original, que predica en el capítulo XVI del Sutra del Loto: “La Vida del Tathagata es infinita y eterna”.
La visión de Shotoku era misionera. En sus ojos, Japón —la “Tierra del Amanecer”— era el terreno preparado por los dioses locales (Kamis) para recibir la semilla del Dharma. Su propósito no era destruir la antigua fe, sino transfigurarla, integrando la devoción a los kami en el orden del Dharma, de modo que el Reino del Sol Naciente se convirtiera en la Tierra Pura del Buda Eterno.
Por eso promovió la construcción de templos emblemáticos como:
- Hōryū-ji, el “Templo de la Ley Floreciente”, considerado el más antiguo del mundo,
- Shitennō-ji, dedicado a los Cuatro Reyes Celestiales, protectores del Dharma,
- Chūgū-ji, asociado a la devoción de las damas de la corte.
En estos templos, el Príncipe fomentó la práctica de los Preceptos, la recitación de los Sutras y la meditación, estableciendo el modelo del monje cortesano, figura que siglos después culminaría en el ideal del sacerdote Tendai del Monte Hiei: estudioso, meditante, cantor y protector del Estado.
En su Comentario al Sutra del Loto, Shotoku no se limita a exponer doctrina: su tono es exhortativo, casi pastoral. Ve en el Sutra del Loto la medicina que puede curar la enfermedad del mundo, la “divina medicina que prolonga la vida de setecientos años a una eternidad”, y ve en la predicación del Buda una labor pedagógica gradual que conduce a los seres desde los Tres Vehículos hasta el Único. Así, el Hokke Gisho puede verse como el embrión de la Budología japonesa, el primer intento de expresar el Dharma eterno en lengua y sensibilidad nipona, preludio del amanecer de la gran Tradición del Loto en el Monte Hiei. Veamos el prólogo del mismo, que está siendo traducido del japonés al español por primera vez en la historia por nuestro equipo de traducción.
Comentario Regio al Sutra del Loto
Príncipe Shotoku
El Sutra del Loto de la Maravillosa Ley —este texto sublime— es, en verdad, el campo fértil donde se reúnen y maduran todas las virtudes, integradas en una sola causa. Es el divino elixir que transforma una vida de setecientos años en longevidad sin límites. Si deseamos comprender la gran intención por la cual el Tathagata Shakyamuni se manifestó en este mundo, debemos reconocer que fue para exponer esta enseñanza, la que revela la causa mística que conduce a un mismo fin y otorga el fruto supremo e indiviso.
Sin embargo, los seres, por el karma acumulado en existencias pasadas, poseen raíces espirituales débiles y ofuscadas. Sus facultades son torpes y sus mentes están oscurecidas por las cinco impurezas; los seis defectos velan sus ojos de sabiduría, impidiéndoles escuchar y comprender la gran verdad de la causa y efecto del Único Vehículo. Por esta razón, el Tathagata, adaptándose a las circunstancias del tiempo, fue primero al Parque de los Ciervos, donde enseñó de manera diferenciada los Tres Vehículos, para que los seres, según sus inclinaciones, pudieran alcanzar frutos inmediatos.
A partir de entonces, aunque expuso doctrinas que exaltaban el desapego y promovían la práctica común, o aclaró el Camino Medio elogiando y censurando según los casos, en realidad seguía cultivando gradualmente a los seres, alimentando su mente con las distintas causas y frutos de los Tres Vehículos. Así, con el paso de los años, los seres fueron madurando poco a poco en entendimiento y virtud, hasta que, en la Ciudad Real, se despertó por fin la capacidad para el Gran Vehículo. En ese momento, el Buda, acorde con el propósito profundo de su venida al mundo, manifestó su Cuerpo Adornado con las Diez Mil Virtudes y abrió su Boca de Oro para proclamar la enseñanza del retorno de todas las virtudes a una sola fuente, de donde se obtiene el fruto supremo y no dual.
El término “Maravillosa Ley” (Myōho) se traduce del sánscrito Saddharma. La palabra “maravilloso” denota aquello que trasciende lo burdo y lo limitado; “Ley” se refiere a la enseñanza de causa y efecto del Único Vehículo contenida en este Sutra. La doctrina de este texto, que enseña una causa y un fruto únicos, supera por completo las enseñanzas previas de las tres causas y frutos de los Tres Vehículos; por ello se llama “maravillosa”.
“Flor de Loto” (Renge) se traduce del término sánscrito Puṇḍarika. Esta flor tiene la peculiaridad de que el fruto y la flor se desarrollan simultáneamente. Así también, este Sutra ilumina causa y efecto al mismo tiempo; por eso se utiliza la flor del loto como metáfora.
La palabra “Sutra” (Kyo) es un nombre general para las enseñanzas sagradas y una denominación noble para las palabras del Buda. En chino, “Sutra” se traduce como “jing”, y en sánscrito se dice Sutra. El significado de sūtra implica “ley” y “permanencia”. Las enseñanzas de los sabios pueden adaptarse a los tiempos y las costumbres, pero ni los antiguos reyes ni los sabios posteriores pueden alterar su verdad o falsedad; por eso se llama “permanente”. Además, como sirve de regla y medida para los seres, se le denomina “Ley”.
Los Sutras reciben nombres diversos: algunos se nombran sólo por el principio doctrinal, otros por la parábola, otros por ambos; algunos llevan el nombre de una persona, otros combinan persona y ley. En este caso, “Maravillosa Ley” expresa el principio, y “Flor de Loto” la parábola; al combinar ambos, se obtiene el título “Maravillosa Ley de la Flor de Loto”. Si se conserva íntegramente la fonética sánscrita, el nombre sería Saddharma Puṇḍarika Sutra.
Las palabras pronunciadas por el Supremo Santo no difieren en profundidad ni amplitud; sin embargo, todo Sutra posee tres divisiones que estructuran su significado:
- La introducción,
- La exposición principal,
- La propagación o circulación final.
Estas tres secciones son necesarias. Desde tiempos sin principio, los seres se han extraviado en el polvo de la ignorancia y sus raíces espirituales se han embotado. Si escucharan de repente una doctrina tan profunda, no sólo serían incapaces de recibirla y practicarla, sino que incluso podrían albergar pensamientos de calumnia y caer en destinos desafortunados. Por ello, el Buda primero manifiesta señales extraordinarias para suscitar fe y reverencia: esta es la sección de introducción.
Una vez establecido el estado de asombro y devoción, los seres, por el poder de esas manifestaciones, se disponen a escuchar la voz sagrada y comprender. Entonces el Buda entra en la enseñanza principal, en la cual expone la verdad. Pero las palabras del Santo no benefician sólo a los presentes; su mérito se extiende hasta las generaciones futuras, de modo que todos, incluso en la era final, pueden recibir el mismo beneficio. Por eso existe la sección de circulación o propagación, para perpetuar la enseñanza.
