Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Escuela del Loto Reformada) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


domingo, 2 de noviembre de 2025

Prácticas Budistas Tradicionales: Los Ocho Días Vegetarianos - Disciplina, Pureza y Comunión con el Dharma

 


A medida que nos acercamos al fin de otro año, este es un buen momento para reflexionar sobre nuestra práctica y ver le pasado, y sobre los hombros de los Discípulos, Grandes Maestros y Sacerdotes de antaño, ver qué sabiduría iluminada de la antiguedad puede infundir nuevo vigor a nuestra fe y práctica. Entre ellas, encontramos los Ocho Días Vegetarianos.

En la vasta respiración del universo, donde el día y la noche son los párpados del Buda Eterno, el tiempo no es un flujo ciego ni una sucesión de sombras, sino un ritmo sagrado, una liturgia cósmica donde la enseñanza del Dharma se manifiesta sin cesar. Cada ciclo lunar es una recitación silenciosa del Sutra del Loto: el nacer, crecer, menguar y morir de la luna reflejan la revelación, el florecer, la decadencia y la reintegración del Dharma en el corazón del Cosmos. Dentro de esta visión sagrada del tiempo, el Budismo estableció ciertos días consagrados a la pureza y al recogimiento. Son los días de Upavāsa, llamados en China Zhai Ri y en Japón Saijitsu, conocidos en el mundo entero como los Ocho Días Vegetarianos. Estas jornadas, consagradas a la pureza del cuerpo, la mente y la intención, son una forma de participación íntima en el ritmo cósmico del Dharma, un modo de sincronizar la vida humana con los pulsos sagrados del universo donde el Buda despliega su eterna predicación. A la luz de la Escuela del Loto Reformada, estos días no son meros ejercicios ascéticos ni recordatorios rituales, sino verdaderas puertas de comunión con el Buda Eterno, donde el alma se alinea con la corriente del Vehículo Único y renueva su compromiso de transformar el mundo en una Tierra Pura.

Los Ocho Días Vegetarianos nacen del antiguo Upavasa, observado desde los tiempos del Buda Shakyamuni. El término Upavasa, que literalmente significa “estar cerca” o “permanecer junto a”, es una de las prácticas más antiguas y sagradas del Budismo, heredada del contexto espiritual de la India védica y reformulada por el Buda como un acto de comunión consciente con el Dharma. En su sentido más profundo, Upavāsa no es sólo abstinencia de alimento: es proximidad al Despierto, una forma de purificar cuerpo, palabra y mente para acercarse espiritualmente a la Presencia del Tathagata.

En esos días, los monjes confesaban sus faltas, recitaban los Preceptos y renovaban su voto de pureza.La tradición monástica consideraba que, en estos días, el universo entero estaba espiritualmente abierto: los devas, nagas y espíritus guardianes descendían para escuchar el Dharma, y los méritos acumulados se multiplicaban. El mismo Buda alentaba a los laicos a observar esos días, renunciando a los placeres, guardando los ocho preceptos y dedicándose a la meditación y al servicio. En el día del Upavāsa, tanto monjes como laicos comprometidos adoptaban los Ocho Preceptos de Pureza, que constituyen la base ética de la jornada:

  1. Abstenerse de quitar la vida.
  2. Abstenerse de tomar lo que no es dado.
  3. Abstenerse de toda conducta sexual.
  4. Abstenerse de la falsedad en la palabra.
  5. Abstenerse de intoxicantes y sustancias que nublan la mente.
  6. Abstenerse de comer después del mediodía.
  7. Abstenerse de cantar, bailar o adornarse con perfumes y joyas.
  8. Abstenerse de dormir en camas altas o lujosas.

Estos Preceptos, al ser observados con mente devota, purifican los tres karmas —del cuerpo, la palabra y la mente—, abren la sensibilidad espiritual y hacen del cuerpo un recipiente digno del Dharma. El propósito no es mortificar el cuerpo, sino refinar la conciencia. El hambre, la sencillez y el silencio se convierten en instrumentos de introspección. En los textos pali, el Buda enseña que quien guarda el Upavasa correctamente experimenta cuatro frutos:

  • Ligereza corporal, pues la mente deja de ser esclava de los apetitos.
  • Claridad mental, que permite discernir el surgir y cesar de los fenómenos.
  • Alegría espiritual, nacida de la pureza moral.
  • Cercanía al Buda, pues el devoto se hace espejo del Despertar.

Por ello, el Upavasa es, en realidad, una contemplación ritualizada del Dharma. No se trata sólo de abstenerse de alimentos, sino de alimentarse de sabiduría.

En China, estas prácticas fueron adoptadas y expandidas para incluir a los laicos, convirtiéndose en una costumbre de toda la comunidad. Desde los primeros tiempos, el Buda enseñó que el tiempo no es lineal ni profano, sino una extensión del propio cuerpo del Tathagata. Así, cada instante es un eco de su sabiduría, cada día una posibilidad de Despertar. En la tradición de los monjes primitivos, se eligieron ciertos días del mes lunar —los de plenilunio, novilunio y los intermedios— para dedicarlos a la observancia de los Preceptos, la meditación y la abstinencia. Con el paso de los siglos, especialmente en China y Japón, estos días adquirieron un profundo simbolismo: se transformaron en los Ocho Días Vegetarianos, reflejo de las ocho fases de purificación que conectan el ritmo del cosmos con el Despertar Espiritual.

La Escuela del Loto Reformada enseña que el Buda Eterno no sólo predica a través de palabras, sino también a través del orden del tiempo mismo. Así, los ocho días no son simples conmemoraciones, sino momentos en los que el universo entero vibra con el Sutra del Loto, revelando que todos los fenómenos —el día, la noche, la luna, las estaciones— son medios hábiles (upayas) para conducir a los seres a la Iluminación.

Tradicionalmente, los Ocho Días Vegetarianos corresponden a fechas lunares: el 8º, 14º, 15º, 23º, 29º y 30º día del mes lunar, a los que se suman el 1º y el 8º día del mes siguiente. Estas fechas varían según las tradiciones locales, pero todas comparten un mismo principio: cada uno de estos días simboliza una etapa en el camino del Bodhisattva y una dimensión del despertar de la mente.

  1. Primer día del mes lunar: El Nacimiento del Dharma - En este día se celebra el surgir de la intención pura, el primer pensamiento de fe (Bodhicitta). Así como el Buda nace en el mundo para revelar el Camino, el devoto renueva su voto de vivir conforme al Dharma. Es el día para consagrar la mente, abstenerse de toda violencia, y comenzar el mes con pureza.
  2. Octavo día: El Día de los Ocho Despertares de los Grandes Seres - Representa la sabiduría del Bodhisattva que ha comprendido la Vacuidad de todas las cosas. Es día de meditación y de estudio, dedicado a las Ocho Realizaciones que los sabios practican: libertad del deseo, satisfacción con lo suficiente, paz interior, diligencia, atención, concentración, sabiduría y renuncia.
  3. Decimocuarto día: La Purificación de las Acciones - En vísperas del plenilunio, el devoto revisa sus actos, palabras y pensamientos. Se hace confesión de faltas, y se restaura la pureza mediante el arrepentimiento (Sange).
  4. Decimoquinto día: El Día de la Iluminación y la Compasión Universal - Bajo la luna llena, el universo entero se refleja en la mente clara. Este día conmemora la unidad entre el Buda y todos los seres, recordando la plena realización del Buda Eterno. Es día de ofrendas de luz y de dedicación a todos los seres sufrientes.
  5. Vigésimo tercer día: El Día de la Protección de los Guardianes del Dharma - Asociado con los Devas protectores —como Vaishravana/Bishamonten, Shakra/Bonten y los Cuatro Reyes Celestiales/Shitenno—, este día recuerda que la práctica del Dharma no está separada del mundo, sino que involucra la defensa activa del bien y la armonía.
  6. Vigésimo noveno día: El Día de la Renuncia - Con la luna menguante, el devoto contempla la impermanencia de todas las formas. Es día de desprenderse de los apegos, de ofrecer el cuerpo, la palabra y la mente al Buda como instrumentos de su Voluntad.
  7. Trigésimo día: El Día del Silencio del Buda - La noche sin luna simboliza el misterio del Nirvana, donde la luz se repliega en su fuente. El devoto guarda silencio, medita en la Vacuidad, y ofrece su corazón como morada del Buda Eterno.
  8. Octavo día del mes siguiente: El Renacimiento en la Sabiduría del Loto -Este día cierra el ciclo, simbolizando el renacer del practicante en el seno del Dharma. Así como el loto emerge del lodo sin mancha, el devoto vuelve a la vida cotidiana purificado, llevando la fragancia de la Iluminación al mundo.

La práctica del vegetarianismo durante estos días no se limita a la dieta, sino que expresa una ética de compasión universal. En la visión de la Escuela del Loto Reformada, abstenerse de comer carne es reconocer que toda vida comparte una misma fuente: la Luz del Buda Eterno. Quien consume con conciencia, medita en que cada grano de arroz, cada fruta o semilla, es un don del universo viviente. Durante estos días, los devotos no sólo evitan la carne, sino también el vino, la cebolla, el ajo, el tabaco, y todo aquello que oscurezca la mente o despierte pasiones. En su lugar, se promueve la ingesta de alimentos puros, cocidos con gratitud, y ofrecidos primero a los Tres Tesoros. La cocina se transforma en altar, y el comer en liturgia.

Estos días también pueden ser días de ayuno, no como privación sino como ofrenda sacramental. En la visión esotérica, el cuerpo humano es un microcosmos del universo, compuesto de los Seis Grandes Elementos (Rokudai): tierra, agua, fuego, viento, espacio y conciencia. Durante los Ocho Días Vegetarianos, el practicante reduce su consumo de alimentos groseros para purificar la vibración de estos Seis Elementos, devolviéndolos a su estado de armonía con el Cuerpo del Buda. Comer poco, meditar mucho, recitar sutras y mantener silencio transforma el cuerpo en templo del Dharma Viviente.

El Sutra del Nirvana enseña: “Quien se abstiene de destruir la vida, incluso por un día, abre en sí mismo la Puerta de la Compasión Infinita.” Así, los Ocho Días Vegetarianos son un laboratorio espiritual donde el cuerpo se aligera, la mente se aclara y el corazón se amplía hasta abrazar todos los mundos. Cada uno de los Ocho Días ayuda con la transmutación de uno de los Ocho Venenos o afecciones mentales fundamentales —ignorancia, avidez, odio, orgullo, duda, envidia, pereza y falsa visión— en sus respectivas virtudes de sabiduría. En la Escuela del Loto Reformada, el karma no se destruye: se purifica por integración, se transmuta en mérito mediante el contacto consciente con la Voluntad del Buda Eterno. Así, al abstenerse, el devoto no “niega” su deseo o su ira, sino que los redime: ofrece sus impulsos al fuego del Dharma para que sean convertidos en luz. A la luz de estas enseñanzas, los frutos de la práctica se manifiestan en tres niveles:

  • Purificación del karma individual, que aclara la mente y abre los sentidos a la realidad del Buda Eterno.
  • Purificación del karma colectivo, pues el devoto se convierte en canal de armonía para su entorno: la familia, la comunidad, la nación.
  • Purificación del karma cósmico, ya que cada acto de compasión y abstinencia sana la red interdependiente de los seres.

En este sentido, los Ocho Días Vegetarianos son una liturgia universal del despertar, una comunión cósmica donde el ser humano coopera activamente con la Voluntad del Buda Eterno en la restauración del Reino del Dharma sobre la Tierra.

La Escuela del Loto Reformada interpreta los Ocho Días Vegetarianos como un ritmo sacramental que integra cuerpo, mente y Cosmos. Cada día es contemplado como una fase de la actividad del Buda Eterno en el tiempo. Durante estos días, los templos celebran recitación del Sutra del Loto, ceremonias de luz, sesiones de meditación (Shikan), y confesiones colectivas de faltas. La Escuela distingue tres niveles de práctica:

  1. Upavasa corporal — Abstinencia física, alimentación ligera, control de los sentidos. Aquí el cuerpo se convierte en templo.
  2. Upavasa mental — Abstinencia de pensamientos dañinos, juicios, deseos y distracciones. Aquí la mente se convierte en espejo del Dharma.
  3. Upavasa espiritual — Abstinencia de la dualidad entre uno mismo y el Buda. Aquí la conciencia reconoce que no hay distancia entre el devoto y el Eterno.

Cuando los tres niveles se unifican, el practicante experimenta el Samadhi del Silencio del Buda, donde el ayuno deja de ser privación y se convierte en plenitud sin objeto. El propósito no es meramente cumplir un Precepto, sino renovar el vínculo místico con el Buda Eterno, quien predica incesantemente el Sutra del Loto (el Verdadero Dharma) en todos los lugares y tiempos. Al abstenerse, el devoto se convierte en espejo del Dharma: su cuerpo, purificado; su palabra, consagrada; su mente, abierta a la verdad. En la visión del Vehículo Único, todos los seres participan de la misma esencia luminosa. Por ello, la práctica vegetariana no es una negación del mundo, sino una afirmación de su santidad. Comer con pureza es reconocer la naturaleza búdica de los alimentos y de quienes los proveen. Así, el practicante transforma la comida en meditación, el día en ceremonia, y el tiempo en eternidad.

El cumplimiento fiel de los Ocho Días Vegetarianos purifica los tres karmas —cuerpo, palabra y mente—, y abre la vía hacia el renacimiento consciente en la Tierra Pura. En la doctrina del Loto Reformado, este renacer no se concibe como un viaje a otro mundo, sino como la transformación de este mundo en la Tierra del Buda Eterno. Cada día de práctica es una flor que brota en el estanque del Samsara. Quien persevera en esta observancia, aunque sea en medio del ruido de la vida moderna, se convierte en vehículo del Buda, irradiando su compasión silenciosa en los rincones del mundo.

La práctica del Upavasa se relaciona íntimamente con las Seis Perfecciones (Paramitas) del Bodhisattva:

  1. Generosidad (Dana): ofrecer el mérito del ayuno a todos los seres.
  2. Disciplina (Sila): sostener los preceptos durante la jornada.
  3. Paciencia (Kshanti): tolerar el hambre y el cansancio con serenidad.
  4. Esfuerzo (Virya): mantener la práctica con constancia.
  5. Concentración (Dhyana): transformar el ayuno en meditación.
  6. Sabiduría (Prajna): comprender que el ayuno revela la no-dualidad del hambre y la saciedad.

Así, el Upavasa no es un acto aislado, sino un microcosmos de todo el Camino del Bodhisattva. Los Ocho Días Vegetarianos son, pues, ocho estaciones del alma, ocho pasos hacia la comunión con el Buda Eterno. En ellos, el tiempo se transfigura en sagrada melodía, la materia en sacramento, y la vida en Dharma Viviente. El Upavasa, practicado con fe, engendra un fruto triple: (1) moral: limpia el karma, fortalece la virtud y purifica los sentidos. (2) Contemplativo: abre la mente a la visión de la vacuidad y al gozo de la calma. (3) Cósmico: armoniza al individuo con la frecuencia del Buda Eterno y contribuye al establecimiento del Reino del Dharma en el mundo. Quien los practica con fe, aunque sólo sea un día, siembra en su conciencia una semilla que no se marchita. Y cuando esa semilla florece, el devoto comprende —en un instante de perfecta claridad— que el Buda nunca ha partido, que la pureza no se encuentra fuera del mundo, y que cada día es ya un día del Buda, si es vivido con compasión, con pureza y con el corazón vuelto hacia el Loto del Dharma.

Por todo esto, la Escuela del Loto Reformada retoma esta antigua práctica, tan poco observada hoy día, como una de las prácticas auxiliares del devoto del Loto.