Como mencionamos anteriormente, el Sutra Avatamsaka fue verdaderamente el primer sermón dado por el Buda Shakyamuni justo luego de manifestar su Budeidad bajo el Arbol Bodhi, desde su aspecto del Dharmalaya (Cuerpo del Dharma), por medio de la voz de los Bodhisattvas. En sus 39 capítulos se nos revela una verdad tan radical como liberadora: el Samsara no es una prisión de la que huir, sino una manifestación del Nirvana aún no comprendido, un campo de flores aún cerrado, que espera el sol de la Sabiduría para florecer. Esta es la enseñanza de la unidad entre lo profano y lo sagrado, una visión que transforma toda nuestra vida desde su raíz más íntima.
El error de nuestra conciencia ordinaria —y el origen del sufrimiento— radica en dividir lo que en realidad es uno. Desde nuestra Ignorancia Fundamental (Avidya), creemos que hay una diferencia esencial entre lo sagrado y lo profano, entre lo puro y lo impuro, entre este Mundo Saha (Samsara) y el Reino del Buda (Nirvana). Así, erramos: buscando la luz en otro mundo, despreciando la carne, temiendo el deseo, y considerando el Samsara como una prisión de la cual hay que escapar.
Pero el Sutra Avatamsaka, como una trompeta que resuena en los cielos vacíos, proclama otra verdad: la Realidad es una sola, vasta como el espacio, y todos los reinos de existencia —cielo e infierno, nacimiento y muerte, flor y ceniza— son facetas del mismo diamante. En palabras de los Bodhisattvas de este Sutra, "lo sagrado no está más allá: está aquí, en este instante, si se lo mira con el Ojo del Buda."
¿Qué significa ver con los Ojos del Buda? Significa ver la Talidad (Tathata), la Unidad Fundamental de todas las cosas. Es ver cada fenómeno como lo que realmente es: una aparición vacía de sustancia propia, pero llena de interconexión, significado y belleza. Ver con los Ojos del Buda no es ver con juicio, sino con compasión activa y sabiduría penetrante.
Cuando el Bodhisattva ve a una persona sufrir, no la juzga como atrapada, ni la desprecia por su confusión: la reconoce como un Buda en proceso, como un loto aún cerrado. Cuando ve un paisaje urbano o un campo lleno de desechos, no lo abandona ni lo maldice: lo bendice con su presencia y su acción, porque sabe que no hay lugar donde el Buda no esté.
Así, el Samsara deja de ser un error cósmico, y se revela como el Nirvana en su aspecto dinámico, como el reino de las formas donde el Buda actúa sin cesar a través de los Bodhisattvas, obrando el milagro de la compasión, incluso en medio del dolor.
El Sutra Avatamsaka, como hemos mencionado, nos ofrece una imagen preciosa: el Cosmos entero es un Mandala Viviente, y cada fenómeno —una palabra, una piedra, un rostro, un suspiro— es una joya incrustada en esa red sagrada. Lo que llamamos "vida profana" no es otra cosa que la manifestación del Buda desde múltiples formas, reflejándose como en la Red de Indra, donde cada gota refleja todas las demás.
Cuando despertamos esta visión, el mundo no necesita ser destruido ni negado: necesita ser comprendido y santificado. Así, la labor más humilde —cocinar, limpiar, cuidar a un enfermo, escuchar a un anciano, sembrar una flor— se convierte en liturgia cósmica. El Bodhisattva actúa en medio del mundo sin dejarse contaminar por él, porque ve que todo lo que hace puede ser un gesto de ofrenda al Buda Eterno. Como nos dice el Sutra Avatamsaka: "Como el loto que nace del barro sin mancharse, así el Bodhisattva camina en el Samsara con el corazón del Nirvana."
La separación entre lo sagrado y lo profano no proviene del mundo, sino de nuestra visión limitada. El mismo espacio que para el ignorante es confuso, para el Bodhisattva es un escenario del Dharma. El mismo dolor que para el común es castigo, para el sabio es lección y oportunidad de compasión.
El Gran Maestro Annen lo expresó con claridad: "Donde hay intención pura, allí está el Buda. Donde hay voto compasivo, allí se edifica una Tierra Pura." No hay que esperar el paraíso en otro plano: la Tierra Pura comienza aquí, con cada acto, con cada mirada, con cada respiración convertida en ofrenda.
Para la Escuela del Loto Reformada, esta visión es la base de su misión: no huir del mundo, sino transformarlo. Como enseñan nuestros dogmas, el mundo no es enemigo del Despertar, sino el campo donde germina el Reino del Buda. Ver lo profano como sagrado es la verdadera iluminación; actuar en consecuencia, la verdadera práctica.
Así, el devoto no necesita rechazar su trabajo, su familia, sus obligaciones o incluso sus caídas: todo puede ser redimido y elevado, si es abrazado desde la mente de Buda. Y esa mente no está lejos: es nuestra mente original, antes de ser cubierta por las nubes de la ignorancia.
El Samsara se convierte en Nirvana no porque desaparezca, sino porque se revela como lo que verdaderamente es. Cuando dejas de dividir, y comienzas a ver con el Ojo del Corazón, todo se vuelve altar, todo se vuelve flor. El ruido se convierte en Mantra, el dolor en enseñanza, el mundo en Mandala. Esa es la visión que el Sutra Avatamsaka nos da: no para escapar del mundo, sino para habitarlo como un Bodhisattva, con paso firme, con mirada limpia y con corazón expandido. No para vivir desde el miedo, sino desde la certeza de que cada paso, si se da con conciencia, es ya parte del Reino del Buda.