Comenzando este fin de año 2025, habré de seleccionar un pasaje del Sutra del Loto que considere especialmente propicio para este umbral del fin de año, cuando un ciclo se cierra y otro se abre ante nosotros. Este año, no elijiré un texto de promesa futura distante, sino uno que revela la continuidad viva del Buda en medio del fluir del tiempo, enseñanza esencial cuando reflexionamos sobre lo que termina y lo que comienza. El pasaje procede del Capítulo XVI: “La Vida Inconmensurable del Tathāgata”, corazón doctrinal del Sutra del Loto, donde el Buda revela que su aparición, su enseñanza y su aparente extinción son medios hábiles, y que en verdad nunca ha abandonado este mundo. El texto dice, en sentido fiel y doctrinal:
“Desde que alcancé la Budeidad, han pasado incontables, inconmensurables cientos de miles de miríadas de millones de kalpas. Constantemente he permanecido aquí, predicando el Dharma, enseñando y transformando a los seres. Aunque aparento entrar en el Nirvāṇa, en realidad no lo hago. Siempre permanezco aquí.”
Este pasaje resuena con particular fuerza en el cierre del año, porque nos enseña que lo que parece terminar no desaparece, y que lo que parece comenzar no surge de la nada. Así como el Buda no entra realmente en el Nirvana, tampoco nuestra vida espiritual se interrumpe con el cambio del calendario. El tiempo pasa, los años se suceden, pero la corriente del Dharma permanece inalterada, sosteniéndonos silenciosamente a través de cada transición.
Al meditar este pasaje en el fin de año, comprendemos que el Buda nos habla directamente: no hemos sido abandonados en el año que se va, ni lo seremos en el que llega. Incluso en nuestros errores, en nuestras caídas y en nuestras dudas, el Buda ha estado presente, predicando de múltiples formas, a veces a través de la palabra, otras a través de la experiencia misma. El año que termina no fue un tiempo vacío, sino un campo de enseñanza, aunque muchas veces no supimos reconocerlo.
Este pasaje también nos libera de la ansiedad ante el futuro. Si el Buda “siempre permanece aquí”, entonces el nuevo año no es un territorio incierto sin guía, sino un espacio ya habitado por la sabiduría y la compasión del Buda Eterno. No caminamos hacia lo desconocido en soledad; caminamos dentro de una historia sagrada que continúa desplegándose, kalpa tras kalpa, instante tras instante.
Además, esta enseñanza nos recuerda que nuestra propia práctica funciona del mismo modo. A veces creemos que “entramos en Nirvāṇa” cuando abandonamos la práctica, o que “comenzamos de nuevo” solo cuando todo parece perfecto. El Sutra del Loto nos corrige con dulzura: la Budeidad no aparece ni desaparece según nuestras emociones o calendarios. Permanece, esperando ser reconocida y manifestada con mayor claridad en cada nuevo ciclo.
Por ello, al cerrar el año a la luz de este pasaje, no lo hago con temor ni con apego, sino con confianza serena. Lo que debe concluir, concluye como medio hábil. Lo que debe comenzar, comienza como oportunidad. Pero el fundamento no cambia: el Buda Eterno sigue predicando, el Dharma sigue vivo, y nuestra Naturaleza Búdica sigue intacta.
Que este pasaje nos acompañe en el tránsito del año, recordándonos que el tiempo no es un enemigo que nos arrebata la vida, sino un instrumento del Buda para guiarnos gradualmente hacia la plena manifestación de la Budeidad. Así, el fin de este año y el comienzo del siguiente se revelan como lo que verdaderamente son: un solo acto continuo del Buda enseñando en el mundo, y una nueva invitación a responder con fe, estudio y práctica.
