Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Escuela del Loto Reformada) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


viernes, 1 de agosto de 2025

El Budismo y el Te: El Primer Tratado sobre el Te en Japón del Maestro Eisai - Prefacio

 


El primer tratado sobre el Te en Japón fue escrito por el Maestro Myoan Yosai (Eisai 1141–1215), el primer monje que transmitió las enseñanzas de Rinzai a Japón. Nacido en la actual Prefectura de Okayama, se ordenó como monje de la escuela Tendai a la edad de once años y estudió las enseñanzas esotéricas de esa tradición. Fue a la sede de Tendai en el Monte Hiei, y dos años después, fue ordenado en 1154. Allí estudió las enseñanzas de Tendai y practicó los métodos de meditación Tendai, tanto exotéricos (Engyo) como esotéricos (Mikkyo), cuando decidió viajar a China para profundizar en su conocimiento del Budismo continental, estando en China por 6 meses, donde quedó impresionado por una nueva escuela de Budismo que estaba ganando auge en China, la escuela Chan (Zen). El Budismo Zen fue inicialmente traido a Japón por el Gran Maestro Saicho en el Siglo IX y formaba parte del currículo Tendai, pero sus métodos y enseñanzas eran eclipsados por las Enseñanzas Perfectas y Completas del Budismo Tendai, y sobre todo, por los métodos estipulados por el Gran Maestro Chih-i. Deseando profundizar en este aspecto poco explorado dentro de la nstitución, Eisai, veinte años después, en 1187, una vez más viajó a China, con la esperanza de peregrinar a la India, el hogar del Budismo, con el fin de continuar su objetivo de restaurar el Zen japonés a sus ideales originales. Cuando el gobierno chino le negó el permiso para viajar más allá de sus fronteras, Eisai se dirigió al Monte Tiantai y emprendió la práctica de Linji (Rinzai) Zen con el maestro del linaje Huanglong (Oryo) uan Xuan Huaichang, bajo el cual estudió tanto la meditación como el Vinaya Hinayana. Durante sus estudios en China, Eisai llegó a apreciar plenamente la importancia de la disciplina del Vinaya, víctima durante mucho tiempo de la laxitud en Japón. Más tarde, Eisai hizo que las reglas del Vinaya fueran fundamentales para la vida Zen e inauguró el renacimiento del monacato Zen en su tierra natal.

En 1191, Eisai regresó a Japón, trayendo no solo las enseñanzas Zen de Rinzai sino también la práctica de beber té. Fundó el monasterio Shofuku-ji en la isla de Kyushu, evitando la capital de Kyoto por el momento debido a la oposición a las enseñanzas Zen de las sectas establecidas más antiguas Tendai y Shingon. Más tarde, fue a la capital para responder a los cargos formulados en su contra por las escuelas más antiguas, presentando sus argumentos en su trabajo principal, el Kōzen Gokokuron (La Propagación del Zen para la Protección de la Nación). En 1199 fue a Kamakura para asumir la abadía del templo Jufuku-ji, construido para él por el Shogunato Kamakura. En 1202, accedió a convertirse en abad del nuevo templo Kenninji en Kyoto, donde, hasta el final de su vida en 1215, enseñó una combinación de meditación Zen con el ritual esotérico Tendai. Aunque el linaje Oryo de Eisai no continuó por mucho tiempo, fue importante al preparar el escenario para el establecimiento de la práctica de la meditación y el establecimiento de la escuela Zen como una escuela independiente en Japón.

A su regreso a Japón, el Maestro Eisai también introdujo el consumo de té, inicialmente como una ayuda para los monjes que se sentaban en la práctica formal de la Meditación. También creía que el té era beneficioso para la salud en general, por lo que escribió Kissa Yojoki (Beber Té para la Salud), que defendía el té como un reconstituyente general:

"En el gran país de China se bebe té, como resultado de lo cual no hay problemas cardíacos y la gente vive mucho tiempo. Nuestro país está lleno de personas delgadas y de aspecto enfermizo, y esto se debe simplemente a que no bebemos té... Cuando todo el cuerpo se siente débil, desvitalizado y deprimido, es una señal de que el corazón está enfermo. Beba mucho té y la energía y el ánimo se recuperarán por completo."

Sin estar interesado simplemente en una ayuda para la salud o un estímulo para permanecer despierto durante la Meditación, Eisai elaboró ​​sus puntos de vista a través de una interpretación profundamente arcana de los órganos humanos y sus correspondencias psicoespirituales de acuerdo con el Budismo Esotérico, que se reflejan en cierta medida en la ceremonia del té.

Ciertamente, tanto el Maestro Eisai como, posteriormente, el Maestro Dogen (quien estudió en el templo del Maestro Eisai con sus discípulos, fueron importantes pioneros del Zen japonés que sentaron las bases para desarrollos posteriores, pero sus enseñanzas Zen tuvieron poco impacto inmediato. Cabe destacar que a Eisai se le permitió usar el discurso y las enseñanzas Zen siempre y cuando no se separara de la escuela Tendai. Por eso, a sus comienzos, la escuela Rinzai Zen en Japón era esotérica.

El Maestro Eisai creía que el Zen daría nueva vida al Tendai japonés reviviendo la estricta observancia de los Preceptos budistas y las normas del decoro monástico que habían sido abolidos por el Gran Maestro Saicho. Pero a la agenda de Eisai se opuso el establecimiento Tendai en el Monte Hiei. También tuvo que enfrentarse a la competencia de Darumashu, un grupo Zen rival creado por otro monje Tendai llamado Nonin, que nunca fue a China pero que había recibido la certificación en un linaje Zen chino. El Darumashu (llamado así por Bodhidharma) promovió ideas completamente opuestas a las metas de Eisai. Ellos enseñaron que no se requería ninguna disciplina monástica, ya que el despertar del Buda podía expresarse en cualquier actividad. En 1194, la corte de Kyoto prohibió las enseñanzas Zen de Eisai y del Darumashu. 

El trabajo más importante del Maestro Eisai, La Propagación del Zen para la Protección de  la Nación, es una defensa elocuente del entrenamiento del Zen chino que muestra cómo difiere de las prácticas normativas de Tendai y Darumashu. El Maestro Eisai compiló esta antología en 1198, cuatro años después de que la corte prohibiera el establecimiento de instituciones Zen independientes en un intento de persuadir a la corte no solo de levantar su prohibición sino también de promover el Zen para revitalizar el Budismo Japonés. Como los principales adversarios de Eisai en la corte de Kioto eran los monjes del monasterio del Monte Hiei, que Saicho había fundado, Eisai seleccionó citas principalmente de escrituras y comentarios favorecidos en la escuela Tendai para argumentar que el Zen es la esencia del verdadero Budismo. En su obra, Eisai trata de recordar a los clérigos que el mismo Saicho pertenecía a un linaje Zen y afirma que si el Zen es ilegítimo, entonces Saicho y la escuela Tendai que fundó también deben ser ilegítimos. En los siguientes extractos, Eisai compara al Zen con la esencia de la Mente, cuya aclaración es el objetivo de la práctica budista. Afirma que la Mente es entendida solo por miembros del linaje Zen especial y enfatiza que la transmisión de maestro a discípulo del linaje Zen conserva las formas correctas de disciplina monástica, así como la estricta adhesión a los Preceptos. Además, ataca al Darumashū como falso, defiende el rechazo del lenguaje Zen e intenta mostrar cómo la práctica del Zen reformará el monasticismo budista japonés. 

Su escrito "Tratado sobre la Conservación de la Salud mediante el Té", como mencionamos, fue el primer tratado japonés sobre el uso ritual y médico del té. Basándose en principios esotéricos y médicos del Budismo, Eisai vinculó el consumo del té con la armonización de los órganos internos, los cinco elementos y las estaciones. En su texto, describe cómo cada órgano resuena con un sabor, un color, una dirección y una emoción, siguiendo la correspondencia esotérica que se remonta tanto al Vajrayāna como a las ciencias médicas budistas chinas. El té, en esta visión, no era solo bebida, sino medicina sagrada, ofrecimiento ritual y sustancia del Despertar. Así, el acto de beber té se convertía en un gesto de comunión con la totalidad del Dharma Cósmico. Veamos una traducción de extractos de esta importante obra.

Tratado sobre la Conservación de la Salud mediante el Té

Prefacio

El té es el elíxir inmortal que sustenta la vida. Es una técnica maravillosa que prolonga la existencia y fortalece la raíz de la longevidad. Allí donde crece el té, ya sea en las montañas o en los valles, ese terreno debe considerarse un lugar sagrado, morada de divinidades espirituales. Y cuando las personas recolectan sus hojas y las consumen, esas mismas personas vivirán por largo tiempo, bendecidas con vitalidad y longevidad.

El té ha sido estimado y valorado tanto en la India como en China. También en nuestra tierra —Japón, la nación del sol naciente—, hubo tiempos en los que el té fue objeto de gusto refinado y sincero aprecio. Desde los días antiguos hasta los presentes, se lo ha considerado un remedio raro y extraordinario, digno de los inmortales. Por ello, no puede dejar de ser cosechado ni puede omitirse su consumo.

Se dice que en el principio del kalpa —en los orígenes del mundo tal como lo conocemos—, los seres humanos que habitaban la tierra poseían la misma longevidad que los habitantes de los cielos. Sin embargo, a medida que los tiempos fueron avanzando, la naturaleza humana comenzó a decaer, y las personas del presente se han vuelto cada vez más frágiles y débiles. Los cuerpos compuestos por los Cuatro Grandes Elementos —tierra, agua, fuego y viento—, así como los Cinco Órganos internos —el hígado, el corazón, el bazo, los pulmones y los riñones—, parecen ahora deteriorados, como si estuvieran carcomidos por dentro.

En tales condiciones, incluso si se aplican tratamientos con agujas (acupuntura) o fuego (moxibustión), estos solo terminan por dañar el cuerpo aún más. Los baños termales, antaño fuente de recuperación, tampoco surten ya efecto verdadero. Aquellos que confían ciegamente en estos métodos de tratamiento, si persisten en su uso, acabarán debilitándose poco a poco, hasta consumir toda su fuerza vital. Esto es algo que no debe tomarse a la ligera ni dejar de temer.

En tiempos antiguos, la medicina se practicaba sin excesos ni manipulaciones artificiosas. Se curaba siguiendo el ritmo natural del cuerpo. Pero los hombres de hoy en día, ¿no estarán acaso olvidando el arte de la ponderación? ¿No estarán incurriendo en un descuido fatal al despreciar el camino de la moderación y la armonía con la naturaleza?

Reflexionando en lo profundo de mi corazón, entiendo que, cuando el Cielo creó todas las cosas bajo su designio, otorgó a la creación del ser humano un lugar de honor. Y para que el ser humano pueda completar su curso vital en esta existencia —su único e irrepetible lapso de vida—, lo más sabio es conservar y proteger la vida. El fundamento para preservar esa vida está, sin duda, en el arte del cultivo vital, en el arte del yōjō, la alimentación sabia, la calma, la medicina y la virtud.

Si se desea indicar el camino del cultivo de la vida, se debe comenzar por apaciguar los cinco órganos —el hígado, el corazón, el bazo, los pulmones y los riñones—. Entre estos, es el corazón quien ocupa el lugar primordial, el trono del cuerpo. Establecer correctamente el corazón es asegurar el equilibrio de todo el cuerpo. Y entre los métodos que existen para fortalecer este órgano vital, no hay técnica más excelente y maravillosa que el consumo del té. Si el corazón es débil, todos los órganos terminarán enfermando. Por eso, el cuidado del corazón es la raíz del cuidado de la totalidad.

Ciertamente, han pasado ya más de dos mil años desde la muerte del gran médico de la India, Jivaka, maestro supremo de la medicina en los tiempos antiguos. En este mundo en decadencia, ¿quién podría ahora diagnosticar adecuadamente las enfermedades de los seres? Más de tres mil años han transcurrido desde que el sabio Shennong, el fundador de la medicina y la farmacología en China, desapareció de la escena del mundo. ¿Quién, en este presente, podría tratar los fármacos con conocimiento verdadero?

Así pues, al día de hoy no hay nadie a quien se pueda consultar de forma fidedigna sobre el diagnóstico de las dolencias. Se sufre en vano, se arriesga la vida inútilmente. Incluso cuando se acude a un médico para solicitar tratamiento, muchas veces la receta está equivocada. Se aplican fuegos de moxa en vano, se daña el cuerpo inútilmente. He oído en voz baja —casi como un susurro del viento entre los bambúes— que en estos tiempos modernos, la medicina está causando más daño que bien: se obliga al paciente a tragar medicamentos que perjudican su corazón y su mente. Esto ocurre porque la medicina y la enfermedad no están en armonía, no se corresponden. Se colocan moxas, y sin embargo las personas mueren jóvenes. Esto se debe a que los latidos y ritmos del cuerpo entran en conflicto con los fuegos aplicados, y en lugar de sanar, se libra una batalla interna.

Así pues, lo mejor será volver la mirada a los métodos curativos de las grandes naciones del pasado —especialmente India y China— y extraer de ellos un tratamiento adecuado para los tiempos presentes. Por esta razón, he establecido aquí dos capítulos fundamentales: el primero, sobre la “Armonía de los Cinco Órganos”, y el segundo, sobre la “Expulsión de Espíritus Dañinos”. En estos dos apartados deseo presentar una forma de diagnosticar y tratar las enfermedades propia de estos días finales del Dharma, para que este conocimiento pueda ser legado a las generaciones futuras y se convierta en una fuente de beneficio para todos los seres sintientes.

Escrito con respeto en la primavera del segundo año de la era Kenpō (1214), bajo el signo cíclico del kō-inu, en el primer mes del año.