Bienvenido a la Tierra Pura de la Luz Serena, un recurso sobre el Verdadero Budismo (一乘佛教), y sus posteriores ramificaciones, a la luz de las Enseñanzas Perfectas y Completas (圓教). Aquí presentamos el Budismo como religión, filosofía y estilo de vida, con énfasis en la Teología Budista (Budología), aspirando a presentar el Budismo balanceadamente entre la academia (estudios budistas) y la devoción, desde el punto de vista de una escuela tradicional de Budismo japonés (Tendai-shu 天台宗) y las enseñanzas universales del Sutra del Loto (法華経).


sábado, 25 de julio de 2020

"Las Tres Constantes de la Vida" - Enseñanzas Budistas para Tiempos de Crisis - Charla del Dharma

El Budismo es una religión de más de 2,500 años que provee uan serie de enseñanzas específicamente adaptadas para los momentos más difíciles de nuestras vidas, como el sufrimiento, la enfermedad, la vejez y la muerte. Las Enseñanzas Perfectas y Completas del Verdadero Budismo nos revelan que esta sabiduría no tiene origen humano, sino que su fundador, el Buda, fue una encarnación de la Vida y la Luz infinita del Universo, quien por compasión por los seres sintientes, bajó al mundo a traernos la sabiduría del Dharma (enseñanza budista), para que pudieramos navegar por las vicicitudes de Esta Orilla del sufrimiento de la vida y llegar a la Otra Orilla de la felicidad. Entre el océano de enseñanzas budistas, hoy continuaremos viendo cómo podemos utilizar el Dharma para estos tiempos de crisis en los cuales vivimos. 


El Buda, en los Sutras, los cuales son la colección canónica de sus sermones dados en sus más de cuarenta años de predicación en el mundo, nos revela las Tres Constantes de la Vida:

Un día preguntó Yama a un pecador que cayó en el infierno después de haber muerto por haber actuado con maldad en la vida. “¿Cuándo tú estabas en el mundo, no te encontraste con los tres ángeles?” “No, mi señor, no me he encontrado con ellos”.

“Entonces dime, ¿no has visto, acaso, a hombres tanteando con sus bastones con la espalda encorvada por los años?” “Sí, mi señor, esa clase de ancianos la he visto a menudo.” “Y tú no has reconocido en el anciano un mensajero celestial enviado para avisarte que tú también envejecerías y que tenías que hacer pronto el bien. Por eso te encuentras pagando tus pecados.”

¿No has visto algún enfermo sin poderse levantar, tan demacrado que induce a desviar la vista del que lo mira?” “Sí, gran señor, estos enfermos los he visto.” “Y tú viendo al ángel dentro de esos enfermos, ¿no pensaste que tampoco eres inmune a la enfermedad? Por eso estás en este infierno. Porque no los tomaste en cuenta.”

“No has visto, acaso, a tu alrededor, hombres muertos?, ¿y la tristeza de los hombres que lloran a los muertos?” “Sí, gran señor, muertos he visto muchos en mi vida.” “Y tú, viendo al ángel que advierte a los hombres sobre la fatalidad de la muerte, no pensaste en la muerte y descuidaste de hacer el bien, y por eso estás recibiendo ahora el castigo. De acuerdo a lo que hayas hecho, recibes luego el pago a ello.”

El sufrimiento, si bien es indeseado, es un llamado al Despertar. En este extracto de los Sutras, el cual proviene del Devadutta Sutta, los escritos del Budismo Primitivo, nos muestra que a veces las desgracias son oportunidades para poder ver cosas importantes y que requieren de nuestra atención inmediata. La vejez, la enfermedad y la muerte son las Tres Constantes de la vida, y no hay nada ni nadie que pueda escapar de ellas, ni ayudar a otros a escapar de los mismos. Estas Tres Condiciones existen dado a que es la naturaleza del mundo el que todos los fenómenos estén sujetos al cambio y la impermanencia. 

La vejez, la enfermedad y la muerte nos causan sufrimiento a nosotros y a nuestros seres queridos. Pero todo lo que nace muere; son parte normal de la vida, y el tratar de cambiarlo - el apego - es lo que causa el sufrimiento. Pero todo en la vida posee un significado; todo ocurre por algo. En el Budismo, esto no es el destino, sino la Ley de Causa y Efecto: el Karma. Dado a nuestra ignorancia fundamental, poseemos nociones erróneas sobre la vida y sobre nosotros mismos. Pero la vejez, la enfermedad y la muerte son recordatorios de la transitoriedad de la vida, y a veces, como dice el Sutra, son "mensajeros celestiales" que nos urgen vivir una vida noble y cultivar las raíces de la virtud, para beneficio nuestro - en un futuro renacimiento, así como para poder cultivar los resultados de nuestras acciones positivas en esta vida - así como para el beneficio de todos los demás seres sintientes, con los cuales estamos unidos fundamentalmente, ya que todos somos expresiones de la misma fuerza y energía de vida. 

Yama, en el canon budista, es el Rey del Infierno y del Inframundo, y quien pesa nuestras buenas y malas acciones tras nuestra muerte, lo cual determina nuestro futuro nacimiento. Yama es entonces la personificación de la ley del karma en acción, y los resultados de nuestras acciones son nuestros. No existe una fuerza externa que decida nuestra suerte; nosotros somos amos de nuestro destino; tanto de nuestra fortuna como de nuestras desgracias. Esto es algo que debemos de cultivar en vida, y la vejez, la enfermedad y la muerte son llamados a despertar de nuestro sueño mundano para cultivar nuestra espiritualidad.

“Y tú viendo al ángel dentro de esos enfermos, ¿no pensaste que tampoco eres inmune a la enfermedad? Por eso estás en este infierno. Porque no los tomaste en cuenta.” Esto muestra una fotografía de los tiempso en los cuales vivimos. Vivimos en una sociedad occidental que valora el individualismo sobre la colectividad, y por ello, muchas personas viven egoístamente, prefiriendo sus libertades al bienestar colectivo, aunque esa "libertad" pueda traer consecuencias nefastas a los demás. En estos tiempos de panedemia, muchas personas se rehusan a utilizar una mascarilla, citando sus libertades personales e incomodidades como pretexto antes de pensar en el bienestar de los demás. Esto contrasta grandemente con las sociedades en oriente, donde se valora más la colectividad que el individualismo personal, donde desde antes de la pandemia era costumbre utilizar mascarilla ante una gripe común por consideración por la salud y el bienestar de la sociedad. 

El Budismo nos enseña que no existe tal cosa como un "ego" o un "yo" o "alma" individual, eterna y separada de todo lo demás, sino que todos somos expresiones o manifestaciones de la energía de vida que anima y compone todo el Universo. Por ello, todos estamos fundamentalmente conectados, y lo que perjudica a uno perjudica a todos, Por ello, en el Budismo Mahayana, no existe la noción de la salvación individual: todos seremos salvos cuando todos los seres sintientes hayan sido salvados.  Por ello, no podemos pensar solo en nosotros, sin que debemos de tomar en consideración igualmente a todos los demás. ¿Qué importa más: nuestra comodidad o la salud y la vida de los demás? Pero hoy día las personas son muy egoístas, y esto lleva a los sucesos que vemos todos los días en las noticias en los Estados Unidos. Esto me recuerda otro episodio de los Sutras:

"La esposa de un hombre rico, llamada Kisagotami, enloqueció por la muerte de su pequeño hijo. Sin escuchar las palabras de los familiares, salió con el cadáver de su niño en los brazos en busca de un médico que pudiera curarlo.

"Los del pueblo derramaban lágrimas de compasión por la mujer enloquecida, pero no podían hacer nada para ella. Uno de los creyentes del Iluminado, viéndola tan desesperada le aconsejó que fuese a Jetavana, en donde se hallaba el Buda. La mujer fue rápidamente hacia el lugar indicado con el niño.

"El Iluminado la miró con calma y le dijo, 'Mujer, para curar a este niño es menester un poco de semillas de amapola. Ve a la ciudad y pide que te las regalen. Pero, ten bien presente que deben ser de una casa en donde no haya habido ningún muerto.'

"La madre enloquecida salió a la ciudad en busca de las semillas de amapola. No era difícil conseguir las semillas, pero buscó en vano la casa en donde nunca hubiera habido muertos. Comprendió, por fin, las palabras del Buda y, como si hubiera despertado de un sueño, recobró el entendimiento. Fue a dejar el cadáver frío de su hijo en la tumba y volvió donde el Buda para ser su discípula".

La madre del difunto niño somos todos nosotros, quienes nos aferramos a las formas y nuestras ideas preconcebidas del mundo y de la "normalidad". Tratamos de volver a ese sentimiento de "Seguridad" y "normalidad" de antes de la pandemia, pero eso, por el momento, no volverá. Entonces, mortificamos a los demás rehusándonos a seguir las ormas de distanciamiento y el uso de mascarillas en espacios públicos, sin velar por la salud de los demás. Pero la enfermedad del COVID-19 y su muerte nos puede tocar a nosotros y a nuestros seres queridos. Entonces, esto ya no será una idea abstracta de la enfermedad ni algo que sucede fuera de nosotros, sino que veremos que, como una de las Tres Constantes de la vida, es una realidad, y no podemos cambiarla. 

Como la madre de la parábola, debemos de entender que esto no tiene que ver con nosotros, sino con todos. No podemos pensar en individualismos, sino en el colectivo. Esta pandemia es entonces como esos mensajeros celestiales que nos están llamando a vivir una vida de bien, velando porque nuestros pensamientos, palabras y acciones sean para el beneficio nuestro y de los demás. Cuando ponemos nuestro ego a un lado y trabajamos por los demás, estamos transitando el Camino del Bodhisattva.

El Sutra de Vimalakirti nos enseña cómo los Bodhisattvas trabajan en el mundo: "Como todos los seres vivos están sujetos a la enfermedad, yo también estoy enfermo. Cuando todos los seres vivos ya no estén enfermos, mi enfermedad llegará a su fin. ¿Por qué? Un Bodhisattva, debido a (su promesa de salvar) a los seres vivos, entra en el reino del nacimiento y la muerte que está sujeto a la enfermedad; si todos están curados, el Bodhisattva ya no estará enfermo". Luego ,el Sutra nos muestra cómo los Bodhisattvas y los Budas ven a todos los demás seres sintientres: "Por ejemplo, cuando el único hijo de un anciano se enferma, también lo hacen sus padres, y cuando recupera su salud, ellos también. Del mismo modo, un Bodhisattva ama a todos los seres vivos como si fueran sus hijos; así que cuando caen enfermos, el Bodhisattva también está enfermo, y cuando se recuperan, ya no está enfermo".

El mundo necesita de nuestra compasión, no más sufrimiento; nosotros mismos podemos hacer de este mundo un infierno o un cielo, y todos y cada uno de nosotros podemos sembrar la semilla del cambio. No esperemos a que nos toque a nosotros para preocuparnos - sigamos las normas del distanciamiento, utilicemos mascarillas y velemos por la salud y bienestar propio y de todos. Veamos a los demás seres sintientes como a nuestros seres queridos y seamos las manos compasivas del Buda en el mundo.